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Contra el mal ambiente. Marcos Filardi: sociedad, naturaleza y el presente
Es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales. Estuvo en la Dirección de Agroecología del anterior gobierno: qué se hizo y qué no. Del modelo extractivo que no se toca al shock actual: por qué con soja, hidrocarburos, gas, litio, hay casi 60% de pobres. La capacidad de la naturaleza y el rol posible de las las asambleas y comunidades. Por Sergio Ciancaglini.
Este señor descubrió América, continente con una notable geografía de cachetes, que duerme bien, sonríe, gasta pañales, a veces berrea como corresponde, mira todo con ojos de asombro, y según su padre está en una etapa de crecimiento acelerado rumbo a los 4 meses de edad.
Marcos y su compañera Candelaria andan así con sus latidos absorbidos por América Filardi. Y a la vez, con la mirada densamente asombrada por los avatares de la irrealidad nacional.
El papá tiene 43 años, es abogado especializado en derechos humanos y transita junto a la nutricionista Miryam Gorban la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina, en la UBA, una de las experiencias pioneras que descubrió su continente fértil en forma de una sociedad apasionada por estos temas, lo cual hizo nacer en los últimos años 60 cátedras más que ríen y berrean por toda la geografía del país. Es fundador, además, del Museo del Hambre, un espacio cuya meta es que el hambre quede relegada a un recuerdo de museo, hipótesis que las noticias económicas licúan entre el ruido y la furia de las motosierras.
Pasó por la Dirección de Agroecología encabezada por el ingeniero Eduardo Cerdá durante la gestión anterior. “El gobierno sostuvo absolutamente el negocio transgénico, pero a la vez le dio espacio a la agroecología. Eso lo valoro. Esa legitimación permitió multiplicar los grupos de Cambio Rural agroecológicos o en transición a la agroecología, que crecieron casi un 500% pasando de 34 a 191, reuniendo a 1.670 productores y productoras, que ocupan más de 200.000 hectáreas. Hay muchos otros datos, como la cantidad de los municipios que fomentan la agroecología, que pasó de 35 a 100 en el país, mostrando que hay una demanda de nuevos modos de encarar el tema productivo y socioambiental”. Aunque ya no exista la Dirección, esas experiencias quedaron en funcionamiento, y habrá que ver qué clase de futuro escriben. Más recientemente, con el Colectivo de Derechos Humanos Yopoi, representó a Periodistas Argentinas y a la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina (AReCIA) en un hábeas corpus preventivo y colectivo frente al protocolo de la ministra Patricia Bullrich y la violencia ejercida contra la prensa, lo que incluyó el pedido de medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La conversación con Filardi se hizo con el permiso de América para tratar de entender qué está pasando en el presente desde la visión de alguien volcado siempre a temas ambientales y de derechos humanos que –según es cada vez más público y notorio– no son asuntos separados.
El shock empresarial
“Lo primero que se ve es un entrecruzamiento de los grandes capitales trasnacionales y locales detrás de la política de shock empresarial dispuesta a ir por todo. Ir por todo significa que si la población no termina acompañando las propuestas que se están imponiendo, la respuesta es la represión, como ya lo hemos visto”.
“El programa bajo el nombre de anarco capitalismo es de desregulación de la economía en beneficio de las grandes empresas de capital concentrado, y la extracción de recursos naturales: el extractivismo. No es algo nuevo, sino una política del Estado argentino desde hace décadas, que ahora se profundiza. Y lo que se profundiza paralelamente es la desigualdad. Una parte importante de los votantes acompañó la propuesta, cansada de lo que había antes y creo que con la genuina esperanza de que esto iba a generar un cambio. No se sabía bien hacia dónde, pero al menos aparecía como una posibilidad”.
“Pero el sentido de las medidas muestra que ese cambio no es en beneficio de las mayorías, sino que favorece a unos pocos que se enriquecen escandalosamente aumentando la brecha de desigualdad en todos los planos”.
Genes del gobierno
“Milei tiene el récord de ser el presidente que más eventos transgénicos aprobó. Uno cada diez días como promedio. Todos los gobiernos desde 1996 aprobaron transgénicos. Macri, 24, pero no el trigo transgénico que sí terminó incluido por Alberto Fernández, junto a otros varios. Milei lleva 7”.
“Tenemos en total 76 eventos transgénicos aprobados en el país. ¿Qué significa? Que son cultivos modificados genéticamente, no para que tengan mayor valor nutritivo, sino para que sean tolerantes a distintos agrotóxicos. Estamos en un sistema veneno-dependiente, diseñado para tolerar el glifosato, que es el herbicida para matar las malezas. Pero esas supuestas malezas han generado resistencias: se necesitan cócteles cada vez más tóxicos para matarlas y cultivos transgénicos con tolerancia a más pesticidas. Es un proceso sin fin. De casi ninguna maleza al comenzar hace 30 años, se pasó a que ya hay casi 40 plantas súper resistentes, que son consecuencia del propio modelo. Y tienen que fumigar cada vez más. Ya se superan los 500 millones de litros anuales fumigados en el país (un 1.200 % más que en los 90), con lo que eso implica como gasto en dólares, como contaminación y como ataque a la salud del ambiente y de las personas”.
Planeros dolarizados
“Vivimos una invitación al extractivismo. La idea se ve en el DNU: romper todo límite a la tenencia de tierras por parte de personas y empresas extranjeras. Hasta ahora el tope era del 15%, decretado en tiempos de Macri. Esperábamos que el gobierno nacional y popular lo derogara, pero no. Y ahora Milei lo amplió al máximo. Por eso es una invitación a los grandes capitales transnacionales financieros a comprar la tierra que quieran, sea en zonas de frontera, estratégicas, cercanas a reservas de agua, para aplicar todo tipo de extractivismo. Les ofrecen total seguridad jurídica, arrasar las legislaciones laborales, que no tengan restricción para girar dividendos fuera del país, estabilidad fiscal por décadas, eliminación de impuestos por plazos cada vez mayores, y en muchos casos subsidios a sus actividades. Se habla mucho de los planeros, pero estas empresas viven, dependen y se benefician del Estado en una medida mucho mayor que las poblaciones cuando un país se pone, como el nuestro, literalmente en venta”.
“Eso favorece una economía concentrada. Cada vez hay menos empresas y más ricas. Y se concentra el tipo de producción: en el caso de la agroindustria, tenemos un 85% de la superficie cultivable destinada a unos pocos transgénicos. Eso nos hace muy vulnerables y dependientes en términos económicos”.
Maten la biología
“Estamos todo el tiempo pendientes de la soja transgénica porque es la supuesta tabla de salvación cada año. Eso ha generado la destrucción de bosques, humedales, polinizadores como las abejas hasta los pájaros, pasando por toda una fauna y microfauna que desaparece como consecuencia de esa agresión química. Y además se han llevado puestos a suelos de la pampa húmeda que están entre los mejores del mundo, matando la microbiología y su fertilidad. El propio INTA ha reconocido que hay hasta un 50% de pérdida de fertilidad. Las plantas nacen débiles, sin minerales y oligoelementos, son susceptibles a plagas y se necesitan entonces más pesticidas producidos por las mismas empresas para atacar los problemas que ellas mismas provocan. Por eso Bayer-Monsanto, Syngenta, ChemChina, BASF y Corteva, entre otras, facturan cada vez más todo lo que venden: los eventos transgénicos y los pesticidas asociados indisolublemente a esos cultivos”.
“Están yendo más a fondo con apoyo del gobierno en la Ley Ómnibus: las semillas. Las corporaciones quieren que el uso propio de las semillas de los agricultores no siga siendo gratuito sino que tengan que pagárselo a las empresas. Reclaman además el cobro de patentes por las semillas y por lo que se produzca con ellas. Desde 2012 quieren imponer esa ley de semillas que ha partido a la propia Mesa de Enlace, en la que varias organizaciones no están de acuerdo con lo que reclaman las corporaciones. Hasta la Sociedad Rural”.
El derecho a comer
“Lo que planteamos desde las Cátedras de Soberanía Alimentaria y cantidad de colectivos afines es el derecho irrenunciable de una agricultora o agricultor desde hace 10.000 años, de hacer uso propio de las semillas, que es la base de la agricultura misma. Es algo constitucional, porque es parte del derecho a la alimentación adecuada que según las Naciones Unidas comprende los medios esenciales para la obtención y producción de alimentos. Lo que buscan las corporaciones y el gobierno actual es agudizar la monopolización de la cadena alimentaria, incluso de las semillas. Habrá que ver cómo se le pone límites a esa concentración porque finalmente somos lo que comemos, y le estaríamos permitiendo a un oligopolio de cuatro o cinco empresas que defina quiénes somos”.
La paradoja de las divisas
“Siempre hablamos de lo socioambiental, porque no son cosas separadas. No pensamos exclusivamente en la protección de los bienes comunes naturales, sino en una vida digna de las comunidades que viven en relación con esos bienes en los territorios. El extractivismo no solo se lleva puestos los bienes naturales sino que destruye las condiciones materiales de vida de la gente en esos territorios. De la mano del extractivismo hemos tenido los mayores niveles de pobreza e indigencia del país”.
“Con el modelo extractivo de la economía funcionando a full en estas décadas, ya estamos superando la mitad de pobres en el país y es apenas el comienzo, los niveles de indigencia, y el 70% de la niñez vive en hogares pobres. Nos siguen vendiendo que nos van a salvar con este modelo que ha tenido fracking, megaminería, agronegocios, exportaciones récord, pero lo que crece es la fortuna de las corporaciones por un lado, y la pobreza de las comunidades por el otro. De la mano de una política que busca desesperadamente la generación de divisas, tenemos cosecha récord, pero hambre récord. Y esta gestión logró empeorar todo en muy poco tiempo”.
¿Qué es lo inteligente?
“Pero aun entrando en la discusión economicista, la soberanía alimentaria no choca con la posibilidad de exportar alimentos. La diferencia es que para nosotros el actual modelo no es una inserción inteligente en el mundo porque exportamos commodities, materias primas sin valor agregado, con las devastadoras consecuencias en los territorios, las comunidades y la economía”.
“En cambio podemos plantearnos especializarnos en la producción de alimentos sanos, seguros, soberanos, agroecológicos, no solo para alimentar adecuadamente a nuestro pueblo –cosa que el actual sistema no logra– sino incluso para ofrecer esos alimentos a otros pueblos, otros mercados que demandan alimentación sana. Argentina puede obtener dólares, claro que sí, pero de otro tipo de producción. Se ve en lo orgánico: somos el 8º país exportador de orgánicos con una gran superficie para esos productos”. (Aclaración: Lo orgánico está más concebido como un negocio destinado a sectores de buen poder adquisitivo, a diferencia de lo agroecológico que tiene un componente social que incluye el acceso a la tierra y a alimentos sanos y accesibles, pero aun así los datos de producción orgánica demuestran que es posible producir de otra manera).
“Una política inteligente y realmente sustentable permitiría entonces salir del monocultivo y ofrecer más diversidad y calidad de producción. Y valor agregado. A nivel interno, la diferencia es que ahora todo depende de un cultivo, que implica una carga de venenos que solo beneficia a un oligopolio químico que se hace escandalosamente rico mientras enfermamos a nuestra gente, y el sistema de salud la tiene que atender ante la explosión de las enfermedades no transmisibles. Todo al costo de destruir los bienes comunes naturales, los suelos, la fertilidad, los bosques, los humedales”.
Tres pandemias
“Estamos ante un sistema absolutamente ineficiente que se lleva no solo las materias primas sino que deja una cantidad de costos ambientales que paga toda la población mientras se benefician unos pocos. Sostenemos socialmente la generación de riquezas para grupos concentrados, pero las condiciones de vida, educación, salud, alimentación, se derrumban”.
“Proponemos otro concepto, que proteja los bienes comunes pero que además abone a la construcción de un nuevo tejido social. No es jardinería, sino un modelo agroalimentario que en la producción, distribución y consumo genere mayor arraigo territorial, y que quienes producen no tengan que emigrar forzosamente a los pueblos y ciudades para vivir hacinados allí. Es un modelo que permite la circulación local de bienes y servicios, un entramado urbano rural en cada lugar del país, y una vida digna para la gente de esos lugares. Tuvimos la pandemia del Covid 19, pero además tenemos la pandemia de las enfermedades crónicas no transmisibles y de la malnutrición para millones de personas que creen estar alimentándose bien. Y la tercera pandemia es la desigualdad. Un sistema basado en la defensa de los bienes comunes y la soberanía alimentaria permitiría encarar mucho mejor cualquiera de esas pandemias”.
Héroes vs. enemigos
“Todas las políticas del gobierno apuntan a un industricidio. Les falló hasta ahora con la Ley Ómnibus, pero lo que van a seguir buscando es imponer un mismo margen de retención para todas las industrias exportadoras. Con eso, se reprimariza la economía: hundís a las industrias que agregan valor a los productos y te focalizás en la venta de productos primarios. Es exactamente lo contrario de lo que necesita el país, que es diversificar la matriz económica: no apostar todo al monocultivo sino hacer lo opuesto”.
“Pero el propio presidente hace un elogio a los monopolios, dice que el mercado no tiene fallas, y que esos monopolios son la expresión más perfecta de ese mercado. Agrega que si un empresario contamina un río, directamente es un héroe, que puede seguir acaparando mercado porque los oligopolios no son un problema. Hay que facilitarles las cosas, y además agradecerles el heroísmo. Todo eso es música para los oídos de las corporaciones. Porque cualquiera que no opine eso, pasa automáticamente a ser objeto de ataque del gobierno. Lo hace con los políticos, pero mucho más con quienes defienden los derechos ambientales, humanos, sociales, de las mujeres, que pasan a ser los enemigos del sistema y posible foco de la represión”.
El 1% y el 99%
“Lo de Milei tiene un contexto global. El informe de la ONG Oxfam es lapidario: el 1% más rico del mundo capturó el 63% de la riqueza de los últimos dos años, contra el 99% de la humanidad. La riqueza de los cinco varones más ricos del mundo se duplicó. La teoría era que todo esto iba a provocar un derrame, pero ese derrame nunca llega. Al revés, se extrae cada vez más riqueza y recursos a las sociedades, que se transfieren hacia los sectores de mil millonarios”.
“Se genera un entramado del sistema petrolero, gasífero, agroindustrial, farmacéutico, bancario, químico y demás, con lo financiero: los fondos especulativos que le ponen marco a una financiarización de toda la vida social, y que lubrican el sistema para que siga dando dividendos. Entonces el que fabrica la comida chatarra o hace fracking, tal vez también financie los tratamientos contra las enfermedades crónicas que produce. El que te mete el glifosato cancerígeno es a la vez el laboratorio que te vende el fármaco y la quimioterapia para el cáncer”.
“Otro eslabón es el extractivismo urbano, hecho muchas veces de negocios ilegales, lavado, especulación. El sentido del gobierno actual es muy claro. Pusieron a cargo de la Agencia de Bienes del Estado (AABE) a Nicolás Pakgojz, persona relacionada al grupo IRSA de Eduardo Elzstain, exponente del extractivismo no solo urbano sino agrario, porque es el sector que busca derogar la Ley de Bosques para explotarlos. Y en la ciudades ponen a una corporación a manejar los bienes que deberían ser públicos”.
“Vemos entonces conglomerados corporativos que se llevan todo puesto para maximizar sus ganancias. La contracara es lo que se ve: la destrucción de la casa común, de los bienes naturales, el aumento extremo de la desigualdad y la pobreza”.
¿Qué es el éxito?
“Hay gente del ámbito si se quiere progresista que defiende el desarrollismo del modelo, pensando en brindar mejores condiciones de vida a la población. ¿De qué condiciones hablan si estamos contaminando el agua, el aire, destruyendo la fertilidad, los bosques, los humedales, la riqueza del suelo, y al propio clima? ¿Cuál es el éxito de estos sistemas que vacían los territorios para que la gente viva en pésimas condiciones de hacinamiento en pueblos y ciudades, sin acceso a la salud, al trabajo, a la vivienda? ¿Cuál es el éxito de un sistema que te arroja estos niveles de enfermedad, pobreza e indigencia que tenemos hoy?”.
“El avance de las corporaciones en los territorios siempre es violento. Se hace sobre comunidades que existen históricamente y tienen derechos reconocidos incluso internacionalmente. Las empresas buscan expulsarlas para poder apropiarse e instalar sus actividades. El litio es un ejemplo hoy en Argentina: la ofensiva se hace en lugares donde además hay poca agua, y la actividad termina representando un posible genocidio de esas comunidades”.
El vaciamiento argentino
“Desde otra perspectiva lo que se puede plantear, por ejemplo, es una articulación entre la agricultura familiar, campesina e indígena, como verdadera productora de alimentos, con posibilidad de arraigo para las familias en el campo, con sectores urbanos de la economía formal e informal. Una alianza pueblo a pueblo, pensando también en la producción de manufacturas, generando trabajo, arraigo, diversificación de la matriz económica y la posibilidad de una vida más digna. Eso implica repensar la cuestión de la distribución poblacional, partiendo de la distribución de la tierra, porque allí está la clave de la desigualdad social. Ahora es al revés: se desata la especulación financiera inmobiliaria en torno a los territorios, y eso genera cada vez más tensiones. ¿Para qué es la tierra? ¿Para extractivismo y enriquecer corporaciones? ¿O para que las personas y familias que lo quieran puedan afincarse con condiciones y calidad de vida?” (Dato: Argentina, pese a su gran y rico territorio –el 8º del mundo– es uno de los países con más porcentaje de población urbana del planeta, el 92%).
“El modelo antes ocupaba a una persona cada 750 hectáreas. Ahora, una cada 1.000 y así va a seguir la cosa. Se puede pensar en territorios con acceso a los servicios básicos, a Internet, educación, salud, que no estén condenados a migrar como ocurre hoy. Todo está planificado en función de que la gente se vaya y que el país quede vaciado para los negocios que ahora fomenta a fondo el anarco capitalismo”.
Casta, jubilados y glaciares
“La situación de todos estos procesos extractivos agrava además la crisis climática. En el caso de la agroindustria, es una de las principales causas de esa crisis, tanto por la deforestación, la utilización de químicos derivados de combustibles fósiles, las cadenas de distribución de alimentos, cada eslabón implica petróleo y gas, efecto invernadero, calentamiento global. La agroecología en cambio produce el efecto contrario”.
“Nunca queremos ser catastrofistas, pero todas las señales indican que si seguimos en este curso vamos inexorablemente a un suicidio colectivo como especie. Ya nos cargamos al 75% de las especies vivas en los últimos 100 años. Nada nos puede garantizar que no terminemos siendo una más”.
“Pero lo que encontramos en esta nueva situación política es que si la legislación ambiental es un obstáculo, la borramos. Si el discurso del cambio climático es una amenaza, lo negamos. Si molesta la legislación laboral, se elimina. Y si la que molesta es la gente, se la reprime. La casta pueden ser tanto los jubilados como los glaciares. Y habrá que barrer esos obstáculos para defender a los héroes”.
El vidrio de la historia
“Todo ese panorama tiene contrapartida. La naturaleza, con esa capacidad de resiliencia a pesar de ser agredida, cascoteada, sigue amorosamente ofreciéndonos la posibilidad de vivir. La naturaleza es abundancia si no la agredimos, si permitimos que sus ciclos vuelvan a funcionar. Basta ver las experiencias agroecológicas en el país, cómo transforman y reviven los territorios, cómo se reproduce un entretejido natural y humano. Vuelven a emerger otros valores: solidaridad y cooperación. No competencia ni guerra”.
“Esto que digo no se expresó obviamente en las urnas. Pero noto que de abajo hacia arriba se está construyendo una trama de conciencia colectiva fuerte en los territorios. Hay mucha gente diciendo: no vas a llevarte las semillas, ni la legislación laboral, ni los glaciares, ni los bosques, ni el mar, ni nos van a destruir el lugar las mineras. Aparecen más y más asambleas, movilizaciones, intercambios. Eso es esperanzador. Aquí hubo organización colectiva hace muy poco en el Mendozazo, el Chubutazo, por ejemplo, en cantidad de conflictos que las comunidades terminaron ganando. Hay una historia colectiva que da muestras de que cuando aparece esa capacidad de conciencia, de decir no, las cosas cambian. De hecho el gobierno tuvo que recular con la Ley Ómnibus en el marco de una gran movilización colectiva de semanas, con la gente en asambleas en los barrios y los pueblos. Eso sigue creciendo. El DNU está tambaleando, cada vez más gente rechaza las desregulaciones y abusos que vuelven un infierno la vida cotidiana”.
“Mi esperanza está en el pueblo, una y otra vez: la gente no come vidrio”.
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