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Arriba el barrio: Bajo tierra, nueva creación del teatro comunitario
El grupo Catalinas Sur inauguró la obra musical Bajo tierra que imagina un ¿futuro? signado por catástrofes ambientales, sociales y tecnológicas donde el arte es refugio y salvación. Cincuenta artistas/vecinxs integran la Orquesta Atípica que lleva 16 años invitando a pensar, reir y disfrutar para hacerle frente a las realidades distópicas con trabajo y arte. Por María del Carmen Varela.
“Ten piedad del mundo idiotizado, prometemos cantar hasta el final si nos salvás. Donde ya no hay luz, donde el silencio es animal, donde el sol nunca saldrá, ni la luna”.
Un presente surcado por la catástrofe ambiental: así es el escenario en el que se desarrolla esta historia, que tiene como plataforma temporal al año 2030, una época aciaga en la que el aire se volvió irrespirable después de que varias pandemias, sequías y terremotos azotaran al planeta y lo dejaran enclenque.
Como si esto fuera poco, se sumaron otras tragedias que también hicieron estragos en la estropeada humanidad: las fake news, los apagones tecnológicos, los colapsos financieros, la precarización laboral y, claro, el fascismo.
Bajo tierra es el nuevo espectáculo de la Orquesta Atípica del Grupo de Teatro Catalinas Sur, un show musical que involucra en escena a más de 50 personas de todas las edades y propone en 120 minutos abrir la reflexión acerca del mundo en el que (sobre)vivimos, los peligros latentes y quiénes los desatan, los riesgos de estar vivxs en un territorio sembrado de individualismo e intolerancia y no contagiarse de esas plagas.
Como método de resistencia, urge preguntar: ¿Cómo nos salvamos?
La Orquesta Atípica brinda posibles pistas para un presente que evoca la vieja frase para enfrentar los peligros: agarrate Catalina.
Para hacer un hit
Una gran inundación provocó que el Riachuelo creciera hasta los límites del Parque Lezama y los barrios porteños de La Boca, Catalinas Sur y Puerto Madero quedaran sepultados bajo aguas pantanosas. Mientras la ciudad se vuelve cada vez más hostil y es casi imposible habitarla de la manera en que acostumbrábamos, un grupo de personas vive sumergida en un sótano con puerta hermética, un viejo galpón que oficia de trinchera, donde este grupo de vecinxs refugiadxs se dedica a hacer música.
¿Qué sentido tiene hacer música en un mundo desolado y en ruinas? Para ellxs, la música se convirtió en su tabla de salvación: componen hits y ese se convierte en su único trabajo. De todo el mundo les llegan pedidos y el tiempo que transcurre bajo tierra es ocupado en componer, tocar instrumentos y cantar.
“Para hacer un hit se necesita un poquito de amor / y algún acorde mayor. / Una intro bien sabrosa y una nota emotiva / que te cambie la vida”. Tambores, guitarras, bajos, fueyes, chelos, clarinetes, saxos, flautas, violines, piano y las gargantas afinadas invaden el aire del albergue subterráneo. No hay duda: lxs salva la música. “Y si pudiera salir afuera, te buscaría la vida entera, / y si saliera por un segundo, yo pegaría la vuelta al mundo”.
La inminencia de la desdicha no opaca la pasión y esta cumbia lo demuestra con entusiasmo. “Tanto cemento por fuera, tanto plástico por dentro / que a las puertas del infierno terminamos descendiendo / sin más armas en las manos que inocentes instrumentos / y el instinto primitivo de sobrevivir al caos / y a la destrucción”.
El canto revela la carga de lo inesperado y la lucha por permanecer de pie, así sea en el encierro. No se tienen certezas acerca de la vida pasando la enorme puerta, la que tranca el camino hacia ese afuera que quedó atrás y quién sabe si alguna vez los pulmones podrán volver a inhalar y exhalar en la añorada intemperie. El distanciamiento social es moneda corriente y no se permiten las reuniones de más de dos personas. Ellxs están encerradxs, pero juntxs, y ese detalle inusual es el motor que enciende otra forma de transitar los días hasta que la puerta se abre y alguien ingresa en esa cofradía de artistas que se fue armando con el correr del tiempo. ¿Será la amenaza final o el comienzo de una nueva historia?
Serenatas pandémicas
La Orquesta Atípica nació en el 2008. Quienes estaban encargadxs del área musical del Grupo Catalinas soñaban con tener un espacio desde donde generar música para las distintas obras y crear también sus propios shows. Así surgió la Orquesta, que ya lleva seis espectáculos: ¿Quién es el jefe?, La Atípica en concierto, Década, Desconcierto, Pueblo perdido y Bajo tierra.
“Esta es una Orquesta bastante particular –asegura Gonzalo Domínguez, su director– porque no hacemos conciertos. Todos nuestros espectáculos tienen una puesta teatral, tienen una dramaturgia. Nacimos en un grupo de teatro, nos interesa esta relación entre lo visual y lo sonoro, entonces nuestras puestas tienen un trabajo estético que incluye a ambas. Bajo tierra es el más elaborado, nos tomamos el tiempo de componer la música, trabajamos pensando hacia dónde ir y qué queríamos decir. Este espectáculo se empieza a pensar en la pandemia”.
En mayo del 2021 y en el marco del distanciamiento obligatorio, la Orquesta Atípica caminaba en fila la cuadra que va desde el Galpón de Catalinas hasta el complejo de edificios donde armaban una ronda para entonar una Serenata. Divididos en grupos, cantaban dos canciones en distintos puntos del complejo. Lxs vecinxs se asomaban a los balcones para escucharles, con mate, facturas y ganas de bailar.
“Balcón a balcón comparten los días /
Entre ellos se cuentan lo que pasó /
Tinto a tinto ya todo es alegría /
No hay encierro, libre es el corazón”.
Así sonaba la cumbia que alegraba los cuerpos en el confinamiento. ¿Qué le sigue a esto? ¿Qué nuevo espectáculo podemos pensar? De esas preguntas surgió Bajo tierra. “Venimos de muy lejos, Carpa Quemada y El Fulgor argentino son espectáculos en los que trabajamos con la memoria y la historia de nuestro país e incluso de Latinoamérica. ¿Y ahora qué? ¿Cómo imaginamos ese futuro habiendo repasado toda la historia? Ahí empezamos a imaginar este futuro distópico bajo tierra”.
¿Qué haríamos si tuviéramos la posibilidad de volver a empezar, de construir desde cero todo? ¿Cometeríamos los mismos errores? ¿Haríamos las cosas diferentes? “No sabemos. El espectáculo tiene más preguntas que respuestas. Invita a imaginar un futuro, conociendo la historia. Como decía siempre nuestro maestro Ricardo Talento; un mundo mejor es posible, hay que imaginarlo. Es uno de los legados que nos dejó Ricardo, obviamente junto a Adhemar Bianchi. Imaginar un futuro y desde este lugar sumar un pequeño granito de arena para comenzar a construir y mejorar algunas cosas”.
Cada función de Bajo tierra está dedicada al actor y director Ricardo Talento, recientemente fallecido, fundador del Circuito Cultural Barracas y creador del teatro comunitario junto a su colega Adhemar Bianchi, director del Grupo de Teatro Catalinas Sur.
El espectáculo ofrece canciones propias y también algunos clásicos del rock nacional como La grasa de las capitales, de Charly García, o Vuelvo al Sur, canción de Astor Piazzolla con letra de Pino Solanas. “Nos interesa hablar desde el barrio, todo lo que contamos lo hacemos a partir del lugar en el que estamos, La Boca, que tiene una identidad muy fuerte”.
En la esquina de Benito Pérez Galdós y Caboto refulge el Galpón de Catalinas, emblema artístico de La Boca. Allí se amasa y se cocina arte con la materia prima del teatro comunitario.
Gonzalo destaca la importancia de estos lugares para vecinxs y visitantes: “Toda la gente te hace una devolución muy emotiva, eso demuestra la importancia de seguir. Al igual que con El Fulgor Argentino y El mago del off, estrenado por lxs niñxs, en estos momentos tan difíciles está bueno sostener y apostar a un proyecto colectivo que se hace todas las semanas”. Ese espíritu alumbra la canción final de Bajo tierra, que dice:
“No son los que vienen a romperlo todo / son los que sostienen juntos codo a codo /
son los que en la ronda nunca desistieron / ronda que creció rodeando al mundo entero”.
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