CABA
Plantar rebeldía
Arbolito. Ritmo latinoamericano y letras que sacuden el alma los convirtieron en aliados de batallas sociales. Tras llenar el Luna Park, siguen cosechando el éxito de la autogestión.Odio viajar en las horas pico: cuando me senté, cuando ¡por fin! desplomé mi cuerpo sobre el asiento negro de la línea 6, tras ver, parado, media ciudad por la ventana del colectivo, ya debía haberme bajado, por lo menos, quince minutos antes. Un cuarto de hora, más los diez minutos que tardé en avivarme…
Ahora, que desando –a pie– el trayecto que hice de más, Parque Patricios se me mete en el cuerpo con la virulencia de un huracán. Surco sus calles con la cabeza hacia arriba, como un nene que es llevado en cochecito, disfrutando sus terrazas al aire libre. El cielo, gris e hinchado como la panza de un burro, me obliga a apurar el paso. Por fin llego.
La dirección de una supuesta sala de ensayo: una puerta blanca agrisada e irregular. Conjeturo que detrás de ella me esperan los integrantes de Arbolito, mate en mano y las manos en algún instrumento.
Al segundo timbre, la puerta se abre vergonzosamente. Ya estoy adentro, lejos de la tormenta y los colectivos. Salvo que los instrumentos tengan el tamaño de una máquina de imprenta, estimo que debe haber un pequeño error. A punto de creer que estoy frente a un papelón, un hombre que apenas diviso me aclara que la gente que busco está en el sótano.
Ahora sí, la sala de ensayo. Ahora sí, los mates. Ahora, sí Arbolito.
A paso de músico, se acercan Ezequiel Jusid (voz, guitarra acústica y guitarra eléctrica) y Diego Fariza (batería y bombo legüero). Antes de apretar REC la ronda de mates da varias vueltas. En lugar de bizcochitos me convidan un puntilloso registro de los ecos que va teniendo Despertándonos, el sexto hijo de la banda, que vienen presentando en distintas localidades del país y que a mediados de este año logró que llegasen al Luna Park.
Echando raíces
Pequeño Arbolito Ilustrado: dícese de una banda dedicada a la fusión del rock con ritmos folklóricos argentinos y latinoamericanos, que surgió en 1997. Está compuesta por egresados de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Su nombre fue elegido en honor al indio ranquel que degolló al coronel Rauch en venganza por el genocidio cometido contra su comunidad.
La fórmula por la cual sus shows generan una irremediable cofradía es “fiesta y alegría”. Con esos ingredientes combaten el desánimo y el pesimismo, y lo baten a mano con letras que desnudan muchas de las injusticias que los medios ni registran.
Tocaron en cientos de plazas, fábricas y espacios recuperados y asambleas, entre otros ámbitos comunitarios similares. Tras varios años de autogestión, en 2007 firmaron un contrato con una discográfica multinacional (Sony/BMG), hecho que sorprendió y perturbó a más de uno de sus seguidores (Mmm, hola).
Como éste sí es un colectivo en el que vale la pena perderse, ahora sí, aprieto REC y registro lo que escucho.
Llevan más de diez años de recorrido, muchos de ellos de manera autogestiva y ahora con Sony. ¿Qué fortalezas y debilidades observan en cada uno de esos momentos?
Ezequiel: La autogestión es fundamental para cualquier banda. Es algo delo que vamos a estar orgullosos siempre, por haber podido caminar diez años totalmente solos haciendo lo que queríamos, bien o mal, pero sin esperar que venga nadie a darnos nada. A raíz de esa autogestión, es que se acercó Sony a querer editarnos los discos: si no, no hubiésemos estado en una compañía, o hubiésemos estado de otra manera. Para nosotros la autogestión es parte de nuestra identidad.
Diego: Sony aportó algo que tiene que ver con los discos, a nivel del sonido que se consigue, eso te cambia, está bueno a nivel musical.
Ezequiel retoma la palabra: “Eso es lo más importante que nos da estar con una compañía: que no tengamos que estar nosotros pendientes, juntando la guita para hacer más discos. Después, seguimos siendo autogestivos en todo lo que hacemos porque el contrato que tenemos dice que Sony solamente tiene que ver con los discos, no con nuestra carrera ni con los shows”.
¿Tuvieron algún prurito del tipo del “qué dirán”?
D: Lo pensé desde el público, pero también creo que está clarísimo que seguimos haciendo lo que nos gusta: no corrimos el eje ni nada por el estilo. Nos profesionalizamos a nivel sonido, nada más. Estamos contentos porque llegamos a ese lugar, ya puestos en una situación en que podíamos mantener nuestros principios y ellos aceptaron. No hubo peros.
E: Todo salió como nosotros queríamos, no hubo ningún cuestionamiento. Ellos quieren vender discos y si a nosotros nos va bien, ¿por qué van a querer cambiar lo que somos? Si no, no hubiesen venido a hablarnos. Al principio teníamos esa cuestión con el público porque sabíamos que iban decir “eh loco, se vendieron”, pero también sabíamos que cuando saliera el disco íbamos a demostrar que no. Seguimos tocando en Zanón, en comunidades, junto a las Madres. Vamos a donde queremos ir.
Ezequiel y Diego me desatan, con simpleza, el nudo que se me había hecho en la garganta. Sus palabras colocan la hipótesis exactamente en el punto contrario: esa sólida construcción artesanal les permitió aceptar la oferta desde un lugar de fortaleza. Y, al conocer los distintos vericuetos del proceso que va de la composición al disco en la góndola, saber a qué decir sí, y a qué no.
La fiesta y la protesta
Los shows de Arbolito tienen algo que, a falta de palabras más ocurrentes, puede llamársele mística, o fiesta. Ese clima no se interrumpe ni en las más crudas de las canciones. Ezequiel: “Es una característica nuestra. Es una manera de entender la lucha o la resistencia, que es uno de los cambios que vemos en la actualidad: se vive con alegría. No sólo en lo que hacemos nosotros, sino en muchos lugares se está resistiendo, pero con alegría. Es un poco la diferencia con la canción de protesta de los setenta”.
Muchas veces, además, es la lógica que diferencia a tantos partidos políticos de izquierda de los movimientos sociales. Ezequiel lo visualiza mejor: “Ciertos partidos siempre andan con esa cara fruncida y enojados”. Luego, me aporta detalles de su pensamiento: “Si se puede luchar o denunciar, o tratar de cambiar las cosas con alegría, con fiesta, con Fernet, con chicas, mucho mejor”.
En una de sus canciones (Sobran) critican a los políticos, pero bien sabemos que todo acto es político. ¿Cuáles les parecen que son los actos políticos de Arbolito?
D: Cada vez que subimos al escenario, porque es como un disparador.
E: El hecho político es estar haciendo cosas, conscientes de que uno hace lo que quiere y con la ilusión de que las cosas mejoren. Nosotros hacemos música desde ese lugar, no desde una militancia estricta. Sí acompañamos a muchísima gente que milita. Pero nosotros hacemos música pensando que ojalá ayude a mejorar las cosas, eso ya es un hecho político: que una canción despegue y alguien se identifique con eso y pueda llevar a alimentar su lucha, está buenísimo.
¿En qué cosas estamos “Despertándonos”?
Más allá de que todavía estamos en el horno, creo que en la conciencia de que se puede cambiar.
¿De qué manera se sienten parte de ese despertar?
Por ejemplo, nos fuimos metiendo en la resistencia de los pueblos originarios, en esa lucha. Sin darnos cuenta, porque le pusimos el nombre a la banda como símbolo de esa resistencia, pero no éramos militantes del asunto.
Uno y otro tardan en identificar a sus referentes ideológicos, hasta que lo hacen y señalan un grupo reducido, justificando cada elección: Bayer, Capusotto, Evo, las Madres y las Abuelas. La charla sigue en una fusión que entremezcla música con palabras tales como cambio social, horizontalidad y barrio.
Me despido del colectivo Arbolito para subirme a otro que me arrima a mi casa. Al bajar, al lado del timbre, veo un sticker que potencia todo el encuentro. Dice (transcribo textual): “Si no fuera x la musik, habría + razones para volverse loco”.
Sentí que debía rendirle tributo a la mano que lo pegó.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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