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El piojazo: La Piojera, en Córdoba

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Es un espacio histórico de lucha y cultura barrial, recuperado y gestionado hoy por más de 14  organizaciones. Tiene propuestas artísticas gratuitas o a la gorra, y se transformó en cuna de la resistencia para crear y tejer comunidad. La importancia de “poner el cuerpo”, la relación con la calle, las infancias, lo originario y lo popular, con acento cordobés. Por Bernardina Rosini.

El piojazo: La Piojera, en Córdoba
Parte de la banda de La Piojera en las escalinatas del lugar: Myriam Vélez de camisa floreada y Luis, de lentes oscuros, las voces de esta nota. Foto: Natalia Roca

La Piojera es un centro cultural de la ciudad de Córdoba que en los papeles se lo declara “espacio de cogestión y participación comunitaria”. Abrió sus puertas el 16 de octubre de 1929 como Cine Moderno, proyectando el film La isla misteriosa,  uno de los primeros pasos de la cinematografía nacional. Allí, en una sala de 320 butacas se encontraban jóvenes parejas, comerciantes, estudiantes, abuelos, putas, profesionales e infancias. En la pantalla se solían anunciar los egresos de estudios, los matrimonios y novedades locales. Los recuerdos narrados y testimonios registrados de aquella época no dejan de evocar una especie de Cinema Paradiso cordobés.

Pero la bajada que ahora acompaña a su nombre es “espacio recuperado por la lucha barrial” y no tiene la intención de una efeméride sino el acento (cordobés) de la comunidad que lo habita. La Piojera es un caso único de cogestión cultural dirigido por un plenario compuesto por representantes de 14 colectivos, organizaciones y agrupaciones de los barrios de la zona como también la municipalidad y facultades de la Universidad Nacional de Córdoba, resultando una mesa de lo más ecléctica a la par que representativa del tono local: Cineastas y Documentalistas de Córdoba; Sunku Pacha -comunidad peruana-; las escuelas históricas Alejandro Carbó y Manuel Belgrano; el Instituto de Cultura Aborigen; la Facultad de Artes; la Casa de Poesía y Arte El Juntadero; la asociación civil La Minga; el Consejo de Cultura Comunitaria, la Casa de lxs Trabajadorxs; el centro vecinal Alberdi y el de Villa Páez ; la comunidad comechingona y la Municipalidad de Córdoba. 

Estar en la Piojera es poner -sobre todo- cuerpo.

¿Cómo funciona un espacio con semejante diversidad de voces? “En lo formal, con un plenario que se reúne cada 14 días, allí estamos todas las partes representadas y en igualdad con los poderes públicos”, comparte Myriam Vélez de la Casa de Lxs Trabajadorxs, y figura esencial de La Piojera actual. “No es sencillo pero hay un ejercicio del diálogo muy trabajado”. Quienes componen esa mesa son, en su mayoría, colectivos o personas que estuvieron durante años organizados para recuperar el espacio. Lo esencial entonces para Myriam es “poner el cuerpo: el entendimiento es distinto estando presente” refiriendo a una certeza común transitada en el proceso de la recuperación del espacio que llevó unos siete años. 

En la conversación Luis Díaz, también de la Casa de Lxs Trabajadorxs, que con tono sereno y reflexivo comenta: “Creo que la cosa funciona entendiendo la diferencia entre organizar y organizarse y con el reconocimiento sostenido de que no hay nada que llenar, no hay vacío”. La creencia compartida es que la cultura desborda en las memorias, reside en las costumbres, en los imaginarios, en la música que ya suena en la calle, en los aromas que desprenden las cocinas y ferias, en los gestos cuidados de aquellos bailarines en las plazas.  Myriam da la clave: “La Piojera no es el Centro Cultural, no te guíes por las paredes: La Piojera es un territorio”. 

Solo comprendiendo esto es posible ingresar.

El piojazo: La Piojera, en Córdoba
Miriam Barcía, del Consejo de Cultura Comunitaria.

La toma

Primero, las coordenadas: La Piojera está sobre una de las arterias más importantes de Córdoba, en la Avenida Colón al 1500. A dos cuadras del estadio de Belgrano, a solo una cuadra del Hospital Nacional de Clínicas, a cinco de la centenaria escuela Carbó. Estamos en Alberdi, el barrio más antiguo de la ciudad, allí supo estar previamente el Pueblo de la Toma, un asentamiento comechingón que se concentraba en el actual Alberdi pero cuyos límites excedían la actual ciudad capital. “Esta comunidad tiene la particularidad de ser la única del país que se proclama nativa de una urbe”, subraya Nahuel Quintana, del Centro Vecinal Alberdi, para continuar narrando sobre los hitos del barrio. 

Bastante más acá en el tiempo, la Reforma Universitaria de 1918 también tuvo su fuerte presencia en el barrio, en el Hospital de Clínicas. La reforma que expresó la inserción de las clases medias en la sociedad argentina repudiando a las dos vertientes más enajenantes de la cultura oficial: el tradicionalismo reaccionario y el liberalismo oligárquico. La incorporación de los estudiantes en el gobierno de la universidad, gratuidad de la enseñanza y un régimen de autonomía fueron algunas de las exigencias. “Cuando el Cine Moderno ya estaba en el barrio pasó a ser el lugar donde todas esas reuniones ocurrían, las de las resistencias que se iban sucediendo: asambleas de trabajadores en los años del Cordobazo, lecturas de los libros prohibidos en los años de la dictadura, obras experimentales en la posdictadura… Tenés, a fines de los noventa, la toma obrera de la cervecería Córdoba: imaginate si no existe acá fuerza histórica de lucha”. Todas esas capas de resistencias, luchas, reivindicaciones habitan el mismo barrio, el barrio de las mil rebeliones.

Pero el Cine Moderno abierto en 1929 que en los ochenta pasó a ser Teatro Colón, y que sorteó sus altibajos, no sobrevivió a las políticas neoliberales de la década de los noventa. A pesar de sancionarse en 1997 la ordenanza N° 9830 reconociendo al edificio Art Decó como “Patrimonio Arquitectónico y Urbanístico”, la sala conocida popularmente como “La Piojera” por albergar a las ruidosas infancias y juventudes se encontraba ya semi abandonada. En aquel formato, cerró finalmente las puertas en 2002.

Saltamos al año 2010 y el país tiene un pico de crecimiento económico: son los años del boom de la soja, y estamos en Córdoba. Los emprendimientos inmobiliarios se expanden vorazmente: los vecinos de Alberdi ven cómo se van comiendo la identidad urbanística del barrio. De pronto un cambio en el horizonte: demolieron la mítica chimenea de la cervecería Córdoba, allí desde 1917. Fue entonces que se conformó la multisectorial “Defendamos Alberdi”, en la cual los vecinos y colectivos de esta agrupación no solo impidieron que siguiera demoliendo la fábrica sino que lograron que se volviera a levantar una chimenea réplica de la original. Y extendieron su defensa a los demás edificios de valor histórico del barrio. “La Piojera la queremos abierta”, recuerda el mandato Nahuel que en aquellos años integraba la murga Los Descontroladxs de Alberdi. “Casi todo lo hacíamos en la fachada de La Piojera; esa vereda fue muy habitada, había un festival que solíamos hacer que se llamaba Las dichas que tuve en Alberdi, cortábamos la calle y esos escalones de la entrada era escenario, u otras tantas era sobre un pequeño tablón. Pero también hubo ferias o marchas al Concejo Deliberante, algunas que dejaron un hermoso recuerdo en nosotros”, rememora Myriam. 

La expropiación por parte de la Municipalidad, la solicitud de fondos al Ministerio de Cultura de la Nación, el inicio de las obras de restauración, llevaron años y cambios de gestiones… Los vecinos siempre estuvieron ahí, tocando puertas de despachos, solicitando reuniones y hasta haciendo mingas para hacer reparaciones en la vereda y avanzar más ágilmente en la apertura.

Un movimiento que solo exige se encuentra siempre en inferioridad frente a una fuerza que actúa: para el 22 de marzo del 2019 que se reabrió La Piojera, no hubo que instalar un gobierno que dirija u ordene. El plenario ya estaba en funciones.

El piojazo: La Piojera, en Córdoba
La sala recuperada, que fue Cine Moderno y luego Teatro Colón. Ya era conocida como “La Piojera” por albergar propuestas para las infancias.

La re-apertura

Después del primer año de la reapertura que fue muy intenso, lleno de entusiasmo y una seguidilla de actividades vino el parate de la pandemia: “Nos obligó a recordar que no éramos una sala cultural más, tuvimos que atender a trabajadores del arte y la cultura que no podían trabajar, a feriantes, somos los barrios. Ahora nosotros tenemos ese aprendizaje pero es distinto, no se ve horizonte de reactivación económica en los próximos meses”. 

Nahuel brinda detalles de cómo arman la programación: “La Piojera tiene una convocatoria cerrada a los espacios que la integran y otra abierta a la comunidad. Cada año elegimos algunos ejes que usamos de criterio de orden, y algunas cosas ya son fijas. Por ejemplo en invierno nos centramos más en el público infantil por las vacaciones, disponer el espacio para la organización de la Marcha contra el Gatillo Fácil y para la Marcha de la Gorra, eventos que ya integran el calendario”. 

Las actividades que se llevan a cabo en La Piojera son gratuitas o a la gorra. Todas. Es uno de los acuerdos sostenidos en los cinco años que llevan de cogestión. Algunos puestos de trabajo son rentados por la Municipalidad, becarios técnicos, y el servicio de sonido también es solicitado al poder local.  

La idea es ampliarse: Myriam muestra entusiasmada las fotos de la casona: “Es una casona tipo chorizo, de 1930, y su patio en el centro de manzana coincide con el de La Piojera, y lo vamos a unir por ahí”. Myriam es además arquitecta y se detiene en señalar detalles, columnas, mamparas de vidrios de colores. El contexto nacional es totalmente opuesto: fuera de la conversación con Myriam  solo se escuchan términos como ajuste, achicamiento y derrumbe, pero La Piojera se extiende. Después de sostener el pedido durante  años, se logró la firma de la expropiación de la propiedad. “Necesitamos un espacio administrativo, para reuniones más pequeñas y lugares para llevar a cabo talleres, ahora todo lo hacemos en la sala de proyección y nos queda chico”. En efecto, todas las actividades que se realizan en La Piojera son más bien expositivas por la característica del espacio: una gran pantalla y un escenario. “La intención es poder avanzar más en lo formativo”, define Myriam.

Cultura popular, indígena, mixta, diversa, abierta a nuevas preguntas, sensible: son algunas de las definiciones que comparte Luis sobre lo que pasa en La Piojera. “La idea es que estén las distintas herramientas artísticas facilitando y estimulando esas nuevas preguntas, siempre permeable a lo que sucede en la calle”, dice. Y lo que sucede en la calle ahora mismo es el ajuste brutal y las dificultades que tiene La Piojera son más inmediatas:  “Por un lado acompañar a trabajadores del arte y la cultura que son terriblemente afectados por despidos o bien fondos que se dejan de girar; el ajuste sobre la docencia, el espacio para la asamblea del Cordobazo Cultural, a la par haciendo relevamientos barriales de los impactos”.

A la vuelta de La Piojera un graffiti alerta “Otro fin del mundo es posible”, acaso como un recuerdo de lo que señala el filósofo Mark Fisher: estamos en una crisis de futuro donde el apocalipsis parece más pensable que cualquier otra forma de organizar el mundo. Asomarse a La Piojera es justamente lo contrario: es sentir esa capacidad de imaginar organizada, no utópica ni esterilizada sino en tono barrial, genuino, atrevido, con sus códigos, sus marcas y memoria, desplegando la potencia de un territorio vivo.

Seguí las actividades de La Piojera en @lapiojeracc

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