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Marilú Marini: Madre teatro

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Es una de las actrices más reconocidas de la Argentina. Vive en París, pero el teatro la lleva y la trae. Viene de brillar con El corazón del daño, monólogo que aborda la relación entre madre e hija, basado en la novela de María Negroni. El exilio, la ironía, la carrera y los premios. Las tres palabras que propone como un mantra para transitar la época del mundo y del país. Y una idea: ¿qué hacer cuando estamos con la mierda al cuello? Por María del Carmen Varela.

Marilú Marini: Madre teatro
Marilú Marini. Foto: Lina Etchesuri

Antes de retirarse emocionada del escenario una vez finalizado el ensayo abierto de la obra teatral que estrenó a mediados de enero, Marilú Marini pronuncia un poderoso trío de palabras: “Insistir, persistir y resistir”. 

Responde a un contexto particular –el avance del actual gobierno contra la cultura– y es una sugerencia tierna pero firme, como un mantra que neutralice la hostilidad y, acción mediante, augure otro porvenir. 

La madre del teatro

Un vestido negro que le llega a los tobillos y unas zapatillas deportivas rosas cubren ese cuerpo que lo dio todo sobre el escenario. Las vivencias de la obra quedaron abrazadas a su anatomía y el aplauso acompañó el proceso de desprendimiento. 

Días más tarde recibe a MU en el departamento del barrio de Palermo que habita durante las estadías porteñas junto a su marido, el actor rosarino Rodolfo De Souza, a quien conoció en París a fines de los 80. Se acompañan desde entonces. Un florero con girasoles alegra la mesa y una sonriente Marilú ofrece agua fresca en una tarde muy calurosa. Asegura que está contenta de estar en Buenos Aires, aunque confiesa que sintió muchos nervios en el estreno y que le suele suceder cada vez que vuelve “al lugar de origen”. 

María Lucía –o Marilú– nació en Buenos Aires, luego la familia se mudó a Mar del Plata y regresó a la Capital cuando ella tenía 10 años. El primer contacto directo con el arte fue a través de la danza: una de sus primeras maestras fue María Fux, creadora de su propio método de danzaterapia para potenciar la creatividad de los cuerpos. 

En los 60 se vinculó junto a la bailarina Ana Kamien al Centro de Experimentación Audiovisual del mítico Instituto Di Tella. No solo bailó y diseñó coreografías, sino que en 1968 fue convocada por el director Roberto Villanueva para interpretar a la Madre Ubú en Ubú Encadenado, de Alfred Jarry, que tuvo elogiosas críticas en los medios de la época. 

En 1975, poco antes de que irrumpiera la feroz dictadura, el clima político y una oportunidad laboral la llevaron a emigrar a Francia, donde vive hasta la actualidad, aunque ella va y viene constantemente y brilla en ambos lados del Atlántico. “Cuando una es una exiliada es siempre complicado porque se abren muchas puertas, muchos cajones, muchas cosas que una no controla porque son del orden de lo afectivo y de lo emocional. Es el encuentro de las cosas más más vertebrales, primitivas y afectivas importantes. Así que siempre es muy movilizante. Por ejemplo, encontrarme con gente, ese miedo, esa excitación de cuando una está muy enamorada de alguien: tenés ganas y al mismo tiempo el contacto es algo que te pone muy nerviosa”.

Los proyectos artísticos en los que se involucra Marilú son resonantes. Aquí y allá, su carrera está marcada por hitos que fueron moldeando su extensa trayectoria. La danza contemporánea la llevó a descubrir la actuación, construida con pasión e inspiración, gracias al acopio de herramientas que le permitieron ser la talentosa actriz que es. Dirigida por el actor, director y dramaturgo argentino Alfredo Arias –también residente en Francia y fundador del prestigioso grupo TSE– participó en el Viejo Continente de la obra 24 horas, en la que aparecía vestida solamente con medias y zapatos. 

Luego vinieron La mujer sentada, sobre un personaje del historietista, escritor y dramaturgo Copi, por la que ganó el Premio a la mejor comediante, otorgado por el sindicato de críticos franceses y los musicales Mortadella y Peines du coeur, entre tantas otras. 

Acá, interpretó a Niní Marshall en Niní, participó de  Las criadas, 33 variaciones, Invenciones, Los días felices, Familia de artistas y muchas más. 

También filmó varias películas y en 2021 recibió el Konex de Brillante como máxima figura del Espectáculo Argentino. Dirigida por Alejandro Tantanián, actuó en Todas las canciones de amor y Sagrado Bosque de monstruos. Bajo la misma dirección realizó la obra El corazón del daño, con texto de la escritora María Negroni hasta hace pocos días en la cartelera del teatro Picadero. Esa fue la excusa para esta entrevista-homenaje.

Lo argentino

“Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida. Nunca amaré a nadie como a ella. Nunca sabré por qué mi vida no es mi vida sino un contrapunto de la suya, por qué nada de lo que hago le alcanza”, relata María Negroni en su libro El corazón del daño para describir a su progenitora. “La niña que yo era esperaba en vano que ella me cantara un arrorró”, sigue. 

A modo de justificación, María señala en palabras de Fernando Pessoa: “La literatura es la prueba de que la vida no alcanza”. Y como no alcanza, Marilú lleva al escenario a esa hija aferrada a una madre indiferente.  “Es un texto muy delicado, por lo bello que es y porque es un texto donde no hay una línea narrativa, son estados, son situaciones internas. Entonces eso hace que no puedas tener, como en textos clásicos, una línea de relato, algo que seguís, en la memoria, hay lugares donde llegás, pero internos. De alguna forma, la situación es siempre la misma: es ese contacto con esa madre tan deseada y tan complicada”. 

La versión teatral del libro respeta fielmente el texto, aunque se sacaron algunos fragmentos, y la actuación de Marilú está encuadrada por un enorme marco, como si fuera un gran portarretratos viviente. “Siempre indagar en la relación entre madre e hija es muy fuerte, es muy particular y para nosotras las mujeres, es algo que tiene una presencia muy densa, muy cercana en nuestras vidas, por todo lo que evoca y por todo lo que suscita. Yo tuve una madre a la que quise mucho y ella me quería mucho, pero era una madre muy lejana, que venía de perder a una niña de 3 años antes de que yo apareciera. Cuando yo llegué estaba en un duelo y yo pienso que la pérdida de un hijo, no lo quiero ni imaginar, es algo de lo cual debe ser muy difícil reponerse. Entonces había una evocación de mi madre, una identificación con ciertos aspectos de mi relación con mi madre. Es muy rico el libro, la relación con la madre, tan conflictuada, tan llena de afecto y de emoción, da lugar a que ella se convierta en escritora”. 

La obra agotó localidades: el público está ávido de verla en escena. La calidad del texto, la riqueza lingüística, la sensibilidad de Marilú y los aciertos de la dirección hacen de El corazón del daño una joya contemporánea. La obra fue estrenada en el Teatro Español Madrid en septiembre del año pasado. Marilú: “Funcionó muy bien allá. Agotamos entradas, fue bien recibida. Ahora, es cierto que el público español la recibe de una manera muy distinta al argentino por ese humor irónico que nos caracteriza, que nos salva de muchas situaciones límite que, desgraciadamente, estamos acostumbrados a vivir. El humor y la percepción en España son más lorquianos que beckettianos, que es un poco el punto de vista de María, ese humor de Beckett que dice que cuando estamos con la mierda al cuello, lo único que nos queda es cantar. Yo pienso que el público argentino conoce muy bien esa situación”. 

Sueños en Crisis

Más allá de los aviones que Marilú aborda para ir y venir, su atención está puesta acá y allá. Con su radar interno detecta dos peligros que la preocupan: decrece la posibilidad de tener en cuenta al otro y el equilibrio ecológico del planeta está en crisis. “Toda esta esta situación mundial es para reflexionar y estar alertas para darse cuenta de todo lo que implica la solidaridad de la mirada hacia el otro. Estoy al tanto de lo que sucede acá y pienso que además de enojarse y decir qué horror, hay que pensar por qué se llegó a esto”.

Una explosión artística que marcó una época con su impronta creativa en un período muy particular del país. Un fulgor inédito generado por una efervescencia juvenil disruptiva que dejó un legado valioso y arraigado en la identidad cultural. Así fue la existencia del Instituto Di Tella, desde su inauguración en 1958 hasta que en 1970 se le volvió complicado continuar por la censura del gobierno del dictador Juan Carlos Onganía. Algunxs de tantxs que conformaron la Generación del Di Tella son Marta Minujín, Luis Felipe Noé, Roberto Jacoby, Nacha Guevara, Antonio Berni, Clorindo Testa, Antonio Seguí, Dalila Puzzovio, León Ferrari, Juan Carlos Distéfano, Alfredo Arias, Ana Kamien. Y por supuesto, Marilú. “El arte puede transformar, el instrumento que teníamos era la libertad, nadie en el Instituto nos daba pautas o códigos de lo que había que hacer. Éramos muy jóvenes y vivíamos una época luminosa. Fuimos una generación que vivió antes del VIH, había una gran libertad sexual, afectiva y la posibilidad de proyectarnos de una forma socialmente utópica. Las ideologías tenían una identidad y un peso”. 

El primer espectáculo de danza experimental que hicieron Marilú y Ana en el Di Tella fue Danse Bouquet, con un préstamo del Fondo Nacional de las Artes, en 1965. En la gráfica del show en letras negras sobre fondo naranja podía leerse: “Los argumentos de las historias de aventuras espaciales y las películas de gran espectáculo, las revistas de modas y la moda de Courreges, Palito Ortega, la Traviata, los Astronautas y James Bond, están presentes en esta vidriera no para la imitación o la burla sino para el trabajo a partir de ellos, para el tratamiento del amor, para la meditación que de ello surge. Y de esta gimnasia nace este poetizar particular: el poetizar con los embriones de la poesía que se encuentran vigentes y a la mano, para capitalizar esa savia que ya tienen en un sutil juego de altura. Todo ello sin olvidar el saludable deber de la diversión. Queremos ser serias pero no solemnes”. 

Una nena soñadora. Así describía su familia a la niña Marilú. Habitada por la chispa del gusto por el arte: “Siempre estuvo en mí, pero era algo difuso. Yo no lo podía formular, no lo podía poner en palabras. Era algo que me sucedía callada pero obstinadamente. Es cierto que siempre me atrajo el movimiento, el cuerpo, por eso fui bailarina”. reconoce. De su vida en París cuenta que después de cuarenta años de vivir en el mismo lugar, a mitad del año pasado se mudó de un departamento céntrico a otro cerca de la Bastilla porque los cuatro pisos por escalera comenzaron a pesar. Aunque aclara que el departamento anterior era muy bello, celebra haberse ido de ese lugar que se convirtió en centro turístico a otro donde lleva una vida de barrio; prefiere ir a comprar al mercado al aire libre y no al supermercado. A una hora y media aproximadamente, viven su hija del corazón, hija biológica de su marido, y sus dos nietos de 7 y 10 años que aún no conocen la Argentina, pero planea traerlos el año próximo. Cuando está en Buenos Aires, dice, “me encanta encontrarme con las amigas para intercambiar, para reflexionar, para reír, para divertirme y para hablar de nuestra vida, de todo lo que hay que cambiar y que luchar todavía por nosotras las mujeres. Me gusta ir a los cafés un poco anónimos, de barrio, esos que todavía no han transformado en bares notables. Me gusta comer la pizza de Buenos Aires, los sándwiches tostados de queso y tomate, porque no como carne. Me gusta pasear por Palermo y también por Parque Lezama”.

No encasillarse

En 2018 y en plena campaña para la sanción de la Ley de Aborto Legal, Seguro y Gratuito –que finalmente se concretó en diciembre de 2020– en MU Trinchera Boutique, el espacio cultural de lavaca, se firmaron las cartas que luego fueron presentadas ante diputados y diputadas de la Nación para pedir que voten el proyecto. Actrices, abogadas, psicólogas, escritoras, músicas, cineastas, cirqueras, fotógrafas, bailarinas y representantes de otras profesiones, se juntaban para estampar su firma y luchar por este derecho al fin conquistado. Una de las actrices firmantes fue Marilú, llegó una mañana con capelina y anteojos negros, pidió firmar la carta y al rato se sumaron muchas otras. 

También en 2018 Marilú y la actriz Érica Rivas sumaron energías para llevar a escena un texto de la escritora argentina residente en Francia Ariana Harwicz: Matate, amor. La obra tuvo sus reestrenos, el último hasta hace pocos días en la sala Dumont 4040, en CABA; también fue presentada en Berlín y en Madrid. Esta es la segunda experiencia de Marilú como directora: antes lo hizo en la obra Escritor fracasado en el Cervantes. Érica encarna magníficamente al personaje ideado por Ariana, una mujer que ha parido hace meses y siendo extranjera, vive en la campiña francesa junto a su marido, su bebé y su perro. La protagonista nos permite saber de su mundo interior, su manera de transitar la maternidad, la vida en pareja, y, sobre todo, desmenuza sin tamices su encendido deseo, que no retumba donde se lo espera, sino donde incomoda. “Érica es una actriz extraordinaria y el contacto con el texto de Ariana también fue muy enriquecedor. Esa mirada sobre la mujer que no está encasillada en un esquema y donde también la maternidad aparece desde un punto de vista no convencional, no patriarcal. Es fuerte el texto de Ariana, es muy necesario”. 

Una vez que finalicen las funciones de El corazón del daño, Marilú retomará la gira con La Tempestad, una versión de la obra de William Shakespeare, llevada a escena por Peter Brook, el director inglés y figura clave del teatro que falleció en 2022. La obra fue llevada a Túnez, a la India, Italia, Alemania, Francia, Polonia, España, próximamente viajará a Hong Kong y a un festival de teatro en Viena. 

¿Qué personaje pendiente le gustaría interpretar? “Me encantaría ser Sancho Panza en una adaptación del Quijote, porque pienso que es un personaje muy entrañable, no tiene las convicciones y la locura del Quijote pero lo acompaña. Tiene una humanidad muy emocionante y muy sabia. Sí: me encantaría hacer de Sancho Panza”.  

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