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Democracia Sem Patrao

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Sin Patrón en Brasil. ¿Qué significa hoy hacer política? ¿Qué tipo de poder simbolizan las fábricas autogestionadas? Esas preguntas motorizaron la traducción del primer libro de lavaca.

“Publicamos este libro porque el mundo del trabajo está en un proceso de cambio muy fuerte, y los paradigmas de la izquierda ya no nos sirven a quienes seguimos sintiéndonos de izquierda. Creemos que Sin Patrón plantea los debates y las experiencias que hoy son imprescindibles para cualquiera que quiera hacer política”. Así habla Caetano Pereira de Araújo, presidente de la Fundación Astrojildo Pereira, que es parte del Partido Popular Socialista de Brasil y editora de Sin Patrón en portugués. Caetano es además sociólogo, cientista político, profesor de la Universidad de Brasilia, consultor legislativo del Senado brasileño (traducción: no de un senador, sino del Senado, desde hace más de dos décadas). Pasó su infancia y adolescencia en Buenos Aires, hijo de un diplomático (Joao Hermes Pereira de Araújo) que fue embajador en Argentina y Francia, entre otras travesías. Caetano tiene además a dos de sus hijas viviendo en Buenos Aires, y las visitas familiares lo pusieron en contacto con el libro que describe una experiencia que lo asombró: la de las fábricas recuperadas por sus obreros.
Él mismo supervisó la traducción y acercó el material al actual secretario de Economía Solidaria de Brasil, Paul Singer, quien escribió el prefacio y presentó el libro junto a lavaca en San Pablo.
El nuevo mundo del trabajo
“Creemos que la experiencia de las fábricas sin patrón nos está describiendo algo sobre cómo serán las cosas en los próximos años”, plantea Caetano. “Hay un cambio en el mundo del trabajo, donde las estructuras verticales y jerárquicas de las empresas requerían obreros y empleados obedientes y mecanizados. Que no pensaran. Cuanto menos responsabilidad, voluntad e iniciativa tuvieran, mejor. Los gerentes tomaban las decisiones. En las últimas décadas esto entró en crisis, y se empieza a organizar la producción con mayor participación de los trabajadores. Se vio, entonces, que las empresas que lo hacían eran más productivas que las otras. Así los japoneses les dieron a los americanos algunas palizas. Cuando los trabajadores toman las decisiones, las empresas funcionan mejor aunque no haya cambio tecnológico, porque hay un cambio en la fuerza productiva y la organización es otra”.
¿Un cambio en el propio capitalismo? “Claro, uno puede decir que es una farsa, que hay explotación como siempre, pero a la vez es diferente. Y esa diferencia abre una posibilidad nueva. En ese nuevo mundo del trabajo, que exige cada vez más participación, la autogestión es una tendencia que avanza en todo el mundo. La gente entendió que puede hacer las cosas por sí misma. Y las nuevas generaciones de empresas ya no son las recuperadas necesariamente, sino personas que por opción no quieren ser asalariados tradicionales, sino trabajadores cooperativos autogestionando sus proyectos”.
Negri y otras yerbas
Caetano discute al italiano Toni Negri: “Dice que el sistema exige a los trabajadores que sean sujetos en la fábrica, que tomen decisiones, pero que sean objetos en la vida política y que, cuando esos dos aspectos se unan, habrá una revolución. Pero lo plantea como algo inevitable: la vieja lógica de izquierda determinista. Yo no creo que sea inevitable. Creo apenas que es una posibilidad que hay que favorecer”.
En esa posibilidad encaja Sin Patrón: “Queremos debatir cómo es la nueva política, los nuevos sujetos, los nuevos trabajadores”. Detalle: la fundación se llama Astrojildo Pereira, homenaje a un intelectual y artista anarquista que fundó el Partido Comunista del Brasil, pero terminó raleado por su propia estructura cuando criticó al estalinismo. En los 90, el PC se transformó en PPS, aunque un grupo permaneció en la vieja trinchera. “El nuevo partido quería romper con el centralismo, el autoritarismo. Hay una crítica a la vieja Unión Soviética que plantea que el problema es que había mucha burocracia. Lo que nosotros decimos es que el problema fue que hubo poca democracia. Son dos enfoques totalmente distintos. La estatización de los medios de producción no sirvió, como tampoco sirve un mercado capitalista sino pensar en otro mercado. La autogestión pasa a ser importante incluso frente a la socialdemocracia, que naturalizó el libre mercado, y en la cual el Estado hace todo y la gente es pasiva, no hace nada”.
Otro paradigma
Para Caetano “estamos discutiendo un nuevo paradigma, el de una izquierda que en la parte política sale del concepto de Estado para ir al de autogobierno. Y en lo económico, sale del mercado y del Estado, para pensar en la autogestión”.
Según esta idea, el Estado no tiene que producir bienes materiales sino dos cosas: ciudadanía y tecnología. “Ciudadanía, que no implica solamente plata de planes sociales para que la gente viva, sino condiciones para que las personas cambien su situación. Ahí entran desde sistemas de microcrédito hasta cuestiones generales como educación, salud, justicia, que son difíciles de lograr porque los aparatos estatales están formateados para muy pocos. Y el Estado debe producir además tecnología, para que los avances no queden capturados por una lógica de mercado”.
¿Quién decide?
El PC brasileño, transformado en PPS, tiene en Caetano Pereira a un cuestionador de las viejas tesis sobre la toma del poder. “El dogma era que había que tomar el poder, el palacio, los medios de producción, con un partido único, todo estatal, y naturalmente las personas iban a ser finalmente diferentes, y establecer nuevas relaciones entre ellas. Fue una ilusión. Los hombres sólo pueden establecer nuevas relaciones con democracia. La experiencia soviética estaba fundada en la coerción. Sin coerción, se derrumbó todo. Y el saldo allí es desastroso. Hay actualmente un retroceso, una extrema derecha fuertísima, porque nunca hubo práctica democrática. No hubo ese cambio en las personas. Nadie tiene idea de para qué sirve la democracia. En cambio las experiencias como las de Sin Patrón, son cambios de la realidad en términos puntuales, pero también acumulativos. Así se pueden hacer las cosas. Entonces nos muestra toda otra posibilidad”.
¿Y en qué confronta esa idea con la de un partido político convencional? “Los partidos tienen que convencerse de que esas experiencias marcan el futuro, y no pensar sólo en ir a afiliar gente. Pueden conversar, comprender, intentar que las propuestas de ese movimiento social tenga alguna repercusión en el mundo institucional”. ¿Ya no ser “dirigentes”? “No. Pueden ser puentes, pero ya no hay líneas, vanguardias, dirección. Todo eso es antiguo. Muchos políticos no lo entienden. Incluso a nivel de gobiernos. ¿Quién toma las decisiones sobre la vida de millones de personas? Presidente, dos o tres ministros, grandes empresas, algunos sindicatos, grandes estructuras corporativas. Al menos aquí en Brasil. Así fue que Lula disolvió a los movimientos sociales, al incorporarlos al Estado”.
¿Qué es el poder?
¿Cuál debería ser entonces el concepto de partido político? “Antes era el instrumento de acceso al poder. Cada partido intentaba ser representante de sectores de la sociedad. Hoy la sociedad no necesita representantes, pero necesita partidos, porque les resulta imposible a los movimientos quedarse sin institucionalidad democrática. Pero la expectativa de la gente común no es tener dirigentes. Aquí usamos la palabra ‘síndico’ para el administrador de un edificio: lo eligen los vecinos, pero no para que les dé órdenes, sino para que haga el trabajo administrativo. La nueva tendencia es que los políticos sean síndicos, no dirigentes”.
Para Caetano, lo que subyace en Sin Patrón tiene que ver con todo esto. “Porque uno se plantea a partir de esa experiencia una dimensión económica, de la producción de la vida, donde las personas se organizan y pasan a ser más sujetos y menos objetos. Lo que se relata en Sin Patrón de manera aguda y conflictiva, es lo que debería ocurrir en todo el mundo. Demuestra cómo la autogestión y el autogobierno son posibilidades diferentes al mercado y al Estado. Es un material que permite entender cómo cambió la noción de participación: vos podés hacer las cosas, no ser espectador pasivo de lo que hace otro. Cambia el concepto de determinismo, de progreso lineal. Y el concepto del poder: Hannah Arendt discute que el poder sea la capacidad de imponer la propia voluntad sobre la de otros. Dice que poder es cuando las personas están y actúan juntas. La acción conjunta genera poder. Venimos de un mundo que era el mismo para (Frederick) Taylor organizando el trabajo fabril, para Max Weber planteando que el Estado tenía el monopolio de la violencia y la coerción, o para Lenin organizando la revolución: liderazgos que hacen las cosas, y las masas van detrás. En cambio, Sin Patrón permite entender que ese mundo ya murió. No sabemos qué podemos construir, pero la opción de hacerlo sin patrón es una tendencia que hoy le da todo un sentido diferente a la posibilidad de hacer política”.

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Trabajadores de otra clase

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Una hipótesis Sin Patrón. Hace una década comenzamos a acompañar el proceso de recuperación de empresas quebradas por las políticas neoliberales impulsadas desde el Estado y el mercado. En 2003 escribimos esta hipótesis sobre qué representan: el nacimiento de un cambio de paradigma en los modos de producción, pero también el de una nueva identidad, la del trabajador autogestionado. Hoy, en el contexto de la crisis financiera global y bajo la perspectiva de la coyuntura local, su lectura se ha resignificado. ¿Cuáles son las lecciones y las claves de esta forma de ser y hacer que permiten poner en marcha proyectos que democratizan los lazos sociales? ¿Por qué esta forma comunitaria de gestión sigue siendo ignorada por universidades públicas? ¿Qué nuevas obligaciones surgen a partir de organizar lo común sin moldes ni patrones?
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Vivitos y coleando

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Las fabricas sin patrón, hoy. Una mirada sobre el presente y los desafíos a futuro de las más emblemáticas fábricas recuperadas por sus trabajadores. Qué falta, qué sobra y cuáles son los problemas más difíciles de resolver ahora que la subsistencia está garantizada.
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Flaskó, fábrica brasileña bajo control obrero. Bajaron la jornada laboral a 30 horas semanales, ganan más que los obreros de empresas convencionales y recuperaron la clientela, tras 8 años de ocupación.
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