Mu25
Taller de milagros
Crónica del más acá.
C erré el libro con una ligera sensación de insatisfacción. Los Sicarios del Cielo, de Rodolfo Martínez, me prometió una fiesta literaria que nunca se concretó. Con una prosa inestable, entre la agudeza y la obviedad, entre el barroquismo confuso y la sentencia inoportuna, me contó una historia de cazadores y cazados, sectas asesinas, ocultismo y magias conspirativas y toda esa milonga algo remanida, pero siempre atractiva para un desértico cerebro como el mío.
Lo más interesante eran tres personajes: una suerte de ángel experimentador llamado Remiel, que se contacta con la carne humana para ver por,qué El Que No Tiene Nombre había privilegiado su interés por tan extraña criatura; el ángel Gabriel, devenido en un frío filo fascista desvelado por el Orden, y el ángel Samahel (uno de los nombres del Diablo), un curioso rebelde que entregó a los humanos el libre albedrío y que acusa a Gabriel (entre otras cosas) de hipócrita y -digámoslo de manera poco académica- alcahuete y chupamedias.
Cerré el viejo artefacto llamado libro y tomé el nuevo artefacto llamado teléfono. Ante mí, un número y un mail que presagiaba horizontes paradisíacos, festivamente herejes.
El mail recitaba: Talleres de Milagros de 2 horas con Salida Laboral. $ 25 cada curso, todos los sábados de 15 a 19. Una lista desopilante de “temas” y un teléfono. Ninguna dirección.
Una voz algo áspera, indudablemente femenina y madura, se presentó como Angie. ¿Quién puede llamarse Angie? I like the rolling stones.
Con una naturalidad que siempre me inquieta, me hice el estúpido, aludí a una incierta esposa que, vagamente, se dedicaba a algo de estas “cosas” y que necesitaba asesoramiento y me había mandado a mí a llamar por teléfono. Todo, en el marco de una gentileza absolutamente pusilánime de mi parte. Angie, didáctica, amable y sobria, me informa que el Curso de Tarot Terapéutico no es el de Marsella (y yo que salgo tan poco…) y que lo inventó Ella.
Un cierto temblor en la tumba de Leonardo da Vinci recorrió el mundo.
Me dice que el Curso de Radiónica nada tiene que ver con el Hombre Nuclear ni con Atucha III, pero sólo me informa que es con máquinas y que es difícil, que mejor hacer otros antes. Pienso de qué se tratarán las máquinas, pero no digo nada porque mis perversiones no deben opacar el apostolado periodístico.
Angie usa una prosa concreta, sin remilgos, entusiasta, y me hace acordar a los mejores tramos del libro de Martínez.
Descartes y Nietzsche dejan de jugar a las cartas en algún lugar y miran… hacia acá.
Ante mi pregunta, Angie me informa que el Curso de Milagros con Afirmaciones (en nada relacionado ni con el gato con relaciones de Les Luthiers ni con la novela que había terminado…) me va a cambiar la vida, que nada va a ser igual después de ese curso.
Mal no me vendría…
Pero hay que leer un libro especial para que los milagros se concreten. El Gabriel de la novela, de fiesta. Inquiero si es posible tal cosa en dos horas y ella no duda: por supuesto, si previamente, un ganso como yo, hace un curso de símbolos y signos para entender algo. Lo mismo me asegura respecto del curso de Mandalas con Temperapia (terapia con témpera. Y no me estoy haciendo el gracioso…): tengo que estudiar simbología y me va a ir bien. Eso, porque no me conoce…
Shamael detiene el partido de Tenis con El Destino… y miran hacia acá.
Angie, convencida y contundente, me señala que la salida laboral tiene que ver con dar estos cursos. 2 horas x 25 mangos y listo el pollo, a laburar se ha dicho. Así, fresca, sin despeinarse.
Pensar que hay gente que se mata laburando y estudiando. Ya me parecía que eran todos unos tarados, incluso yo.
Me pide que la llame nuevamente para concertar una cita cuando esté seguro. Y aquí Angie me inquieta. Justo cuando estaba por alcanzar el Nirvana: le pido la dirección y me contesta: “Es Almagro, entre Yapeyú y Rivadavia, para que te ubiques, después arreglamos bien”. ¡La conspiración! ¿Por qué no me da una dirección precisa, eh? ¿Almagro es el club, el barrio, una calle, un tango?
Otra que el Código Da Vinci.
Oscuras ideas recorren mi oscura mente. Todo es oscuro. Nos despedimos con promesas de reencuentro que no pienso cumplir ni mamado y vuelvo a abrir el libro. Me debo haber salteado alguna parte…
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Teatro Ciego. Una propuesta para poner en juego los sentidos tiene a la oscuridad como escenario. Allí la murga La que se viene hace valer desde la palabra hasta el olfato.
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No son cifras