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Romper moldes: María Galindo, Lola Arias y Paul Preciado

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En el marco de un festival de teatro en Avignon, Francia, presentaron sus obras audiovisuales y un panel les reunió para hablar sobre “Realidades transgénero”. El resultado del debate fue totalmente otro: la crítica radical a la forma en que les agruparon, para pensar la opresión transversal hasta en festivales como ese. Una charla imperdible sobre cómo salir de las políticas “identitarias” para plantear las causas estructurales de opresión, patriarcales, binarias y colonizadoras. El rechazo a la “inclusión”, y el secreto de las venganzas. 

Romper moldes: María Galindo, Lola Arias y Paul Preciado

La charla transcurre sin video ni fotografía, “para respetar el consentimiento de las y los oradores”. Solo un audio, alcanzado gentilmente por el colectivo Mujeres Creando, nos conecta con lo que sucedió en Francia, en el marco del Festival de Teatro de Avignon, el pasado 6 de julio, en una charla convocada como “Transgender realities”, lo cual será el primer motivo de polémica…

La excusa es la presentación de tres obras:

Orlando, mi biografía política, de Paul Preciado, reconocido filósofo y escritor trans.

Reas, de Lola Arias, directora y escritora argentina, recientemente premiada con el “Nobel” del teatro: el Ibsen

Y Revolución Puta, de María Galindo, artista y activista boliviana, integrante del colectivo Mujeres Creando.

Lxs tres autorxs están sentados frente al público y junto a una traductora y un representante de Amnistía Internacional que propondrá una serie de preguntas que le irán volviendo como un boomerang. Es que si la charla estaba anunciada alrededor de “los desafíos y hechos de violencia que las personas transgénero deben enfrentar a diario”, Preciado y Galindo se encargarán de no mostrarse conformes con las categorías que el Festival y Amnistía habían reservadas para ellxs.

Si se pretendía abordar temas alrededor de la identidad, los grupos vulnerados, el activismo, y el rol del arte alrededor de todo el asunto, la conferencia salió mal. Porque Paul, María y Lola quieren hablar de todo, en una charla sin desperdicio que desarma y rearma conceptos para clavarlos de manera transversal.

Aquí compartimos algunas de sus palabras no literales, intermediadas, mal traducidas, urgentes.

¿Cómo contar una vida?

Paul Preciado: Me gusta pensar esto como una asamblea política. 

Puede que me conozcan por mis escritos de filósofo. Para mí escribir es una forma de activismo y esa tarea hace inventar nuestros idiomas, una nueva gramática para tratar de pasar una realidad a una diferente a la que nos gobierna desde la taxonomía racista no binaria colonial. Para mí ser filósofo es una tarea epistemológica.

La tecnología es terriblemente desigual pero la escritura está al alcance de todos. Estoy convencido de ser escritor, y en realidad no quería hacer cine. Estoy muy emocionado de hacer una película; para mí el cine sigue siendo una industria cultural hegemónica en Europa y para mí participar ahí es algo totalmente sorprendente.

Me vinieron a buscar para hacer una biopic sobre mi vida y me agarró un ataque al corazón, dije: tengo 50, no estoy totalmente viejo, ¿por qué quieren hacer una película sobre mi vida? Fue una pregunta que me hizo pensar qué iba a contar de mi vida. Pensar colectivamente: ¿una vida, cómo se cuenta? ¿Contarías la historia de tu vida? ¿Qué sería importante? Obviamente muy rápido los directores van a la ciudad donde naciste, a tu lucha por el reconocimiento… Pero no, eso no era en absoluto mi vida. 

Primero pensé “no deberías hacer esta película”, y después de un tiempo me dije: “En realidad sí quiero hacer una película de todos modos, la película sobre mi vida ¡será una adaptación de Orlando de Virginia Wolf!”. Ahí hubo un silencio en la habitación y alguien dijo: “¿Pero ¿quién va a hacer esta película?”. Y el director de programación dijo “tal vez Paul podría. Hazlo”. Y allí me encontré totalmente atrapado. Si moría, alguien la iba a hacer por mí, desde una narrativa totalmente binaria. ¿Por qué no tomar la responsabilidad?

Tuve un momento de colapso psicológico, me volví a España, Orlando es una novela de aventura compleja… pero nunca me reconocí en las películas de Harry Potter. Esa es otra discusión. 

Finalmente decidí que iba a hacer esta película con metodología y activismo. Y la filosofía es el método tradicional del cine, entonces para mí hacerla fue una experiencia fascinante pero también difícil. Trabajé con un pequeño presupuesto… 

Mucha gente tal vez venga a ver las películas y la experiencia colectiva de visualización es algo que aprendí, me di cuenta mientras hacia la película, me dije: fue una buena idea después de todo. Finalmente encuentro que creo que necesitamos más contacto actualmente. Usar todos los medios, y el arte también.

Narrativa colectiva 

Lola Arias: Me quedé pensando en quién tiene derecho a contar tu vida. Es una pregunta que como directora y escritora me parece muy pertinente: quién tiene derecho a contar la vida de quién. Por eso en mi trabajo intento que la construcción de la narrativa sea colectiva, en la cual les performers participan muy activamente en ese relato. Por eso en mi obra los protagonistas son personas (no actores o actrices) que están sobre el escenario, y no hay otras personas que representen su vida.   

Este proyecto en particular (Los días afuera/Reas) me llevó cinco años y empieza con unos talleres de cinco años en la cárcel. Y esos talleres fueron el comienzo o la matriz de todo el trabajo.

Empecé a escribir primero una película que se llama Reas y luego, mientras estábamos filmando, el equipo mismo, les performeres, dijeron: “¿Qué viene después, qué vamos a hacer?”. Y ahí apareció la idea de continuar el proyecto y expandirlo en una obra que cuenta una historia de la libertad, así como Reas es el relato de la prisión.

Uno siempre piensa que se cuentan los días adentro, en cuenta regresiva, hacia la libertad; pero también aprendí con ellos que se cuentan los días afuera. Porque la libertad no es algo ganado: la libertad es algo que se lucha día a día.

Es muy importante para mí hablar de eso, porque el proyecto es, en definitiva, sobre expandir esos días afuera. Para poder expandir esos días afuera es que hacemos este proyecto, que involucró a muchas personas, no solo a los performers –abogados, traductores, psicólogos sociales– para que estas personas puedan estar aquí. Que estas personas puedan entrar a Francia con antecedentes penales, ya es un acto político enorme.

No inclusión, sí revolución

María Galindo: ¡No queremos inclusión, queremos revolución! Muchísimas gracias por esta invitación insólita al festival de Avignon. Estoy muy feliz de poder ver a Paul que es un gran amigo y mucho más que eso, una voz muy inspiradora; irónicamente, i-ró-ni-ca-mente, tengo que conocer a Lola Arias en Francia y no en Bolivia. Eso no es casual.

Yo no hago teatro, yo no hago cine: yo hago política. Soy radialista, grafitera, agitadora callejera, cocinera y todo lo que haga falta; mensajera y secretaria, también. 

Cuando me invitaron a este debate yo me rebelé a hablar sobre violencia. Porque ese es un discurso en primera persona y yo no soy una persona trans; yo soy des-generada. Y un poco degenerada también. Además, yo fui expulsada del “universo de las mujeres” hace muchos años, por la policía que cuando me apresa me mete con los hombres; por la Iglesia y por una serie de instituciones; y en este momento esa expulsión es un lugar importante de libertad que disfruto mucho.

Revolución Puta, que es la película que traigo, no es producto de dos años de trabajo sino de 20 años de lucha. Porque fue y nació como una respuesta a la frustración de luchar y luchar y luchar y que nada cambie. Eso para empezar, gracias.

Que las personas brillen

Lola: Cuando empecé a pensar la idea de hacer una película sobre la cárcel de mujeres, vi que en realidad es de una cárcel queer, porque la cárcel es un sistema binario pero en realidad la cárcel de mujeres absorbe todas las identidades no binarias… Cuando una persona trans es detenida no saben qué hacer con esa persona… La única respuesta que el sistema da es el aislamiento. 

La realidad adentro de la prisión de mujeres es que hay una gran solidaridad y una comunidad muy fuerte entre mujeres y personas trans y no binarias; es una realidad que existe y excede a todo el sistema. Y las autoridades carcelarias tratan de reprimir esas situaciones; por ejemplo las situaciones de amor son totalmente reprimidas adentro del contexto de la cárcel.

Por eso Reas es una comedia musical y el género musical es una elección para mí: no quería que esta película y esta obra sea una re–estigmatización sino que las mostrara en su potencia, en su belleza, en su talento y en su musicalidad; muchas de las personas con las que trabajé tienen una relación muy fuerte con la música.

También es la historia de amor entre un chico trans y una chica cis y lo que pasa alrededor de esas relaciones que se van creando; para mí ese era el centro y muchas veces había como un temor a que no se podía representar de otra manera ese mundo, porque si no estaba negándose la violencia. Y yo abro otras narrativas que no reproduzcan la violencia, que no muestran la cárcel otra vez como un espectáculo de violencia, para lograr que esas personas después de la función sean adoradas, sean respetadas, que sientan que han brillado.

Y no quiero decir que es una representación positiva de la prisión. Quiero decir que en un contexto de violencia y de opresión –porque las cárceles son lugares de tortura y de violencia– una puede ver el amor, la solidaridad, nacida en medio del horror. 

Nuestra prisión

Paul: Lola y yo pensamos que uno de los elementos que hay que trabajar es la prisión. Hice foco en el trabajo de Foucault, pero de hecho lo que escapó de la mirada de Foucault me parece un modelo para pensar. Nuestra es sociedad binaria, la prisión binaria, pero lo binario de la prisión es reproducido en todas las instituciones –culturales, educativas, de salud– incluido este festival. No creo que haya ninguna persona transgénero más aquí. 

Eso provoca el aislamiento, porque dices: ¿Qué hace la institución? Ella te enfrenta a la diferencia. ¿Qué está pasando aquí…? Hoy nos encontramos con Amnistía Internacional, ¿vamos a tirar lágrimas en la gente? La pregunta en realidad es que somos excepción de la identidad que está permitida. Después claro que de la extrema derecha a la izquierda racista nos estigmatizan constantemente. Pero estoy en un deseo de crítica transversal. De hecho, en (el festival de) Avignon, empecemos a desbinarizar las instituciones para criticar la forma de las representaciones, y que la segmentación misma de las actividades se deje de producir. Esa es nuestra prisión.

La “superioridad moral”

María: Yo creo que tenemos que hablar de violencia, no digo que no. Pero tenemos que hablar de la violencia institucional, sistemática, y cambiar el foco. Basta de usar a las víctimas. Nuestras caras, nuestros cuerpos. Hay que hablar del violento, del transfeminicida, hay que hacerle hablar: que hable. Es urgente cambiar el foco. Basta de usar a las víctimas. Basta. Esto es funcional y perverso. Aministía, por favor, toma nota. 

En términos políticos, creo que las democracias liberales, representativas, occidentales están en una crisis. Completa. Terminal. Y esas democracias han inventado un modelo de convivencia de derechos por segmentos poblacionales; y ese modelo de derechos, de convivencia en derechos por segmentos poblacionales, es el problema. 

Es lo que cuestiona también Paul cuando habla de transversalidad. El problema de las personas trans, o de las personas migrantes, o de las lesbianas, no son los derechos que nos quitan o nos dan y que ustedes tengan lástima o empatía… no. Hay que salir del discurso de derechos a la práctica política de la sociedad que queremos. Porque los derechos no sirven para cuestionar las estructuras de dominación.

Una cosita más, también una tarea para Amnistía: ayer me llamaba una periodista de la agencia rusa de noticias, y me preguntaba: “¿Cuán difícil es ser activista, lesbiana, en Bolivia?”. Le digo lo de siempre: “Igualmente que lo debe ser en la Rusia de Putin. O igualmente que debe ser en la Italia de Meloni. O en la Francia de Macron, y de Le Pen, ¡juntos!”. Hay una visión colonial de las luchas. Y Amnistía, que recuenta violaciones a los derechos, fomenta el mito de la superioridad moral de la democracia liberal representativa que es hipócrita. No fomenten esa hipocresía.

¿Identidad o transformación?

Paul: No podemos hablar de ellos y nosotros. Es este idioma, es este lenguaje que de hecho perpetúa la violencia y la exclusión. Hay que decolonizar, desbinarizar y eso pasa por una transformación total de nuestra estructura.

Podemos tener dos acercamientos: un enfoque de hecho mediante la minoría excluida y por lo tanto colocarse en una situación de privilegio –soy blanco, hombre, no tengo problemas–; o hacerlo desde los migrantes, las lesbianas, los negros… La primera visión es el problema. Esta epistemología perpetúa los problemas políticos que tenemos no solo en Francia sino en todo el mundo.

La identidad no me interesa, me interesa el proceso de transformación radical. Esto es importante porque para mí ser trans… cuando hablamos de trans hablamos de que las personas trans en realidad experimentan política, somáticamente, en su propio cuerpo esa transformación. Si son objetos lo son de la violencia. Pero no representan ningún problema. El problema es la violencia patriarcal, capitalista neoliberal. En mesas como estas debemos hablar solo del patriarcado, no de las minorías o la identidad… 

Hay que politizar colectivamente. La cuestión de la dominación patriarcal, binaria, del extractivismo es una cuestión transversal que nos concierne a todos; hay que invertir el piso, realmente tenemos que hablar de eso, ¿cuáles son los procesos de normalización que se implementan todos los días? Y, ¿cuáles las prácticas de libertad? Estoy harto de hablar de identidad, identidad, identidad: la cuestión central es la práctica de libertad. Esa será la pregunta que llevará a politizarnos colectivamente. Porque el lugar de desposesión radical –que hoy ocupamos las personas trans, etc.– será común a todos. 

Es una cuestión de palabras, también. Cambiemos la manera de hablar. “Atacar los derechos de personas trans”. Las personas trans no tenemos derechos. Yo soy un privilegiado porque estudié, pero si una persona trans quiere ser doctor, psicólogo, conseguir papeles… son personas que no tienen reconocimiento político. No pueden entrar a este debate porque no tienen pasaporte para venir. La situación es esta, de desposesión radical que devenirá común a todos. Eso es lo importante. Sé que quienes estamos acá estamos en la misma mierda. 

Nuestra experiencia de la supervivencia, de la memoria colectiva, de la fabricación de prácticas de libertad dentro de las condiciones de subordinación, eso es lo que hoy tienen que escuchar.

Alianzas insólitas

María: El problema central de los colectivos –creo yo, por ahí me equivoco– es la cuestión identitaria. Y la cuestión identitaria es, a veces, formulada explícitamente o llevada delante de forma inconsciente. Somos interseccionales pero puras mujeres, blancas, jóvenes, flacas… Entonces creo que es muy importante entender el colectivo como no-identitario, como trans-identitario, como anti-identitario. Yo pertenezco a un movimiento porque yo creo que esta lucha es colectiva. Nosotras todo el tiempo –una vez y otra vez, y otra vez, a lo largo de 30 años– estamos construyendo y reconstruyendo alianzas insólitas. Juntarnos con quienes está prohibido juntarse, pero no en un acto cristiano caritativo. Sino juntarnos con quienes está prohibido juntarse, desde la rabia, desde la rebeldía y desde la política concreta, no desde el discurso. 

Y no olvidemos: nuestra venganza es ser felices.

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