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Es argentino, profesor en Estados Unidos y fundador del grupo de intelectuales que piensa, investiga y escribe sobre cómo la dominación colonial influyó en nuestra visión de la Historia, las identidades y las doctrinas políticas, aun las más revolucionarias. Una nueva manera de pensar, pero también de interpretar dónde están vivos hoy los viejos métodos de humillación y sometimiento. El racismo, el machismo y la precarización laboral. La disputa por el control de la máquina imperial y sus resistencias. El rol de universidad. Y cómo crear un futuro sin Colón.
Este es un viaje de ida. Una travesía complicada y apasionante que pone patas para arriba la historia del pensamiento con un objetivo: desordenarlo. Esto es, desactivarle las órdenes y dejarlo así, en ascuas, frente al vacío, a la interperie y en pelotas. Otra vez indios, indias. Y desde esa identidad pensar el pasado, el presente, crear el futuro, sentir identidades, tiempos y mundos, hasta hacerlos nuestros, propios, únicos. De todo el pelotón de intelectuales que está llevando a cabo esta aventura, el argentino Walter Mignolo es una referencia obligada. Cordobés, partió a Francia a estudiar semiótica en la prestigiosa Ecole de Hautes Etudes, donde recibió el título de doctor. Ahora exhibe otros laureles: es profesor de literatura en la norteamericana Universidad de Duke y miembro fundador del grupo Modernidad/Colonialidad, la cocina de una nueva forma de pensarnos, donde mujeres y hombres de aquí y de allá comenzaron hace varias décadas ese viaje que ahora tiene la forma de varios textos, libros, documentos, que lentamente están infectando las cabezas criollas con un virus que convierte a los lectores en portadores sanos de una aventura: pensar todo, absolutamente todo, otra vez. Magia de Internet mediante, Mignolo aceptó el desafío de enfrentarse a la bestia (una servidora) y explicar, con paciencia y sin simplicaciones, pero con espíritu callejero, sus teorías. Esta es una síntesis de ese intercambio, cuya versión completa ponemos a disposición del lector a cambio de un mail.
Usted plantea que hay que responder una pregunta clave antes de iniciar cualquier investigación académica. Se la tomo prestada para comenzar esta charla: ¿qué tipo de conocimiento quiere generar con su propuesta de descolonialidad y para qué?
Veamos primero dónde estamos parados según lo vemos en nuestro proyecto. El Renacimiento europeo está montado sobre tres ejes que, a la vez, lo constituyen como tal: la colonización del tiempo (la invención de la Edad Media y de la antigüedad griega para justificar el Renacimiento en la historia de Occidente. Ojo: no del mundo sino de Occidente); la colonización del espacio, que comenzó con el “descubrimiento” del Nuevo Mundo por parte de Castilla y Portugal y continuó con la colonización de Asia y África por parte de Inglaterra y Francia. Y la colonización del saber. A esto sigue la invención del Derecho Internacional, en la escuela de Salamanca, con Francisco de Vitoria y sus seguidores. El Derecho Internacional, desde el siglo XVI hasta la fecha, no es sino la legalización de la repartición del planeta entre los países imperiales europeos, lo cual ocasiona dos guerras mundiales. En el mismo proceso de apropiación de tierras y legitimación legal, se constituye el racismo. El racismo consiste en una clasificación de la población mundial que es, al mismo tiempo, una jerarquía de los seres humanos. En Europa el racismo sirvió para justificar la expulsión de moros y judíos de la península ibérica. En el Nuevo Mundo, para justificar la explotación de la mano de obra de pueblos originarios y esclavizados africanos. El racismo opera mediante la colonización de las subjetividades por medio del control del conocimiento. Es sólo quien controla el conocimiento quien puede tener éxito en proponer que judíos, moros, gitanos, indios, negros, homosexuales, mujeres blancas y de color son seres inferiores al hombre blanco. Este es un resumen suscinto de cómo opera la matriz colonial del saber. La descolonialidad opera poniendo de relieve lo que la modernidad y la posmodernidad ocultan, a sabiendas o no, y propone construir saberes descoloniales. Estos saberes se están construyendo, globalmente, mediante la reinscripcion en el presente y hacia el futuro, a partir de saberes que la modernidad, teológica y secular, denigró, devaluó, dejó de lado, etc. ¿Para qué, entonces, estamos haciendo lo que hacemos? Necesitamos saberes descoloniales porque los problemas que ha creado la modernidad (capitalismo y civilización occidental) no podrán solucionarse pensando en el interior de la civilización que ha creado esos problemas. Sería como esperar que el Banco Mundial y el Fondo Monetario solucionen los problemas del desarrollo.
Si sacamos a Colón de nuestras bibliotecas, ¿qué teorías nos ayudan a pensar esas respuestas?
Guamán Poma de Ayala con su Nueva Crónica y Buen Gobierno (1616) y Ottobah Cugoano, con Pensamientos y Sentimiento sobre el Mal de la Esclavitud (1786), para empezar. Estos son dos tratados políticos descoloniales tan importantes como los de Maquiavelo, Locke y Montesquieu para Europa.
¿Por qué?
Los saberes descoloniales nos acostumbran a pensar desde la experiencia y las necesidades de quienes sufrieron y continúan sufriendo las consecuencias de la Modernidad. Los saberes descoloniales se desenganchan de las “soluciones” propuestas desde la derecha y la izquierda, en Europa y Estados Unidos, para el resto del mundo.
En resumen, ¿qué proponen?
Lo que busca la propuesta es contribuir a los procesos de descolonización del saber y del ser, necesarios para la construcción de mundos futuros, no-capitalistas, donde quepan muchos mundos, como dicen los zapatistas, un multi-verso, en palabras de Humberto Maturana, o el jardín de los senderos que se bifurcan, en palabras de Borges. Yo hablo de pluriversidad. Esto es: ni democracia solamente ni socialismo solamente (proyectos liberales y marxistas respectivamente y, por lo tanto, occidentales), sino pluriversidad como proyecto universal. La universalidad, democrática o socialista, conduce a la violencia y a la guerra para imponer el modelo ideal de sociedad futura, y la paz mundial es el horizonte de la descolonialidad. Parte de nuestra tarea consiste en analizar cómo se formó y transformó la matriz colonial de poder, que surgió en el Atlántico en el siglo 16 y continúa hasta hoy regulando las relaciones internacionales.
¿Cuál es su hipótesis?
Hay un cambio importante que comienza a producirse hacia el año 2000. Desde 1500 hasta el 2000 la matriz colonial fue controlada por Occidente (España, Portugal, Holanda, Inglaterra, Estados Unidos). Hoy, Occidente ya no puede controlarla. Y ahí están China y el Este asiático, pero también Brasil, Turquía e India disputando su control.
¿Qué disputan, concretamente?
Los ejes del modelo, que serían:
El control de la enunciación y, por lo tanto, del conocimiento fundado en categorías derivadas del griego y del latín y luego trasvasados a las lenguas modernas occidentales, a sus instituciones y sus actores.
Controlando el conocimiento se pueden regular las decisiones internacionales en materia económica, legal, cultural, artística, subjetiva, religiosa, etc. China y el Este asiático no son sólo una amenaza y un desafío económico para Occidente. Son desafíos epistémicos (del saber) y políticos, cuyas consecuencias en la des-occidentalización y descolonización del saber y del ser las iremos comprendiendo más en el futuro.
A nivel estatal y económico, el control de la enunciación está siendo disputado no solamente por los Estados, sino por lo que podemos llamar la emergencia de la sociedad política global. Túnez y Egipto, pero antes Bolivia y Ecuador, no sólo son insurgencias políticas sino epistémicas. Internet es un medio, como nos enseñaron los zapatistas, mediante el cual ya el control imperial de la enunciación se hace cada vez más dificil.
¿Qué rol juega la Universidad hoy en el paradigma colonial?
Brevemente, este es el esquema:
1) La universidad renacentista, teológica y humanista puso la educación al servicio de la Iglesia y la monarquía.
2) La universidad kantiana-humboldtiana, que surge con la aparición del Estado moderno, pone la educación al servicio del Estado, para formar ciudadanos.
3) La universidad corporativa aparece hacia 1990 y se intensifica hoy. Es la que pone la educación al servicio de las corporaciones. En Argentina, Andrés Carrasco (el científico que probó los efectos nocivos del glifosato) es un caso ejemplar para comprender cómo funciona la universidad corporativa. Al poner la ciencia al servicio de la descolonización, pone en peligro su persona, porque a las corporaciones no les conviene que la educación y la ciencia sean descolonizadoras.
Usted plantea que el paradigma colonial se sostiene a través de la fuerza, pero también de la autoridad, ¿cuáles son esas “autoridades” hoy y qué las construye? ¿Los medios?
El control de la autoridad es un proceso complejo y cambiante a través de la historia de la matriz colonial de poder. En las colonias se crearon los virreinatos, que desplazaron la organización originaria de Tawantinsuyu y Anahuac. También se crearon universidades coloniales que establecieron la complicidad entre el control del conocimiento y control del saber. La Ilustración propone un cambio de manos en el control del conocimiento: de la teología a la filosofía y ciencias seculares. Y de la monarquía al Estado. En las colonias de América del Sur, las independencias de España y Portugal ponen a las élites criollas en manos de los nuevos líderes imperiales: Inglaterra y Francia. La universidad, los colegios, los conventos, el libro, juegan un papel clave. A medida que avanzamos nos aparece el periodismo impreso, luego la radio, la televisión. La desinformación en los medios es fundamental en la formación de sujetos imperiales (en Estados Unidos, Europa, China o Irán), a la vez que Internet, Facebook y Twitter abren un espacio de desenganche del control del conocimiento y de la autoridad.
En cuanto las relaciones de género: ¿fue el colonialismo el que convirtió el cuerpo de la mujer en una mercancía?
Yo diría que la conversión de seres humanos en mercancía se da, sobre todo y en primer lugar, con la esclavitud. Son los y las esclavizadas africanos y africanas los primeros que no sólo se compran y venden como el algodón y el azúcar, sino que se desechan cuando ya no sirven, como cualquier otra mercancía usada. En este sentido no veo diferencia entre lo masculino y lo femenino. En cuanto a la “mujer”, María Lugones escribió un par de artículos sobre género y colonialidad. Uno de ellos está traducido y publicado en Buenos Aires en un cuadernillo titulado Género y descolonialidad. El planteo de Lugones, siguiendo investigaciones de mujeres antropólogas africanas que han trabajado sobre las culturas Yoruba, es que el concepto de “mujer” es una invención imperial, puesto que no existía tal concepto ni en las culturas africanas no-modernas (ojo: digo “no modernas” y no “pre modernas”) ni en la civilización inca o maya. Sí existían las distinciones entre lo femenino y lo masculino, y también su complementaridad, no su oposición. Pero, en cuanto a tu pregunta, diria ésto: el control de la enunciación de la matriz colonial de poder estuvo y sigue estando en manos de hombres blancos. Por lo tanto, patriarcado y racismo son dos principios fundamentales de la matriz colonial. Y por lo tanto también, descolonialidad significa, en este ámbito, desracialización y despatriarcalización.
¿Qué rol cumple lo que ahora llamamos “precarización laboral” en el modelo colonial?
La precarización laboral es una consecuencia actual de la dispensabilidad o desechabilidad de la vida humana. La civilización occidental, construida sobre la matriz colonial de poder, ha hecho uno de sus principios el progreso y otro, el crecimiento económico como garantía de la felicidad. Para ello, ha puesto el carro delante de los bueyes. Nos dice: como el progreso y el desarrollo son los objetivos, no importan las consecuencias. Si es necesario sacrificar vidas humanas, y la vida del planeta, así sea. Esto ya lo vimos con la esclavitud. Lo importante era tener mano de obra para producir mercancías para el mercado mundial. Si los esclavizados se morían, no importaba, se traían otros. Y así las bancas y las élites europeas justificaban el progeso sobre la base de sus experiencias y esas experiencias estaban modeladas sobre sus ganancias. Otro ejemplo de que no hay nada nuevo bajo el sol: la modernidad y la colonialidad son dos caras de la misma moneda. Garantizar el desarrollo económico significa reducir costos y una de las formas de reducir costos es el trabajo precario.
¿Y qué rol cumple el miedo en el modelo colonial?
El miedo y la humillación son dos estrategias claves en el control de la subjetividad. Ejemplos abundan. En el trabajo que titulé La idea de América Latina habla de la herida colonial me refería fundamentalmente a la humillación. La humillación disminuye, el miedo paraliza. Dos estrategias fundamentales en el control del conocimiento, puesto que es desde el conocimiento que la humillación y el miedo son generables. Dos estrategias de la matriz colonial de poder en la que confluyen control del conocimiento y de la autoridad. En la colonia, la Inquisición es la institución que genera el miedo y controla el saber y la autoridad.
¿Cómo se cura ese miedo?
Como lo aprendimos de las recientes insurgencias en Egipto. En gran parte mediante la descolonización del conocimiento, de la toma de conciencia de la fragilidad del Estado, a pesar del Ejército. En el momento en que se desfetichiza la autoridad, el miedo comienza a transformarse en confianza. Y en conocimiento solidario y colectivo, de ahí que la revolución de Internet es fundamental. Lo que pasó en Egipto es una lección de muchas páginas. Debemos imaginar que en Egipto había cientos de micro-células de disenso, pero que no sabían las unas que existían las otras. En el momento en que a través de Internet comienzan a conectarse, el miedo comienza a ceder, debido no sólo al conocimiento de que hay muchas células de disenso, sino que en el proceso se va minando en control de la enunciación estatal, que controla el saber y genera el miedo.
Sin pensamiento colonial: ¿cuál es la definición de poder, por ejemplo?
No sé. Pero sí sé que ya no es posible pensar en una definición universal de poder. Las definciones son expectativas disciplinarias y denotativas. En nuestro proyecto no definimos el poder, sino que pensamos a través de la matriz colonial de poder. Damos someras descripciones de ella, sobre las que se apoyan nuestras exploraciones e investigaciones. Pero definición, no. El pensamiento descolonial (puesto que el pensamiento colonial es imperial) no se basa en definiciones, sino en la descolonización de la creencia de que el saber se basa en definiciones y que las definiciones representan lo definido. Esta es una discusión interesante que llevaría para largo. Queda aquí, al menos, planteado el problema.
“El poder está siempre en estado de conflicto”, según su mirada. Pero nadie parece soportar con agrado el conflicto permanente. Sin aceptación del caos, ¿existe la posibilidad de pensar en la revolución?
La revolución ya no es un concepto útil cuando pensamos en la descolonización. La revolución es un concepto de la epistemología moderna, y pertenece tanto al vocabulario liberal como al marxista (la Revolución Francesa y la Revolución Rusa, por ejemplo). La descolonización es un proceso de transformación y de liberación a todos los niveles de la matriz colonial, que sigue distintos ritmos. La descolonización de la economía, aunque esté enganchada, por ejemplo, con la descolonización de la estética, de la teoría política, del racismo y del patriarcado, seguirá distintos ritmos. Es otro mundo y otra manera de pensar, en la que estamos entrando y construyendo futuros, globalmente.
Usted reconoce a Aníbal Quijano como una referencia inspiradora. ¿Cómo le presenta a sus alumnos norteamericanos a este sociólogo peruano?
Quijano introdujo el concepto de “colonialidad” en su artículo fundador del proyecto, escrito en 1990. El concepto fue un reguero de pólvora en el Tercer Mundo como lo fue el concepto de biopolítica en el Primer Mundo y en las élites eurocentradas del Tercero. Nos dio la clave. No hay acontecimiento en la historia global, en los últimos quinientos años, que no se pueda explicar mediante el concepto de colonialidad. Lo mismo podría decirse de biopolítica. Y aun los mismos acontecimientos podrían tener una explicación biopolítica y otra descolonial. Quijano es a la colonialidad/descolonialidad lo que Foucalt es a la biopolítica. Pero hay una diferencia importante, que le presento a mis alumnos como pregunta: el proyecto analítico de la colonialidad conlleva el proyecto futuro de la descolonialidad. Pero ¿cuál es el proyecto futuro del análisis biopolítico? ¿La desbiopolitización? Creo que la biopolítica es una analítica que no tiene una visión clara de proyectos futuros. Y como la biopolítica pertenece al paradigma moderno, se me ocurre que el horizonte futuro que plantea es o bien el socialismo marxista, o bien la democracia liberal.
El título de uno de sus libros es una maravillosa provocación: Desobediencia Epistémica. Si esta propuesta fuera una consigna callejera, ¿cuál sería?
La consigna callejera de donde surge desobediencia epistémica ya está formulada. Y es la consigna de desobediencia civil que utilizaron Gandhi y Martin Luther King. La desobediencia civil y epistémica caracteriza el surgimiento de la sociedad política global, el eje de las transformaciones y de la construcción de futuros. Recuerdo el diálogo de una piquetera con una periodista que le preguntaba si no arriesgaba su vida al hacer un piquete. La respuesta fue: “Hemos comprendido que ni el Estado ni el mercado nos puede ayudar”. Ahí está el momento en que la sociedad política surge como un nuevo actor de transformaciones globales. Ahora bien, a la consigna de Gandhi y Martin Luther King le hace falta una compañera que se ocupe de desobedecer y desengancharnos del espejismo de la epistemología moderna, sacarnos el miedo de que no nos tomen en serio o que nos vean como atrasados y descarrilados si pensamos por nosotros mismos sin citar y obedecer a los maestros. No estoy proponiendo falta de respeto, sino simplemente, para citar al maravilloso pensador del Caribe inglés, Lloyd Best, “pensamiento independiente y libertad caribeña”. Hoy lo extendemos a “pensamiento independiente y libertad descolonial”. Pienso que tanto Gandhi como Luther King estarían de acuerdo con estas propuestas.
Nuestro país no se reconoce racista. En su experiencia ¿es así?
Pregúntele a los mapuche, a los diaguitas y a los chiriguanos qué opinan. Pregúntele también a los descedientes de africanos que la historia del país escondió, desde el período de Rosas en adelante. Juan Carlos Cáceres está haciendo un trabajo interesante, descolonizando la historia del tango y la historia cultural argentina. Piezas como Tanto Negro y Guarilo son ejemplares en los procesos de descolonización estética.
Finalmente, ¿qué hacemos con Borges?
Un estudiante con quien he trabajado y ya es doctor, José Luis Venegas, hizo una tesis en la que argumentó que Joyce, Borges y Cortázar eran escritores descoloniales. Su argumento comenzó a esbozarse cuando se preguntó por la actitud desobediente de escritores e intelectuales de descedencia Europea en Australia, Africa o América del Sur. Y en esas preguntas consideró a Irlanda. Estas preguntas le llevaron a comprender que esos autores habían sido apropiados por el pensamiento y la crítica posmodernas. Su tesis consistió en sacarlos de ese marco y leerlos descolonialmente. Su argumento es convincente. Tenemos que acostumbrarnos a pensar que el pensamiento descolonial tiene varias trayectorias y que, si bien surge con más fuerzas en los sectores que más directamente sufrieron las consecuencias de la revolución colonial, también es cierto que el pensamiento descolonial tiene su lugar en la intelectualidad de descendencia europea. En ese sentido, Borges es un caso ejemplar de descolonización epistémica y estética. Es intereante leer hoy las diatribas contra Borges de José Hernández Arregui. Lo curioso es que hay mucho en Arregui de pensamiento descolonial, sobre todo en sus lecturas del imperialismo y su lectura del peronismo, en las coordenadas entre la historia local de Argentina y los diseños imperiales de Inglaterra y Estados Undios. Por otra parte, Borges nos aparece hoy como otro escritor descolonial, que en una mirada superficial parecería totalmente opuesto a Arregui. En fin: el pensar descolonial nos lleva a otra manera de pensar. Y eso alcanza hasta a Borges.
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