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La Dulce Vita
Micaela Vita. Cantante de Duratierra y Triángula, cautiva con su voz en dos proyectos que le dan la fuerza de las raíces a la música del presente. El poder de no encajar en ningún casillero, versus los parámetros vetustos. La alianza transfemenina. El folclore como bandera. Y la vida de la ciudad al monte, para hacer arte, trinchera y baile junto a familia y amigxs. Por María del Carmen Varela.

El cabello color ceniza se acomoda ondulante alrededor de su rostro y toma diversas formas. Puede aparecer aplacado y prolijo o alborotado y salvaje. La sesión fotográfica potencia esa oscilación. Micaela Vita, al igual que su versátil y voluminosa cabellera, fluye con naturalidad y magnetismo. Duratierra y Triángula son las dos actividades musicales autogestivas -afianzadas con el tiempo y la complicidad de lxs integrantes con su público- en las que pone voz, creatividad y energía. Junto al músico Juan Saraco -guitarrista, compositor y productor- armó proyecto artístico y familiar. Mamá de Astor, pequeño fan de Mercedes Sosa y del rock nacional, a sus once años tiene una banda de rock, canta zambas, perrea en su habitación escuchando reggaeton y puso su voz en Amor tecnócrata, en el álbum La Fuerza, de Duratierra.
Mica cantó por primera vez ante un público desconocido, no compuesto por familia o amigxs, a la misma edad que tiene su hijo. Formaba parte de un coro y fue elegida para cantar como solista. “Tengo unas fotos muy tiernas en las que estoy con dos trencitas, aterrada, sintiendo un vértigo que no había sentido nunca antes”.
Ese momento fue revelador. “Me di cuenta de que pasaba algo conmigo, con la gente, hubo algo en las miradas y en las sonrisas y yo dije: este es mi lugar”.
Con el tiempo aprendió a disfrutar al subirse a un escenario, pero tuvo que atravesar un mal momento para después aflojar la tensión de ser protagonista. El músico Willy González, su profesor en la escuela de música, la había convocado para formar un dúo. Fueron de gira a Brasil y durante la última canción en un concierto que dieron ante un público numeroso, Mica tenía que cantar una nota muy aguda y sostenerla. En ese momento vio bajar a muchxs periodistas y camarógrafxs que estaban filmando el show, transmitido por Cadena O Globo. “Eran como hormigas y la voz se me fue al carajo. Pensé en no cantar nunca más, salí del escenario desfigurada, deshecha en llanto, nadie entendía qué me pasaba. Después fue como una epifanía, sentí que ya no iba a ser perfecta y a partir de ahí no lo busqué más. Fue un salto evolutivo a mi libertad artística. Con el tiempo la maternidad también me acomodó muchísimo la mirada, las razones de por qué subir a un escenario a compartir mi voz con otres. La experiencia de Duratierra me fue enseñando que lo importante no era lo que yo hacía o dejaba de hacer, sino eso otro que se estaba tramando con toda la banda y que trascendía totalmente a mi figura. Eso me aflojó, no tengo que hacer fuerza para sostener esto: somos un montón. Hoy en día para mí el escenario es un lugar de goce total, es donde mejor me siento. Siempre hay nervios porque las cosas que nos importan nos movilizan a otro nivel pero soy muy feliz en el escenario, es un territorio ganado”.
De la ciudad al monte
Mica, Juan y Astor vivieron durante cuatro años en las sierras cordobesas. Si bien la idea flotaba en su universo de proyectos, la dinámica durante la pandemia fue un resorte para dejar la Capital Federal e irse a vivir a Unquillo, lugar elegido por pintorxs, escultorxs y músicxs, entre ellxs, el cantante y compositor Raly Barrionuevo, quien lxs alojaba en su casa cada vez que viajaban para tocar en la Peña Trashumante, evento musical anual que ya tiene más de dos décadas. “Cada vez que íbamos con Juan decíamos: es acá”. Dejaron la casa del barrio porteño de Liniers, construida sobre la terraza de la casa de la abuela de Juan, para tomar contacto con el paisaje serrano como habitat cotidiano. “Cuando digo monte, ahora sé de lo que estoy hablando”. Fueron años de crecimiento profesional y personal. “Vivir allá me cambió la vida. Me acercó a un mundo que yo intuía, pero es distinta la percepción desde la ciudad, a poner el cuerpo en el monte. El monte viene con toda la belleza y también con todo el horror de los incendios intencionales, del desmonte, las luchas ambientales. Yo no me daba cuenta todo lo porteña que era hasta que me fui. Ahora miro la porteñitud un poquito más de afuera y nos veo, sigo siendo porteña, pero hubo algo que se transformó en la vivencia y cuando se transforma la vivencia se transforma el canto. El canto canta territorios”.
Guitarrear con amigxs forma parte de las actividades fijas de los fines de semana y la música y el baile surgen espontáneamente para el deleite colectivo. “Yo creo que estos años para mí fueron de asumir y de encarnar una intimidad mucho mayor con la música y con el quehacer artístico, con menos distracciones, con más foco. También pienso que hubo una decisión consciente de aceptar mi destino de cantora y de entender que ahí es donde soy mi mejor versión, es lo que más feliz me hace y siento que es lo mejor que termino dándole a la gente. Estos años han sido transformadores en muchos sentidos, desde la vivencia del cambio de territorio, desde lo social y desde la decisión que se caldeó adentro y se concretó, por eso también volver es distinto ahora para mí porque vuelvo con objetivos claros”. El regreso tiene que ver con la dificultad de ir y venir de Córdoba a Buenos Aires todos los meses por cuestiones laborales y poder sostener la escolaridad de Astor. “Tomamos esta decisión que todavía estamos procesando porque hay cosas que duelar de cada partida, así que volvemos al barrio de Liniers”, a la casa en la que se crio Juan, en la que creció Astor, donde lxs vecinxs todavía sacan las reposeras a la vereda para tomar mate en las tardecitas de calor, casa a la que le dedicaron la canción Mudanza, grabada en el disco A los amores.
Criada en Caballito hasta la separación de sus padres, Mica y su madre recorrieron varios barrios porteños en los que encontraron refugio temporalmente. El vínculo con Juan creció, decidieron vivir juntxs, construir con afecto y con ladrillos el hogar y su madre cambió de provincia: se fue a vivir a Capilla del Monte. Durante la estadía de lxs Vita-Saraco en Unquillo, la mamá de Mica se mudó de ciudad para compartir vida serrana con hija, nieto y yerno. “Fueron años muy bellos, de ganar una cercanía con mi mamá. El desafío es seguir yendo, seguir encontrando los huecos para ir y venir, yo no siento que esté abandonando algo allá, siento que hay algo que queda latente y que ya es parte”.
El silencio del monte le permitió escucharse “porque donde hay silencio de humanidad empieza a aparecer el sonido de los pájaros, el sonido del viento, entenderme dentro de eso me dio mucha información para mi voz”. Volver implica para Mica un desafío y un compromiso. “Yo ya no puedo pensarme viviendo en la ciudad como antes. Es mucho lo que hay allá de potente para la vida. Para Astor fueron años muy fuertes de su infancia y de su formación humana. Astor también sabe lo que es el monte, el desmonte, sabe cómo huele un incendio y cómo los bichos escapan porque les quemaron sus nidos. Esa vivencia en él es algo que valoro mucho y también es un compromiso para mí hacia él de seguir enlazado con eso. Son lazos que no se pierden”.
La raíz de la tierra
Duratierra ya cumplió veinte años de trayectoria artística y cosechó cinco discos (Floralia, Enobra, Cría, La Fuerza y A los amores) con distintas musicalidades. Si fuera necesario definir lo que hacen, podríamos decir música de raíz folclórica, impregnada de otros sonidos que le aportan solidez y originalidad, pero es requisito indispensable escucharlxs para experimentar el colorido y los matices de su singular propuesta. “En un momento nos generó un conflicto. No entrábamos en Cosquín, tampoco en una rockería, en un festival, y eso nos llevó a hacernos preguntas. Pero cuando apareció un público al que le gustaba que no encajáramos en ningún lado y sentimos esa aceptación, dijimos ‘es por acá’, hay gente a la que le gusta la música, como a nosotres, y no tiene parámetros vestustos. Ahí se empezó a volver más fuerte nuestra identidad”.
Mica, Juan, Nicolás Arroyo en batería, Tomás Pagano en bajo y Matías Zapata en teclados, fueron la formación original hasta que Matias dejó de pertenecer a la banda. “Antes de la pandemia, Duratierra estaba en un momento crítico. Estábamos un poco trabados artísticamente, después de muchos años de esta dinámica medio familiar. Con Juan nos fuimos a vivir a las sierras, hicimos terapia grupal y ese proceso decantó en que Mati tomara la decisión de irse. Llegó otro momento crítico: ¿qué hacemos? Había dos caminos: que se disolviera Duratierra o continuar. Reconectamos con elegir hacer música”.
Hace poco más de dos años, tomaron otra decisión sustancial: agrandar la grupalidad. Se incorporaron Valen Bonetto, en voz, guitarra y percusión, Silvia Aramayo, voz, teclado y acordeón y Martín Beckerman en voz y percusión. “Fue una regeneración de nuestra trama humana, un aire fresco: les tres aportan a la banda desde distintos lugares algo que antes no existía. Apareció la lírica de Valen y sus vivencias como varón trans que también para nosotres era súper importante para salir de esta cosa tan cis que tenía la banda”.
Valen además es compositor y junto a Juan compuso La del pueblo, chacarera que forma parte del disco La fuerza. “Marica, ¿qué hay de la espina que te han clavado en el pecho? / Tus alas de mariposa surcando un mundo deshecho /Marica para cantar que no se te olvide amar”. Cantada por Valen, fue la tercera de cinco canciones que formaron parte de la presentación de Duratierra en la Sexta Luna del Festival Nacional de Folklore, Cosquín 2025: era 30 de enero, ya se venía palpitando la Marcha Nacional Antifascista y Antirracista y Mica se plegó a ese espíritu en el escenario de la Plaza Próspero Molina, que había pisado por primera vez en 2018. “Es necesario encender la memoria y el amor en cada esquina de esta patria. Esta patria de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, esta patria de Susy Shock, de Diana Sacayán, de Liliana Herrero, de Teresa Parodi, de María Elena Walsh, de Yupanqui, de León Gieco. La patria de la diversidad. Es urgente y es ahora. No hay tiempo para tibiezas”, dijo desde el escenario.
Notó Mica que en ese momento se levantaron varias banderas que hacían referencia a la diversidad y a un costado se desplegó una enorme bandera con los colores trans.
Así, cada show es una ceremonia, un encuentro para sucumbir al abrazo y ese lazo se fue construyendo con tiempo y con ganas. La banda ha sabido hilar con delicadeza y dedicación la fructífera relación con su público. “Fueron las canciones las que tramaron con la gente”, asegura Mica. A partir de la presentación de Cría, tercer disco de la banda, notaron que algo había cambiado. “Evidentemente algunas canciones tocaron un lugar emocional en las personas y nos pasó por primera vez de salir a tocar y ver que las boquitas se movían y cantaban las canciones. Ahí nos empezamos a mirar y a darnos cuenta de que ya las canciones eran del público y lo que sucedía en el escenario tenía que ver con con esto de crear comunidad”. Esa conexión les dio algunas certezas: “Estamos viendo el mundo parecido. Estamos queriendo las mismas cosas”. Y esa es una gran noticia.
Mica asegura que el oficio de cantora es su mejor herramienta para poder hacerle bien a las personas. ¿Cómo se crea en esta época? “En este contexto hostil que estamos viviendo, el encuentro es urgente. Es importante encontrarnos, recordarnos, darnos fuerza. Creamos con el dolor, con el terror, con las incertidumbres, con lo que nos pasa, con el ‘no sé qué hacer con todo esto’. Lo que sé es que es mejor con música”. ¿Cómo afecta a la sensibilidad de unx artista. Y remata: “Lo que te salva es tener ganas de hacer”.
Las plata-formas
Tanto Duratierra como Triángula (banda en la que aúna voces con Nadia Larcher y Noelia Recalde, con Juan Saraco en guitarra, Lucas Bianco en bajo y Jonatan Szer en batería y percusión) comparten la bandera de la autogestión. “Este hacer artesano que tenemos quienes somos autogestivxs es un diamante. Es como cuando invitás a la gente a comer a tu casa y les cocinás vos: no pediste delivery. Es un sistema de organización de la vida, los proyectos son los que nos sostienen y yo aposté a este, es así como aprendí a cantar, es mi todo, mi familia, mi escuela, el lugar donde tengo ganas de producir, de pensar, de crear, de seguir creciendo para ser mejor”.¿Cómo negociar con lo industrial? “Es un sistema que está estandarizado. Vos subís tu música, se llevan un porcentaje y lo que percibimos les artistas es muy poquito. Hemos perdido mucho, también hemos ganado, y no sé cómo sigue esto. Es impresionante la cantidad de lanzamientos que tiene Spotify por día. Yo tengo otro vínculo con el hacer artístico que no lo cambia la plataforma. Nosotres pensamos obras cuando hacemos canciones. La gente escucha temas sueltos, cuando vos mirás las estadísticas es muy difícil que la gente escuche el disco completo: llegan hasta el segundo, tercer tema… Y es duro porque es una intervención directa sobre la obra creada, es como si agarraras un libro y en vez de leerlo entero, leyeras el primer capítulo”.
Triángula nació del encuentro de Mica, Nadia y Noelia para cantar Marzo, del disco Cría. Juan propuso que ese tema musical fuera grabado por tres voces femeninas. Era 2017 y “estábamos en plena revolución de nuestras vidas con el movimiento transfeminista”, relata Mica. “Conversamos sobre lo que le pasaba a cada una en distintos espacios de la música, compartirnos canciones desde un lugar de amigas, como niñas, desde lo lúdico”. Cantaron en el Centro Cultural Recoleta, en el marco de un ciclo pensado para intérpretes que compartieran amistad, sin tener un proyecto artístico juntxs: la experiencia fue tan positiva que decidieron formarlo. Su primer álbum, Triángula, iba a ser presentado el 14 de marzo del 2020 y por la pandemia tuvieron que posponerlo durante mucho tiempo. En estos días están presentando Mutántica, el segundo. Una de sus canciones, Esbrújula, parte de una atmósfera oscura, y las voces son como luces: “Nuestro grito partió la noche, un aullido de lunas por el torrente de la sangre despertó nuestros pasos. Recuperamos la fuerza y ya nadie podrá callarnos. Una jauría de lobas acompaña nuestra naturaleza mutántica. La voz ya es nuestra y no daremos un solo paso atrás”. Mutántica es un calificativo que podría aplicarse al clima que nos rodea y acecha. Mutar para no morir, el cambio como resistencia, un estado de alerta, para que sobreviva la belleza. “Pienso que el arte es el catalizador de una gran transformación. Después va la música, pero lo que se transforma es la vida”.
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