Mu43
Tango recuperado
Orquesta Típica Ciudad Baigón. Una docena de músicos que con piano y todo convertían una esquina de San Telmo en escenario, hasta que Macri pudo más. Ahora abrieron un refugio en Boedo.
Hay una ciudad en la que el tango va de ojotas y bermudas, lleva una barba treintañera y despeinado el pelo. En ella habitan 12 seres que encarnan una extraña ecuación: son jóvenes y tangueros. No saben si poner “cayengue” o “mierda” en sus letras, pero saben la duda: para Hernán (director, piano, ojotas) y Gabriel (letrista, violín, bermudas) el tango era un cadáver. El rock británico y otras modas lo relegaron como pieza de museo, cuentan, y el dos por cuatro fue exportado: afuera bailan y bailan sobre zapatos de euros. Mientras tanto, Hernán estudiaba piano en la Escuela de Música Popular de Avellaneda y debía elegir una orientación: jazz, folklore, tango. Piazzola lo inclinó. El otro dios, el de su adolescencia, dio nombre a esta nueva ciudad o mundo: Ciudad Baigón es una canción de Carlos Solari en etapa solista. “Es una ciudad en la que está todo mal”, interpreta Hernán. Pero en cada una de sus esquinas, al menos, retumba una orquesta típica que anuncia una buena noticia: el tango tiene presente.
A Europa, by Youtube
En piano de casi 500 kilos se arrastra a contramano por Avenida Independencia, camino a San Telmo; lo acompañan tres violines, cuatro bandoneones, la viola, el cello y el contrabajo. La orquesta típica estaciona sobre Defensa y Carlos Calvo, esquina que los verá tocar durante casi 3 años. Estamos en 2008. La calle es el único refugio de una escena cultural sacudida por el Efecto Cromañón. Más todavía para el tango, más todavía para una orquesta de 12 músicos. Hernán tiene una teoría: “Cualquier persona que esté en su sano juicio y quiera ganar dinero, no debe formar una Orquesta Típica”. No es tan cierto si al talento le agregamos el condimento cibernético: un día llegó un mail de un hombre que los había visto en YouTube, piano en calle, y quería invitarlos al Festival de Wuperttile, Alemania. Gabriel recuerda: “Le dimos las gracias, pero le dijimos que íbamos a analizarlo, porque para solventar ese viaje teníamos que hacer un montón de fechas y que encima, nos pagaran”. El alemán puso la guita y allá fueron.
Gira mágica
Viajaban por primera vez en avión. Llegaron el día antes de tocar y con 5 horas de retraso (el alemán, con el corazón en la mano). Desde el taxi que los llevaba al hotel notaron unos gigantescos afiches con caras conocidas: ellos. Durmieron o no, y al día siguiente ya probaban sonido en el palacio de Wuperttile donde tocarían. “Había mil personas -recuerda Hernán- y el piano que me dieron era impresionante”. “¡Y la acústica!”, completa Gabriel, todavía emocionado. Estaban acostumbrados a lidiar con los bocinazos porteños, pero ahora tenían que acomodarse a sincronizar fechas por toda Europa: tocaron en Noruega, Francia, Holanda, Bélgica, República Checa, Italia, Austria, Portugal y Suiza. Estaban acostumbrados a que los echaran de las esquinas, pero ahora cobraban euros por tocar en los mejores teatros europeos. Hernán explica cómo no perdieron la cabeza: “No nos comimos la película. De hecho, volvimos y seguimos tocando en la esquina de siempre. Además, no es que te salvás ni te vas de vacaciones: pedimos mucha plata prestada para poder viajar, y allá dormimos en la calle y comíamos sanguches casi todos los días. Fue un laburo”. Recuerdan haber alquilado un auto durante un mes, y devolverlo con 10 mil kilómetros de uso. Gabriel cuenta cómo eran esos días: “Viajábamos 6 u 8 horas todos los días, llegábamos, probábamos sonido, tocábamos y dormíamos lo que podíamos porque al día siguiente teníamos que tocar en la otra punta de Europa”. La historia rescata un súper héroe al volante que cruzó Europa tocando el contrabajo y sin dormir: Germán Sánchez, también compositor de la orquesta.
Ese recital de Wuperttile se repitió en 2009 y 2010. Pero así como fueron, volvieron. En tanto, en la ciudad había pasado algo: sus recitales en la calle duraron hasta que Macri los cansó. Los funcionarios pedían un permiso que los Baigón tenían, pero que la misma Ciudad se negaba a renovar. Hernán promete empapelar su cuarto con todas las actas contravencionales que les labraron. Insistieron en tocar ilegalmente, pero en su mítica esquina ahora estacionaba un patrullero. Encima, vecinos que preferían dormir la siesta tiraron dos baldazos de agua sobre el piano. Fue demasiado. Gabriel: “Estuvimos un año luchándola hasta que nos terminamos yendo. Se nos ocurrió hablar con una banda amiga para alquilar un galpón por San Cristóbal y empezar a funcionar ahí”. El director de ese grupo amigo, Astilleros, que es un sexteto de tango, había sido uno de los fundadores de otra de las orquestas que hacen del tango un presente: la Fernández Fierro. Acaso como reflejo del búnker que los Fierro tienen por Abasto, alquilaron un galpón que acondicionaron en dos años y mucha deuda.
Sumáronse grupos de teatro y otros profesores que querían dar uso y ayudar al espacio. Hoy existe una asociación civil que decide en asambleas cómo organizar y distribuir los tiempos, “y va avisando cuánta plata de menos debemos”, se ríe Hernán. Durante la semana y de día, hay clases de tango, de teatro, de todos los instrumentos de la orquesta tìpica, ensambles y más. Gabriel dirige un ensamble de cuerdas y Hernán enseña piano y tiene otro ensamble clásico: viven de eso. Como buen tanguero, Gabriel dice: “La verdad es que uno no sabe de qué va a vivir el próximo mes… Por ejemplo, una vez toqué My Way de Sinatra en el shopping Dot y me pagaron más de lo que saco en 6 meses de clases”.
Este año no irán a Wuperttile, aunque fueron invitados, para priorizar el ciclo de todos los viernes a la medianoche en su búnker tanguero de Cochabamba 2536, ahora Teatro Goñi.
Tango con ricota
Gabriel tiene una teoría: “Al tango lo metieron en un freezer”. Durante años se siguió repitiendo lo que habían dejado los 40, dice, que se bañó de los valores siempre estáticos de la tradición y el nacionalismo. No es que no haya habido nada desde entonces, pero el tango nunca volvió a ser, ni es, la música popular. “Ahora hay un montón de gente joven que empieza a ser tango, y lo que dejen va a verse recién en un par de años”, percibe Gabriel, y da ejemplos: ya circula un Festival de Tango Independiente, al margen del clásico festival organizado por la Ciudad, del que este año la OTCB se llevó todas las miradas: orquestaron temas de Los Redondos. En YouTube están los registros del día en que Salando las heridas y Nuestro amo juega al esclavo sonaron al compás del dos por cuatro. Los arreglos estuvieron a cargo de Hernán y Germán, respectivamente, como ricoteros de adolescencia y alma, y tangueros de vida y oficio.
Sobre la composición: “El momento de componer es traumático, es muy difícil conformarse y hacer caso a todos los caprichos que uno tiene. Piazzola se levantaba todos los días a las 7 de la mañana para escribir algo. Eso te habla que es un laburo como cualquiera. La satisfacción recién viene cuando está consumado y la tocás”. Hernán es el director y principal compositor y arreglador de la orquesta, lo sigue Germán, y Gabriel que se ocupa de las letras. Todo nace de una melodía, cuentan, que “habla” de algo: “Por ahí Hernán en tal música se imagina tal historia, y ahí empieza mi laburo de imaginación”. La primer letra que escribieron es Hacia las cenizas, palabras que recuerdan la masacre de Cromañón. Dice:
Tu cuerpo en otros cuerpos desmayados
Tu cielo de cenizas y sin fuerzas ya
Y gritaste ayer, pisoteado estás
Foto entre otras fotos que no volverán
Despacio
El aire se va…
Hermano,
Quiero acercarme más
Tu aliento cerrando mi aliento
Y estoy buscando tu grito en el viento
Hoy voy a vos.
La búsqueda
La atmósfera de Ciudad Baigón como mundo, como idea de ciudad propia, les sirve al momento de esa creación: cada uno vive en su ciudad, dicen. Pareciera entonces que desde allí eligen contar las miserias y otras sombras que ven a su paso, como el tango lo ha hecho siempre y nunca: ahora es Cromañón. Pero en Ciudad Baigón, como interpreta Hernán, las historias pocas veces son felices. Dice Gabriel, que escribe: “Las temáticas que elegimos componer son las que nos duelen, las que nos molestan y no estás conforme. Yo no quiero escribir sobre que me fui de vacaciones a Cariló”. Hernán politiza este atisbo de denuncia y disconformidad con la realidad: “Es entender a la música como intento de despertar. Ciudad Baigón es una ciudad ficticia que nos permite contar la parte de las cosas que muchos no quieren ver, y están. Uno a veces trata de no ver porque no sabe cómo ayudar. ¿Qué hago? ¿Un partido político? ¿Un grupo armado revolucionario? Nosotros hacemos tango”.
Ciudad Baigón es un mundo de libertad, que les sirve para separar realidades y describir lo real en un terreno ficticio: “El tango que hacemos no es complejo -sigue Hernán,- al revés: es música popular. Pero las cosas que vemos y queremos contar sí lo son, y hablando en términos explícitos no nos sentimos tan cómodos”. Entonces interviene el cómo: el tango fue siempre reflejo y semillero de un lenguaje especial, a veces lunfardo, a veces directamente “tanguero”, que se agitaba en los bares y calles porteñas entonces. ¿Ahora en qué clave se habla? Dice el encargado de las palabras: “Si yo escribo una letra como Discépolo va a quedar anacrónica; si hacemos una orquesta que suene parecida a Troilo, nos estamos traicionando a nosotros. Troilo no sonaba como nadie. El problema es con qué palabras decir lo que queremos decir: ¿qué digo, mierda o cayengue? ¿O ninguna de las dos? Estamos en esa búsqueda”.
Ser o no ser
Cuenta la historia que en Francia tocaron en una milonga re-careta donde los presentes querían bailar. Pero a la Orquesta Típica Ciudad Baigón le quedan mejor los teatros, dice Hernán, y no tanto las milongas: “Lo nuestro está compuesto y pensado para ser escuchado, para un oyente agudo, tiene guiños entre las canciones… Si se puede bailar, mejor, pero no es la idea”. Los franceses no quedaron muy contentos: el previsible desenlace habla de una audiencia que no les devolvió aplausos. Las clases altas allí aprenden a bailar el aburrimiento. Un francés le dijo a Gabriel una frase que recordará por siempre: el tango es para bailar. “Que a mí me venga a decir un francés qué es el tango, que vivo acá y no tengo un peso, que me la rebusco… Aunque suene nacionalista, el tango no se puede entender sólo desde un pentagrama”. Sobre esto, dan razón las robóticas orquestas francesas que no pifian una nota, que reproducen solos imposibles, pero llegan nomás a un estilo clásico: los matices, la jerga y el estilo son parte de la chapa que estos músicos sacaron a relucir por toda Europa. Por ahora, la única gira que harán será de sus casas al galpón de Cochabamba: allí están ensayando el ciclo que los tiene todos los viernes con invitados, y gestando el tercer disco.
Así se completa la saga de una historia que, claro, sucede en Ciudad Baigón: si el segundo disco se llamó Destierro y narraba cómo los habitantes la dejaban, ahora se musicalizará la guerra que originó ese destierro. ¿Va a tener temas para bailar? Hernán ríe: “Nosotros hacemos el tango que nos gusta. Al estar acá y que nos pasen cosas, nadie puede venir a decirnos qué es tango y qué no. ¿En contra de qué vamos? Es música y nosotros la llamamos tango porque así llamaron a la música popular de acá hace muchos años. Tiene ciertas reglas, claro. Pero tenemos la tranquilidad de no tener que rendirle cuentas a nadie”. En porteño significa: Francés: andate a la mierda.
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