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La vida en asamblea

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La Asamblea lleva casi 22 meses de corte de ruta y cuatro años de lucha contra las pasteras. Cuenta con el aval de los que van y de los que no. ¿Cómo influyó el conflicto del campo, con Alfredo De Angeli incluido? Los argumentos alrededor del corte y la estrambótica reunión con un editor de Clarín.

La vida en asamblea

Un entrerriano de lentes plantea punto por punto una propuesta de código de conducta de los asambleístas. Otro pide la palabra y replica que no hay que aceptar un código que imponga qué es lo que hay que hacer y pregunta por qué se está discutiendo eso.
Un tercero le dice al segundo: “Si hubieras venido a la asamblea te hubieras enterado de que votamos a favor de que un grupo hiciera una propuesta así: si no te gusta, participá en esa comisión”, lo desafía, plantando bandera. Y agrega que el código es un proyecto para discutir entre todos.
Una señora toma el micrófono para decir que lo que va a funcionar siempre en la Asamblea es la mezcla de tolerancia y sentido común.
Y sigue el debate que se va matizando con risas, aplausos, enojos, reconciliaciones. El que llega puede no entender ese mecanismo veloz, a veces polémico, siempre fluido, que en cuatro años de funcionamiento ha permitido que la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú se alce como un ejercicio asombroso de democracia horizontal, participativa, a veces peliaguda y siempre inspiradora. Cuando “no pasa nada”, en Gualeguaychú, se reúnen asambleas de no menos de 100 ó 200 personas, dos veces por semana. Y cuando pasa algo, el número de asambleístas se multiplica por diez en horas, apenas se lanza la convocatoria por mails, radios o mensajes de texto.
Se juntan a intercambiar, discutir, acordar e imaginar formas de difusión de ideas y de acciones contra la contaminación y contra el modelo económico, tema que la Asamblea permitió poner al descubierto a partir de su propio nacimiento y de la decisión de cortar la ruta 136 que lleva al cruce del puente Libertador General San Martín, como rechazo a la instalación de dos pasteras. La finlandesa Botnia ya está humeando, fabricando y arrojando lo suyo al río Uruguay. La española Ence decidió emprender la retirada río abajo, a Conchillas, como para que el dilema sea ahora para la gente de Colonia (mu número 8: Uruguaychú). Como lo denunció hace mucho la Asamblea, ésas son apenas el comienzo de un proyecto pastero en el Cono Sur. De las nueve fábricas que se iban a instalar, por ahora hay confirmación sobre esas dos, y dos más. En una ferretería de Gualeguaychú se puede charlar sobre el tema como en un congreso de temas internacionales, o mejor: “Al no brindarles licencia social, consentimiento ciudadano, varios de esos proyectos deciden irse o por lo menos esperar ya que no quieren tener la oposición de las comunidades” comentan entre Sergio y Néstor. “Y nosotros vamos a seguir rechazando a las pasteras. Siempre”.
¿Pero qué pasa con la gente que no va a la Asamblea? Aquí se genera otra curiosidad. Todos los gualeguaychenses con los que uno puede cruzarse delegan en la Asamblea la capacidad de decisión. La consideran representativa, mientras ignoran a los políticos (principalmente nacionales y provinciales; a nivel local, el intendente justicialista Juan José Bahillo se ha mostrado siempre de acuerdo con la Asamblea). Carlos, en un kiosco: “Está mal que yo no vaya, tendría que participar más, pero todo lo que hace la Asamblea es producto de la discusión. Los políticos no me dan confianza alguna. Lo que decide la Asamblea es lo que quiere Gualeguaychú”. Roxana y Cristina, en una joyería: “Vamos a las marchas, la Asamblea somos todos, aunque no estés participando en cada reunión, y todos la apoyamos”. Las opiniones son todas de ese tipo: no participan, porque le tienen total confianza. ¿Eso es bueno o malo? Gustavo Rivollier, un histórico asambleísta: “No es bueno, porque nos tira una mochila pesada. Lo lindo de la Asamblea es la diversidad, la cantidad de debates, propuestas inteligentes e ingeniosas que se tiran cuantos más somos”.
Esa legitimidad práctica de la Asamblea pone tensos a muchos políticos y gobernantes. La teoría constitucional según la cual “el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes” (que serían los políticos) en la Asamblea sería tomada como un chiste de teatro de revistas. La situación de rebeldía y autodeterminación ciudadana de la ciudad también molesta a ciertos medios que, más que periodismo, defienden negocios e intereses, como en alguno de ellos se lo informaron a los propios asambleístas.
Este 2008 viene siendo un año raro para la Asamblea, al menos por dos razones:
1) El corte se hizo con la idea de impedir la construcción de Botnia, pero la pastera funciona (y contamina) desde noviembre de 2007. El dilema: ¿qué conviene hacer?
2) Parte de los integrantes de la Asamblea fueron también protagonistas del conflicto de los ruralistas con el gobierno por las retenciones. El caso emblemático es el dirigente de la Federación Agraria Alfredo De Angeli. ¿Ése es un dato a favor o en contra de la lucha planteada por la Asamblea? ¿Cómo cuestionar a Botnia, la contaminación y el monocultivo, sin cuestionar también el desmadre sojero que implica males similares? Y además, ¿cómo despegar la lucha de Gualeguaychú de la de los ruralistas, con De Angeli convertido en semejante imán de movileros? José Pepo Pouler, pizzero y asambleísta, cuenta que han acordado con el propio De Angeli que suspenda, al menos temporariamente, su participación.

Las rutas del corte
La enumeración que aparece en la vidriera es fascinante:

Imprenta
Santería
Sellos de goma
No a la papelera

Es uno de los múltiples negocios gualeguaychenses a los cuales se puede ingresar para detectar la temperatura social frente al corte. En general, uno encuentra dos posturas: seguir con el corte de ruta tal como está o, como opina Silvia en la imprenta-santería, “buscar formas más duras, porque yo sería más mala todavía”. Las repisas parecen una asamblea de muñecos de Vírgenes (la de San Nicolás, la de Luján) y santos (Cayetano y Expedito andan entre los más requeridos, el trabajo y la solución veloz de los problemas). Las impresiones se hacen al fondo. Silvia: “Estas fábricas fueron desplazadas del primer mundo, y eso es porque allá no les dejan ningún beneficio. Mandan la contaminación para acá. Es como cuando los conquistadores nos vendían espejitos de colores a cambio de oro. Lamentablemente el pueblo uruguayo le creyó al gobierno. Hasta le regalaron un puerto a esa empresa. Muy bien: aquí nadie va a permitir que las generaciones futuras se vean afectadas, así que habrá que seguir adelante. Sobre el corte, se podría abrir, volver a cerrar, hacerlo sorpresivo, más efectivo, pero la Asamblea es la que lo irá decidiendo. En este país sólo te escuchan cuando te plantás”. Gualeguaychú parece andar rumiando estas cuestiones.
Jorge Fritzler tiene reparto y local de venta de fiambres: “Yo estoy a favor de que el corte se mantenga, y a la vez se pueden seguir pensando acciones superadoras. Es con argumentos que hay que demostrar por qué hacemos lo que hacemos. Si me preguntás hoy, yo creo que hay que mantenerlo porque es un estandarte de la asamblea, nuestra acción permanente. Podría malinterpretarse, si lo levantamos, como una debilidad. Hay argumentos para modificarlo, pero que quede claro que no hablo de levantarlo, sino de hacer algo que sea todavía más efectivo”.
Gustavo Rivollier es técnico en computación: “Una cosa es la lucha, y otra el corte. La lucha contra Botnia nadie la cuestiona. Con el corte, yo tengo dentro mío diez razones para mantenerlo y diez razones para cambiarlo. Pero soy sólo uno de la Asamblea. Te diría que periódicamente hay que discutirlo de nuevo para renovar los argumentos que te sostienen, porque si no te quedás sin ideas. El corte fue pensando que Botnia parase la construcción y se fuese. Ahora ése resulta un fundamento muy chiquito. El corte se tiene justificar en otra cosa”. ¿Por ejemplo? “Es un símbolo de lucha y de resistencia. Y eso hay que mantenerlo”. ¿Cuál sería un argumento en contra? “Que te aleja del pueblo uruguayo. Es difícil conversar con alguien agarrándolo del cogote. Y lo nuestro no es contra los uruguayos. Es contra Botnia, que a veces es la que la saca más barata”.
Agrega Pouler: “La Asamblea no es sólo ambiental, es ciudadana, y permitió que cualquiera que se sienta ciudadano comparta esta lucha. Demostramos que horizontalmente las personas pueden opinar y mocionar sus ideas. El objetivo del corte es seguir demostrando que nunca le dimos el consentimiento social, ni se lo vamos a dar. Vamos a denunciar lo que estas empresas nos quieren imponer, que es un capitalismo salvaje con contaminación, desempleo, pocos ricos y muchos pobres. El dinero por el dinero. Eso es lo que estamos viviendo. Y no estamos de acuerdo”.

Otro de los asambleístas ya había planteado lo siguiente: “El sistema productivo va a desaparecer de la zona. El valor inmobiliario se derrumbó. Por un campo de 2.500 dólares ya no te dan ni 1.500. y como es zona contaminada, no te compran más carne, cereales, miel ni nada. Ojalá me equivoque pero si esto sigue, ¿sabés qué va a haber aquí dentro de diez años? Eucaliptos, sólo eucaliptos. El desierto verde. Eso significa millones de hectáreas de un árbol depredador, trabajo para casi nadie, y concentración de tierras”. Aquél fue el ajustado diagnóstico de Alfredo De Angeli para el número 1 de mu.

Conciencia Botnia
De Angeli no pudo ser detectado esta última vez, ya que se ha convertido en una especie de celebridad viajero-mediático-ruralista, que cosecha una especie de simpatía divertida de todos los que ahora lo ven más por televisión que por la calle. La simpatía no le ahorra miradas cautelosas en la Asamblea.
Pouler: “Él es dueño y señor de hacer lo que quiera, pero nos consultó qué hacer. Y conversando entre varios, pareció conveniente que no participara por ejemplo en la última caravana de autos que hubo al puente”.
¿Cómo combinan la soja y la lucha contra las pasteras?
Alfredo está en una causa ambiental, pero comprometido con otras cosas. Si al productor chico le dicen que tiene que hacer soja o trigo, y no lo hace, se queda sin trabajo. El problema es que no hay controles y tengo muchas dudas de que el gobierno quiera ir sinceramente contra los monocultivos. Yo estoy en contra de los monocultivos y hasta donde hemos conversado, también él.
Rivollier: “Para mi lo del campo, de alguna forma nos dejó pegados. Lo he discutido en la Asamblea, a mi en ese conflicto no me conforma ninguna de las dos partes. El campo sólo habla de su rentabilidad. El gobierno es el que impulsó el monocultivo sojero y lo que quería era quedarse con una tajada mayor. A nadie le importa el modelo ni el ambiente. Han mentido diciendo que la soja era la solución del hambre, y nunca informaron que es una proteína de baja calidad, para animales, que en el Garraham (hospital de niños) te decían que no le dieras a los chicos. El gobierno le pelea a los ruralistas diciendo que hay desmonte masivo. ¿Y quién impulsó eso, desde hace años? Y del otro lado, ustedes lo contaron con el mocase ¿Quién les quema los ranchos a los indígenas y los campesinos?”.

Rivollier teme un riesgo: “Que parezca que tenemos un doble estandard. Estamos contra la contaminación de Botnia y el monocultivo de eucalipto, pero aprobamos el de soja y el glifosato”. En el corte, Miguel Pérez definió a De Angeli como “un luchador”. Gustavo plantea: “Una cosa no quita la otra. Es un luchador con el tema Botnia, pero en esto defiende su interés personal y el de su gremio. Se transformó en otra cosa. Hay asambleístas que dicen ‘aprovechemos el buen momento de Alfredo’. Yo digo que no, para mí es abrir una debilidad en la Asamblea”.
Fritzler: “Es un debate bien complejo. Yo no tengo por qué defender la soja. Si hay que sembrar menos, que siembren menos. De todos modos lo central es Botnia. Y después hablemos de la soja, los basureros y todo lo demás”. Jorge, paradójicamente, cree que hay algo que agradecerle a la pastera: “Lo único bueno que ha traído es que tomáramos conciencia”.

¿Quién es estúpido?
Fritzler tiene 42 años, tres hijos, y en los últimos dos años y medio la participación en la Asamblea le dio vuelta la vida. “Algunos dicen que nos pagan, pero es al revés. Uno tiene que sacarle tiempo y fuerza al trabajo, a la familia, al descanso, para dedicarse. Y encontrar un equilibrio. No puede ser que no veas crecer a tus hijos. Dejé de atender la distribución de fiambre porque antes iba a un cliente, estaba cinco minutos y seguía viaje. Pero ahora me pongo a charlar, me preguntan, llegan otros, y al ratito se arma una mini asamblea. Tuve que dejar de hacerlo”. Asegura que la experiencia le abrió ideas y le rompió los moldes: “Te cambia la forma de percibir la vida. Me levantaba y leía Clarín o La Nación, y lo que decía un periodista era palabra santa: yo era un estúpido que me creía que lo que estaba escrito ahí era la verdad. Cuando empecé a ver cómo a mí mismo me distorsionaban lo que decía, me sacaban de contexto, ponían cosas que yo no había dicho, y en qué medida la realidad era totalmente distinta a lo que mostraban, ahí me di cuenta. Yo tengo que pensar que Botnia desparramó mucha plata. No digo que sean todos, pero hay varios periodistas que dejan de lado la verdad, cuando hay un peso de por medio”.
Pouler: “Yo no hablo más con ellos, porque ya dos periodistas de Clarín me contaron que mandan las notas y los editores les cambian todo, o ponen un título para tergiversar lo que escribieron. Botnia es inmaculada, y la Asamblea es lo peor. Botnia dijo en un momento que iba a invertir en esos grandes diarios. Avisos no aparecen, así que la inversión debe haber sido de otro tipo. La Asamblea impulsó la batalla de ideas, que consistió en ir a visitar a representantes de todas las religiones (judíos, protestantes, musulmanes y católicos), a embajadas y a los diarios Clarín y La Nación. A los que fueron a Clarín les dijeron que había posición tomada del diario contra nosotros. Así que ya uno se puede imaginar qué publican”.

En esa reunión participó Osvaldo Fernández, abogado y ex diputado provincial por el radicalismo e integrante de la Asamblea: “Estuvimos con Ricardo Roa. Planteó que Botnia no contamina. Le dimos todos los informes y elementos químicos, legales, sociales y ambientales para que viera que está equivocado. Pero insistió, y planteó que es posición tomada del diario frente a nosotros. Dijo que la mayoría de los periodistas del diario simpatizan con nuestra causa, pero que la empresa Clarín hace negocios. Le cuestionamos que habían publicado títulos desproporcionados y mal informados con temas como lo del supuesto paso de hinchadas de fútbol, y contestó: ‘vendemos diarios’. También dijo que la embajadora de Finlandia fue al diario a hacer lobby. O sea que nos encontramos con alguien totalmente parcial pro Botnia”. ¿Cuál fue el tono con el que les habló? Fernández es sintético: “Cinismo”.
En la Asamblea que presenció mu se discutió el código de derechos y obligaciones de los asambleístas. “La Asamblea no representa a nadie en particular. Acciona por el bien de todos los vecinos de Gualeguaychú y zona de influencia de la pastera Botnia” empiezan proponiendo. El punto 3 plantea: “Esta Asamblea define como base de desarrollo las propuestas, el debate, el respeto mutuo y la libertad de expresión”. Valores irritantes para el cinismo. El código aún debe ser votado.
En la Asamblea, además, se habló mucho, se discutieron documentos, posibilidades y dudas: {esa es su fuerza. Algo se está cocinando siempre allí, en cada palabra. Uno de los asambleístas en un momento dijo: “Acá no hacemos política, acá peleamos por la vida”. La curiosidad es que esa expresión tan cotidiana –pelear por la vida– está provocando todo esto, porque en un mundo como el de hoy, ésa es tal vez la idea más política que alguien pueda imaginar.

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