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Cooperativa Nadia Echazú. La primera cooperativa-escuela gestionada por y para travestis y transexuales en el mundo funciona desde hace un año en el partido de Avellaneda. La iniciativa es una alternativa al camino obligado de la prostitución y una manera elocuente de sentar las bases de una ciudadanía trans. Advierten que esto recién comienza y que no se detendrán hasta que una travesti sea elegida presidenta de la Nación.

Super modelosEn la planta alta de la cooperativa textil “Nadia Echazú” no hay cortinas.
A través de las ventanas el sol entra abundante y demasiado intenso para este otoño. Los ojos se me hacen chiquitos y pienso, confusa, en el calentamiento global. Afuera, lo esperable; un barrio en Avellaneda de casas bajas, terrazas cruzadas por cientos de cables, veredas con árboles, niños y perros sueltos.
De espaldas a la ventana, lo imprevisto: un escenario sin telón, una invitación, un “no hay nada que ocultar” y mucho que mostrar: travestis productoras de trabajo, creadoras de un camino sin prostitución.
A Brisa, que está aprendiendo el uso de la máquina de coser. no le pregunto la edad, pero calculo que debe andar por los 30 años. Tiene el pelo largo, enrulado y look deportivo. Se tira la melena hacia atrás y me aclara, antes de que yo le consulte algo: “cualquier chongo con pañuelo” no es una travesti.
¿Qué es una travesti, entonces?
Una chica trans es alguien que nace, que se siente y es las 24 horas trans. Yo soy una chica trans.
 
Esta chica trans cuenta que nació en Orán, Salta y que de adolescente tenía un novio, que se fue cuando dejó embarazada a una mujer. Brisa sabe que desde siempre le gustó la psicología, pero abandonó la idea de estudiar cuando llegó a Buenos Aires. Una vez instalada no le quedó otra que prostituirse: “En la calle no se puede elegir, hay que tomar para bancarse estar en ahíi. La sociedad actúa como si nosotras fuéramos bichos y hay muchos locos sueltos.” Lo dice con conocimiento de causa y relata cómo un prostituyente la quiso matar en un hotel alojamiento.
Mirta tiene 67 años, un corte muy Rafaela Carrá. Nació en Corrientes y trabajó dos años como ayudante de sastrería. Parece dominar el tema de los moldes, pero aclara que a ella le gustaría estar en la parte de planchado, para poder escuchar la radio. Le pregunto qué le gustaría hacer en el futuro. Piensa un rato. Me apuro y le ofrezco ser diseñadora, pero no: confiesa que desearía tener una boutique. Mirta antes se llamaba de otra manera, y su imagen no era ni parecida a esta señora chiquita de lentes, que sobrevivió a la dictadura y a la prostitución. Recuerda que en los años del terrorismo estatal se la llevaban a las comisarías en forma constante, y que si cuenta el tiempo que estuvo presa, suma montón de años. Dice: “Estar en la calle es lo más salado, ahí se aprende lo que es el desprecio”.
 
Puntos de fuga
En noviembre de 2006, la Corte Suprema de Justicia le otorgó la personalidad jurídica a la Asociación por la Identidad Travesti, Transexual (alitt), luego de cuatro años de litigar y batallar contra la idea de que ‘la organización del colectivo no poseía utilidad alguna para la sociedad’. Lohana Berkins, presidenta de la entidad, considera que ése fue un momento muy importante de la lucha travesti-transgénero-transexual. “En una reunión de activistas insistí con la idea de considerarnos fuerza productiva: de las quince personas presentes sólo yo tenía un trabajo y el resto sobrevivía en la prostitución. Esto limitaba mucho nuestro accionar, y nos hacia imposible crear una agenda propia”.
La coincidencia en “una agenda propia” significó armar un proyecto de trabajo autosustentable. Este plan iba por fuera de la emergencia, de la coyuntura, que en el caso de la comunidad trans tienen que ver con el maltrato y desatención en los hospitales, la violencia civil y policial, los problemas habitacionales, grupos de choque llamados “vecinos indignados” y un largo etcétera.
Cuando la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini las invitó a su programa de radio, se dieron cuenta de que era para ellas algo más que una entrevista radial: era una oportunidad. “Nosotras le contamos a Hebe lo que andábamos pensando y ella nos dijo ´¿Por qué no lo van a ver a Griffin?’. No lo conocíamos, pensamos que era algún secretario de Kirchner, así que apenas salimos de la radio fuimos a un ciber, buscamos en Internet y ahí nos dimos cuenta de que Patricio Griffin es el presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (inaes)”.
Antes de la entrevista con el funcionario del inaes (organismo que depende del Ministerio de Desarrollo Social) las activistas comenzaron a interiorizarse sobre el tema y descubrieron el mundo del cooperativismo. Lohana resume en una frase culinaria lo que significó la búsqueda de información: “Teníamos que saber si al tipo le pedíamos una docena de empanadas o una fábrica de empanadas”.
 
¿Estado benefactor?
Pensémoslo: una travesti en una oficina pública expone en el acto al Estado fascista, sin importar gobiernos, gestiones ni autoridades de turno. Lohana cuenta que el primer encuentro con Griffin fue de lo más sustancioso. Sin embargo, se ríe recordando las caras de los señores funcionarios. “Imaginate, semejantes travas pidiendo las herramientas para gestionar nuestro propio trabajo digno y genuino. Igualmente nuestro desafío no era sólo esa instancia sino la de transitar y pasar la burocracia estatal”.
Por si algún lector no conoce el tema, ahí va un ejemplo sencillo de burocracia estatal, descripto por la entrevistada: “En un banco no nos querían abrir una cuenta porque una de las chicas que integra la cooperativa vive en una villa y no podía aclarar la dirección tal como lo pide el papel. Pedí que, por favor, quemen todos los formularios. No podía ser tan evidente el abismo que hay entre un derecho y el acceso a ese mismo derecho”.
Lohana admite que todo ese proceso de más de un año se hizo en medio del descrédito de las que llevaban adelante el proyecto. En cambio, para ella era una manera de jaquear al Estado y plantear de “cuerpo presente” cómo funciona “el paradigma del hombre nuevo, de la mujer nueva y en este caso, de la trava nueva”.
Agrega que ante esta nueva situación ellas implementaron la filosofía de la docencia. “Cuando íbamos a las oficinas públicas, no íbamos solas: llevábamos libros, folletos, materiales, para explicar lo que hiciera falta”.
En este sentido, el énfasis de las activistas se puso en cómo se hacían los pedidos: “En nuestros términos –Lohana explica–, esto significa que nosotras no sólo queríamos formar la cooperativa, que nos dieran las máquinas para trabajar, sino que además exigíamos que constara en los anales del Estado la aparición de nuevas/os sujetas/os demandantes de derechos. No era cuestión de decir que un grupo de muchachos de entre 30 y 60 años formaba una cooperativa, sino que constara que era un grupo de travestis de entre 30 y 60 años”.
En concreto se creó una cooperativa con cursos de capacitación para 30 personas que cobran alrededor de 300 pesos para formarse en tres áreas de la industria textil: Informática, Marketing, Corte y Costura. Tienen planeado incorporar otros cursos durante el año.
 
La historia trans
Cumbia, copeteo y lágrimas. Informe nacional sobre la situación de las travestis, transexuales y transgéneros es un libro editado por alitt en el que buscaron contar la realidad del colectivo en primera persona y mediante encuestas. Algunos datos que se desprenden del estudio: el 91% sufrió algún tipo de violencia; el 86% fue objeto de abusos policiales; el 88% modificó su cuerpo; la principal causa de muerte, con un 62%, es el sida. El promedio de edad es de 32 años. El texto también apunta a hacer visibles, a recordar “esos cuerpos nacidos y muertos en la ilegalidad” como bien dice su prólogo.
La historia de Nadia Echazú es una de esas historias que resumen la experiencia de muchas. “Le pusimos el nombre de Nadia a la cooperativa porque queremos rescatar el sentido de comunidad, de memoria -explica Lohana- porque si hoy existen grandes vedettes y la sociedad no se escandaliza es porque acá hay lucha y Nadia formó parte de ella.”
A esta altura una se debe preguntar qué impacto tuvo esta iniciativa para la comunidad. Lohana marca dos momentos: “Las personas trans viven en lo cotidiano, tratando de solucionar problemas del momento, por eso la idea de una cooperativa les parecería una pretensión burguesa, de una travesti de escritorio, pero luego de su concreción se sintieron muy orgullosas, y todos los días recibimos compañeras que quieren incluirse en el proyecto. Tan es así que en otras provincias se están formando cuatro cooperativas de travestis. Lo más rico es que ya se puede pensar en otra salida laboral que no sea la prostitución. Erradas no estábamos.”
 
Potencia travesti
Lohana Berkins dice que si hubo problemas de organización en la cooperativa nadie los registró, porque su comunidad está acostumbrada a la contienda. “Vivimos 40 en un mismo hotel, trabajamos en una misma esquina, vamos presas a la misma comisaría. Yo sabía que los conflicto se iban a generar, pero ninguno superó el nivel de lo sabido, lo difícil fue cambiar algunos modos de relacionarnos”.
En este sentido señala que desde muy chicas se vive y se tiene incorporado un código callejero que valora la picardía, no mostrar afecto, la rapidez. “Desmontar esto es el desafío”.
Por otra parte, una palabra resuena mucho cuando se habla de las travestis: escándalo. Para Lohana “el escándalo con altura es el máximo punto de ebullición en la defensa de los derechos humanos. El travestismo tiene esa potencia porque de por sí ya escandaliza. Es también un mecanismo de defensa que utilizamos”.
En el centro del escándalo, está la furia. Entonces, le pregunto a Lohana cómo será el día de la furia travesti. “Será cuando haya médicas, abogadas, y cuando las niñitas travestis no sean echadas de sus familias; en lo personal cuando yo sea Presidenta de la Nación y cuando todas seamos amadas.”

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