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El principio del fin

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La reconversión de San Telmo. Al ritmo de la especulación inmobiliaria y la demanda del turismo, el barrio explotó. Los especialistas calculan que ya la mitad está ocupado por extranjeros y que el ritmo de los desalojos aumentará. Por lo pronto, ya hay 23 padres y madres detenidos por resistirse a pagar el triple. Y el macrismo lanzó su negocio de reciclar el barrio.

El principio del finSe llama Catherine Back y tiene el mismo nombre que la actriz que interpretaba a la ingenua sexy de la serie Los Duques de Hazard, pero es la directora de El Sol de San Telmo, un periódico acorde con los tiempos que sincroniza ese barrio: distinguido y moderno. Desde las páginas de su publicación, Catherine lanzó la pregunta correcta en el momento adecuado: “El mercado inmobiliario de San Telmo ha experimentado un boom tan importante como el del turismo, con algunas propiedades puestas en venta por más de un millón de dólares, cuando diez años atrás el metro cuadrado no superaba los 800. Vale la pena preguntarnos: ¿qué tipo de impacto tendrá este auge en el tejido social y cultural de la zona?”.
La respuesta es brutal y se contrasta con el tono ingenuo y sexy de la pregunta de Catherine. Es el resultado de un proceso que se inició luego de la crisis de 2001, cuando esas ruletas de la especulación global llamadas “fondo de inversión” se concentraron en el mercado inmobiliario criollo y clavaron sus colmillos primero en Puerto Madero y luego, por extensión, en San Telmo. En la actualidad, los especialistas calculan que el barrio está ocupado por extranjeros en un 50 por ciento y que el cóctel de turismo e inversión financiera fue lo que produjo el monumental aumento en los precios de los alquileres. Para muestra, un botón: Daniel Aramburu, dueño de la peluquería del mismo nombre, sobre la calle Defensa, cuenta que tuvo que dejar su departamento cuando el alquiler fue aumentando paulatinamente desde 400 pesos a 1.800. La tendencia es que la suba siga, alentada por la especulación. Otro botón: Rodrigo Fernández Prieto, representante de uno de los fondos que comercializan en el exterior la inversión inmobiliaria en esa zona, declaró: “Los valores de la propiedad en San Telmo se tienen que disparar y alcanzar los 2.500 dólares el metro cuadrado en los próximos cinco años”.
Razona Catherine: “Para incorporar una nueva población en una zona con poca densidad edilicia, otra población tiene que irse: la de aquellos que no pueden pagar el precio de vivir en el nuevo y codiciado San Telmo. Ya son un hecho corriente los desalojos de casas tomadas y la reconversión de hoteles familiares en alojamientos para turistas”.
 
Fue Catherine, justamente, la encargada de organizar y coordinar un encuentro entre vecinos “notables” con funcionarios de la Ciudad, enfrentados por el plan que la administración macrista presentó recientemente como un negocio consumado: reciclar las calles de San Telmo. A la reunión asistieron, por un lado, la legisladora porteña Teresa de Anchorena, su asesor Facundo de Almeida y la directora de la Comisión Especial de Patrimonio de la Legislatura, la arquitecta Laura Weber. La administración macrista estuvo representada por el director del Casco Histórico, el arquitecto Luis Grossman. Del otro lado del ring –una licencia poética si hablamos de este intercambio de opiniones realizado en la coqueta inmobiliaria Giesso– el encargado de demoler el proyecto oficial fue el padre arquitectónico del barrio, José María Peña. El momento más acalorado del debate fue cuando se tocó el tema más sensible: los adoquines.
La reunión se realizó pocos días después de que fueron encarceladas 23 padres y madres que se resistieron a pagar el aumento que pretendían los propietarios del hotel Carlos V, ubicado en Bernardo de Irigoyen al 1100. Los nuevos dueños pretendían cobrar, por habitaciones de 15 metros cuadrados y baño compartido, 1.200 pesos mensuales.
 
Tres son dominicanas, cuatro son mujeres en estado de prostitución y todas son madres de varios hijos. En total suman ocho las mujeres detenidas en la cárcel de Ezeiza desde el 8 de agosto, cuando fueron acusadas de coacción agravada, privación ilegitima de la libertad, usurpación, resistencia a la autoridad, lesiones y robo. Cinco de ellas tienen sus maridos encarcelados en Devoto o en Marcos Paz. El resto son jefas de hogar. Es lógico, entonces, que lo primero que compartan con los visitantes sea la angustia por la situación de sus hijos.
“Ayer internaron al más chico con un espasmo bronquial y todavía no salió del hospital. Mi familia me cuenta que cuando llegó la ambulancia se puso peor y se escondió debajo de la cama. No podían sacarlo. Gritaba: ´La policía, la policía´. Es el trauma que le quedó del desalojo”. No son las únicas malas noticias que recibió Natalia Soledad Silva en ésta, su cuarta semana en prisión. “El jefe de mi marido nos avisó que ya no puede esperarlo más y que está obligado a mandarle el telegrama por abandono de trabajo”.
¿Dónde trabaja tu marido?
En la Casa Rosada.
 
Natalia tiene tres hijos de 12, 8 y 2 años. Su marido está en el penal de Marcos Paz, sin zapatillas, porque apenas llegó se las robaron. “Perdimos todo, porque nuestras cosas no sé dónde están. La ropa, las mochilas del colegio, el lavarropas, todo. Dicen que el hotel ya está vacío y en el juzgado no nos responden dónde fueron a parar nuestras cosas. Encima, como el lavarropas lo saqué en cuotas, si no pago me va a hacer un juicio Garbarino”. Parece una preocupación menor, pero en los detalles de esa vida cotidiana perdida está la dimensión de lo que le pasa a Natalia: no sabe por dónde empezar a contar lo que representa para ella esto que llama “la pesadilla”.
Al hotel llegó con su familia hace casi un año. Lo eligió por el precio –350 pesos mensuales– y porque quedaba cerca del trabajo de su marido y la escuela de sus hijos. “Aguantamos por eso también el maltrato que nos daba la encargada, una mujer muy violenta, que les gritaba más que nada a las dominicanas”. Cuando la situación se puso peor, Natalia y Jenny –una de las caribeñas que ahora está detenida junto a ella– decidieron denunciar la situación. Primero fueron al fuero contravencional donde presentaron una denuncia cuando, a finales de julio, la encargada empujó a Natalia por la escalera. Llamaron al Same y el certificado que le extendió el médico municipal formó parte de los papeles que Natalia presentó en ese fuero. La empleada que les tomó la declaración les aconsejó que fueran al Inadi, donde un abogado las escuchó y les informó que allí no podían hacer nada. Las derivó a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, donde asentaron el reclamo. Luego, se contactaron con el movimiento Asambleas del Pueblo, en el que tenían amigos que habían pasado por lo mismo. Estaban esperando el resultado de esos trámites cuando el sábado 8 de agosto se desató el conflicto.
La justicia, esa noche, actuó rápido y expeditivamente. En menos de 24 horas las 23 familias ya estaban en los penales y acusadas de delitos graves.
Carmen no habla, pero me entrega una carta escrita con letra escolar, que resume –con una brevedad que lastima– lo que le pasó y lo que siente. Escribe Carmen: “Tenía dos años viviendo en el Hotel Carlos V, donde alquilaba una habitación con baño y cocina compartida, con el valor de 565 pesos. El día 28 de julio apareció una nueva dueña, aumentándonos el alquiler. A mí me lo subió a 900. Los vecinos nos reunimos para llegar a un arreglo, porque el hotel no estaba en condiciones para pagar ese precio. Había muchas cucarachas, los baños eran dos que compartíamos 23 habitaciones, los matafuegos estaban vencidos. Soy dominicana, tengo 4 chicos y mi pareja es argentino y tiene 4 niños. Siendo así que los dos estamos presos injustamente, mientras nuestros hijos están afuera dependiendo de la plata que le mandamos. Necesito que se haga justicia porque la pesadilla que estoy pasando es muy fea. Si yo no trabajo mis hijos no comen”.
El juez Manuel de Campos les negó la excarcelación, alegando “la gravedad de los hechos investigados”. En estos días la Cámara de Apelaciones deberá decidir si avala esa medida o si las 23 familias pueden recuperar la libertad, mientras sigue el proceso. En tanto, los dieciocho hijos que suman estas mujeres están desparramados en casas de familiares, amigos y compañeros de la Asamblea.
Cualquier cosa que pretenda escribir para terminar esta nota tendrá el tono exactamente opuesto a la elegante prosa de Catherine. Reconozco que el lector no lo merece. Y mi derrota: ella es más sexy. Los dejo entonces con la perfecta síntesis de Catherine: “Cuando el mercado inmobiliario reconoció la oportunidad de oro que esta zona podía ser, se destapó la fiebre de inversiones que hoy preocupa a tantos inquilinos y pobladores tradicionales de San Telmo, y provoca fantasías de riqueza instantánea a dueños y comerciantes. Un hecho visto por algunos como un gran escalón hacia arriba y, por otros, como el principio del fin”.

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