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La titana: Laura Zapata, de Big Mama

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Parida en barrios bajos, hija de un ex Titanes en el Ring, aprendió a luchar y bailar desde chica y no paró, a través de un proyecto increíble: Big Mama, donde canta y baila para romper la quietud. Está presentando Pacha Urbana, en Mu Trinchera Boutique. ¿Cómo salió de la “depre” pos Milei? Su trabajo junto a Malena D’Alessio de Actitud María Marta, quien la amadrinó. La historia y la escucha de una artista que propone muchas cosas, y una en especial: “Dale”. Por María del Carmen Varela.

La titana: Laura Zapata, de Big Mama
Fotos: Juan Valeiro

«Ay, me caí / me la di / me levanté / miro pa’lante y sigo”, resume una parte de la canción que la bailarina, cantautora, rapera y coreógrafa Laura Zapata compuso por impulso y necesidad. Dale es grito, es arenga, una apuesta a seguir adelante, una renovación energética que promete y cumple. ¿Qué ofrece? Disfrute. Dale es su nuevo sencillo junto al artista Doble A, producido por Hernán Bruckner, guitarrista de Árbol y vecino de Laura,  estrenado en plataformas el pasado 17 de octubre. El 20 de octubre se realizó la avant premiere del videoclip, dirigido por Hernán Huguet, en MU Trinchera Boutique, el espacio cultural de cooperativa lavaca, cuatro días antes de su estreno en el canal de YouTube. Pegadiza, magnética, la canción invita a moverse y es casi imposible no seguir el ritmo al menos con el pie. Alguna parte de la anatomía se pone en movimiento y la sensación se internaliza. Recorre las venas, los huesos, los músculos y ¡pim!, ¡plum! ¡paf! El cuerpo se enciende. 

Laura cumplió su deseo. Necesitaba una buena dosis de optimismo y alegría y sabía que la mejor herramienta para lograrlo era su arte. Gracias a esa mezcla de sensibilidad y sabiduría, olfatea, detecta y materializa en música los efectos de la época, lo que da vueltas, lo que duele y, también, lo que ayuda a sanar.

De la tristeza al amor propio

«Sigo aquí, inventando un movimiento feliz / contagiando pero no es covid / es buena energía y es toda pa´ti / Que levante la vibra pa’vivir / que se muevan los cuerpos pa’sentir / que esto ayude a seguir y a tanta malicia sobrevivir”.

Cuando ganó Milei, Laura atravesó un momento de pena e incertidumbre que despertó ciertas preguntas: “No estaba muy contenta conmigo misma ni con mi presente y que hubiera ganado las elecciones este señor me ponía muy triste por todo lo que eso significa socialmente”, cuenta. “Andaba con una especie de depresión existencial, me metí para adentro y encontré oscuridades. ¿Cómo salgo de acá? ¿De dónde saca la gente la fuerza para hacer las cosas? ¿Qué es lo que hace que una perdone a lxs otrxs y se perdone a sí misma, aliviane la carga y pueda volver a construir? Salió una vocecita interna y me dijo: Dale, dale, dale. Fue un punto de inflexión, esos momentos en que tomás la decisión de salir de ese lugar”. 

Así nació Dale. 

Remata la anécdota: “Dije: basta, a componer y a decir lo que salga. Respiré fuerte y volví a empezar. Me encontré con otras personas que estuvieron en el mismo proceso y así fue como de repente aparecieron amigxs, colegas, en el mismo camino de mi búsqueda”. 

Le pasó la grabación, o maqueta, a su amigo, el artista Doble A, quien estaba atravesando una situación muy dolorosa por la partida de un amigo. “Desde ese lugar sale la canción: desde una necesidad visceral de encontrarse, de buscar soluciones a tanta desidia, a tanta mierda”. En paralelo, una amiga bailarina le contó que había soñado con un nuevo videoclip de Big Mama Laboratorio y Laura pensó: “¡Qué lindo sería! Mi situación emocional estaba un poco más sostenida, pero mi situación económica no, y me puse a pensar en cómo hacer el video”. 

Doble A da clases de música para chicxs de los barrios Fátima, de Villa Soldati, y Padre Ricciardelli, ex 1-11-14, en el Centro Artístico Solidario Argentino C.A.S.A., donde cada año también se organiza el Festival de Ópera Villera: lxs chicxs componen la música y se encargan del vestuario y la escenografía. El año pasado tuvieron la oportunidad de grabar en el Centro de Investigación en Audio y Música (CIAM) de Tecnópolis. El proyecto de enseñanza musical peligraba por razones económicas hasta que todo el barrio se movilizó y consiguieron recursos para sostenerlo. “Me conmovió la historia: donde no hay nada, ¿cómo hacemos para seguir construyendo? Les dije: Hagamos el video ahí”. El director fue el editor, director y realizador audiovisual Hernán Huguet, quien conoce a Laura desde sus 13 años, cuando ella tomaba clases en Béccar. El videoclip quedó “alucinante”, según la propia Laura. Se filmó en la canchita Madre del Pueblo de Bajo Flores, donde la cantante la Joaqui grabó su video San Turrona. “No nos quedamos en la tristeza, la peleamos. Se necesita valor para salir de ese lugar, darse amor propio, no odiarse, ni castigarse, ni seguir en la porquería. Siento todo esto como un gran acto de valor”.

Caminata lunar

Laura es inspiradora, creadora y alma mater de Big Mama Laboratorio: una experiencia musical que fusiona hip hop, cumbia, rap, trap, pop, dance hall y electrofolk, nacida hace más de una década en la Villa San Cayetano, en Béccar, donde creció y vivió hasta los 27 años. “Después vino el éxodo y la pululación”. Viajó a Santiago del Estero y allí su tía le contó que sus abuelxs hablaban quichua y que su abuelo hacía música. A partir de ese momento llegaron a su cosmovisión musical el bombo legüero y el charango. “Big Mama es una mezcla de la raíz negra y esta raíz aborigen”.

El nombre Big Mama surge de la mezcla de dos conceptos, el de la comunidad afro y su respeto ancestral por la figura de la Big Mamma (gran mamá); quitarle una m a Mamma, remitía a la Pachamama y sumar la palabra Laboratorio le dio esa sensación de experimento, de probar diferentes lenguajes musicales para obtener canciones potentes. 

A sus 12 años, Laura vio un vhs que le prestó un compañero de clases de teatro, donde Michael Jackson hacía su famosa “caminata lunar”. Quedó deslumbrada con la música y el baile del astro del pop, al punto de encerrarse en su cuarto y practicar danza durante cuatro horas diarias. “Se me voló la tapa de la cabeza. Yo ya venía bailando, había empezado con clases de danza jazz a los 9 años porque me dieron un volante y quedaba cerca de la escuela. También quería cantar y cuando veo al chabón que componía, que cantaba, que bailaba, pensé: Yo quiero hacer esto”. 

Hija de un luchador de catch, Laura le hace honor a esa garra paterna. “En la esquina roja, el más buscado de todo México, el mexicano Zapata. Y en la esquina verde, la luchadora de la rima, Big Mama”, así arranca El luchador, canción-homenaje compuesta para su padre, que forma parte del álbum Fortaleza onírica, y cuyo video llevó adelante durante la pandemia, con lo que tenía a mano. 

Alberto Zapata –quien aparece en el video posando con las típicas máscaras de los luchadores de catch– tuvo su momento de gloria mientras trabajaba en los 80 en el mítico programa Titanes en el ring, exitosa creación del actor y luchador Martín Karadagian. Además del mexicano Zapata, Alberto también fue Mano Negra, el Destroyer y en alguna oportunidad, hasta la Momia Negra y la Momia Blanca. Cuenta Laura al pie del video: “Un pibito tucumano que ha vivido en las calles hasta llegar al cine como luchador en películas argentinas (con Olmedo y Porcel) y de Estados Unidos junto a David Carradine (quien fue Kung Fu y actuó en Kill Bill). Hoy mi papá vende tortillas y pan casero para la gente del barrio San Cayetano de Béccar, con más anécdotas que Forrest Gump. Es mi ejemplo de jamás rendirme, luchar por lo que amo y sin tener nada, hacer mucho y llegar a lo que quiero lograr: solo fracasa el que ni lo intenta”.

Para su cumpleaños de quince, Alberto le regaló a su hija Laura un cetro de reina: “Me acuerdo que aproveché ese momento para declarar y decretar que me iba a convertir en una cantante y bailarina profesional”. Recuerda Laura que siendo una niña, su papá ya no conseguía trabajo como luchador, y se tuvieron que mudar a la Villa San Cayetano, asentamiento de San Isidro, cercano a La Cava; vivían en un rancho con techos de chapa. Algunas tenían agujeros por donde entraba la luz del sol, “como un cenital, y yo utilizaba esa luz para bailar abajo: me gustaba bailar y buscar la luz”. 

Mujer Maravilla

¿Qué es lo que hace que un cuerpo se mueva? se preguntaba Laura de pequeña. Como su madre y su padre notaron que la nena le gustaba bailar porque lo hacía durante  todo el día, la enviaron a clases de danza, pero no pudieron sostener la cuota mensual. “Era la mejor alumna de la clase y en las muestras pensaba: no tengo que bailar tanto y destacarme porque las mamás y papás me van a mirar a mí”. Al tiempo Laura arrancó con las clases gratuitas del Centro Cultural Crear Vale la Pena, cercano a La Cava, y se le abrió un mundo que le dio todo lo que necesitaba para tener la certeza de que ese era su camino. “Éramos un montón de gente de los barrios, tomando clases, prendidxs fuego y el impulso del lugar, lo que generaba la gente del colectivo permitió que sucedieran cosas increíbles”. Comenzar a componer canciones surgió como un estímulo para crear música para el movimiento propio y ajeno. “Mis objetivos de composición tenían que ver con hacer algo que me haga mover”. 

La autogestión es un sello distintivo desde el inicio en la carrera artística de Laura. “En realidad, a mí me hicieron autogestiva”. ¿Cómo es eso? “Nunca mis medidas fueron 90-60-90, ni soy rubia, ni tengo rasgos hegemónicos. Decido ser bailarina en la época en que las bailarinas tenían que ser de cierta forma y yo no encajaba. Pero eso no me detuvo, tuve una época de ir y pegármela en la cara, iba a castings donde me miraban y me decían: gracias. Yo no puedo dejar que el juicio de las demás personas o las pelotudeces que están de moda hagan que yo no pueda ser quien quiero ser. Ahora te lo digo así, tipo Mujer Maravilla, pero en ese momento lloré, sufrí, igual buscaba la manera de poder crear esas cosas que yo imaginaba”. 

Así logró, por ejemplo, autogestionarse la gira que hizo hace diez años por Europa junto a siete bailarinxs –e incluyó Alemania, Austria y Eslovenia– los talleres finalizaban con todas las personas inmersas en una danza colectiva. “Al principio éramos individuos y al final fuimos un grupo: la danza nos conectó a todos”, asegura una participante austríaca en el registro documental de la gira europea que puede verse en el canal de YouTube. 

Laura tiene el don de hacer bailar a quien se le acerque, con letras como la de Es amor grabada junto a la banda cumbiera Cachitas Now: 

“Esta es la cumbia de nuestro suburbio / llevamos el barrio aunque en Suiza estemos / si pinta Hollywood no nos comemos el verso / llevamos voz de pueblo como estandarte / encender la tarima, ese es nuestro arte. 

La titana: Laura Zapata, de Big Mama
Laura Big Mama Zapata con las bailarinas Carla Morales Ríos y Nicole Román que la acompañan en Pacha Urbana. Laura: “No puedo dejar que el juicio de las demás personas o las pelotudeces que están de moda hagan que yo no pueda ser quien quiero ser. Ahora te lo digo así, tipo Mujer Maravilla, pero en ese momento lloré, sufrí, igual buscaba la manera de poder crear esas cosas que yo imaginaba”. Cómo fue que lo logró.

Actitud Big Mama

Desde hace algunos años Laura da clases de danzas urbanas en la Casa de la Juventud en San Isidro y en el Centro Cultural Rojas perteneciente a la Universidad de Buenos Aires. “Cuando hay poder hay resistencia, les alumnes vienen con muchas ganas de hacer cosas y valoran los espacios creativos. Compartimos pensares, sentires, nos acompañamos. En el Rojas son todas chicas. En San Isidro es un grupo más heterogéneo, chicas, chicos, de diferentes contextos sociales y diferentes puntos de vista políticos también. La actividad nos une y entendemos también que somos diferentes. Con mucho amor a veces ponemos sobre la mesa algunas cuestiones históricas para reflexionar entre todes. Es inevitable pensar que el arte está atravesado por lo social”. 

También da clases de canto particulares y trabaja como productora de Malena D’Alessio, –hija de un desaparecido, pionera del rap local y fundadora de la banda Actitud María Marta– de quien Laura se declara fan. “Empecé dándole clases. ¿Cómo que vos sabés hacer todo esto? ¿Querés trabajar conmigo?, me dijo Malena. Yo no lo podía creer. Me sentí muy valorada. Fue justo en el momento  en que me preguntaba para qué hice todo esto y de repente apareció la oportunidad de trabajar con esta gran artista con la que siento que nos hacemos bien mutuamente, nos vamos acompañando. Estoy trabajando en la producción, poniendo ahí todo lo que aprendí en estos años”.

Hasta hace pocos días estuvo de gira por Chile con Dale Amea –en Santiago, Valparaíso y Viña del Mar– donde viajó junto a la percusionista Alejandra Zannini y la gestora cultural Majo Bordón, ambas de Córdoba. “Conocí un territorio nuevo y pude acercarme al contexto social de Chile. Di talleres y en uno de ellos salió una canción que probablemente la canten en el Carnaval. Allá hay muchos espacios tomados, el gobierno los dejó abandonados y la gente de los barrios los ocupa para generar espacios comunitarios de arte y transformación social: es para aprender”.

Como lo autogestivo, lo colectivo es una constante en el derrotero artístico de Laura. “Siento que cuando un grupo de personas tiene un mismo objetivo, es muy poderoso. Las energías se mueven para ese lado. Si cuando una se alinea con su deseo ya es poderoso, imaginate un montón de personas, pueden suceder cosas increíbles”. 

Dale suena y resuena, como un mantra imprescindible para estos tiempos. 

Escuchemos:

«Cambié muchas vidas, no solo la mía / de tantas migajas, me armé una tortilla / Tiré al fuego todos mis deseos, algunos se queman y otros van ardiendo / y sí, como el fénix me vuelvo a encender/ aprendí a ganar y a perder / de rodillas y ahora de pie”.

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