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Había una vez

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Historia vulgar. Un colectivo de investigadores, que se reconoce parido por el 19 y 20 de diciembre, divulga el pasado desde otra perspectiva. El resultado es un relato que tiene otros personajes fundamentales de la historia argentina: los de abajo.

Había una vez“Es sabido que la identidad personal
reside en la memoria y
que la anulación de esa facultad
comporta la idiotez.
Cabe pensar lo mismo del universo”.
Jorge Luis Borges.
Historia de la eternidad.
 
Entre el Cabildo –cubierto con un preservativo edilicio para hermosearlo frente al Bicentenario– y la Pirámide de Mayo, las huestes del grupo Historia Vulgar siguen a Luciano. No es un prócer sino que, además de historiador, es guía turístico, y acaso tenga la costumbre de ir adelante. Sorteando avanzadas de venta de escarapelas y maíz, atravesando tropas de palomas guturales y turistas diciendo “¡whisky!”, Luciano levanta el brazo señalando un destino: “A la fuente”.
Los siete integrantes del grupo se descalzan y meten los pies en el agua pese al frío, como aquellos obreros del 17 de octubre que llegaron en busca de un coronel preso, y tal vez de sí mismos. Pablo exclama: “Esto es una reivindicación histórica”. La broma ilustra la seriedad de este grupo que está haciendo un trabajo de pensamiento y divulgación de la historia a partir de una premisa: para comprender el pasado hay que meter las patas en las fuentes, planteándose un enigma obvio, complejo, y en tiempo presente.
El enigma es: ¿quiénes somos?
 
 
El corpiño de la patria
Todo comenzó aquel día en que los almanaques estallaron y descubrieron que en el presente se había abierto una ventana para mirar el pasado, y eso podía ayudar a que el futuro no fuese pura incertidumbre. Así como ciertos anteojos sirven como tecnología para mirar películas en 3d, empezaron a buscar qué clase de tecnología de la mirada podía servir para asomarse –desde la calle– a esa ventana con vista a la cuarta dimensión: la del tiempo.
“Lo que nos voló la cabeza fue el 19 y 20 de diciembre”, cuenta Ezequiel Adamovsky, profesor de Historia (como el resto del grupo), investigador del conicet y doctor egresado del University College de Londres. “Para nosotros fue ver que se acababa la figura del ciudadano solitario” explica Ana Guerra. “Me hizo repensar todo lo que hacía, se encendió de nuevo la chispa del entusiasmo por lo político” revela Martín Baña. “Un movimiento de masas te cambia la cabeza” agrega Aldo Chiaraviglio: “Ves adelante tuyo cómo se produce la historia. Yo venía de una izquierda con conceptos muy cuadrados. Y ahora descubría la iniciativa de sujetos y personas concretas. Eso te envía también hacia atrás, y a repensar: ¿cómo habrá sido la historia?”. Pablo Cortés: “Para mí fue una llave teórica, una experiencia de acceso al saber”. Esa llave, cuenta Romina Véliz, tiene ejemplos concretos: “En 2001 se alteraron los modos de contar. La gente decía sobre las noticias publicadas en Clarín: ‘nos mean, y dicen que llueve’. ¿Con los relatos históricos no pasó lo mismo?”. Luciano Zdrojewski: “Y entonces hicimos: ¡clic! ¿No habrá que pensar así también la Historia, no desde los próceres sino desde las experiencias más cotidianas?”.
Clic: si el año 2001 se entiende más que por los políticos y los medios, por los entusiasmos y desesperaciones de la sociedad, los jóvenes de Historia Vulgar, al asomarse a la ventana que da al pasado, empezaron a ver otras formas de organización y sueños de transformaciones por parte de los invisibles de la historia: vulgo, plebe, masas laboriosas, clases subalternas o como cada quien prefiera llamarlas. Eran –según la época– mujeres y hombres aborígenes, afroargentinos, paisanos, gauchos, pequeños arrendatarios, inmigrantes, obreros, desocupados, jóvenes, empleados y hasta unas damas que salieron a la calle enarbolando como banderas de lucha sus propios corpiños.
Se conocieron y se hicieron cómplices en la cátedra de Historia de Rusia de la Carrera de Historia de la uba, en 2003.
 
Puro grupo
Siguiendo la receta según la cual para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos, se presentaron a un concurso para estudiantes-adscriptos, pero en lugar de hacerlo individualmente propusieron que los aceptaran como grupo. La reglamentación no contempla las adscripciones colectivas, así que tuvieron que inventar la forma de instrumentarla. Así comenzaron a abandonar la pasividad frente a la academia, para lanzarse a pensar con sus propias cabezas y hacer con sus propias ganas. “Dijimos: no tenemos que esperar un título ni que alguien nos apruebe para producir lo nuestro, lo que queremos”.
Elaboraron en grupo Tiempo de insurgencia, trabajo en el que pusieron a la Revolución Rusa patas arriba. No fueron las ideas de Marx, ni las acciones de Lenin, Trotsky o las bolcheviques los que llamaron su atención, sino cómo todo esto terminó fagocitándose, una vez en el poder, a una multitud de experiencias obreras, intelectuales, de artistas, soldados, mujeres que habían sido el combustible revolucionario.
Frente a la sede de Filosofía y Letras de Buenos Aires, en el bar Platón –homenaje al filósofo o al tamaño de los platos– los integrantes de Historia Vulgar relatan: “Los saberes que adquiríamos en la Facultad eran muchas veces incomunicables al resto del mundo. Quedaban para consumo endogámico de la academia”. Ezequiel: “Una amiga que está haciendo el doctorado le dio el borrador de su tesis a su director, que le dijo, literalmente, que el texto tiene que ser aburrido. Una tesis doctoral tiene que ser un ladrillo”.
¿Cómo trabajar la divulgación sin ladrillos? Decidieron no encerrarse en el gremio. Se reunieron con el Grupo de Arte Callejero y el Grupo de Es-cultura Popular, entre otros, y de allí salieron imágenes, ideas y siluetas para quitarles la historia a los embalsamadores, y dar a conocer a los que no tienen bronce, pero tuvieron vida para hacer lo que Pablo define como “mover la rueda de la historia”.
 
El piano y la murga
Ezequiel es el “veterano” del grupo (39 años), y luce vehículo propio: llega en bicicleta cada vez que dicta como adjunto la Cátedra de Historia de Rusia, además de ser autor de libros como Más allá de la vieja izquierda, y el reciente Historia de la clase media argentina. El grupo funciona con una interactividad y horizontalidad que en muchos otros casos es más proclamada que real. Ezequiel conoce y compara dos situaciones: “Hay una potencia en el trabajo colectivo con vocación intelectual y política, que desde lo individual no se logra. Es más difícil, pero tengo la certeza de que solo no hubiera llegado a las cosas que salen en nuestro grupo. Hay gente que viendo de afuera piensa que como soy más grande… pero no. Mis credenciales no tienen ningún peso particular, lo cual está muy bueno, para no quedar en medio de dos lógicas distintas”.
Ezequiel empezó la carrera en 1991, cuando cundía el desierto neuronal del “pensamiento único” y –curiosamente– “el fin de la historia”. Ana: “Los que ingresan piensan en investigar, pero enseguida ven que la salida laboral concreta es dar clases en los secundarios”. Hay entre 2.500 y 3.000 estudiantes de la carrera en la UBA. El gran salto fue de 174 inscriptos en 1995 a 436 en 2005 (hoy la tendencia es a unas 340 inscripciones anuales).
Filosofía y Letras (donde se dicta Historia) es un hervidero, aulas atiborradas, gente estudiando sentada en los pasillos. Ezequiel: “Pocos recursos, muchos problemas, pero los estudiantes más interesantes siguen siendo los que vienen aquí”. Desde una óptica calculadora, este escenario no se entiende: la economía no ha logrado determinar a cuánto cotiza la pasión.
 
Fracaso del progreso
Para Historia Vulgar la cuestión fue salir de la universidad, y encontrar una voz propia para producir frente a los modos establecidos de contar la historia, que simbolizan una cuestión de poder. De la mirada del grupo se pueden derivar algunos pantallazos:
 
La historiografía liberal plantea que somos herederos de la Revolución de Mayo, de San Martín, Rivadavia, Mitre, Alberdi, Sarmiento y Roca. La tensión dramática (el guión) liberal es la derrota del atraso, para llegar al “progreso”. En sus variantes más sinceras, admiten los golpes de Estado, matanzas indígenas y fraudes patrióticos como herramientas necesarias para consolidar a la “civilización” frente a la “barbarie”.
Los revisionistas plantearon otro drama (otro guión). En lugar de la llegada al progreso, su búsqueda es la de la “grandeza nacional” obstaculizada por las elites liberales. San Martín, Rosas y Perón, con el pueblo como coro, son íconos para cuestionar la independencia incompleta, el desarrollo económico deformado, idealizar a los federales (como bloque) frente a los unitarios, denunciar las democracias populares interrumpidas. Sigue siendo una mirada verticalista de la historia, con otros próceres (o los mismos bajo otra mirada, caso San Martín).
Los marxistas tradicionales propusieron el guión del desarrollo capitalista como una trama lineal, progresiva, dialéctica, donde aparece la clase obrera como sujeto del cual se espera que instaure una sociedad sin opresión.
En 1983 surgió un nuevo paradigma de relato, que se impuso además en la normalización interna de la Facultad, a partir de la Nueva Historia Social de José Luis Romero, canon hoy representado por Tulio Halperin Donghi y Luis Alberto Romero, entre otros. Ezequiel: “Su tema político es cómo fortalecer la ciudadanía, en paralelo a la recuperación de la democracia y la llegada del alfonsinismo. Dónde anida la democracia, los golpes militares como un problema institucional, la desaparición de otras formas de conflicto y de las tensiones de clase, y un siglo xx como proceso de paulatina integración de los más pobres”. Este paradigma tuvo la tendencia a eso que Historia Vulgar llama “endogamia académica”: historia contada para historiadores.
 
La respuesta fue la nueva divulgación, personificada en Felipe Pigna y sus apariciones radiales, televisivas, editoriales, que demostraron que había un interés del público, o sea, un mercado. Ana: “La academia lo criticó como poco riguroso. Él respondió que los académicos no salen a la calle. Nosotros salimos de esa discusión binaria”. El grupo ve la irrupción de Pigna conceptualmente armónica al kirchnerismo, apostando por la recomposición de la autoridad y las instituciones estatales (la idea de un “país normal”) poniendo como clave de interpretación a la dictadura 1976/83. Así, Mariano Moreno es descripto como el primer desaparecido y la Campaña del Desierto de Roca es el antecedente del terrorismo de Estado. Esta mirada, cree Historia Vulgar, fue capitalizada por el Estado/Mercado, pero a la vez es el reflejo de una demanda social de sentido frente a la cual lo interesante no es ingerir ansiolíticos académicos, sino comprenderla y buscar nuevas herramientas de trabajo.
 
Cocinando ideas
Si el primer desafío fue pensar en grupo, el segundo fue escribir grupalmente: un modo de cocinar las ideas que cada uno aporta como ingredientes que van dando gusto a todo el conjunto “hasta que ya no se sabe de quién fue cada aporte”. Uno de esos trabajos es En boca de todos, apuntes para divulgar la historia. Con todo lo que producen muestran en qué se diferencian de las miradas de los otros historiadores. Algunos ejemplos:
 
Se proponen narrar la historia del país, en oposición a la “Historia de la Nación” o del Estado (centrada en las cúpulas del llamado “poder”). No niegan la existencia del Estado: intentan demostrar que su misma construcción ha significado “el sometimiento y la explotación de muchos, en beneficio de unos pocos”. Definen su posición como “antagonista”.
Proponen reconstruir una “trama subalterna” de la historia a partir de “la cooperación y el afecto, los boicots, huelgas y piquetes, la solidaridad, las revoluciones, sabotajes, malones y guerrillas, las alegrías y tristezas de la vida cotidiana”.
Discuten la idea del tiempo lineal. “La imagen del permanente pasaje de lo atrasado a lo moderno es falsa. El tiempo histórico de pronto aplasta a grupos humanos enteros, oprime, no es progreso sino retroceso. El tiempo lo construye la propia historia, lo que hacen o no hacen las mujeres y los hombres”, dice Ezequiel.
 
Aquella pregunta inicial (¿quiénes somos?) los lanza a buscar a nuestros ancestros, que no encuentran en las líneas de ferrocarril (Roca, Sarmiento & Cía). Tampoco dogmáticamente entre “los oprimidos”, ni entre “los luchadores” (a riesgo de caer en un “vanguardismo historiográfico”). Hay una clave nueva, de este siglo. “Buscamos contar historias que iluminen no sólo la resistencia, sino también el hecho de que el mundo en el cual vivimos es el producto de la cooperación entre iguales, protagonicen o no episodios políticos de lucha reconocibles como tales”.
De ese modo, las historias dejan de ser terreno exclusivo de las épicas heroicas, de las grandes resistencias o las epopeyas de la lucha de clases, y también pueden ser hogar “de quienes labraron, tejieron, amaron y levantaron ciudades; de quienes inventaron la cultura que heredamos sin registrar el copyright”. Aparecen los que han buscado una vida sin amos, o estilos de cooperación pese al Estado y al mercado, como aperturas a un camino no vanguardista. ¿A dónde? Contesta Historia Vulgar con una palabra histórica, que ahora cobra otro sentido: “Hacia la emancipación”.
 
Historia Oficial = 187 pesos
¿Cómo hacer historia para chicos detenidos en un penal? El desafío surgió para Historia Vulgar al brindar talleres de historia en siete institutos de detención de menores, invitados por la Dirección Nacional para Adolescentes Infractores a la Ley Penal, a través de su responsable, Raquel Robles, también fundadora de h.i.j.o.s y escritora. Ana: “Cuando surgía el nombre de algún personaje, los chicos lo reconocían por los billetes”. La Historia Oficial incluye en su billetera a Mitre (2 pesos), San Martín (5); Belgrano (10), Rosas (20), Sarmiento (50), y el impresentable Julio Roca (100). “Todos militares, todos centralistas” dice Ana (sin inmutarse por maldiciones de los rosistas, si es que quedan).
Los chicos presos tenían un lío de fechas. Uno preguntó si el 25 de Mayo había ocurrido La noche de los lápices. A otro se le mezcló con el golpe de 1976. Aclarados estos tantos, surgieron otras historias para las que no hay billetes:
Andrés Guazurary y Artigas, que gobernó la provincia grande de Misiones frente al imperio portugués y al centralismo porteño con un ejército de indígenas guaraníes, esclavos negros libertos y gauchos mestizos que luchaban por un lugar donde “los más infelices sean los más beneficiados” y donde “naides sea más que naides” (proyecto más progresista que el de la farándula de próceres libertarios).
Esteban Tobal en 1815 tenía 18 años, vivía en Mendoza, integraba las milicias de esa iudad en tiempos de San Martín gobernador. Quiso entrar a la Casa de Comedias por el aniversario de la Revolución de Mayo, pero no lo dejaron porque andaba de poncho (el pardo Tobal no había alquilado galas, se ve). Como discutió, lo mandaron preso. Entre los chicos de los institutos la identificación fue obvia: “iba a la guerra, pero no lo dejaban ir a una fiesta”.
 
El grupo informó a los chicos que aquel ejército de San Martín, tenía uan importante participación de negros. Las damas patricias donaron sus joyas, pero también donaban (o no tanto) a sus esclavos negros, ya que en realidad recibían indemnización. Los chicos presos hicieron pancartas pensando en el 25 de Mayo. Reclamaban libertad, igualdad. Uno de ellos escribió “Viva la patria”. Lo ilustró con una bandera argentina y el símbolo de Nike. Otra es una definición de la Argentina racista: “No discriminen a la gente de color. Somos todos iguales”. Y otra: “Sí a la justicia, no a la pobreza, no a los robos, que no maten más gente”.
 
¿Guerras civiles o guerras sociales?
La charla en el bar Platón permitió todo un repaso arbitrario y entusiasta con Historia Vulgar. “Uno no quita protagonismo a figuras como la de Eva Perón. Pero si queremos hablar de avances de libertades civiles se puede agregar la historia de Raquel, obrera fosforera anarquista que el 17 de octubre marchó con sus compañeras llevando como banderas corpiños y enaguas, rumbo a Plaza de Mayo. ¿No fue así también como se ganaron libertades democráticas? Uno siembra la duda, porque lo que hicieron esas mujeres permite también dialogar con un montón de gente que está fuera de la jerga histórica”.
Salto a 1810: “La discusión que proponemos es: ¿quiénes son los protagonistas? Había elites criollas que querían sacarse de encima la tutela de España. Un cambio de dependencia hacia Inglaterra. Pero además había masas que peleaban no por la libertad de comercio, sino por su propia libertad, en un sistema brutal que implicaba esclavitud para los negros y ningún tipo de libertad civil, jurídica, política, ningún derecho humano para el resto”. Para el grupo ese fue el combustible real de la revolución. “Las elites criollas tenían que movilizar gente para las guerras. A los esclavos se les prometió la libertad, que no se les dio. Muchos se escapaban y se incorporaban al Ejército. Hubo grupos aborígenes que ofrecieron combatir a los españoles a cambio de tratados y fronteras estables. Los gauchos eran campesinos que condicionaban su intervención en las guerras a no pagar arriendos a los terratenientes. Cada una de esas cosas fue un modo de expandir la libertad y la igualdad”. Por eso Historia Vulgar plantea que en los motines de esclavos, la nueva posición de algunas mujeres (Juana Azurduy, el ejemplo más célebre), los ejércitos de gauchos, negros y aborígenes, funcionaba el caldo que hizo de la inestabilidad una característica en los primeros años de la Independencia de un lugar que ni siquiera se llamaba Argentina, cosa que ocurrió en 1826, y que representa en sí otro triunfo de las élites porteñas (lo “argentino” deriva del latín por la “plata” que en realidad nunca tuvo el Río de la Plata, pero terminaron inyectándoselo a todas las Provincias Unidas del Sud como las menciona el Himno).
Otro dato: los negros se organizaron en sociedades que ayudaban a comprar la libertad de más esclavos. “El liberado se comprometía a aportar a la organización. Cuando se habla de democracia habría que observar esas experiencias olvidadas, un comienzo de la organización mutualista y con prácticas inéditas para la época de democracia interna. Los que hoy llamamos pueblos originarios, mientras tanto, se mantenían preservando a sus propias comunidades, viendo que entre españoles y criollos todas eran peleas entre blancos”.
Esas expresiones son una pista de cómo los grupos de la época iban influyendo o condicionando las políticas de consolidación del Estado. En Historia Vulgar debaten si lo que se conoce como “guerras civiles” entre unitarios y federales, no debe ser entendido como un proceso de guerras sociales, en las que lo que se buscaba era aplastar cualquier rebeldía. “En realidad, unitarios y federales eran dos facciones que luchaban por ver quién manejaba y conducía el poder centralizado, y el modelo agroexportador, que discutían voces minoritarias, pero importantes”. ¿Igual que hoy?
 
Hacer la historia
En la charla aparece lo que el grupo define como hitos que cierran ese período de guerras sociales:
 
La guerra de policía contra los gauchos, de donde viene el reclamo de Sarmiento a Mitre: “No economice sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano”.
Las Conquistas del Desierto (Rosas, Alsina y el clímax con Roca) que mató a bala y peste a unos 55.000 indígenas, y sometió a los sobrevivientes. Los diarios de la época anunciaban: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.
Otra faceta de esa guerra social fue la epidemia de fiebre amarilla, que mató a los negros y pobres de Buenos Aires del Barrio del Tambor (Montserrat) y San Telmo, sitiados por el Ejército para que no escaparan, mientras sí lo hacían los sectores acomodados que se mudaron al Barrio Norte. Se sospecha que aún existe, bajo Plaza Dorrego, una fosa común.
Cada una de estas historias es enciclopédica. “Así queda simbólicamente construido el Estado y se entiende que lo que estaba en juego eran las bases del capitalismo. Cada vez que los sectores dominantes actúan sin resistencia de los sectores populares o quebrándola, la rueda de la historia va para atrás. Se vuelve a una mayor injusticia”.
 
Historia Vulgar está buscando otra forma de girar. Por eso circula por el pasado y el presente, por la vida, divulgando y narrando los tiempos, para cambiar no ya el pasado, sino el futuro.
La pregunta sigue siendo: ¿quiénes somos?
Más que pensar una conclusión, les interesa tomarla como un desafío al que cada uno responde cada segundo de su vida.

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