CABA
Crimen y castigo
Lidia Papaleo de Graiver dice estar dispuesta a presentarse a la justicia para denunciar por delitos de lesa humanidad a las empresas periodísticas que se quedaron con Papel Prensa. Esta mujer que fue torturada y violada por Etchecolatz, que sobrevivió a los campos de concetración y al cáncer, cree que es el momento oportuno para aclarar uno de los más oscuros capítulos de la dictadura: el que involucra a medios y personas que hicieron grandes negocios en medio del terror.
Juez: ¿Jura o promete decir la verdad?
Papaleo Lidia: Juro y prometo decir la verdad, por Dios.
Juez: ¿Algún tipo de interés particular en el resultado de estas actuaciones?.
Papaleo Lidia: Sí.
Juez: ¿Cuál es su interés particular?.
Papaleo Lidia: Testimoniar…
¿Se repetirá una escena como ésta, registrada en las actas del Juicio a la Verdad de 2002? Lidia Papaleo de Graiver se presentó para declarar acerca de lo que vio durante su secuestro durante la dictadura (en particular, el nacimiento de un bebé en uno de los campos de concentración). Gran parte de su familia pasó por lo mismo que ella: los tormentos, la humillación. Lo que Rodolfo Walsh llamó el “impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad”. Dos de los ejecutivos del grupo económico conducido por David Graiver, Jorge Rubinstein y Edgardo Sajón (había sido secretario de Prensa del régimen de Alejandro Lanusse) murieron en lo que llamaban “parrilla” al no resistir la tortura.
Ella misma, Lidia, fue torturada y violada con particular ensañamiento por el comisario Miguel Etchecolatz, segundo del general Ramón Camps en la conducción de la policía bonaerense. El contexto de esta historia incluye la apropiación de los bienes de la familia Graiver por parte de la dictadura, y la venta de las acciones de Papel Prensa a los diarios Clarín, La Nación y La Razón. Ese es un tema sobre el que Lidia Papaleo de Graiver nunca habló.
¿Qué pasó realmente con Papel Prensa? Las preguntas que no encuentran respuestas jamás desaparecen. Lidia Papaleo, capricorniana nacida el 11 de enero de 1944, ha permanecido en un estado de discreción absoluta desde que fue liberada en 1982, salvo por sus declaraciones en juicios violaciones a los derechos humanos.
Actualmente está preparando un regreso nada silencioso. Formó pareja con un norteamericano, está muy repuesta de un cáncer de mama y de las operaciones y tratamientos subsiguientes. Ahora ya no espera los resultados de sus análisis, sino los de la investigación sobre los detalles de la venta de Papel Prensa que inició la Secretaría de Comercio Interior, para iniciar ella misma una acción penal que determine si la compra de esa empresa es parte inseparable de un delito de lesa humanidad.
mu habló con Osvaldo Papaleo, hermano de Lidia: “Ella está muy bien. Contenta con toda esta discusión. Es una situación de justicia. Esperó años. Sola, no podía hacer nada. Ahora llegó el momento. Es optimista. Si uno no es optimista, no sobrevive a lo que sobrevivió ella. Dios querido, no vivís”.
El caso Papel Prensa es una biopsia de la historia de las últimas décadas, plantea enigmas desde siempre, y ya está en una etapa convulsiva que quizá termine por alumbrar algo sobre esas dos palabras escurridizas que el juez Antonio Pacilio, de la Cámara Federal de La Plata, le requería a Lidia Papaleo: la verdad.
El emporio Graiver
David Graiver murió él 7 de agosto de 1976, a los 35 años, cuando cayó el avión en el que se dirigía de Nueva York a Acapulco a encontrarse con su esposa Lidia y su hija María Sol. Graiver había rearmado como un rompecabezas la empresa familiar hasta convertirla en un emporio valuado en 200 millones de dólares (dólares de aquella época).
A las empresas familiares (inmobiliarias) agregó primero astucia para quedarse con el Banco Comercial de La Plata, y el Hurlingham (antes de cumplir los 30 años). Intuyendo en qué consistía construir poder, logró insertarse como subsecretario del Ministerio de Bienestar Social, a cargo del ex capitán Francisco “Paco” Manrique, durante la presidencia del general Alejandro Lanusse. Los hijos de Lanusse trabajaron en las empresas de Graiver, que se hizo socio capitalista de la mitad del diario La Opinión, dirigido por Jacobo Timerman.Ya en 1972, colaboró económicamente en la campaña presidencial de Manrique, y también en la de Cámpora-Solano Lima. Viajó a Madrid y logró caminar con Juan Perón largamente por los jardines de Puerta de Hierro.
David Graiver, Dudi, ya se había hecho experto en el arte de jugar a varias puntas. En 1973, con el regreso de la democracia, se concentró en su relación con José Ber Gelbard, el ministro de Economía de Cámpora, Perón e Isabel. En julio de aquel adrenalínico año nació otra relación: David se había separado de su primera esposa, Susana Rotenberg, y armó pareja con Lidia Elba Papaleo, psicóloga, 29 años, esbelta platense de ojos verdes, que venía trabajando grupalmente con los actores del Clan Stivel (que hacían un programa televisivo célebre en su época: Cosa Juzgada). Graiver consolidó en ese tiempo una tercera relación: con Montoneros.
Other People Money
Un David Graiver, el banquero de los Montoneros, el periodista Juan Gasparini investigó buena parte de esta historia (Gasparini fue además militante de la Tendencia Revolucionaria en los 70; todo su trabajo se basa en la investigación periodística, que ejerce desde Suiza y para diversos medios argentinos e internacionales, desde hace 30 años). Relata que en diciembre de 1973, gracias a las presiones y ahogos motorizados por Gelbard desde el ministerio de Economía, se logró que el Grupo Civita (editorial Abril) cediera a Gravier el 26 % de acciones de Papel Prensa, que entonces era todavía un proyecto ideado en tiempos del régimen militar para monopolizar la fabricación de papel de diario con tecnología nacional. El 25% de las acciones eran del Estado y el 49% restante subdividido en unos 30.000 accionistas anónimos.
Gasparini habló con mu: “La idea de Graiver era brillante, quería quedarse con el monopolio del papel que es un elemento de presión sobre los medios. Graiver tenía ambiciones de poder clarísimas. Se las hizo ver a Gelbard, que presionó a Civita para que las acciones se transfirieran a favor de Graiver”.
La familia crecía: en noviembre de 1974 nació María Sol Graiver. Gasparini: “Lidia tenía una enorme influencia sobre Dudi, lo ayudaba a pensar sus reuniones, a establecer estrategias para sus contactos”. Lidia no era integrante de Montoneros ni de sus grupos afines (la Juventud Peronista), pero había sido pareja de Enrique “Jarito” Walker, uno de los iniciadores de la revista Gente en los años 60, luego volcado a la conducción de Montoneros, especialmente al área de prensa con publicaciones como El Descamisado. Gasparini: “Creo que había un juego de parte de Graiver de mostrarle a su mujer todo lo que él podía hacer, frente a esa imagen del guerrillero que había sido su anterior pareja”. David propuso que Jarito fuera uno de sus nexos con Montoneros. Gasparini cuenta que en las comunicaciones y citas en clave llamaban “doctor Hiram” a Walker (por el whisky).
Otro de los contactos directos de Graiver con Montoneros fue Roberto Quieto, quien conducía la agrupación junto a Mario Firmenich (Pepe). El libro rescata una charla en la que Quieto mencionó a Montoneros como “OPM” (organización político militar) y Graiver le contestó: “Mi opm es Other People Money” (dinero de otras personas). Gasparini: “Graiver no se llevó la plata afuera, como hacen los tipos pudientes de Argentina. Se ofrecía como banquero para todos los que quieren sacar la plata y ese dinero lo volvía a invertir en Argentina para solventar su proyecto político, que se apoyaba en lo económico y donde jugaba a futuro con emprendimientos como el de Papel Prensa”. Quieto sería secuestrado y desaparecido en diciembre de 1975.
La implosión
La historia es infinita, y acaso conocida. El país iba entrando en una tensión de vértigo por los enfrentamientos internos del peronismo, la expulsión de los Montoneros de Plaza de Mayo por parte de Perón, la muerte del líder, el pase a la clandestinidad de la guerrilla y sus grupos afines, la irrupción de la Triple A (los parapoliciales comandados por José López Rega). Graiver fue amenazado por esa organización, y resolvió emigrar con su familia, manteniendo en el país sus empresas y contactos, mientras consolidaba proyectos externos que incluían la compra del Century National Bank (cnb) y el American Bank and Trust (abt) de Nueva York, además del Suiss-Israel Bank de Israel, y el Banque pour l’Amérique du Sud de Bélgica. Mientras intentaba obtener la residencia en los Estados Unidos, se instaló en Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México. De lunes a viernes, Nueva York; fin de semana en México. Sus padres (Juan y Eva) y su hermano Isidoro con su esposa Lidia Brodsky se mudaron muy cerca.
Gelbard ya no estaba en el gobierno, y la opm Montoneros, pasó a ser una Other People Money, cuando entregó a Graiver 16.825.000 dólares para custodiar y multiplicar. Eran parte del secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born (el rescate pagado por la empresa Bunge & Born, el más caro que se conoce, había sido de 63.600.000 dólares).
La situación política a fines de 1975 ya hacía preveer algo todavía peor: el golpe. Los militares no pensaban esperar a las elecciones que debían realizarse ese mismo año. Graiver y Lidia lo supieron directamente en una cena en enero de 1976, con el jefe del Ejército, general Jorge Videla y su segundo, Roberto Viola, según la investigación de Gasparini. Los Graiver estaban en Punta del Este y viajaron sigilosamente a Buenos Aires para tal encuentro.
Un trabajo para la CIA
El 24 de marzo fue el golpe. Graiver mantuvo sus relaciones todavía secretas con los Montoneros (se les pagaban intereses de 193.000 dólares mensuales por el dinero depositado) y una situación en principio sin conflicto con la dictadura, que no parecía tenerlo en la mira en sus actas institucionales ni en sus actos no institucionales.
Pero el 7 de agosto de 1976, comenzó la otra historia. El avión (un Jet Falcon) en el que Dudi Graiver se dirigía esta vez a Acapulco, donde lo esperaban su mujer Lidia, su hija Sol y su padre Juan, cayó en Chilpacingo. Si hay algo que nadie parece haber creído, es que se tratara de un accidente. La dictadura dejó correr el rumor de que Graiver estaría vivo, que el accidente era simulado. Los medios argentinos tomaron con entusiasmo la hipótesis y los periodistas de editoriales y diarios pudieron viajar un poco y llenar páginas con “informes exclusivos”, y/o “la verdadera historia de…”, mientras los militares seguían matando en medio del silencio. Gasparini tampoco cree en la idea del accidente, pero por razones inversas.
¿Cuál es su hipótesis sobre la muerte de Graiver?
Lo que investigué y sostengo en el libro, sin que nadie lo haya desmentido, es que fue un atentado ejecutado por la cia (Central Intelligence Agency). Para mí es evidente que las políticas de los Estados Unidos, y de la cia en particular, en esa época estaban totalmente entrelazadas con las dictaduras. El propio Senado norteamericano ha salido a pedir disculpas por esas intervenciones, que en el caso chileno han demostrado la participación de sus organismos en crímenes concretos. En muchos casos se van conociendo por la propia desclasificación de los informes internos.
¿Qué razón había para matar a Graiver?
Impedir que un banquero vinculado al que ellos calificaban como el grupo terrorista más importante de la Argentina y uno de los más importantes del continente, abriera bancos en el corazón de Nueva York. De paso, esa muerte le representaba a la dictadura asestar un golpe al mecanismo de financiación de los Montoneros, sin contar los otros negocios que imaginaron a partir de allí.
El plan
La conducción de Empresas Graiver Asociadas (egasa) era tan concentrada en Graiver, que su desaparición significó el derrumbe de todo, y lo que Gasparini diseña como un plan en tres etapas:
“1ª fase: Liquidar la cabeza del grupo, que en un caso tan personalizado como el de Graiver genera una debilidad inmediata, y total iliquidez económica. Él hacía el juego de coneguir un préstamo, devolverlo con otro, etcétera. Sin el cerebro, viene el colapso”.
“2ª fase: Aprovechando la debilidad el Estado, segundo socio accionario de Papel Prensa, presiona para quedarse con las acciones. No podían hacerlo como los grupos de tareas, pateando la puerta. Tenían que guardar las formas y hacer un traspaso con la mayor apariencia posible de normalidad. Esta fue una idea de los civiles de la dictadura, del propio José Martínez de Hoz básicamente, para cumplir con la necesidad que le planteaba la agencia de asesoramiento de imagen norteamericana Burson Masteller, de tener medios dóciles”.
El régimen tenía toda la televisión. Pero en aquella prehistoria, los diarios mantenían un poder de llegada a la llamada “opinión pública” mucho mayor -cuantitativa y cualitativamente- que el actual. La idea que Gasparini atribuye a Martínez de Hoz es sencilla: darle el monopolio de papel a los tres diarios de más tirada, con la contrapartida obvia de domesticación (no hacía falta demasiado: el golpe había sido bienvenido por esos tres medios, e incluso por La Opinión de Jacobo Timerman, y La Tarde, dirigido por su hijo Héctor, actual embajador argentino en Estados Unidos. La idea militar, en todo caso, era la de docilidad a largo plazo).
“3ª fase: La habitual de la dictadura: entran, chupan a todos, matan y se quedan con el paquete completo”, explica Gasparini.
Un trabajo para Martínez de Hoz
El problema para el caso Papel Prensa es determinar si existió una frontera entre estas tres fases. Los diarios implicados son dos, Clarín y La Nación (La Razón se fundió, en parte por la hostilidad comercial de Clarín, que de paso se quedó con sus acciones). Estas empresas, a través de sus empleados-editorialistas, claman inocencia planteando que la venta de Papel Prensa fue una operación normal y voluntaria del Grupo Graiver, personalizado en Lidia Papaleo.
Lidia efectivamente volvió a Buenos Aires desde México, y trató de remar contra la catarata. Mandó una carta al propio Jorge Videla pidiéndole una reunión. Nadie contestó. Mantuvo contactos con Montoneros, que reclamaban lo suyo, con el agregado de que Quieto y Walker estaban desaparecidos, en un agujero negro cada vez más denso.
La presión del gobierno consistió en anunciar a los accionistas privados de Papel Prensa que ante la asamblea del 3 de noviembre estaba dispuesto a no dar el quórum. Sin apoyo estatal, y ante la iliquidez absoluta de los Graiver, el proyecto se derretía. A través de un socio de Martínez de Hoz, Jorge Martínez Segovia, le llegó a Lidia la propuesta de salir limpia de toda la historia, cobrando los Graiver 8.300.000 dólares por sus acciones en Papel Prensa (la cifra real era mucho mayor, y se pagó sólo una cuota).
Ante la encerrona, el 2 de noviembre se firmó el traspaso de acciones de Papel Prensa en las oficinas de Bartolomé Mitre (nieto de ídem), con la presencia de Patricio Peralta Ramos (La Razón), Héctor Magnetto ( Clarín), y un invitado especial, Máximo Gainza Castro (La Prensa), para testimoniar el hecho. En enero se confirmó el traspaso. El 8 de marzo comenzó lo que la psicopatía creativa de Ramón Camps llamó “Operación Amigo”. Secuestraron a Juan Graiver. El 14 a Lidia Papaleo, y el dominó llegó a 24 personas, familiares, socios y empleados del grupo Graiver, sin contar a Rubinstein y Sajón, muertos y desaparecidos.
¿Hay otra historia?
La duda que puede plantearse es: ¿cada hecho es exactamente así? Porque las actuales investigaciones sobre los registros internos de Papel Prensa plantean dudas sobre que las acciones haya sido realmente transferidas. En algunos medios se publicó que Osvaldo Papaleo sostiene que Clarín y La Nación compraron Papel Prensa con la familia Graiver secuestrada. Papaleo negó tal argumento a mu. “No. Lo que yo digo es que la familia fue presionada. La familia no estaba en posición de ejercer su libertad. No es que estuviese detenida. Una de las condiciones del comercio es que la persona decida con libertad. El gobierno los presionaba para que vendieran. La familia va a declarar esto que yo digo. No estaban presos físicamente en ese momento, pero sí presionados”. Papaleo se refiere a la etapa anterior a los secuestros, pero siembra dudas con respecto a que la operación comercial estuviese formalizada realmente luego de la “Operación Amigo”.
Gasparini agrega una comprobación: “El problema es que nada de esto se va a resolver con artículos, declaraciones ni columnas de opinión que digan una cosa, o la contraria. Esto lo va a resolver un juicio. ¿Fueron las empresas cómplices de delitos de lesa humanidad, para beneficiarse comercialmente con lo que estaba ocurriendo?” Esa es una de las preguntas que la propia Lidia Papaleo tal vez pueda responder, mientras no hay cosa juzgada.
Momento oportuno
¡Turrita! ¿Dónde tienen la guita? ¿A quién le pagaban los intereses? ¡Contame, guacha de mierda, entre nosotros no puede haber secretos!
Así describe Gasparini en su libro uno de los “interrogatorios” del Director de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Miguel Etchecolatz a Lidia Papaleo. Entre los delitos por los que Etchecolatz fue finalmente condenado, se cuenta el de violación. Según la descripción de Juan Gasparini en su libro, eso incluyó a Lidia. Cada detalle es una historia del asco, la cobardía, de la posibilidad humana de convertirse en basura. No hay palabras. Ninguna alcanza.
La mujer pasó por los llamados Pozo de Banfield y Puesto Vasco en la provincia, el Departamento Central de Policía, y finalmente fue sometida a un Consejo de Guerra que la dejó detenida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta agosto de 1982. La picana, las violaciones, el cigarrillo sobre la piel…
En el Juicio de la Verdad, reveló que pese a todo, jamás tuvo contacto ni en los campos clandestinos ni en la cárcel “formal” con médicos, salvo una vez: “Yo estuve internada y fui operada de un tumor cerebral en la cárcel, que me llevaron a un Hospital en el año… en febrero del 82, ahí sí tuve contacto con médicos”.
Finalmente la justicia formal (no la militar) absolvió a Lidia y a su familia, y el gobierno de Raúl Alfonsín aceptó pagar una indemnización del Estado de 84 millones de dólares a los Graiver por los despojos de sus bienes.
Ya en tiempos menemistas, una alianza de facto formada por Jorge Born, su ex secuestrador montonero y luego empleado del holding Rodolfo Galimberti, el jefe de la side Juan Yofre, y el fiscal Juan Martín Romero Victorica, lograron presionar para que parte de la indemnización de los Graiver fuera a parar a Bunge & Born & Sus Amigos como resarcimiento y revancha de aquel rescate de los años 70.
Osvaldo Papaleo confirmó que él y su hermana estuvieron reunidos con el secretario de comercio Guillermo Moreno. Sobre el encuentro sólo dice: “Fue bueno. Ellos nos citaron. No piden nada a cambio. Veremos cómo sigue esa investigacíón”.
Lidia Papaleo ejerció como psicóloga hasta los 90, en el 2000 enfermó de cáncer de mama (y en aquella audiencia de La Plata, hizo referencia a que tenía metástasis). Su hermano dice: “Está mucho mejor, la operaron, se dedicó a curarse”. Formó pareja con el norteamericano Steve Tage, su hija María Sol es abogada.
¿Qué busca con una posible acción penal?
Lo que busca es la responsabilidad social de los tipos. Ella tiene un buen pasar, no depende de esto. Es al revés: es algo que no hizo nunca. Esperó el momento para hacerlo. Tiene una edad (66) que no da para hacer juicios por la plata. Lo que se juegan son otros valores. Acá el único que puede hace algo es el Estado. La pelea con Clarín no la puede llevar Lidia, ni un partido político, ni una eoenegé. Cuando ella vio que había un peso pesado, el gobierno, con decisión de pelear… cómo no. Tampoco era salir a pelear una cosa que no tenía destino. Ella tiene documentación propia, juntó todo y lo tiene afuera del país. Esperando el momento o-por-tu-no. Es natural que esto terminara así. Son ciclos. Yo creo que el ciclo de Clarín terminó. Por eso esta pelea.
¿Pero qué tipo de causa piensa seguir?
La de aplicarle a la compra de Papel Prensa la instancia de delito de lesa humanidad.
Magdalena y La Nación
Dida Papaleo, refiere su hermano, recibió unas semanas atrás un llamado inesperado, invitándola a una reunión con el director del diario La Nación, Julio César Saguier. Quien llamaba era la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. Papaleo: “Mi hermana ni la atendió. En esa respuesta está la condena. ¿Qué tiene que estar llamando? ¿Es accionista de La Nación, o de Papel Prensa?”. Ante la consulta de mu sobre si efectuó tal llamada y sus motivos, la periodista sólo respondió: “No conozco a Lidia Papaleo”.
Casi simultáneamente, La Nación presentaba ante la Comisión Nacional de Valores una carta anunciando que sus accionistas y los de Arte Gráfico Editorial (Clarín) dejaron “sin efecto, rescindido y sin valor legal alguno el Convenio entre Accionistas de Papel Prensa de fecha 18 de agosto de 1977”. Traducción: la alianza interna en la empresa ya fue. Papaleo: “Los de La Nación no se quieren comer lo del adn (por los hijos adoptivos de Ernestina Herrera), ni estar mezclados con algo raro de las acciones, por eso querrían hablar con mi hermana”.
Clarín, por su parte, publicaba una triste carta de respuesta a Héctor Timerman, firmándola “La Redacción de Clarín”, propaganda defensiva que deja enlodados a sus empleados en la defensa de la empresa, de la compra de Papel Prensa y de la investigada adopción de niños por parte de la directora. No deja de ser un ejercicio de debilidad, o de algo todavía peor. Del otro lado, el gobierno, con Moreno como figura y Néstor Kirchner como guionista, posiblemente se quiera acelerar cualquier desenlace de aquí al 2011 electoral.
Lidia Papaleo gira en una órbita aún indescifrable. Esperó su momento. Mataron a su marido, secuestraron a su familia, la torturaron, le quemaron años de vida. Hay un puñado de personas capaces de contar la verdad de lo que ocurrió. Los oscuros personajes que compraron Papel Prensa o presenciaron esta tragedia, no sueñan con hacerlo. Lidia Papaleo tal vez ya no espere, si es que percibe que las preguntas que no encuentran respuestas, jamás desaparecen.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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