CABA
Soñá qué sos
La filósofa María Lugones escribió un texto clave para pensar la historia y el presente. Por qué “hombre” y “mujer” son categorías coloniales y cómo colaboró el macho nativo con el conquistador.El mapa de América del Sur puesto patas para arriba por el uruguayo Torres Molina se ha convertido en una brújula que indica varias cosas. En este caso, cómo deja tu cabeza escuchar a María Lugones, la filósofa, profesora de la Universidad de Binghamton, de Nueva York, y educadora popular en México, que le puso la frutilla a la torta del pensamiento descolonial con su tesis sobre el rol del género, en este nuevo capítulo de la batalla contra la dominación cultural.
La voz llega por el parlante de la compu, cascada por la precariedad del aparato y el viaje a través de Skype; pausada y firme, con el didáctico estilo de quien está acostumbrada a explicar lo difícil en forma sencilla y sin perder profundidad. Me indica, por ejemplo:
“Habría que tener cuidado en cómo se escribe la palabra hombre y mujer en este artículo. Y en todos los que hagas de aquí en más”.
¿Cómo debería hacerlo?
Entre comillas.
Esas pequeñas señales indican que estamos ante un pensamiento que nos moverá el piso sobre el cual transitamos nuestros más elementales conocimientos acerca de eso que llamamos realidad. La tesis de Lugones va directo a esa médula y señala: ahí está el virus de lo que llamamos pensamiento colonial.
Eva
La tesis de Lugones quedó sintetizada en un artículo que publicó en una revista académica en enero de 2008. Nació como una respuesta, o más bien, como una profundización del texto del sociólogo peruano Aníbal Quijano, fundador del llamado pensamiento descolonial. María encontró que a ese razonamiento le falta algo. Y no era un detalle, sino el quid de la cuestión.
Permítanme sintetizarlo con mi propia conclusión: lo que María señaló es porqué el pensamiento colonial triunfó y logró sostenerse durante nada menos que 500 años y hasta hoy. “Mi intención es brindar una forma de entender, leer, y percibir nuestra lealtad hacia este sistema de género”, señala María en ese escrito y con esa frase clava la uña en la realidad política actual, aunque su recorrido teórico llega hasta los orígenes de la imposición colonial.
Su razonamiento: la estrategia del pensamiento colonial se basó en destruir el poder femenino, su valor social y su poder comunitario, su subjetividad y su cuerpo. ¿Por qué? Porque allí residía la capacidad de la sociedad nativa de tejer su red social y, por lo tanto, la potencia de su resistencia. Así, el plan sistemático incluyó la negación de toda autoridad política femenina, su poder de hacer y de hablar por la comunidad, sus representaciones en el imaginario mítico-religioso, su saber productivo y su memoria cultural, reduciendo su identidad a un cuerpo que se debía violar para ratificar, sellar y consagrar la humillación necesaria para el éxito de toda la operación. Pero ese imperio del mal fue posible también y sobre todo, porque contó con la complicidad del masculino local, seducido o, mejor dicho, dominado por la quimera de que los tiempos del conquistador eran los tiempos del macho de allá y de acá.
Sin patriarcado, entonces, no hay colonialidad, nos enseña María.
Y creo que estoy volando con sus alas cuando pienso en esta frase en sintonía con los relojes que marcan los tiempos políticos del Sur de hoy.
Cuando me pregunto qué representa un Evo sin Eva.
Racismo y patriarcado
El hilván de María es el siguiente:
Quijano señaló el patrón del pensamiento colonial: el racismo. Sin racismo no hay pensamiento colonial. Consagra así un valor superior al blanco europeo y todo lo que este representa. “Pero es importante notar que para que este patrón se consagre hubo que transformar al nativo del Sur en animal. Despersonalizándolo, quitándole todo atributo humano, se pudo instalar un sistema de terror, pero también un patrón cultural que transformó a toda la cultura originaria en nada, porque lo animal no tiene siquiera habla, valores morales o éticos, solo instinto salvaje y, por lo tanto, peligrosidad que hay que domesticar”, dice por el parlante María.
Quijano también señala que las mujeres no-blancas fueron subordinadas y desprovistas de poder. Pero en este mismo señalamiento está encerrado, implícito, la aceptación del padrón colonial. ¿Por qué? Porque esa clasificación hombre-mujer corresponde al propio pensamiento colonial. No existía en la cosmovisión originaria del Sur.
Ni “hombres” ni “mujeres”: la vida antes del conquistador no tenía esas categorías predeterminadas. Incluso en muchas comunidades sus equivalentes no se mencionaban socialmente hasta ya comenzada la pubertad. Imaginemos cómo serían nuestras vidas si hasta los 12 ó 13 años nadie se refiriera a nosotros como “hombre” o como “mujer”, sino simplemente como personas. ¿Qué impronta dejaría en nuestras cabezas y en nuestras almas esa definición igualitaria repetida durante los años más importantes en la formación de nuestra personalidad?
Ginocracia
María cita el trabajo de la antropóloga Paula Gunn Allen sobre las tribus norteamericanas. “Allen razona que muchas comunidades tribales de nativos americanos eran matriarcales, reconocían positivamente tanto a la homosexualidad como al lesbianismo, y entendían al género en términos igualitarios, no en los términos de subordinación que el capitalismo eurocentrado les terminó por imponer.”
Da otro ejemplo: el libro La Invención de las Mujeres, de la africana Oyéronké Oyewùmi, donde se demuestra que “el género no era un principio organizador en la sociedad yoruba antes de la colonización Occidental. La asociación colonial entre anatomía y género es parte de la oposición binaria y jerárquica, central a la dominación de las ´mujeres´ introducida por la colonia. Las ´mujeres´ son definidas en relación a los hombres, la norma. Las mujeres son aquellas que no poseen un pene; no tienen poder; no pueden participar en la arena pública. Oyewùmi, nos demuestra que nada de esto era cierto para los yorubas antes de la colonia”. Para explicar la complejidad de este proceso, María usa los términos que acuñó Oyewùmi en su investigación: la categoría “anahembra” para referirse a las personas femeninas antes de la colonizalación, y denomina “anamachos” a los masculinos para diferenciarlos de la binaria clasificación imperial.
¿Por qué logró imponerse la clasificación colonial?
Porque en el mismo proceso que las categorizó y las redujo de anahembras a “mujeres”, las descalificó para roles de liderazgo. Para las anahembras, la colonización fue un proceso dual de inferiorización racial y de subordinación de género. Uno de los primeros logros del Estado colonial fue la creación de “mujeres” como categoría. Por lo tanto, no es sorprendente que para el gobierno colonial haya resultado inimaginable el reconocer a hembras como líderes entre las gentes que colonizaron.
¿Qué rol cumplieron los “hombres” locales en esta operación?
Oyewùmi nota que la introducción del sistema de género Occidental fue aceptada por los anamachos yoruba, quienes así se hicieron cómplices, confabularon con la inferiorización de las anahembras. Tanto Oyewùmi como Allen están interesadas en describir a colaboración entre “hombres” indígenas y “hombres” blancos para debilitar el poder de las “mujeres”. El colonizador blanco construyó una fuerza interna en las tribus cooptando a los “hombres” colonizados a ocupar roles patriarcales. Allen detalla las transformaciones de las ginecracias cherokee e iroqués y del rol de los hombres indios en el pasaje hacia el patriarcado. A comienzos del 1800, en un esfuerzo para prevenir el desalojo, los cherokee redactaron una Constitución que eliminaba los derechos políticos de “mujeres” y negros. Tomando como modelo la Constitución de los Estados Unidos, a la que cortejaban, y a la par de cristianos que simpatizaban con la causa cherokee, la nueva constitución relegó a las “mujeres” a la posición de cosas. Y me parece importante reflexionar sobre estas colaboraciones para pensar cómo se origina la indiferencia social que hoy sufrimos contra las múltiples formas de violencia sexista.
Usted establece una relación entre el saqueo económico y la dominación de las “mujeres” nativas. ¿Cuál fue?
El proceso que llama saqueo podría sintetizarse de la siguiente manera: la gente fue expulsada de sus tierras, privada de su sustento económico y forzada a disminuir o abandonar todo emprendimiento del que dependen su subsistencia, filosofía y sistema ritual. Ya transformados en dependientes de las instituciones blancas para su supervivencia, los sistemas tribales no pueden mantener la ginocracia, porque el patriarcado requiere la dominación masculina. La estructura del clan debe ser reemplazada, de hecho y de teoría, por la familia nuclear. Con este truco, las “mujeres” líderes de los clanes son reemplazadas por oficiales machos elegidos y la red psíquica creada y mantenida por la ginecentricidad no-autoritaria, basada en el respeto a la diversidad de dioses y gente, es destruida. Allen es quien detalla este proceso en sus estudios y explica su consecuencia: la inferiorización de las “mujeres” indígenas está íntimamente ligada con la dominación y transformación de la vida tribal. La destrucción de las ginecracias es crucial para diezmar las poblaciones a través de hambrunas, enfermedades y el desbaratamiento de todas las estructuras económicas, espirituales y sociales.
¿Cómo estaba organizada la sociedad con respecto al género antes del desembarco colonial?
Se trataba de un sistema de reciprocidad. Los dos lados de la estructura social complementaria incluían una jefa interna y un jefe externo. La jefa interna presidía la tribu, la villa o el grupo, ocupándose de mantener la armonía y administrar asuntos internos. El jefe macho, presidía las mediaciones entre la tribu y los que no pertenecían a ella. Para desmontar este sistema, el pensamiento colonial requirió de una impresionante maquinaria de control de información e imágenes.
¿Por qué?
Porque necesitó colonizar la subjetividad. El sistema de reciprocidad era tan rico y sutil que incluía hasta los sueños. Y hasta allí había que llegar para destruirlo.
¿Quiere decir que el sistema de reciprocidad Incluía soñar si se era “hombre” o “mujer”?
Podría decirse así. La mayoría de los individuos encajaban dentro de los roles de género tribales en base a un sistema que incluía cosas tan importantes como la propensión, la inclinación y hasta el temperamento. Los yuma, por ejemplo, tenían una tradición: para designar el género se basaban en los sueños. Una hembra que soñaba con armas se transformaba en macho para todo tipo de propósitos prácticos. Allen también cuestiona a la Biología y su incidencia en la construcción de las diferencias de género y nos presenta la importante idea de poder elegir y de soñar los roles de género. Por eso me parece importante entender hasta qué punto la imposición de este sistema de género fue tanto constitutiva de la colonialidad del poder como la colonialidad del saber. Es una relación que sigue una lógica de constitución mutua. Para romper uno hay que romper también el otro.
¿Esa es la tarea del feminismo?
En el desarrollo de los feminismos del siglo 20 no se hicieron explícitas las conexiones entre el género, la clase, y la heterosexualidad como racializados. Ese feminismo enfocó su lucha, y sus formas de conocer y teorizar, en contra de una caracterización de las “mujeres” como frágiles, débiles tanto corporal como mentalmente, recluidas al espacio privado, y como sexualmente pasivas. Pero no explicitó la relación entre estas características y la raza. Y dado el carácter hegemónico que alcanzó el análisis, no solamente no explicitó sino que ocultó la relación. Por eso yo utilizo para definirlo y definirme el término “mujeres de color”, una frase que fue adoptada por las víctimas de dominaciones múltiples en los Estados Unidos. “Mujer de Color” no apunta a una identidad que separa, sino a una coalición orgánica entre mujeres indígenas, mestizas, mulatas, negras, cherokees, puertorriqueñas, sioux, chicanas, mexicanas: pueblo, en fin. Toda la trama compleja de las víctimas de la colonialidad del género. Pero tramando no como víctimas, sino como protagonistas de un feminismo decolonial.
Mujer de color, en el caso de María, implica ser -además- una migrante que tuvo que construir allá en el Norte su lugar para formarse y pensar. Ese que, dice, nunca encontró en su propio país.
Valga entonces esta nota para devolverle su merecido espacio en Argentina.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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