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Hambre política
La huelga de hambre de los presos mapuche rompió un cerco. Raul Zibechi analiza los alcances del acuerdo.
Después de 82 días, la mayor parte de los presos políticos mapuche en huelga de hambre decidió poner fin a la medida por el acuerdo al que llegaron con el gobierno de Sebastián Piñera. Otros diez presos en la cárcel de Angol y un niño en el Centro de Internación Provisoria de Chol Chol, decidieron mantener la huelga porque consideran insuficiente el acuerdo alcanzado.
La huelga de hambre comenzó con la demanda de la no aplicación de la Ley Antiterrorista, el fin del doble procesamiento, ya que muchos presos son sometidos a la justicia militar y a la civil, que no se utilicen testigos encapuchados que restringen la defensa, y que se ponga fin a la militarización del territorio mapuche.
Recién a los 50 días de iniciada la huelga y temiendo que el grave estado de salud de varios huelguistas opacara los festejos del Bicentenario, el gobierno aceptó establecer una mesa de diálogo. El acuerdo contempla la modificación de la Ley Antiterrorista y evitar el doble enjuiciamiento por la justicia civil y militar. Pero el proyecto discutido y aprobado por el Congreso “mantiene conceptos y penalidades que no se ajustan a las exigencias de un estado de derecho, como es el caso de los delitos en contra de la propiedad, incluyendo el delito de incendio, como delitos terroristas”, según un comunicado del Observatorio Ciudadano del 4 de octubre.
La declaración de los presos que continúan con la huelga de hambre añade que los pequeños cambios introducidos buscan “atender los urgentes reclamos de la comunidad internacional”, pero que son reformas “completamente limitadas” que no justifican el levantamiento de la huelga. Más allá de estas diferencias puntuales, unos y otros coinciden en que la larga lucha del pueblo mapuche seguirá adelante.
Quizás el resultado más importante de la huelga de hambre es que los presos políticos mapuche consiguieron romper el cerco informativo que se había tendido por parte de los grandes medios. La contundente decisión de muchos colectivos y familias mapuche jugó un papel relevante a la hora de sensibilizar a una parte considerable de la sociedad chilena, en particular intelectuales, artistas, estudiantes y autoridades de la iglesia católica.
La escritora Isabel Allende, tras recibir la Medalla Bicentenario en la Cámara de Diputados, reiteró que Chile mantiene una deuda pendiente con el pueblo mapuche. El poeta Nicanor Parra, después de haber cumplido 96 años, rompió su silencio y anunció que se sumaba a la huelga de hambre mapuche, abogando por la desmilitarización de su territorio y la no aplicación de la Ley Antiterrorista. Más de 80 personas se sumaron solidariamente a mediados de septiembre a la huelga de hambre, entre ellos actores, escritores y académicos.
La movilización social, mapuche y no mapuche, llegó a ser muy importante y es la razón por la que el gobierno se decidió a negociar. El miércoles 29 de septiembre cientos de personas bloquearon diversas carreteras en el sur de Chile en apoyo a los 37 presos mapuche que se mantenían en ese momento en huelga de hambre y cortaron los principales accesos a la ciudad de Temuco, zona de alta población mapuche. La protesta coincidió con la salida desde Temuco de una comitiva de mujeres mapuche hacia Santiago para reunirse en La Moneda con el presidente-empresario Piñera .
Como en otras ocasiones, la jerarquía de la iglesia católica jugó un papel destacado. En Santiago, el cardenal Francisco Javier Errázuriz planteó la necesidad de modificar la Ley Antiterrorista con la que son juzgados los mapuche.
Mientras la sociedad chilena mostraba su solidaridad con la causa, a la que desde el comienzo adhirieron los 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad, la televisión siguió aferrada a su fantasía virtual. Las emisoras Teletrece y TVN apenas mencionaron la huelga de hambre dedicándole algunos segundos de sus noticieros centrales. Sin embargo, el conservador matutino El Mercurio se vio forzado a destacar en su portada noticias diarias sobre la cuestión mapuche, pese a que durante los primeros dos meses evitó mencionarla.
Una historia de resistencia
Caso único, el pueblo mapuche forzó a los conquistadores a reconocer su autonomía que se mantuvo en pie durante 260 años. La corona española tuvo que aceptarla a través del Parlamento de Quilín, el 6 de enero de 1641, que estableció la frontera y la independencia de hecho del pueblo mapuche.
Fue la república criolla, que el 18 de septiembre celebró su Bicentenario, la que lanzó en 1861 una guerra de exterminio contra todo un pueblo, que se extendió hasta 1883, porque la economía de mercado asentada en la minería del cobre, necesitaba expandir la frontera agrícola. La ocupación militar de la Araucania, el territorio al sur del río Bío Bío, terminó con dos siglos y medio de autonomía mapuche.
Tras la ocupación, los mapuche fueron confinados en “reducciones”, perdieron los 10 millones de hectáreas que controlaban y fueron convertidos en agricultores pobres forzados a cambiar sus costumbres, formas de producción y normas jurídicas. La dictadura del general Pinochet profundizó el despojo. Si en 1960 cada familia mapuche tenía un promedio de 9,2 hectáreas, al terminar la dictadura le correspondían poco más de cinco. El broche final lo puso la democracia a través del avance de las empresas forestales y la construcción de hidroeléctricas: en la actualidad cada familia mapuche cuenta con sólo tres hectáreas.
Hoy el conjunto de las tierras mapuche no llega a 500 mil hectáreas, donde viven unos 250 mil comuneros en unas dos mil reservas que son islotes en un mar de pinos y eucaliptos. Las familias indígenas tienen la mitad de ingresos que las no indígenas; sólo el 41% de las viviendas mapuche cuenta con alcantarillado y el 65% electricidad. La mortalidad infantil en algunos municipios indígenas supera en un 50% a la media nacional. Cuando pretenden recuperar sus tierras, o sea su dignidad, se les aplica la Ley Antiterrorista, sancionada por Pinochet en 1984.
Es la “justicia del colonizador”, señala el cientista político mapuche José Marimán. “A los mapuche se los tortura con total impunidad, incluyendo a niños y ancianos, se los ha acusado en base a montajes falsos “sin que nadie los desagravie cuando se prueba la falsedad de las acusaciones”.
El pueblo mapuche no fue vencido por la guerra de exterminio, ni por la dictadura, ni por la democracia progresista que combinó represión con soborno. Acosados por el Estado, despreciados por las izquierdas electoreras, necesitan siempre poner el cuerpo para sensibilizar a los de abajo, para seguir siendo pueblo.
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