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Berretines

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Crónicas del más acá. Por Carlos Melone.

Berretines

Berretín es una palabra en desuso, aunque admito mi simpatía por ella. Capricho, empecinamiento la han ido desplazando y condenándola a un retiro oscuro y poco digno, tal vez por su resonancia entre tanguera y carnavalesca.

Andá a saber.

Algo de berretín tenía Yo con ir a conocer Gral. Alvear, zona este de la provincia de Mendoza hace ya un largo tiempo.

Las oleadas de prosperidad en las que me ha sumergido la actual administración de gobierno me lo impedían, pero, tenaz, tal vez testarudo, lo tenía en la mira.

Mientras tanto, en la espera, me fui enriqueciendo con la delicada e intelectual prosa del presidente de la Nación, tan afecto a la elegancia y a la fineza en su decir y pensar.

No hay que privarse de nada.

¿Qué hay en Gral. Alvear de interesante? Casi nada.

¿Entonces?

Haré silencio.

Un luminoso día con unos 33 grados de calor salimos a la ruta. Nos esperaban casi mil kilómetros por la hostil pampa de transición.

Hasta Junín por la ruta 7, el verde de la pampa húmeda fue una grata compañía. Allí empalmamos la ruta 188 y la fiesta se terminó.

Rectas larguísimas y un calor que hacía que mi compañera, mientras luchaba contra su sensación de sofocación, la hinchazón de sus pies y un malhumor creciente, me taladrara mi precario cerebro con una pregunta sin respuesta: ¿Por qué?

No solo me interrogaba en silencio. También se preguntaba por qué carajo se había subido al auto, aunque esto último lo hacía en voz alta.

Yo, calladito, sé reconocer cuando diga lo que diga, me va a ir mal.

En la ruta cualquier animalito que la cruzara quedaba automáticamente convertido en pochoclo.

El aire acondicionado era la CGT: utilidad cero.

Ya sobre el crepúsculo, decidimos parar en Rancul, La Pampa, a fin de evitar morir cocinados.

Una bonita posada junto a la entrada al pueblo, con una indispensable pileta de natación hizo que la vida recuperase sentido si tal cosa es posible.

El enorme cartel que decía RESEPCIÓN donde atendía el dueño me hizo pensar en que tal vez hacía falta una inversión en diccionario, pero nada dije.

Amigo, no es que tenías que escribir estreptococo o asíntota. 

Un poco de atención.

Al anochecer fuimos al pueblo a comer una pizza. 

Nos sentamos en la vereda de un bar (el calor no aflojaba) mientras niños corrían y gritaban todo el tiempo entre las mesas, golpeando algunas para alegría y comodidad de los comensales. El griterío era como si los estuviesen degollando, tal vez evocando las correrías de Don Juan Manuel o de Don Julio Argentino.

Los mitos acerca del reposo y la tranquilidad pueblerina caían estrepitosamente mientras evaluábamos si habría que matar primero a los niños o a los adultos a cargo, que según parecía, muy a cargo no estaban.

Nos retiramos pacíficamente, con el costado tanático difícilmente controlado.

La noche en la habitación imprevistamente convocó al amor y al encuentro sin preguntarnos si teníamos ganas.

El colchón estaba surcado por un profundo valle en el medio por lo que los cuerpos eran invitados imperativamente a rodar hacia el medio. Resistir implicaba dormir al borde de la cama, al filo del abismo.

Los niveles de cansancio eran muy altos así que nos sumergimos en el valle, sin desenfreno ni lujuria ni excesos, cada quién mirando al punto cardinal opuesto y así se pudo sobrevivir.

A la mañana siguiente partimos y a mediodía llegamos a Gral. Alvear.

Nos instalamos en un hermoso predio entre las fincas y nos arrojamos a la pileta de natación casi con el auto puesto.

San Pedro tenía encendido el lanzallamas.

Por la noche salimos a recorrer. 

Gral. Alvear es una ciudad muy pujante (qué palabra, ¿no? Suena a parto) con avenidas de cuatro carriles por mano y un movimiento comercial muy grande.

Precios razonables y casi ningún atractivo turístico, tal como estaba previsto, salvo algunos coquetos balnearios municipales junto al río Atuel que pasa por un costado de la ciudad.

Sabido es (y si no, a enterarse) que la provincia de Mendoza desconoce un fallo de la Corte Suprema para “liberar” el Atuel y que llegue algo de agua al oeste de La Pampa, otrora un vergel y ahora un desierto.

¿Para qué sirve una Corte Suprema si no le dan pelota?

Otro día anduvimos con esa inexplicable argentinidad: dos mil grados de calor y uno piensa: “que bien vendrían unos matecitos”.

Y los toma mientras el hervor interior llega a cifras incalculables.

Así estamos.

Hicimos la visita guiada de rigor a una bodega, escuchando explicaciones de las que entendí un 10% y luego un paseo entre las fincas, un mar verde conquistado a pulmón entre el rumor único de los álamos.

Dos tardes, a la hora del crepúsculo, ofrecieron un espectáculo único: breves y feroces tormentas, donde el cielo se movía entre nubes naranjas, blancas y negras, donde las formas cambiaban velozmente en una danza multicolor y prometían catástrofes que no ocurrieron.

Ese espectáculo único que ofrece la furia del cielo.

Las noches despejadas y nítidas.

Una brisa fresca.

Y recordar que a veces no hacen falta “atractividades” como dijo el filósofo de los globos amarillos.

Hay que mirar nomás.

Y ver.

Eso.

No diré más.

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Estilo Estela

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Su utopía era la de una vida normal. No pudo ser: la directora de escuela “antiperonista y aburguesada” sufrió el secuestro de su marido primero (liberado tras el pago de un rescate a los grupos de tareas) y más tarde el de su hija Laura, que parió en cautiverio y luego fue fusilada por la espalda. Para Estela comenzaba otra historia. Desde los gritos ante la Rosada, los cumpleaños simulados y las búsquedas insólitas, hasta el hallazgo de 139 vidas e identidades. ¿Qué simbolizan Abuelas? Modos posibles de ser y de hacer, frente a lo peor, y sin odio. Acción más que los discursos. Carácter, eficiencia y alegría. El efecto Milei y un consejo abuelístico. Por Sergio Ciancaglini.

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Mundo Abuelas: el legado

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Las y los nietos que llevan adelante Abuelas e impulsan junto a las “viejas” la búsqueda, cuentan a MU cómo es ese trabajo artesanal e inédito en el mundo. De sus historias de los –por ahora– 139 recuperados, a las charlas en talleres. Lo que representan y son las abuelas, y la continuación del legado. Los colores políticos, el Estado, el no-presupuesto, el apoyo social, las esperanzas y los sueños: cómo funciona la máquina de búsqueda y encuentro de memoria, verdad y justicia. Por Lucas Pedulla.

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Víctor Penchaszadeh: el gen de la resistencia

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Es uno de los creadores del “índice de abuelidad”, crucial en la recuperación de nietos y nietas hijos de desaparecidos arrebatados por la dictadura. A los 82 años repasa su increíble historia: el secuestro de la Triple A, su exilio y carrera científica en Estados Unidos, la pregunta que le hicieron las Abuelas. El rol de la genética: de arma de discriminación, a herramienta de los derechos humanos. ¿Con qué “genes” mirar el futuro? Por Sergio Ciancaglini.

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