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Ojos que nos ven
Chicos de la secundaria de la escuela de gestión social Creciendo Juntos, de Moreno y del colegio primario N° 58 de Villa Corina, Avellaneda, dieron forma a esta propuesta de pensar juntos el tema que despierta los fantasmas más autoritarios: la inseguridad, el delito y la criminalización de la pobreza. Éstas son sus propuestas.
Los chicos se ríen.
De los políticos y de la policía. De la televisión y de muchos adultos. De Mirtha Legrand y de Susana Giménez.
Y se ponen serios.
Cuando hablan de droga, delincuentes, racismo, contradicciones y rarezas del mundo. Ana Luz logra una fusión: con un marcador se pinta en la mano “Quiero reír” pero se fotografía seria. Empieza la fiesta, a partir de un disparador: la frase Ningún pibe nace para chorro. Leandro quiere que le escriban “dignidad” en el cuello. Jonathan y Nahuel arman dos carteles que se leen juntos: “Soy pibe, no chorro”. Ludmila se escribe en la mano “Libertad”. Para ella. Y para alguien muy cercano que está preso. A Juan se le ocurre algo que Ana Luz le deletrea en los brazos: “Queremos futuro”.
La actualidad tiene un problema idiomático: se quedó sin palabras que sirvan para entender lo que pasa. Pero está llena de ruido y vacío. Estos chicos de Moreno, Gran Buenos Aires, de la escuela Creciendo Juntos, no son esa actualidad. No integran la farándula de opinadores, funcionarios, políticos, ni locutores. Por eso, a un costado de la canchita de la escuela, lejos de la droga mediática y en el medio de la realidad, dicen demasiado con sus risas, con su seriedad y con lo que eligen escribirse sobre la piel.
Un país al revés
Por distintas razones políticas, económicas, in-culturales y policiales los chicos jóvenes y pobres de Argentina, desde los 12 años o antes todavía, y principalmente los varones (según lo reconocen las propias chicas), se han visto instalados en el universo para resolver un problema llamado “vida”, en las condiciones más inhóspitas que cualquier enemigo podría imaginarles. Enumeración mínima de obstáculos y amenazas:
Racismo.
Rechazo.
Falta de opciones de futuro.
Peor: falta de opciones de presente.
Incertidumbre propia.
Indiferencia ajena.
Criminalización.
Precarización de sus vidas.
Pero en la escuela Creciendo Juntos, de Moreno, están Jonathan, Alejandro, Maxi, Juan, Ana Luz, Ludmila, Brian, Nahuel, Bárbara y Leandro, todos entre 14 y 17 años. Nacidos en menemlandia, criados en la crisis 2001, crecidos en el kirchnerismo, rindiendo lo que se llevaron a diciembre. Barrio de trabajadores. Oficios familiares: carniceros, empleados de empresas basureras, empleadas domésticas, enfermeras, vendedores ambulantes…
La primera referencia implica un reconocimiento a la coherencia de la Policía Bonaerense. “Nosotros mismos tuvimos problemas cuando fuimos al centro de Moreno porque se recordaba La noche de los lápices. Tres de los chicos quedaron separados del grupo y los enganchó la policía. Por la ropa. Bah, por la cara” dice Ana Luz.
1977: siete estudiantes de La Plata desaparecieron en manos de la Bonaerense por su reclamo de boleto escolar.
2009: los chicos que van a conmemorar aquello, son abordados por la misma policía por “portación de cara” . “Los tipos se creen dioses, discutieron hasta con los profesores”, cuenta Leandro.
Detalles de los “delitos” cometidos: son chicos morenos, de ojos grandes, sonrisas enormes (que no suelen dispensar a las fuerzas uniformadas). La ropa: holgada al ritmo de la cultura hip hop. Prendas amplias y coloridas que parecen ayudar a ocupar más el espacio. Zapatillas y, a veces, gorrita con visera. En una era que necesita hacerlos invisibles, ellos tratan de hacerse ver. “Se piensan que somos chorritos, que vamos a hacer una macana” dice Nahuel, que es grandote y rubión. ¿Él también siente el racismo? “Claro, porque el problema es cómo te quieren ver”. Racismo amplio y generoso, puede incluir a los rubios: la condición es que sean pobres. Y depende de una discapacidad: creerse superior al otro. Nahuel: “Te miran mal”. Brian: “Te ven pasar y dicen: mirá ese negro de mierda”. Ana Luz: “La policía también es racista contra los chicos y les dice negros”.
Jonathan pronuncia en voz baja, por pura experiencia, la misma noción a la que han llegado los más lúcidos pensadores sobre la dinámica de esta época: “Te tratan como si fueras nada”.
¿Qué es que te miren mal? Juan: “Con desconfianza, cruzan la calle, o si van adelante tuyo caminan más rápido”. Los chicos empiezan a reírse del miedo que provocan. Maxi: “Paran y te dejan pasar”. Alejandro: “Están perseguidos”.
Hace unos días Jonathan y un amigo pasaron por una casa donde una mujer se había desmayado y estaba tirada en el piso. El marido no la podía levantar para llevarla al hospital y las ambulancias son artefactos inexistentes para estos barrios. “Lo quisimos ayudar y el tipo nos cerró la puerta. Le dije: ‘eh, amigo, no somos chorros’. Al final nos dejó levantarla, más preocupado por que le sacáramos algo que por la esposa. La subimos al auto y nos dio una propina diciendo ‘gracias por ser solidarios’”. Los chicos se quedan callados después del relato.
Bárbara lo piensa bien. “A mí me pasó de ver a alguien y decir ‘me van a robar’. Pero te agarra porque estás mirando la tele y te meten miedo todo el tiempo. Y siempre es con los pobres. Borrachos, drogadictos, violentos y malvivientes”. Los chicos se ríen. “Y te llenan la cabeza”. Alejandro: “Pelean para ver cuál canal es el más mentiroso”. Diálogo:
–Hay canales que mienten a favor del gobierno, y dicen que Cristina es una genia, pero no te muestran que no cumple lo que promete. Los de la contra dicen que está todo mal y que Narváez y Macri son divinos. Todos mienten.
–Le hacen mala fama a la villa, para que parezca que son todos chorros. Y es mentira.
–El de Palermo capaz que anda de maletín y es un superchorro.
–No te muestran a los que roban a lo grande, pero si un pibe robó o mató te lo pasan cada dos minutos. Es para que no te enteres de las cosas que hacen los políticos y los que tienen guita. Yo miro canales deportivos. O los de música.
Alejandro: “La tele la uso para jugar a la playstation. Más que los noticieros miro Botineras”. Todos se ríen. ¿Quiénes son los que miran más televisión? Coincidencia general: “La gente grande. Se matan. Pero muy pocas cosas valen la pena”. Les pido un ejemplo. Respuesta unánime: Los Simpson.
Me hacen recordar algo que pensó un escritor y filósofo polaco que vivió en este raro país hace medio siglo. Witold Gombrowicz en su Diario Argentino escribe como si fuera hoy:
“Hablo solamente de la juventud porque la característica de Argentina es una belleza joven y ‘baja’, próxima al suelo, y no se la encuentra en cantidades apreciables en las capas medias o superiores. Aquí únicamente el vulgo es distinguido. Sólo el pueblo es aristócrata. Únicamente la juventud es infalible. Es un país al revés, donde el pillo vendedor de una revista literaria tiene más estilo que todos los colaboradores de esa revista, donde los salones –plutocráticos o intelectuales– espantan por su insipidez, donde al límite de la treintena ocurre la catástrofe, la total transformación de la juventud en una madurez por lo general poco interesante. Argentina, junto con toda América, es joven porque muere joven”.
Rap de Villa Corina
Tienen 12 años y ya saben lo que es la impunidad. Les pregunto si entienden qué significa. Gustavo, el más locuaz, fachero y decidido del grupo, me aviva: “Un grupo vino al barrio una noche y mató como a quince pibes. Eran hijos de policías. Disparaban desde el auto, a matar. Decían que así iban a limpiar a los delincuentes. Al otro día todos fuimos a tirar piedras a la comisaría, pero lo único que hicieron fue meter preso a uno de los pibes que protestaba.”
Lo cuenta como si se tratara de una leyenda urbana, pero no. Sucedió el 14 de agosto de 2007 y la crónica periodística registra una protesta vecinal por el asesinato de 8 adolescentes. “Los vecinos afirmaron que los jóvenes asesinados fueron baleados desde vehículos que llegan hasta la zona y disparan a mansalva contra las personas. Esos vehículos estarían ocupados por gente fuertemente armada que inclusive porta chalecos antibala. Ante lo que consideran falta de respuestas por parte de la policía, los vecinos se reunieron y manifestaron frente a la sede de la comisaría. Arrojaron piedras contra el frente e incluso provocaron heridas a cuatro efectivos policiales que intentaron frenar la ira de los más exaltados. En tanto, los uniformados procedieron a aprehender a una de las personas que arrojaron piedras”.
Estamos en la sala de computación de la escuela primaria n° 58 de Villa Corina, a sólo 7 kilómetros de la Capital, en un complejo habitacional con más de 88 torres en donde se hacinan unas 7.000 personas, aunque se calcula que otro tanto vive en las casas que rodean ese barrio concebido en 1973 por José López Rega. También se calcula que el 80 por ciento de esa población malvive con planes sociales. Estamos con Gladys, Gabriel, Gustavo, Lucas, Nilda, Belén, Luana y Nicolás. Chicos de 12 años que ya saben lo que es la política. Lo explican cuando pregunto qué le dirían a un candidato si lo tuvieran enfrente. Con paciencia Gustavo, el galán del grupo, me despabila: “Ya tuvimos uno enfrente: a Kirchner. Vino para las elecciones, re custodiado y caminó por acá, dando la mano. Cuando se la dio a mi mamá le preguntó: ‘¿Qué necesitás?’ Ella le dijo: trabajo. Tenía al lado a una chica que anotaba todo en una carpeta. Ese día inauguró un semáforo que ya no anda más”.
Gabriel, el rapado que está sentado a su lado, completa la lección: “Yo en cambio le pedí a Cacho un Sega. Eso te lo dan”.
Fue en 2009, durante la última campaña electoral, cuando Néstor Kirchner, candidato a diputado bonaerense, recorrió a pie las calles del barrio junto al intendente de Avellaneda, Baldomero Cacho Álvarez de Oliveira.
Los chicos están en la clase del taller de edición musical y muestran orgullosos las pistas que han logrado diseñar para lo que imaginan será un rap poderoso. La charla, entonces, incluye la ceremonia de escuchar el tema El Niño, de Mustafá Yoda, cuya letra los chicos repiten completa y en voz baja, como un latido. Dice ese estribillo:
Bebés nacen borrachos
y el vino es más barato que la leche
quieren que no piense, sospeche
aparatos de la mente arrebatan
tu futuro en tu presente
el niño llora, el niño siente.
¿A qué le tienen miedo?
A que me roben (Gladys).
A que nos maten, como pasó con los chicos esa noche (Gustavo).
¿Qué le dirías a la policía?
Nada, porque si les hablás te pegan una patada en el orto (Gabriel).
¿Y a la justicia?
Menos, si ellos arreglan con la policía (Gustavo).
¿Y a la tele?
Nada, porque no escuchan. El noticiero vino acá cuando pasó lo de la comisaría y decían cualquier cosa (Gustavo).
Luana cuenta que para conseguir trabajo su padre debe ocultar que vive donde vive. Uno quiere ser albañil, otro basurero, Gladys enfermera, Gustavo futbolista. Uno de los chicos da un consejo: “La escuela secundaria tiene que cambiar, mi hermana no aprende nada. Uno de los profesores vendía droga y lo metieron preso”. ¿Familiares detenidos? “Mi papá cayó con el hermano de ella, porque iban borrachos en el colectivo. Ahora cambió un montón, trabaja y va a la iglesia evangelista”. Gustavo: “Yo también voy”.
¿Por qué alguien sale a robar?
Por la droga (Todos).
¿Hay mucha droga en este barrio?
La que quieras. Hay de 50, de 20, de 5.
¿Qué piensan cuando escuchan la palabra inseguridad?
En la droga. En la policía.
¿En el barrio hay mucha policía?
Hay, pero hacé de cuenta que no hay nada, porque no hacen nada.
Los chicos de Villa Corina están ahora tramando un sueño: un rap que hable de todo esto. Que lo grabe Mustafá. Que diga que ningún pibe nace para chorro.
¿Por qué robar?
Cada dato da para un libro. La escuela pública se ha convertido en un sistema de exclusión. La mitad de los chicos que entran al secundario no lo terminan: 430.000, 180.000 de los cuales son de la provincia de Buenos Aires. Casi el 40 por ciento de los desocupados tiene menos de 25 años. Sólo se trata de buscar: muertes evitables, desnutrición, violencia familiar, abusos. Las cárceles están saturadas de jóvenes pobres. Los desaparecidos en democracia, fuera del caso de Julio López, son chicos como Luciano Arruga, Iván Torres, Diego Duarte, Miguel Bru. Y unos 2.800 fusilados. Si Rodolfo Walsh escribió en su Carta Abierta que el mayor crimen de los militares no eran los asesinatos, torturas y desapariciones, sino el plan económico que sometía a millones de personas a la “miseria planificada”, hoy se ven las dos cosas: quiénes son sujetos actuales de las violaciones a los derechos humanos y cómo estos chicos intentan sobrevivir a los resultados de aquella planificación. Puede pensarse: ¿estos chicos están más cerca de que se cumplan o de que se violen sus derechos? ¿De la salud o de la enfermedad? ¿Del trabajo o de la precarización?
Sigue la ronda de charla en Moreno.
–El pibe que se droga y roba lo hace por los de arriba, que son los que dejan que haya narcotráfico. Si quieren solucionar el problema, hay que solucionarlo arriba.
–También se roba por necesidad.
–Otro problema es la junta. Te juntás mal y te jodiste.
–Y depende a veces de la familia. Padres separados, borrachos, qué sé yo.
–O empieza porque el pibe se droga, se envicia, y tiene que salir a buscar plata. Mi primo se empezó a drogar a los 8 años. Tengo una bocha de primos chorros.
–El que sale a buscar trabajo no encuentra, y si encuentra le pagan mal, o lo tratan mal. ¿Qué hace? Lo piensa.
–Todo el día no podés estar de vago. Te desesperás. Buscás plata.
–Y a algunos pibes les gusta robar.
Los chicos cuentan el caso de un conocido del barrio al que la familia cuidaba, le compraba buena ropa. “Pero se drogaba y salía a robar, tenía cosas, pero quería más”. Ana Luz: “Le pasaba igual que a los políticos, están llenos de plata y siguen robando”. Alejandro: “Pero no se drogan”. Risas de todos. Alejandro: “Bueno, pero usan la mejor”.
Bárbara: “Encima Susana Giménez y Mirtha Legrand dijeron que tiene que haber más represión, como que vengan los militares”. Otro de los chicos: “Son boludas. La policía está en combinación con los chorros. Es corrupta. Más policía ponés, más robos tenés, y más narcotráfico, pero todos se hacen los pelotudos” .
Juan pregunta si hay algún político honesto. Uno grita “¡Duhalde!” y todos se ríen como si miraran a Los Simpson. Nahuel se anima a más: “Hitler”. Le pregunto a Brian por qué eligió escribirse la palabra “Rescatémonos”, tan apta para naufragios. “Para que entendamos lo que estamos haciendo. Los que se drogan, los que no. Y los políticos”.
Ana Luz quiere ser diseñadora. Nahuel, trabajar de basurero. Alejandro no lo pensó: va a ir a vender a los trenes con su papá. Le gustaría dibujar. Maxi quiere ser profesor de educación física. Brian, trabajar en el Servicio Penitenciario. Y Ludmila piensa estudiar Derecho. “Pero no para abogada. Para jueza”. Nahuel quiere agregar otro lema: “Busco novia urgenteeeee”.
¿Qué cosas les importan? Otra unanimidad: los amigos. No es el concepto de amistad en yunta, de grupito, sino algo que los adultos de Creciendo Juntos ven como novedoso. “Es la amistad del grupo grande, donde todos intervienen, incluso los de distintas edades”. Nahuel anuncia: “Tener amigos es bueno para la salud”. Ludmila había escrito “Libertad”. Uno de los chicos dice: “No sé para qué me sirve”. Alejandro le responde: “Para decir lo que pienso, para elegir lo que quiero”.
¿Te sentís libre?
–Sí –dice, con total naturalidad. Se queda mirándome.
¿Y tenés miedo?
–¡No!– contesta riéndose.
¿Será que se nos mezclaron cosas que están relacionadas? ¿Ser libre no tendrá que ver con superar el miedo? Alejandro eligió dos palabras para pintarse sobre las venas. “Queremos vivir”. Para los que entiendan que “vivir” es algo un poco más complejo que “no estar muerto”, algo que supera las ofertas del mercado y los medios, es todo un proyecto de acción. El desafío que los chicos están proponiendo –y nos proponemos– es ése: cómo hacer cosas a la altura de ese plan apasionante que los chicos diseñaron, pensando el mundo con marcador grueso.
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