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Creando justicia. El servicio contra la violencia de Mujeres Creando

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Mujeres en Busca de Justicia, de Bolivia, atiende lo legal y pasa a la acción para enfrentar situaciones de violencia machista. ¿Qué puede inspirar esta experiencia en Argentina? La reciprocidad con las víctimas. El derecho pese a los abogados. La democratización de lo judicial y lo que enseña Paola Gutiérrez (foto) para pensar –más acá del Estado y de poderes que consideran impotentes– la única salida sostenible: la autoorganizada. Por Anabella Arrascaeta.

Creando justicia. El servicio contra la violencia de Mujeres Creando
Mujeres Creando. Fotos: Annita Jhoan

La poderosa organización social Mujeres Creando, de Bolivia, creó hace más de quince años el servicio Mujeres en Busca de Justicia que trabaja en la prevención, atención directa y sanción simbólica y pública en casos de violencias machistas. Por año reciben 3.500 casos a los que dan acompañamiento. El servicio lo coordina la trabajadora social Paola Gutiérrez, que en 2007 trabajaba en una oficina pública recibiendo denuncias por violencia y coordinando el área legal. “En la mayoría de los casos les tenía que decir: no se puede hacer nada, no se puede hacer nada, no se puede”, recuerda. 

Hasta ahí llegó un día la artista, activista e intelectual María Galindo, fundadora de Mujeres Creando, acompañando una situación de violencia. María la interpeló, cuenta Paola: “Me dijo: ‘¿por qué sigues aquí si esto no funciona? ¿Por qué eres funcional al sistema?’. Le respondí ‘¿qué más puedo hacer?’. Y María replicó: ‘Desde afuera, desde un movimiento social, se pueden hacer las cosas de manera diferente, solo se necesita que haya gente que se comprometa y lo haga de manera diferente'”. 

Tiempo después María la llamó y le propuso crear en La Virgen de los Deseos (la casa de Mujeres Creando) un servicio que atienda casos de violencia. Paola aceptó. Hubo un motivo importante: “En lo público y estatal solo se recibían casos de violencia familiar. Todas las situaciones extra familiares quedaban fuera y eso nos parecía muy grave”.

Público, privado, y las ONG

Desmantelado lo poco que había para acompañar y clausurada la posibilidad de realizar prevención, la situación en Argentina impone la búsqueda de inspiración en este tipo de experiencias, y una pregunta: ¿qué hacer? 

Responde Paola: “En realidad si dejamos de lado los discursos políticos y vamos a los resultados concretos, el contexto que nosotras vivimos no es tan alejado del que padecen ustedes porque a pesar de que aquí todavía hay mucha cosa pública que, entre comillas, sostiene la atención de violencias, y también hay instituciones privadas y oenegés dedicadas al tema, la verdad es que ninguna responde como se debe. Hay mucha manipulación política en la esfera pública, corrupción, retardación de justicia, desatención y etcéteras que, en mi experiencia, se generan porque nunca para la política este problema es prioritario. Las violencias contra las mujeres no les importan. Los políticos hacen cositas por ahí, dicen cositas por allá, pero nunca llegan a la profundidad que merece esta problemática”. 

Otro cuestionamiento: “En la esfera de las oenegés es mucho peor todavía, porque solo trabajan desde una perspectiva que llaman de incidencia política, de empoderamiento a las mujeres. Entonces: un cursito aquí, un taller por aquí, un conversatorio por allá y se acabó, pare de contar. Reciben una montonada de dinero para solamente eso: talleres, seminarios, formación de un proyecto por aquí, un proyecto por allá y nada ni nadie se pone la camiseta para hacer frente a la atención de casos de manera directa. No es que estamos diciendo que la prevención y la formación sean algo malo, pero mucho depende también de los contenidos, de cómo se aborda esa situación, porque si haces algo suelto que no va acompañado por lo principal, que es la atención de casos, está pues todo en un vacío. Y nadie quiere asumir el trabajo que significa la atención de casos porque son procesos muy morosos, procesos muy largos. En Bolivia un juicio oral por femicidio demora no menos de cinco años, solo en audiencias públicas. Tentativas, violaciones, abuso sexual, entre cinco años y ocho años, nunca menos de cuatro años. Y nadie quiere bancarse esa responsabilidad. Es un trabajo que te absorbe. Las violencias no tienen horario, no tienen límites”. 

Creer y no mitificar

¿Cómo han sistematizado esa tarea de acompañamiento para lograr sostenerlo en el tiempo? 

Lo primero es creer en la palabra de las personas, de las compañeras, que vienen a realizar una denuncia, es básicamente lo más importante para nosotras para poder acompañar e iniciar una demanda en la instancia que corresponda. Entonces es importante creer en el testimonio de la persona que está viniendo a hacer la denuncia. Y por supuesto, no tener prejuicios, ni estereotipos, ni prejuzgamientos de ninguna índole. Y tampoco mitificar a la ley, ni a las abogadas. Eso es básicamente la columna vertebral del enfoque con el que trabajamos: no idealizar a la ley, no creer que quienes deberían defendernos nos van a resolver el problema. La mayoría de los casos que vienen a nosotras ya han ido recorriendo otras instancias sin encontrar justicia y como última posibilidad han venido a consultarnos. Eso tampoco es casual, porque la fama que nos ganamos por el trabajo que hacemos es bien grande. 

Esa fama tiene su base en una “santísima trinidad”: el consultorio, la Radio Deseo de Mujeres Creando, y la acción directa. La combinación de estos factores es lo que ha  creado las condiciones para los éxitos, reconoce Paola. Un ejemplo de los muchos: todos los días reciben denuncias por la falta de pago de la cuota alimentaria y todos los días en el noticiero se lee la lista de deudores alimentarios. Si aun así el deudor no escucha el reclamo la lectura se hará en voz alta en la puerta de su trabajo. 

¿Cómo logran esa permanente capacidad de acción?

Nosotras, de manera directa, siempre exigimos reciprocidad, porque no somos una oficina legal gratuita. Eso lo puedes conseguir en cualquier lado. Somos un movimiento social feminista y estamos conscientes de que las violencias no son un problema aislado; no son un problema de una persona, de una mujer, sino que es algo colectivo y necesitamos también de la reciprocidad de esta compañera para que el movimiento avance. Eso lo explicamos desde el primer momento: somos todas luchando por todas. El desmitificar todos los prejuicios que hay en torno a las violencias machistas y el unirnos rompiendo con ese estigma de segmentar a las mujeres a toda costa es bien importante. Que nos veamos todas las mujeres de igual a igual. Es fundamental esta metodología, por eso es que nos ha permitido pasar del caso por caso a la lucha colectiva.

¿Y cómo toman la decisión pasar del reclamo a la acción?

Hoy en día estamos incorporando, además del consultorio Mujeres en Busca de Justicia, un espacio que se denomina Asambleas Colectivas de Mujeres. Son encuentros para plantear y diseñar acciones: no todo se resuelve con la ley y con las abogadas y los abogados. Hay muchas cosas que nosotras hacemos desde fuera del marco legal para empujarlo: desde acompañar a entregar citaciones o verificar desalojos de los agresores, rescatar wawas, recuperar documentos o recuperar objetos de las compañeras. Cada caso es un mundo a analizar. 

Después de lograr justicia en un caso de este tipo, ¿qué sigue?

Siempre nos hacemos la interrogante de qué viene después de la sentencia. Hay casos para nosotras en los que luchar por las sentencias, como por ejemplo de abuso sexual, violación, tentativas y feminicidios, es prioridad. Pero no lo más importante. Lo principal es qué viene después de lograr la sentencia. Y para nosotras eso significa poder concretar ese paso fundamental entre lo individual y lo colectivo, entre lo biográfico y lo sistémico, porque eso es lo único que nos garantiza un futuro sin violencias.  En otros casos, donde no hay ya una víctima muerta,  lo que más nos importa es alejar a esa persona de su agresor. En un caso de violencia psicológica no nos vamos a desgastar en una sentencia que va a terminar dictaminando seis meses de cárcel cuando a lo mejor ya hemos logrado que con la denuncia sola haya cumplido cuatro meses. Por eso es importante no generalizar todas las atenciones. Cada caso es un mundo y tenemos que dar la atención necesaria, el análisis necesario y también debatir, resolver, cuestionar, plantear, trabajar y construir hasta lograr la resolución.

¿Cuál es el límite?

 Algo bien interesante de lo que hacemos es interpretar la ley, porque justamente nosotras trabajamos muchos casos fuera de la ley. No es que hacemos cosas ilegales, al contrario: hacemos muchas cosas que nos ampara la ley, pero adicionalmente a eso la mayoría de las cosas que hacemos están como en un margen intermedio. No son ilegales, ni tampoco legales. Nos hemos inventado un término: “alegal”. Y cuidamos mucho que las compañeras, es decir las personas con las que trabajamos, no asuman la responsabilidad de manera directa, sino que el movimiento sea quien respalde estas acciones. Porque no hemos hecho algo ilegal, tampoco legal, y por ende existe el riesgo de que nos interpongan una demanda. Si así fuera el caso, Mujeres Creando asume la responsabilidad total. Preguntarán, ¿es riesgoso? Sí, es totalmente riesgoso porque ya nos han hecho juicios en un par de casos, pero por supuesto estamos conscientes también de que ese es el trabajo. Las acciones dependen de lo que busca y de lo que necesita la compañera afectada. Nosotras acompañamos eso. Puede ser recuperar wawitas, recuperar sus cosas, irse a su lugar de origen, buscar un empleo, pedir solamente garantías y alejamiento, hacer una denuncia pública, hacer una acción concreta en contra del agresor. 

¿Cómo determinan el costo? 

Es mentira que la ley es gratuita: denunciar y encontrar justicia siempre origina gastos de dinero. Entonces lograr resultados positivos en estos casos nos resulta muchas veces más económico, desde el punto de vista del dinero, de las energías y del tiempo, que lograr una sentencia, por ejemplo, por una situación de violencia. Lo central de este enfoque es: ¿qué viene después de un juicio? No quiero decir con esto que no  nos importan las sentencias, por supuesto que luchamos también por ello, pero todo depende de la perspectiva que les damos como equipo: no es solo eso, ni eso es todo. Lo que nos construye justicia es principalmente el trabajo conjunto con las compañeras. Acompañadas es mucho mejor, no sentirse solas es mucho mejor. Cuesta porque hay procesos penales graves, cuya duración es larguísima en años. Para cualquier compañera sostener esa carga es muy pesado, y todavía más para un grupo. Por eso es importante hacer el acompañamiento desde el inicio hasta llegar al fondo  del problema, y lograr eso es nuestra tarea central.

¿Cuál es la clave?

Para nosotras es bien importante que las mujeres sean las que mejor conozcan su caso, que sean dueñas del proceso, que sean quienes lo manejen. Estamos hablando de adueñarse de lo integral: desde la causa judicial hasta los detalles de la acción directa. Para poder lograrlo, a cada compañera hay que darle los instrumentos para que se pueda abrir esa posibilidad. Porque aquí se acostumbra mucho a idealizar a las abogadas y a los abogados y ellos mismos cuidan tanto su trabajo que no les dan toda la información necesaria a las compañeras, entonces siempre les restringen: las víctimas no pueden tener acceso completo a sus fotocopias legalizadas del expediente, entonces no saben qué pasa. Quienes vienen a consultarnos no son nuestras clientas, no son nuestras usuarias, no son las beneficiarias con las que estamos trabajando: son nuestras compañeras. Por eso tenemos una relación totalmente horizontal, en la cual yo no soy la profesional súper capa que te voy a decir qué vas a hacer, y si tú no haces un paso sin consultarme previamente ya no te atiendo más. No es así, porque además así no sirve para nada. Funciona solo si tienes la capacidad de establecer una relación horizontal y que ambas recíprocamente podamos trabajar juntas hasta lograr lo que tengamos que lograr.

¿Cómo lo hacen?

Lo que más resultado nos dio es lo que denominamos “mediaciones sociales “, que aplicamos por supuesto solo en casos que no implican un delito penal. Citamos a los demandados, a través de una citación, o les llamamos personalmente o los buscamos en su trabajo, en su casa. Los convocamos a nuestras oficinas, pero hay muchos que nos dicen “no quiero ir a Mujeres Creando porque son brujas que me van a pegar o me van a hacer algo”. Entonces les proponemos que el encuentro sea en un lugar público –en una plaza o en un café, por ejemplo– para resolver la situación mediante un acuerdo que luego legalizamos para que tenga un respaldo. Por supuesto, también hay casos en los que agotando todas las posibilidades de mediación no logramos resultados y tenemos que accionar por otros caminos de demanda judicial y social. 

¿Qué proponen como estrategia?

Nuestra propuesta es que se cree  una especie de convenio Estado-sociedad civil, mediante el cual estos casos de violencias se manejen a través de movimientos u organizaciones sociales con mucho respaldo, con muchos antecedentes y fundamentos de trabajo, que tengan la capacidad de asumir evaluar, guiar, hacer un seguimiento y sostener un acompañamiento desde el principio hasta el final. El poder monopólico que tiene hoy el Poder Judicial es ineficiente, revictimizante, caro, inútil y sobretodo, irresponsable porque no se hace cargo de que su forma de hacer las cosas es funcional a esta violencia. La tarea es democratizarlo y eso significa repartir su poder en la sociedad. Para nosotras la justicia feminista es la capacidad de engranar el caso por caso con la lucha colectiva. Es hacer justicia desde afuera, desde abajo y de manera conjunta con todos los sectores. Es no temer al poder porque ese poder es impotente. Encarar el trabajo de las violencias desde la organización social nos da luz para encontrar un camino hacia la justicia.

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