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La escena del crimen

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La isla Martín García fue uno de los diez campos de concentración de indígenas en territorio argentino. En sus 180 hectáreas hoy viven casi cien personas y la visitan un puñado de turistas que buscan una de las glorias de la isla: el pan dulce

La escena del crimenLa guía empuña el micrófono como una cantante de folk norteamericana. Es rubia, discreta, viste vaqueros y botas. No canta, pero nos da la bienvenida y nos informa la velocidad y   recorrido que hace la lancha que tomamos en Tigre y nos deja tres horas más tarde en la reserva natural Isla Martín García. Dice que está ubicada a 60 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en la desembocadura del río Uruguay, sobre el Río de la Plata y frente a la costa uruguaya. Cuenta también que fue bautizada en 1513 con el nombre del despensero de la expedición de Juan Díaz de Solis, que murió en alta mar.
Lo primero que se ve al desembarcar son dos cañones pintados con esmalte sintético gris apuntando al puerto. Un arco de cemento tiene inscripta la palabra “Bienvenidos” con poca convicción. Hay árboles altos y espesos a los costados de las calles pedregosas. En la entrada, un cartel enorme, con sus bordes corroídos por el óxido, informa sobre la geografía de la isla, y en él -con toda naturalidad – una franja rojiza etiquetada como “zona intangible”. Un dato inquietante que me llena de preguntas que nadie puede responder… Queda, entonces, la imaginación.
No hay autos, ni camionetas, no se ven bicicletas, y dudo que haya triciclos. Circula un tractor que arrastra una plataforma con ruedas primero vacía y que, al rato, pasa con algunos muebles de madera bailando en la superficie. La poca gente que camina por el lugar tiene un abrigo atado a la cintura, algunos usan viseras, zapatillas enormes y una impunidad propia del turista. Es decir: son turistas.
Los lugares históricos están señalizados con carteles que parecen recortados del Billiken; dan una explicación certera que no permite preguntas. Son varios; un teatro, el penal donde estuvo detenido el ex presidente Juan Domingo Perón, la casa de Rubén Darío, el museo, el crematorio, la casa de bombas. Todos están indicados en los mapas con numeritos o flechas gordas. No hay manera de perderse y, sin querer, llegar a la “zona intangible”.
La gran mayoría de los habitantes de la isla son empleados administrativos de la provincia de Buenos Aires. Los otros trabajan en sus negocios: un kiosco, un bar y dos restaurantes. Nadie es propietario de la casa que habita ni de los comercios que gestiona. Todas son concesiones que otorga el Estado provincial.
Las clases se dictan de martes a sábado, y la falta de profesores hace que las familias con hijos adolescentes tengan que mudarse para que puedan cursar la secundaria.
El refugio
Delia tiene un poco más de 50 años y hace 13 años que llegó desde Trenque Lauquen. Habita una casa de habitaciones enormes. Dice que las dimensiones son amigables sólo en verano, porque toda la casa se mantiene fresca; en cambio el invierno es áspero y no hay con qué calentar los ambientes. Entre las 93 personas que habitan en forma permanente Martín García y los 15 gendarmes que cumplen tareas temporarias, Celia es reconocida por administrar el único bar (con pool) de la isla. Cuenta que es difícil tener negocio porque el traslado de la mercadería encarece mucho los precios. Aunque el único que hace plata, según Celia, es el panadero, su hermano, que prepara el producto más famoso de Martín García; el pan dulce. En sus dos tamaños (kilo y medio kilo) sobresalen los colores de la capa de frutas secas y abrillantadas que recubren la masa.
Celia recuerda que visitaba la isla en el verano cuando sus hijos eran chicos. Luego decidió instalarse y ya no fue una isla para ella, sino un refugio porque su marido, un agente penitenciario, la golpeaba. Ahora, dice que lo único que vale en la isla es la tranquilidad.
Le pregunto si conoce qué pasó con los indígenas en Martín García, qué dicen los pobladores de esta parte de la historia tan escondida. Lo define de una manera que no deja lugar a dudas: “una atrocidad, y los militares se ocuparon de borrar todas las huellas”. Ejemplifica: “la pista de aterrizaje de avionetas se edificó sobre un cementerio indígena”.
Siempre hay alguien que escucha los ecos, lo que dice la gente sin precisiones.
Lo intangible
Los profesores de antropología e historia Alexis Papazian y Mariano Nagy integran el Grupo de Estudios sobre Genocidio y Política Indígena del UBACyT (proyectos de investigación financiados por la Universidad de Buenos Aires).
Se sabe, la historia genera equivalencias: El Olimpo, La Escuelita, la ESMA y otros centros clandestinos de detención que funcionaron durante la última dictadura militar se corresponden hacia la década de 1870 con otros nombres del terror: Valcheta, Trelew, Tigre, El Retiro, Junín, lugares de depósito de los originarios de la zona pampeana y patagónica.
Los investigadores decidieron documentar e indagar qué pasó en uno de esos campos de concentración, quizás el más importante de su tiempo: la isla Martín García. Se sabe que funcionó antes, durante y después de la llamada Conquista del Desierto. Que allí se implementaron prácticas represivas contra los originarios. Pueden nombrarse sólo algunas de estas acciones sistemáticas: se los trasladaba hacinados en barcos, se desmembraba a las familias, eran mano de obra cuasi esclava, los hombres eran incorporados al ejército, se los casaba, bautizaba y se les aplicaban todas las normas morales e higienistas de la época.
“Los indígenas detenidos no entran en la figura del esclavo, sino en el de la minoridad. Aunque sí había prácticas propias de la esclavitud”, explica Alexis Papazian y ejemplifica: “Cuando se los llevaba a la isla no se establecía en los documentos de entrada un plazo de estadía en Martín García. Tampoco iban allí por haber cometido algún delito, sino simplemente por su condición de indígenas. Esto da un indicio para pensar la isla como un campo de concentración”.
 
¿Cuál era el criterio de selección?
Llevaban a familias enteras, los hombres de pelea con sus mujeres y sus hijos. Luego eran clasificados de una manera utilitaria; unos a picar la piedra (la isla funcionaba también como cantera), otros para el batallón, las mujeres y los niños para la servidumbre. Y en la práctica también era un depósito porque llegaban a la isla pedidos de altas autoridades de Buenos Aires solicitando una china y dos niños para servidumbre, por ejemplo. O un cacique renombrado también para servidumbre, lo que para la época era un artículo de lujo. Además se los empleaba en las estancias para mediar entre el hombre blanco y otros originarios. Cada uno de estos pedidos era “satisfecho” en el mes y se dejaba constancia de la “entrega” en un documento que fijaba la fecha y detalle de la “mercadería”.
 
Hacía 1850 y hasta 1870 en la isla Martín García se alojaba a los detenidos de las montoneras, configurándose como un lugar de detención por razones políticas. Ya en 1874 comienzan a enviar contingentes de indígenas. Alexis señala que “uno de los iniciadores de los traslados fue el militar Nicolás Levalle que llevó a la isla Martín García 144 indios ranqueles de Catriel que habitaban la zona de Azul”.
Unos años antes, entre 1871 y 1872 el Comodoro Luis Py fue jefe de la isla.
Balas y grilletes
Los investigadores dan cuenta de documentos generados en la isla que nos hablan del día a día; los militares se quejan ante poder central por la falta de municiones porque los indígenas durante el entrenamiento no sabían tirar y desperdiciaban las balas. Se solicitaban también grilletes para los indígenas rebeldes. El médico de la isla exigía protección porque los originarios no querían ser vacunados y argumentaba que lo atacaban. Los indígenas se resistían a que les cortaran el pelo a sus hijos, y las mujeres se negaban a ser revisadas.
Para Alexis éstas eran pequeñas resistencias a un sistema que funcionaba para “normalizarlos”, en el sentido que le otorga el filósofo francés Michel Foucault. Y explica: “En la isla Martín García intervienen las fuerzas armadas, la iglesia, las ideas higienistas, el trabajo y las sociedades de beneficencia. Un microcosmos, un fragmento que representa el devenir de los indígenas. Porque son cristianizados, utilizados como mano de obra más que barata o subalterna, y se los despoja de su identidad. Y ni siquiera se los busca incorporar al concepto ciudadano argentino”.
Hacia 1879, la isla comienza a dejar en un segundo plano a los indígenas, para convertirse en lazareto para los inmigrantes. Esto ocurre porque se va disolviendo la idea de “problema con el indio”, a la vez que existe la sensación de objetivo cumplido.
Y ese objeto cumplido configura la idea de genocidio.
Alexis Papazian lo explica tomando la definición que estableció la Organización de las Naciones Unidas en 1948 sobre este crimen masivo. “Se buscó destruir a una etnia como tal, mediante la matanza de miembros del grupo, sometiéndola a condiciones de existencia que acarrearon su destrucción física, se trasladó por la fuerza a niños del grupo a otro grupo. Y todas esas condiciones se cumplieron”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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