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Cosa de negros
Los Negros de Miércoles. Dicen que entraron por la boca, porque comenzaron tocando en restaurantes que ofrecían menú y música peruana. Ya llevan 13 años dando sabor y ritmo, pero recién ahora grabaron su primer disco, que incluye la voz del actor Juan Palomino.
Dicen que si no te movés con Los Negros, estás muerto. El veredicto, tan fatal como cierto, corre desde algún miércoles de 1998 y tiene intacto sentido ahora (ahora, en el momento en que este periodista deviene cronista), en un sótano de Congreso donde estos catorce músicos sacánse fotos para su primer cd, tras más de diez años de carrera, mientras vienen y van para todos lados, golpetean el cajón, mueven las maracas y con lo que no tienen, hacen lo que mejor saben: ritmo. La noticia es la del cd, claro, pero hay otra más vieja que enseña que LNdeM cumplen cerca de trece años al frente de la cultura afro-peruana en nuestro país, trayectoria atravesada por premios y negritud, ceviches y colonialismo, oenegés y, otra vez, ritmo. Pero vayamos por partes.
Hay un chiste que reza que, así como los europeos descienden de los romanos, griegos o celtas (entendamos la generalización de los chistes), los latinoamericanos descendemos de los barcos. La broma pierde gracia al recordar la fusión de esas culturas con la de nuestros pueblos originarios y la relación de dominancia que se estableció desde entonces. El caso de Perú es particular, como todos, aunque allí los españoles llevaron africanos esclavizados –no “esclavos”–, como en ningún lugar. La salida al Pacífico, por otra parte, significó también un puente hacia Oriente. No es ambicioso empezar a pensar la música a partir de estos colonialismos: Los Negros de Miércoles, como expresión de la cultura afro-peruana en nuestro país, sintetizan todos estos debates históricos, pero tan actuales.
No hace falta hacer un análisis exhaustivo de sus músicos o instrumentos, de lo que sugieren su letras o representan sus ritmos: Los Negros lo hacen todo tan claro y bien, que no son únicamente músicos, ni el cajón peruano un mero instrumento, ni sus letras tienen algo que esconder. Al revés: si la historia colonial no quiso contarnos –parece que dijeran– hagámoslo nosotros mismos.
Quiénes son estos negros
oda esta teoría suena bien, pero no tanto como la banda: si hablamos de ejemplos, empecemos por Andrés Mandro, el decimista, además sociólogo y vicepresidente de la oenegé África y su diáspora (más adelante ampliaremos). Su quehacer en la banda es tan singular como el del resto, pero Mandro, como militante, interpela desde sus composiciones esa historia que enseña que la décima (o espinela, en referencia al poeta español Vicente Espinel) descendió de los barcos: “Con el descubrimiento del nuevo mundo, los españoles se dan cuenta de que la décima puede servirles para catequizar a los esclavos africanos que habían traido, y combatir sus religiones. Luego, estos esclavos la toman como parte suya, le dan su contenido y la celebran en las fiestas paganas, los carnavales, la usan para brujerías…”. Esta poesía de versos octosílabos, como boomerang de la colonización, ha servido en Perú a modo de denuncia del racismo y la xenofobia sobre la negritud hasta hoy día. Los Negros de Miércoles son una de las pocas bandas que incluyen un decimista en su formación, en complemento con el cantor Luis Mina y los recitados del actor y músico Juan Palomino, una de las últimas incorporaciones.
Así como Palomino (cuyo padre se presenta como una de las referencias de la comunidad afro-peruana en Argentina), los integrantes de LNdeM fueron llegando en distintos años, de distintos modos y por distintos lares. Mandro, si de él hablábamos, había ya formado una asociación de decimistas antes de escapar del Perú por problemas económicos. Un buen día lo entrevistaron en una radio que atendía la cultura peruana y su voz llamó la atención de uno de los oyentes: Hubert Reyes, quizá el más reconocido cajonista peruano, quien tocó en las filas de Mercedes Sosa, Fito Páez, Los Fabulosos Cadillacs, entre otros muchos. Al escucharlo, preguntó: “¿Ese tipo es negro?”. No se trataba, en caso, de un acto discriminatorio sino lo contrario: este oyente buscaba una voz (esa voz) que recitara décimas al compás de su cajón y otros instrumentos. Fue un martes que se encontraron y un miércoles, siempre en 1998, que tocaron por primera vez juntos en el sótano del restaurant peruano Status. Todavía no sabían que se encontrarían con todos estos otros negros de miércoles.
Desde entonces, Mandro se vistió de decimista para, por decirlo de algún modo, bajar la línea política y social de la banda. Primero, reconociendo una identidad propia: la afro-peruana, que es una y es muchas al mismo tiempo; luego, defendiendo la trinchera de la negritud, citando los versos de aquél otro intelectual peruano, Nicómedes Santa Cruz. Por ejemplo, ensaya Mandro:
De ser como soy me alegro,
ignorante es quien critica
Que mi color sea negro,
eso a nadie perjudica
Mi pobreza vivo
en forma muy decente
Al amigo y al pariente
pide oído mi tristeza
Si es orgullo si es torpeza
mi modo de ser celebro
Lo tomado reintegro
pago favor con favor
Y si es negro mi color
de ser como soy me alegro
Fueron éstas también las ideas que lo llevaron, junto a un colega costamarfilense, a fundar la oenegé África y su diáspora, que hoy debate proyectos y moldea políticas educativas que enseñen esta otra parte de la historia: “La historia oficial de América del Sur habla de triunfadores, y cuando refiere a los africanos y dice que fueron esclavos –no esclavizados– no admite ninguna participación ni aporte, como lo fueron las revueltas y las rebeliones populares negras que también son parte de nuestra historia”. La oenegé, por su parte, nació a modo de respaldar a la comunidad afro-peruana residente en el país y, dice Mandro, “identificar qué cosas de africanidad tienen nuestras culturas”. Así, la idea es dar debate y discusión sobre las secuelas del sistema colonialista, como lo son la discriminación, la xenofobia, el racismo y los prejuicios sobre la negritud en general.
El que tiene la batuta
a historia en Argentina comenzó para algunos cerca de los 80 y para otros más (de Los Negros, claro) recién en los 90. Para Hubert Reyes las cosas (la vida) siempre estuvieron ligadas a la música: del Perú ya vino con propuestas laborales, y no con la idea de quedarse. Status era su lugar en el mundo (en Argentina), donde comía su comida y escuchaba su música. Para muchos peruanos residentes aquí lo fue durante años, incluso Mina confiesa que frecuentaba el restaurante cuando tocaba la primera formación de Los Negros. Pero Hubert extrañaba su música, quiere decir, extrañaba tocarla. “Yo vivía de la música, tocaba en percusión ritmos de rock y lo que me pidiesen pero quería hacer un grupo propio que compitiese con lo mejor de Perú y del mundo”, confiesa Reyes, acaso respetando la exigencia musical que lo caracteriza y lo define como director. Entonces relegó trabajos, “dejé de ganar plata”, dice, y se abocó a dar clases sobre instrumentos de percusión (el cajón, su especialidad), “y dije, bueno, lo que siento es esto, es donde en mis manos salen callos”. Formó Los Negros de Miércoles a fines de aquél 1997 que, con variantes de formación, instrumentos y ritmos, hoy están cumpliendo más de 13 años y celebrando su primer cd: “Hace poco me dijeron: ´Hubert, pero tú quieres hacer siempre el mejor disco, empieza por uno´. Y tenían razón, había que comenzar”.
Luis Mina es el cantor, dijimos, anexado a la banda acaso tiempo después de esos primeros largos años de los que sólo se conservan Reyes y Mandro. Nunca imaginó que integraría Los Negros cuando los miraba del otro lado, como espectador, en aquél mítico sótano de Status. Tampoco sospechó que la música sería su vida cuando apenas era un bailarín de salsa (el tercero en Argentina, aclara) y era invitado a un festival folklórico en Misiones: “Yo estaba cantando en el camarín, y uno de los directores del evento me oye. Me dice que estaban buscando una banda de salsa para acompañar a Celia Cruz cuando viniese a la Argentina. ¿Quieres estar?, me dijo… ¡¿Cómo!?”. (La gracia que da el tono de Luis es ireproducible en la linealidad del texto escrito). Lo cierto es que allá fue, tuvo su Gran Rex junto a Celia y todo empezó a dársele en el camino de la música. Para el recital siguiente en Santiago de Chile, los productores de Celia Cruz contrataron a un joven prometedor cajonista: un tal Hubert Reyes. Luis lo conocía como espectador de Los Negros. “Estando en la gira, charlando, a mí se me ocurre cantar el tema Yolanda, de Pablo Milanés, en tiempo de son. Eso le encanta a Hubert y me invita a hacer la versión con Los Negros”. En ese entonces era Dante Mejía quien entonaba los festejos y las zamacuecas peruanas, pero al tiempo dejó la banda y Luis quedó a cargo de la voz de Los Negros de Miércoles.
La música entra por la boca
ientras tanto, la música afro-peruana, de a poco, iba ganándose un espacio, primero en sótanos de restaurantes, luego ya con espectáculos propios. Francisco Huichi, flamante saxofonista de la banda y guía en esta nota, además productor del flamante cd, tiene una teoría: la música afro-peruana entró por la boca. Luis refiere anécdotas que explican un poco esta desvariación de los sentidos: “Al principio, en Status, la gente que iba a comer era la misma que se enteraba que había música abajo… y bajaba. Y se llenaba. Todo fue boca en boca. ”.
Pero tanto la música como la gastronomía afro-peruana debió ir salteando prejuicios: Reyes, Mina y Mandro coinciden que en ese entonces, fines del siglo 20, la cultura afro-peruana no estaba todavía difundida. Algo cambió: “Ahora, por Congreso y Abasto, encontrás montón de restaurantes peruanos donde se come y se escuchan bandas”, dice Luis. La comida peruana (que conlleva nota aparte en la página 19) es acaso una mixtura de sabores de oriente (los pescados crudos, por ejemplo, hablan de eso) y otras mezclas que no son sólo gastronómicas. La música afro-peruana, de hecho, y por definición, es la fusión entre ritmos africanos (representada en las percusiones, por ejemplo), españoles (guitarras) y otros propios originarios (cajón peruano). Incluso Los Negros, lejos de recelar esta mixtura de culturas, siguen experimentando: el caso de Huichi y su saxofón habla de la incursión de los vientos en la música afro-peruana y la versión que de ella dan Los Negros. Dice Luis Mini al respecto: “En algún momento comienza también a funcionar nuestra historia de acá, la que vivimos en Argentina. De hecho, hay músicos argentinos, sumamos el saxo de Franciso, por ejemplo… Son ingredientes que le van dando sabor al grupo, que entienden que la fusión está aceptada y llega un momento que tu cultura es también otra cultura”. Pero entre estas mixturas, y ya que hablamos de colonialismos, piden Los Negros dirimir una histórica puja entre españoles y peruanos sobre el cajón. El relato que remiten data de los años 70, cuando Paco de Lucía viajó a Perú para un espectáculo folklórico autóctono y quedóse impresionado por ese instrumento de percusión. Cuenta Mandro: “Cuando vuelve, luego invita a un par de músicos peruanos, entre ellos a un cajonista. Allá la gente queda tremendamente sorprendida. Desde ahí, lo adaptan para el flamenco, le hacen unas variantes, tiene otras dimensiones, pero el cajón es autóctono del Perú”. Le creo a los negros de miércoles.
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