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La mala vida

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El investigador Ezequiel Adamovsky analiza las relaciones de las clases populares con el delito. La moral anarquista y los golpes de Bairoleto. El nacimiento de las villas obreras y los límites grises entre buenos y malos.

La mala vidaLas estadísticas demuestran que existe una correlación directa entre el aumento de la desigualdad y el aumento de los delitos. Del dato numérico se pueden extraer muchas conclusiones (entre otras, que quienes concentran la riqueza en sus manos y quienes fomentan políticas o adoptan tecnologías que incrementan el desempleo son actores causantes de la mayor “inseguridad”). Pero una de las más importantes es que existe una extensa “zona gris” entre el mundo de la “gente de trabajo” y los “malvivientes”, una zona que se expande o se contrae según, entre otras cosas, los vaivenes de la economía. Dicho en otras palabras, no se trata de dos mundos perfectamente separados –como si uno habitara sólo la “gente” y en el otro sólo las “bestias”– sino más bien dos regiones de la sociedad unidas por canales comunicadores por los que personas concretas pueden hacer pasajes en un sentido y en el otro.
La existencia de extensos márgenes adyacentes al mundo del trabajo fue bastante clara en los momentos formativos de la Argentina moderna, aquellos que, curiosamente, hoy recordamos como una “edad dorada” a la que añoramos regresar. En el cambio del siglo xix al xx, tiempo de la llegada de inmigrantes europeos por millares, era fácilmente reconocible el universo de lo que entonces se llamaba la “mala vida”, que en esos años y durante varias décadas fue bastante extenso. Entre sus numerosos pobladores se contaban “malvivientes” de todo tipo: mendigos profesionales, ladrones, rateros y estafadores de poca monta, malevos y proxenetas. Sus dominios se extendían desde las orillas de las ciudades hasta las calles del centro y de los numerosos burdeles a los no menos abundantes despachos de bebidas, donde alternaban con personas de trabajo en sus ratos de descanso. Los delitos en las ciudades crecieron en estos años a un ritmo más veloz que el del aumento poblacional. En Buenos Aires, por ejemplo, se multiplicaron por seis en los años que van de 1885 a 1910. La mayoría eran delitos cometidos contra la propiedad y aumentaban considerablemente en los momentos de crisis económica. Contrariamente a lo que podría imaginarse, entre los “malvivientes” detenidos por la policía, la mayoría eran inmigrantes. En 1910, el 65 por ciento de los delincuentes identificados tenía ese origen. Indudablemente no todos los malhechores lo eran de manera permanente: el mundo de la mala vida tenía puntos de contacto con el del trabajo y múltiples pasajes en un sentido y el otro.
Un buen ejemplo es el de los miles de linyeras o “crotos” que vagabundeaban a lo largo de las vías del ferrocarril, alimentándose de la generosidad de la gente del campo, robando comida y/o haciendo changas. Se calcula que en la década de 1930 había circulando más de 200.000. Muchos de ellos ingresaban esporádicamente –a veces definitivamente– al mundo laboral empleándose como peones o incluso como obreros en la ciudad. Por ejemplo Cipriano Reyes, célebre por su actividad sindical en el gremio de la carne en los primeros tiempos del peronismo, había “croteado” algunos años. Como regla general, sería un error pensar que los mundos del trabajo rural y urbano eran compartimentos estancos. Por el contrario, al menos en los escalones de menor calificación, existía una amplia circulación entre uno y otro. Lo mismo vale para el trabajo ocasional y el permanente y, en muchos casos, para la “mala” y la “buena” vida.
 
 
Bandidos rurales
El límite entre una y otra ni siquiera estaba siempre del todo claro para los militantes y activistas del movimiento obrero, que en esta época se destacaban por una proverbial honestidad. Los anarquistas, por ejemplo, eran particularmente inflexibles contra todo lo que pudiera ser delictivo (al menos, en lo que refiere a los delitos cometidos en favor del peculio individual). Así y todo, son recordadas las desavenencias que este tema causó entre algunos de los dirigentes de las grandes huelgas patagónicas de 1921. Entonces, para algunos de ellos, como el Toscano y El 68, no existían motivos de peso para aceptar que la lucha de clases no pudiera traducirse en una revancha contra los estancieros ricos que incluyera violencias y expoliaciones para gratificación personal. Las diferencias en este punto con Antonio Soto, dirigente de la famosa Sociedad Obrera de Río Gallegos y máximo conductor del movimiento huelguístico, fueron irreconciliables.
Pero además de las huelgas y las grandes manifestaciones de lucha colectivas, en zonas rurales existían otras formas de resistencia en las que las fronteras entre reivindicación y delito se hacían incluso menos claras. Con frecuencia el fenómeno del bandidismo rural fue canal del descontento para las clases populares. Hubo varios bandidos, en diversas regiones del país, que despertaron la admiración y la simpatía de los más pobres, que con frecuencia los ayudaban en sus fechorías. Uno de los más importantes fue David Segundo Peralta, alias Mate Cosido. Al frente de su banda cometió numerosos asaltos en toda la zona del Chaco durante las décadas del veinte y el treinta. Sus blancos eran preferentemente las grandes empresas forestales multinacionales, los acopiadores de algodón, los bancos y los comerciantes y ganaderos ricos. Se decía de él que entregaba parte de su botín a los más necesitados. Sobre sus hazañas se contaron historias de boca en boca y se compusieron varios chamamés de gran éxito. Su fama sólo fue superada por la de Juan Bautista Bairoleto, “el Robin Hood de las pampas”, quien también fue objeto de gran devoción popular, especialmente tras ser abatido por la policía en 1941. Los más pobres admiraban y apoyaban a los bandidos no tanto por la ayuda que de ellos pudieran recibir, como por el hecho de que en sus correrías veían una especie de venganza contra los más ricos y una burla a la autoridad estatal que tantas veces estuvo en su contra. Pero en el caso de Mate Cosido o Bairoleto, la dimensión política del bandidismo no terminaba allí. El segundo, de hecho, era simpatizante anarquista y tenía buenos contactos con el movimiento. Fueron militantes anarquistas los que concibieron el plan de unificar la lucha obrera con el accionar de los bandidos para golpear un blanco en común: la odiosa compañía La Forestal. A instancias de ellos, se arregló un encuentro entre los dos legendarios bandidos, que se conocieron así en 1937 en un centro masónico obrero del barrio porteño de Barracas. Tras largas horas de charla, acordaron “expropiar” el dinero acumulado en La Forestal en un golpe unificado que afianzaría su fama de justicieros. El gran golpe finalmente no pudo llevarse a cabo, pero al menos se alzaron con 13.000 pesos en uno menos difícil, perpetrado contra el gerente de una de las subsidiarias de la multinacional. Sin embargo, las acciones de los bandidos no siempre resultaban fácilmente “romantizables”. Ni sus víctimas eran sólo los poderosos o intereses claramente repudiables como los de La Forestal. Ni en todas las ocasiones se comportaban verdaderamente como Robin Hoods criollos.
 
 
La amenaza villera
Aunque hoy sean un territorio que se imagina casi universalmente como el foco mayor del peligro delincuencial, las villas fueron suelo fértil (y lo siguen siendo en alguna medida) para el tejido de relaciones de solidaridad y sueños de una vida mejor, cercanos a los que desarrolló el movimiento obrero. Las viviendas precarias no son una novedad: las hubo ya desde el cambio de siglo y en la década de 1930 eran un fenómeno extendido en la ciudad de Buenos Aires. Desde entonces, y en sintonía con el desinterés del Estado por fomentar políticas de viviendas baratas, el fenómeno no hizo sino multiplicarse. Entre 1955 y 1966 se quintuplicó el número de habitantes villeros del conurbano bonaerense. Un estudio de 1963 reveló que existían 120 conglomerados, en los que residían más de 330.000 personas, de las cuales poco menos dos tercios eran nacidas en Argentina. Las precarias casas allí levantadas albergaban en promedio entre 4 y 7 moradores, que vivían con absoluta carencia de servicios públicos y en condiciones elementales de salubridad. En general sus habitantes tenían empleos menos estables que los de los barrios obreros, que complementaban, según los vaivenes del mercado laboral, con el cuentapropismo –los varones en la construcción, las mujeres en el servicio doméstico– o el cirujeo. Una de las villas más grandes, La Cava, en la localidad de Beccar (San Isidro), de una superficie de veinte manzanas, se formó en 1959 en un hoyo que había dejado en el lugar la empresa Obras Sanitarias. Sus primeros pobladores fueron trabajadores llegados del Chaco y de Corrientes, contratados por esa empresa y por la que construyó la ruta Panamericana. Las primeras viviendas se levantaron con toldos de obrador. Tiempo después fueron llegando inmigrantes de países limítrofes y de otras provincias y para 1976 los habitantes sumaban 30.000. Desde comienzos de la década del setenta también se hicieron notar las “tomas de tierra” que desembocaban en la edificación de barrios precarios en terrenos fiscales o no aptos para viviendas. A diferencia de las villas, que se formaban por la llegada individual y paulatina de habitantes, las tomas eran acciones colectivas y planificadas, un ejercicio de autoorganización que con frecuencia se prolongaba en la formación de asociaciones para conseguir colectivamente un reconocimiento del Estado o para gestionar diferentes aspectos de la vida cotidiana (desde el trazado de calles y división de las parcelas, hasta la instalación de salas de primeros auxilios).
En tiempos de la Revolución Libertadora y de Onganía, el Estado reaccionó con hostilidad frente al fenómeno de las villas. Su flagrante violación del principio de la propiedad privada merecía, desde el punto de vista de los militares, nada menos que políticas de “erradicación”. Aunque estas políticas a menudo involucraron toda clase de violencia sobre los habitantes, no consiguieron detener el crecimiento de las villas. Pero sí colaboraron con la politización de las demandas de los villeros y su organización. Ya en 1958 algunas asociaciones y comisiones vecinales de villas comenzaron a confluir en la Federación de Barrios y Villas de Emergencia, que poco después protagonizó manifestaciones de protesta. Aunque actuó hasta 1972, esta iniciativa, ligada al Partido Comunista, no logró entusiasmar a la mayoría de los villeros, que eran peronistas. A partir de ese año, la organización y el activismo de este sector dieron un salto gracias a la creación de otras dos entidades de ese signo. El Frente Villero de Liberación Nacional, formado en febrero de 1973 con representación de los tres principales asentamientos porteños, se propuso incorporar a los habitantes de las villas a la vida política del momento, preservando su independencia respecto de otros agrupamientos políticos. Demandó apoyo estatal para la construcción de barrios definitivos y casas en cuotas (tanto para argentinos como para extranjeros), la expropiación de las tierras ocupadas por los asentamientos, la suspensión de los desalojos y la participación en el diseño de las políticas urbanas. Aunque pronto se declaró formalmente peronista, su crecimiento fue limitado por la aparición de una entidad rival formada meses después por iniciativa de la Juventud Peronista (que buscaba tener una organización villera que respondiera más directamente a sus intereses) y con el apoyo de los sacerdotes tercermundistas. El Movimiento Villero Peronista (mvp) surgido entonces se propuso participar directamente en el Movimiento Peronista para imprimirle, como proponía la jp, un rumbo decididamente nacional y socialista. Gracias a la participación de cuadros políticos bien formados, el mvp rápidamente conseguirá mejoras para los barrios, realizará exitosas campañas de alfabetización y ganará participación en las máximas instancias de decisión del nuevo gobierno, lo que a su vez redundó en el reclutamiento acelerado de nuevos adeptos por lo que pronto tuvo representatividad en buena parte del país. Su historia terminó, como la de buena parte de las luchas similares, con la desolación que impuso sobre ellas la violencia estatal durante la dictadura.
 
 
Coda
Indudablemente no todo en el actual miedo por la inseguridad es mera “sensación” o manipulación mediática (aunque haya una gran medida de ambas cosas). La violencia que la criminalidad involucra hoy seguramente es bastante mayor que la que había en tiempos pasados. No podría ser de otro modo, en un mundo y en un país cuyos umbrales en el uso y la exposición de la violencia física y simbólica se multiplicaron por mil. La “zona gris” que desmiente la perfecta separación entre “honestos” y delincuentes, sin embargo, sigue estando allí como demostración de que los pasajes todavía pueden darse en un sentido y en el otro. La dirección que predomine no depende sólo de la probidad moral de los individuos, sino de la manera en que organizamos la vida social y el reparto de sus beneficios.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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