CABA
El desierto minero
Copiapó, el pueblo de los atrapados. La audiencia global quedó atrapada por la historia del rescate de los 33 mineros. Ahora, la mina dejó cesantes a los 328 que quedaron en la superficie, en una ciudad con su río desaparecido y rodeada de montañas de desechos contaminantes. Cerca, la poderosa Barrick Gold sigue explotando Pascua Lama, que perfora la cordillera hasta el lado argentino. Las protestas vecinales contra la contaminación también sacuden a comunidades que resisten el modelo extractivo con rap y huelgas de hambre.Si nací en Chile, nací maldito.
Lo dice Iván Herrera, 25 años, El Máquina, uno de los integrantes de Broder Pobla, grupo de hip hop de Copiapó, la zona en el desierto de Atacama donde se encuentra la mina San José, propiedad de la empresa San Esteban, donde el 4 de agosto 33 mineros quedaron entrampados a 700 metros bajo tierra durante 70 días.
Broder es hermano, en inglés chilenizado. Pobla es la villa, el barrio marginal donde Broder Pobla canta, grafitea, hace talleres y organiza grupos de chicos que buscan escaparle, veloces como un rap, a la pasta base, el racismo, la violencia, la pobreza y otras maldiciones que no son exclusividad chilena.
Los 33 mineros fueron rescatados en un megaevento global que tuvo a las audiencias de todo el mundo pendientes del pozo y del esmalte dental del presidente Sebastián Piñera. Ellos y sus 328 compañeros de trabajo quedaron obviamente cesantes al cerrarse la mina. Los 33 pudieron cobrar por las entrevistas, viajar a Europa, ser tratados como héroes. Se organizó una misa en una carpa. Los 33 (que ya son como un logo) agradecieron religiosamente seguir vivos, pero sus compañeros quedaron afuera de la carpa, según los hábitos actuales sobre inclusión y exclusión.
Los de afuera dibujaron carteles a mano denunciando los 70 días sin trabajo, sin cobrar los sueldos ni la indemnización (llamada finiquito). Dos inolvidables:
“Atrapados en la superficie”.
“¿Y a nosotros quién nos saca del hoyo?”
Rosa Cuello, esposa de uno de los mineros, fue una de las autoras. Como el presidente chileno anda por el mundo mostrando el papelito que anunciaba “los 33 estamos bien”, primera señal en la superficie de que los mineros estaban vivos, Rosa preparó otro mensaje: “Piñera; los 328 estamos mal, paséate con este cuadrito”. A Rosa le chispean los ojos tras los lentes: “Borraron la palabra ‘Piñera’ cuando lo pasaron por televisión”.
Fideos por cianuro
La mujer me contó esa historia durante un evento chocante: los 328 mineros despedidos recibieron por única vez una bolsa de comida del municipio de Copiapó, ya que no les pagan y siguen sin trabajo. Los mineros hacen cola. Del otro lado de un escritorio donde deben firmar conformes, están las bolsas. Mario Salazar, 58 años, empleado de la minera durante los últimos 15 años, no está conforme. Me muestra las manos, y dice: “Yo puedo trabajar. Esto es humillante”.
Los 33 fueron tratados oficial y mediáticamente como héroes: “Pero no son héroes, son víctimas”, replica Juan Carlos Morales, Juaco, 23 años, estudiante de Derecho y presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Atacama (FEUDA), que luego me muestra las fotos que tomó de las movilizaciones y denuncias en el Valle de Huasco contra la mina Pascua Lama, montada sobre Los Andes con una pata del lado chileno y otra del lado argentino, bajo el comando de la oscura Barrick Gold, cuyas prácticas de reventar montañas, usar cianuro y destruir glaciares, se enmarcan bajo un curioso eslogan: “Minería responsable”.
Las bolsas para los mineros no fueron financiadas por las empresas, sino por el municipio de Copiapó. Cada minero recibió por única vez: 4 kilos de azúcar, 11 paquetes de fideos, 3 de arroz, masa para tortilla mexicana, 3 latas pequeñas de frijoles fritos, 3 litros de leche larga vida y 3 rollos de papel confort (higiénico). Como los paquetes de 4 rollos no alcanzaban para todos los trabajadores, tuvieron que sacar un rollo de cada pack para completar la entrega. ¿Cuál será la interpretación última de esta falla en el asistencialismo de papel higiénico?
Los iracundos
La mezcla es indicio de vida. Raperos, mineros, estudiantes, cianuro, amas de casa, maldiciones: todo empezó a revolverse cuando los universitarios invitaron a varios artistas a una tocata (concierto) de apoyo a los mineros despedidos. “Fue muy lindo -dice Juaco- Hubo rap, punk, rock y uno de los mineros también cantó boleros de su época”. Fue el propio Mario Salazar, noches antes de recibir las bolsas de comida: “Canté Amada amante, de Roberto Carlos, y temas de Los Iracundos como Venite volando. Me sentí muy bien con los jóvenes. Volvimos a estar juntos los viejos y los niños”, y agrega como si se tratase de otra canción añeja: “Obreros y estudiantes”.
Copiapó es una ciudad bella y hospitalaria, con puentes que cruzan sobre el río del mismo nombre que en realidad no existe: los puentes van de una orilla a otra de un lecho de tierra. El río fluyó hasta hace unos 15 años y desapareció cuando la minera Candelaria duplicó la extracción de cobre. Hoy corre todavía subterráneamente y se asoma cuando puede, lejos, serpenteando montañas y mineras.
Javier Castillo es presidente de la provincia de Copiapó de la CUT (Central Única de Trabajadores) y dirigente en la propia minera San Esteban: “En este sistema hay que ir aprendiendo a hacer de todo, sin nada” reflexiona al buscarme gentilmente en la estación de ómnibus de la ciudad. “Estamos viviendo una dictadura empresarial. Ellos mandan, son omnipotentes, unilaterales, y del Presidente de la República para abajo nadie los puede obligar a nada. Sólo San Esteban (la empresa que manejaba la mina San José) tiene 7 trabajadores muertos. Ninguno de los responsables tiene ni un minuto de cárcel, y todo sigue tan normal como siempre”.
Los responsables de la empresa, Marcelo Kemeny y Alejandro Bohn, habían recibido premios en la Cena Anual de la Sociedad de Minería en 2004 (ese año murieron dos trabajadores en sus minas) por su trayectoria y aporte al sector. El premio lo entregó Hernán Hochschild, cuya planta de procesamiento Sali Hochschild (ya inactiva) ha dejado montañas de desechos químicos artificiales (relave) a cinco cuadras del centro. La cifra es de al menos 8 millones de toneladas de desperdicios químicos, que vuelan cuando hay viento y drenan al suelo y al agua, todo junto al Copiapó. El paisaje es lisérgico: la costanera de un río que no existe, y montañas artificiales hechas de basura química.
Premios y otras fugas
¿Qué pasaría si todos los años hubiera una situación como la de la mina San José, pero donde las 33 personas, en lugar de salvarse, muriesen? En términos de vidas, eso es lo que ha ocurrido en 2010.
El Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) relevó 31 muertes en las minas durante los primeros 10 meses de 2010, cifra que ascendió al mágico número de 33, el 8 de noviembre también en Copiapó, mina Los Reyes, donde una explosión mató a Daniel Lazcano (24 años), y Homero Aguirre (40), y dejó un herido (Marcelo Silva, 21, perdió un ojo). Y todavía falta para fin de año. El concesionario de la mina Los Reyes, el mexicano Germán Zayas Bazán, encaró el caso con decisión: huyó de Chile. Se cobijó en otro país con síndrome minero, llamado Argentina.
Los autodenominados medios periodísticos chilenos e internacionales han hablado hasta la saturación de los rescatados, pero casi nada de los 33 muertos. La cifra no es casualidad. El Sernageomin contabilizó 373 mineros muertos en la última década, lo cual supera el promedio de una San José anual.
El estudiante Juaco Morales propone una precisión en las palabras: “La prensa habla de ‘accidentes’. Pero son crímenes, porque se podían haber evitado, pero nadie hace nada para seguir adelante y sacar ganancias”. Esto lo confirman cotizaciones de mercado que surgen de un trabajo de los periodistas chilenos Pablo Obregón y Carla Gardella:
En 2002 el precio del cobre por libra, era de 0.8 centavo de dólar. Y hubo 28 muertos en las minas.
En 2007 el precio subió a 3.2 dólares. La presión para extraer más mineral, aprovechar el precio internacional y maximizar ganancias, provocó ese año 40 muertes.
Cosas que pasan, negrito
Javier Castillo, el sindicalista minero, me invita con un elemento notable en Atacama, el desierto más seco del mundo: un vaso de agua. “La injusticia es de siempre. En 1907 mataron a más de 2.000 obreros en huelga”. Se trata de la matanza de Santa María de Iquique. Los obreros salitreros venían reclamando aumentos de sus salarios miserables. Las huestes del ejército (a cargo del general Roberto Silva Renard, instruido por el ministro del Interior Rafael Sotomayor Gaete) solucionaron el entredicho acribillando a los trabajadores y a sus familias: hombres, mujeres y niños que estaban en la plaza de Iquique y en la escuela Santa María. La estadística oscila entre 2.200 y 3.600 asesinados. La falta de precisión fue facilitada por el silenciamiento del hecho durante décadas. La historia sirve como referencia de lo que han sido capaces ciertas lógicas dominantes. Javier Castillo actualiza: “Nunca el gobierno de la Concertación ni las mineras atendieron los reclamos”. En los últimos años murieron Víctor Castillo, intoxicado con gases, luego Pedro González Rojas: “Yo mismo, como mecánico en perforación, estaba allí pero no pude salvarlo”. En 2006 la caída de un planchón mató a Fernando Contreras, 31 años: “Recién había sido padre. En el funeral, viene un gerente, me palmea y me dice: ‘son cosas que pasan, negrito’. Con ese derrumbe, la mina fue clausurada”. En 2007 murió Manuel Villagrán en San José. Ayudante de geólogo, 26 años, se iba a casar un mes más tarde: “Reventó una caja, como le decimos a la pared de la mina”.
Javier habla de los casos que vio de modo directo. Y cuenta que si los trabajadores de la empresa San Esteban y los familiares de los 33 no hubieran presionado, el rescate más célebre del siglo no se hubiera consumado. “El gobierno casi había desistido. Fuimos una masa de 2.000 trabajadores y familiares a instalarnos junto a la mina para garantizar que los siguieran buscando, porque sabíamos que debían estar en el refugio”.
Otro detalle globalizado: de los 33 mineros, 9 eran de empresas contratistas, o sea tercerizados. “Las empresas inventan otras empresas a las que les dan trabajo, que a su vez pagan salarios mucho menores o en negro. Cada vez hay menos trabajadores formales, y más contratados”, dice Javier, sin saber si los parecidos con otras latitudes son o no mera coincidiencia.
Progreso & Desarrollo
Para quienes consideran que lo que importa es la macroeconomía: la región de Atacama, con sus más de 2.000 inversiones y emprendimientos mineros, incluyendo al fastuoso Pascua Lama, es la segunda más pobre de Chile. La más pobre, con sus enormes inversiones forestales, pasteras y mineras, está en el sur: la Araucanía que reclaman los mapuche. En ambos casos el ingreso promedio per cápita es aproximadamente la mitad que en el resto del país, diluyendo las creencias sobre el “progreso” y “desarrollo” que generan estos proyectos. En el caso de la mega minería a rajo abierto (en Argentina se llama “a cielo abierto”), la tendencia es a brindar cada vez menos trabajo, concentrado en un puñado de profesionales y técnicos. Juaco Morales, que no sólo estudia Derecho sino que interviene en cuestiones medioambientales, detalla: “Un gran problema en Chile son las termoeléctricas, que producen contaminación y secan el agua en una zona de por sí desértica. Pero supongamos que no nos interesen la contaminación y las enfermedades y la sequía. Esas termoeléctricas generan energía para las mineras, indispensable para procesos robotizados de extracción, en los que ya no necesitan gente. Los que defienden la minería porque da trabajo, que es lo que ha ocurrido siempre en esta zona, tienen que comprender que en realidad esos puestos van a desaparecer, porque las grandes mineras sólo contratan unos pocos geólogos, ingenieros, técnicos para algunas máquinas, y ya no necesitan mineros”.
Embarrando a Dios
El minero Gino Cortés, uno de los despedidos de la mina San José, comprende el problema, y me lo explica acomodando sus muletas: “El caso de la minería a rajo abierto hay que afrontarlo a futuro. Cada vez habrá menos mano de obra”. Gino tiene 40 años. Una hija de 17, una guaguita de 2 meses, y lo acompaña el varón, Joao, 11 años, para ayudarlo a llevar la bolsa con fideos y demás productos. El padre de Gino era sindicalista ferroviario, y huyó de Pinochet a la Argentina en 1978, cuando Gino tenía 8 años. “Vivíamos en San Miguel, yo estuve 13 años, hasta el 91, y me vine. Le quiero pedir que le envíe un saludo a mi hermana Gina, que es maestra y se quedó en San Miguel. Le gustó la liberación femenina que encontró allá, aquí había opresión hacia las mujeres, mucho machismo”.
Gino recuerda los mundiales ganados por Argentina en el 78 y el 86, sus estudios de perito mercantil: “Y a River, yo siempre fui gallina, ¡Imagine si nos vamos al descenso!”.
Gino no tiene la pierna izquierda: “El 3 de julio venía de terminar una faena dentro de la mina, y me cayó un planchón, una roca grande, en un lugar que debía estar certificado porque era de tránsito de trabajadores. Me amputó la pierna. Luego supimos que 20 días antes habían hecho una reparación, pero la dejaron incompleta, sin malla de seguridad”.
Para los hipnotizados con las coincidencias en este caso, va otra: 33 días después de la mutilación de Gino, se derrumbó la mina atrapando a sus 33 compañeros. “Lo mío fue un aviso. Las entidades fiscalizadoras tendrían que haber investigado la situación”. ¿Y qué hicieron? “Nada. Es típico, porque corre mucho la coima, el soborno”.
La hipótesis de Gino: “Fue una idea de Dios utilizarme a mí para enviar el aviso. Pero los dueños de la minera San Esteban, por malicia y afán de sacar más plata, le embarraron la idea a Dios, y pasó lo que pasó. Gracias a Dios no murió nadie”. Gino no es considerado un héroe, ni le regalan dinero o viajes. Se ríe: “Nada de farándula para mí. Pero así es la vida. Son nuestros compañeros, y lo importante es que se pongan bien”.
Se va apoyado en las muletas y me dice: “Voy a quedar así toda la vida, tendré que acostumbrarme, luchar contra eso, y superarme”.
¿Cómo se hace, Gino?
El motor es mi familia.
El arte de insultar
Siguen repartiendo bolsones. El minero Octavio Fernández explica: “Estamos como mendigando, cuando la culpa es de los entes fiscalizadores que nos hicieron perder el trabajo. ¿Los 33? Son nuestros compañeros. Están en una situación crítica psicológica, y para colmo con esa farándula que arman la televisión y el gobierno. Lo único que les pido es que se recuperen y que no se manejen demasiado con el gobierno. La magia se va a acabar, y seguiremos juntos”.
Estos mineros están esperando una indemnización (finiquito) que se pagaría en cuotas desde diciembre, pero mientras eso no ocurra no están habilitados para trabajar. Juan Yeñez: “El otro problema es que las empresas filtran como coladores. Piden gente en excelentes condiciones y nosotros, justamente por trabajar tantos años en la mina, tenemos problemitas: sordera, cuestiones pulmonares, en las articulaciones, esas cosas”. Traducción: tendrían dificultades para trabajar en las minas, por haber sido mineros. Con el grupo en el que también están Cristofer Villar, Enrique Quiroga, Horacio Vicencio Araya, se arma un intercambio sobre qué tipo de improperios merecen quienes determinan tal situación (especialistas en “recursos humanos”).
Rap y pasta base
Guaco Morales, de la Federación Universitaria, aspira a recibirse de abogado para trabajar con sindicatos, pueblos originarios y organizaciones sociales. Por ahora, más que abogado es un acusado, por un acto en el que se criticó el sistema educativo (Juaco paga unos 250 dólares por mes para estudiar en la universidad “pública”). “En el acto unos cabros (jóvenes) escribieron ‘No a la educación de mercado’. La policía empezó a pegarles. Le pedí a un comisario que cesaran la agresión, y me detuvieron. Me pegaron diciéndome ‘negro de mierda’; me abrieron una causa en la justicia militar, imagínese”. El modelo, a pleno.
Juaco no quiere que eso lo distraiga: “Hay muchas movilizaciones contra la minería y las termoeléctricas. En este momento está ocurriendo otra huelga de hambre en Caimanes porque una minera está filtrando químicos a un río”. Varios vecinos iniciaron una huelga de hambre que al cierre de esta edición iba por el día 45. Denuncian lo que el toxicólogo Andrei Tchernitchin (integrante de la Comisión de Medio Ambiente del Colegio Médico de Chile) describió así: “El arsénico en el agua puede producir cáncer broncopulmonar, de las vías urinarias, renal, de la vejiga y del hígado, además de abortos y malformaciones. El plomo provoca problemas intelectuales, desarrollo de la personalidad agresiva, y también produce abortos”.
Otras movilizaciones en el Valle de Huasco son contra la mina Pascua Lama, y en Copiapó se ven las pintadas contra la termoeléctrica Castilla, lo cual le agrega contexto a los reclamos de los mineros desocupados. Juaco: “Pascua Lama secó el río Huasco, y la ciudad está bajo el lugar donde se instalará Barrick. La termoeléctrica Castilla será la mayor de Sudamérica, destinada a que haya más energía para las mineras mientras desaparecen el agua y se empobrece la región”. Me lleva luego a conocer unos paisajes lunares. En las afueras de Copiapó hay tres tipos de montañas:
1) Montañas reales.
2) Montañas blancuzcas de relave (desechos químicos a cielo abierto y a tierra indefensa) mayores aún que las de Hochschild en el centro de Copiapó.
3) Cordilleras de material estéril (lo que queda de la tierra luego de ser sometida a explosivos y a sopas químicas para extraerle los minerales).
Veo el nombre de una de esas mineras: San Esteban, la empresa de la mina San José. Volvemos a Copiapó, y sé que ya no sé qué pensar.
Allí conozco otras experiencias, culturales o de estilos de vida. Los rastafaris de Copiapó, por ejemplo. Con reggae de fondo Luis, presidente del grupo, me habla de una metodología: “Buscamos formas de autogestión para producir música y trabajo, y para que los niños tengan cómo enfrentar la pobreza y la pasta base”. Nicolás me canta parte de un rap:
“La calle significa muerte, violaciones, pasta base, prostituta, transa, guerra callejera, frío puño: le acaba el destino al más tranquilo”.
Para Iván, El Máquina, el hip hop no es sólo break dance, grafitear o rimar raps. Desde la pobla miramos Copiapó: “Es pensar con libertad. Estamos en una dictadura moderna. El oro, el petróleo, la naturaleza, la pasta base, ésas son las riquezas que los gobiernos manejan, para manejarnos. Nosotros tenemos como riqueza solamente nuestros sentidos y el intelecto. Los tenemos que usar para no ser ignorantes, para ser libres…”.
Calla. Me pregunto si éstas son las ideas que portan futuro, cuando El Máquina completa su frase: “…y para no estar malditos”.
CABA
El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.
Por María del Carmen Varela
El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.
La propuesta reza:
El Teatro está Abierto: ENTRÁ.
La historia no se repite igual, pero rima.
El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.
La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.
Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».
El texto poético que acompaña el mitín:
Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada
Ayer fue incendio, hoy es apagón
Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito
Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva
Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital
En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.
Entrá porque es urgente
Entrá porque es ahora.
El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.
Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)
[email protected]
Instagram: @festivalentra
CABA
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.
Por Francisco Pandolfi
Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra).
La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.
La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.
Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra.
Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran:
• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.
• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.
• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.
• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.
• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.
• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.
Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:
• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.
• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.
• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.
La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.
Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.
¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?
Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.
¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?
Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.
¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?
Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.



La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.
Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.
Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.
Actualidad
Marcha de jubilados: balas y bolitas

Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.
Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.
Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.
Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.
Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla.
- “Vacas gordas, jubilados flacos”.

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.
Números y un café
Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.
Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.
De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.
Abus en la calle
Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.
En la marcha hubo muchos carteles al respecto:
- No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
- Ni veto ni represión: fuera el FMI
- No al veto a las leyes en jubilaciones
- No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei).
Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”.

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.
Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.
Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”.

Jubilado hablándole a la pared.
Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”.
Vallas a donde vayas
El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.
Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”.

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.
Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.
La violencia y las bolitas
Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando.

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar).
La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

¿Qué escudan los escudos?
Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”.
Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.
Sin embargo, la gente no se fue.
La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió.
“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.
Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.
De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.
Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:
–Juguemos a las bolitas.
Todos se rieron, por el absurdo de la situación.
De nuevo, frente al horror, la creatividad social.
Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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