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El escenario de la vida

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Adhemar Bianchi. Maestro y referente del teatro comunitario, con sus obras y reflexiones crió generaciones de actores y espectadores que encontraron así otra forma de pensar qué es el arte. Primero contra la dictadura, luego contra la exclusión y ahora en defensa del espacio público, sigue dando batalla para que el nosotros le gane al vale todo.

El escenario de la vidaEl taxi lleva diez minutos con la brújula desorientada cuando estaciona en una esquina del corazón de La Boca. Al fin, el GPS borracho es historia y el auto se va perdiendo en una callejuela de película en blanco y negro.
Afuera, en la calle, la tarde es gris como la melancolía, desértica, arropada, frágil, desmaquillada: seductora.
Adentro, Adhemar Bianchi, actor y director teatral, se sienta y su sola energía enciende los fotogramas opacos. Mueve las piernas de manera incesante en lo que parece ser una metáfora de una vida en la que jamás paró de moverse.
Adentro es el Grupo de Teatro Catalinas Sur y el hombre que está sentado e inquieto tiene 65 años y un prontuario teatral que le permite elegir dónde ubicarse. Por propia decisión, entonces, en los inicios de los 80 se paró en La Boca, desde donde masticó la idea de conformar un grupo de teatro comunitario, a la postre el Grupo Catalinas (como todo el mundo lo recomienda) que ya tiene 28 años de recorrido con diferentes propuestas teatrales y creativas pero con una condición inmodificable: teatro de y para la comunidad. Vecinos convertidos en artistas de sí mismos.
Desde entonces, Bianchi es considerado, junto a Ricardo Talento, uno de los padres del teatro comunitario en nuestro país y también uno de sus teóricos más lúcidos, al fusionar los conceptos de comunidad, memoria, identidad, celebración y arte como una unidad teatral.
La escenografía de su vida
Bianchi nació en Uruguay y en su país transitó por el teatro independiente de la década del 60, de alta impronta militante. “Me estaba haciendo un poco de ruido ese concepto porque era un teatro político para convencidos”, sostiene. Esta mirada crítica no estaba basada en una visión contraria a la militancia porque, al mismo tiempo, era gremialista de la Administración Nacional de Puertos.
Llegó a Argentina luego de que la dictadura uruguaya lo honrara con un certificado laboral C, que no significaba que era un Campeón: “Significaba que nadie te iba a dar laburo oficialmente. Ni el Estado ni los privados: no figurás”
La desaparición laboral lo hizo habitante de estas pampas y en 1973 se afincó a los pies del Riachuelo, más precisamente en el barrio Catalinas Sur, en unos monoblocks que había edificado la extinta Comisión de Vivienda en La Boca. Quizá sin saberlo, esa Comisión fue la primera escenógrafa del teatro comunitario: “Esos edificios tienen una geografía muy particular: son hacia adentro, generan facilidad para la vida social, sin calles en el medio, lo que favorece la comunicación”, describe Adhemar.
En esos años prematuros hizo de todo, dentro y fuera de su formación teatral: buscó trabajo de lo que fuese, dio talleres de teatro, fue librero, armó un espectáculo sobre las “despedidas de solteros”, fenómeno argento que le llamó mucho la atención, y lo contrataron para dirigir una obra –con actores impuestos– que aceptó sólo porque le pagaban. Ahí, con la fuerza que surge de la convicción, un día (en todas las historias siempre hay “un día”) decretó: “No hago más lo que no quiera hacer y en lo que no crea”.
Señoras y señores, primer acto: estaba pariendo la autogestión.
La creación
Para dar a luz redobló la propuesta que le hizo la Comisión de Padres de la escuela Della Penna, a la que iban sus hijas: “No, clases no. Hagamos teatro”, dijo. “Pero en la plaza”, agregó sin importarle, o sí, que todavía mandaba la dictadura y, entre otras nimiedades, había estado de sitio.
La propuesta era alocada pero más lo eran sus interlocutores, que aceptaron. Tomaron el espacio público. Todavía mandaba la dictadura (vale la reiteración) y comenzaron a jugar y a ejercitar. Eligieron un texto del Siglo de Oro español sobre la censura que imponía el Rey y la prohibición de trabajar con mujeres, de hablar sobre temas religiosos y de la imposibilidad de bailar. De los ensayos participaban los vecinos que, mate en mano, descubrían su vocación por la actuación.
El resto es lo que hoy se conoce como la génesis del Grupo Catalinas Sur: el estreno se llevó a cabo en la misma plaza, con vecinos que hacían de censores y aparecían entre el público diciendo algo. “Fue muy divertido porque la gente hacía una asociación inmediata con la dictadura: a los censores les tiraban papeles, les gritaban”, dice. Pero además fue una fiesta en el barrio con 800 personas, con lo que al rato pasó un helicóptero, cayeron cuatro patrulleros y se dio este diálogo, que parecía parte del guión:
Policía: ¿Esto qué es?
Vecinos: Es una fiesta del barrio, un espectáculo
Policía: ¿Tienen permiso?
Vecinos (mienten, convincentes) -Sí, sí.
En el primer espectáculo, entonces, participaron 800 vecinos que derrotaron a los malos: cuatro patrulleros y un helicóptero policial que huyen de la escena tan rápido como habían ingresado.
Segundo acto: ocupar, resistir, producir.
Fue el primer éxito pero también algo más: un triunfo colectivo. Pensar en el contexto transforma el hecho en un acto heroico. Sobre aquella epopeya, Adhemar dirá: “Eso marcó, en alguna medida, un concepto que era la celebración: poder volver a juntarnos en una plaza pública y volver a reunirnos en algo creativo, que era una forma de resanar todo el período de miedo. Ya salir a la plaza, que hayan venido los patrulleros pero que se tuvieran que ir, ya dijimos ‘podemos’. Y ahí comenzaron otros temas: quiénes somos y por qué llegamos a esto”.
A partir de ahí, con la gestación del grupo y con la creación del Movimiento de Teatro Popular (MOTEPO), salieron a las plazas a celebrar ese espacio de encuentro y a gestar diferentes mecanismos de comunicación entre vecinos.
Recuperar el espacio social
Bianchi aporta una pista para comprender, en toda esta cofradía creativa, cuál es la vuelta de tuerca que permite mirar con otros ojos: “El hecho teatral es para nosotros fundamental, porque somos gente de teatro, pero no es sólo el fenómeno del hecho teatral; o mejor dicho ese fenómeno pensado desde otro lado y no desde el teatro para una élite. Y cuando hablo de una élite no hablo de los ricos, sino de un mundo cultural, de cultura dominante aunque tengas ideas progresistas”.
En ese sentido, Adhemar se opone al concepto del arte como herramienta, que es sostenido, muchísimas veces, por el mismo mundo progre al que se refiere: “El arte y el teatro no son una herramienta para. Creemos que el arte en sí es transformador. A las personas excluidas, por ejemplo, puede demostrarles que no son la última porquería, como se les quiere hacer creer. El concepto de la autovalorización comienza a funcionar. El pibe que pone su cuerpo y la voz comienza a creer algo fundamental: que puede y que tiene muchas cosas para decir”. “Los brasileños hablan de empoderarse de sí mismo”, explica didácticamente.
En este recorrido de casi 30 años, ¿qué paradigma instaló el teatro comunitario?
Que el arte, puesto en un espacio de territorio, empieza a lograr que esa sociedad esté viviendo ese territorio y no durmiendo en él. Para nosotros el nuevo paradigma es la recuperación del espacio social por la comunidad en forma creativa. Y desde el territorio donde uno vive: vivo acá, éste es mi lugar, mi defensa.
En el Grupo de Teatro Catalinas Sur participan alrededor de 300 personas, en un número flexible que se extiende y se reduce según las circunstancias. Además de los espectáculos que ofrece (de altísima calidad artística), realiza talleres y organiza un festival de títeres de primer nivel mundial.
Adhemar se mueve en la silla como si ésta fuera una hamaca. Todo su cuerpo se balancea en un péndulo invisible que lo acerca y lo aleja con extraña rítmica. Cada palabra suya tiene un gesto que la complementa, que la acompaña, que también habla. En ciertos tramos las manos hablan más que la boca, dibujando piruetas y firuletes. Afuera, la tarde es noche. El gris se oscurece y se hace espeso como el luto. El invierno clava sus dientes y se cuela por cada hendija. Tanto que, con lógica, el barrio lo contempla puertas adentro: hace falta mucho más coraje que abrigo para hacerle frente.
Sin embargo, nada impide que entre y salga gente de este enorme espacio donde el Grupo Catalinas Sur exporta entusiasmo, trabajo colectivo y esperanza, entre otras palabras que dan calor al invierno mediático, que se esfuerza por echarles olor a naftalina.
Este actor y director teatral que tiene la capacidad de teorizar sobre la propia experiencia comunitaria incorpora otra virtud al paradigma del teatro de vecinos: que la gente se sienta capaz de crear algo que entretenga y analizar qué quiere decir, cómo lo va a decir, dónde, para quiénes y de qué manera va a organizarlo para darlo a conocer.
Además, propone un esquema de pensamiento que es toda una definición política: “Empezamos a pensar que se pueden transformar las cosas desde una base, que es la gente. Lo que se está demostrando es que hay cosas que se pueden hacer con el teatro, o con muchas otras cosas, pero que la gente es creativa”. Acto seguido, tira una lanza que bien podría ser uno de los puntos de la constitución del teatro comunitario: “Que los barrios vuelvan a ser lugar de vida y además de integración”.
Okupación pública
El horizonte de acción del Grupo Catalinas es tan amplio que, incluso, plantea un punto de vista interesante para quienes destacan a la inseguridad como lo único en común que tienen los barrios de la Ciudad. Dice Bianchi: “Nosotros sostenemos, por ejemplo, que la ocupación del espacio público, artísticamente y por los vecinos, es seguridad. Es mucha más seguridad que poner policías. Si vos ocupás una plaza haciendo actividades no están los dealers. Entonces mantenemos que es educación, que es economía social porque comprás en el barrio”.
Así, le plantearon al Ministerio de Cultura porteño un plan. La respuesta PRO es conocida: indiferencia, más UCEP, plazas enrejadas, Policía Metropolitana y globos amarillos.
Arte y confección
Adhemar hace más explícita la identidad del teatro comunitario: “No es una receta pero para nosotros lo creativo tiene que ser democrático: la idea puede venir de cualquier lado, se juega y se improvisa mucho. Y hay un acuerdo previo de qué queremos decir. Y eso no es un debate continuo, sino que alguien trae una idea y entusiasma a otro. Una vez que se termina y se dice: éste es el producto y todo el mundo está contento con él, se trabaja como en cualquier espacio. La única diferencia es que a un músico no se le va a ocurrir hacer un casting de voces porque todos tienen que cantar. A un director no se le va a ocurrir que alguien tiene que hacer cuatro personajes y el resto, nada. Tiene que pensar en términos colectivos, del mismo modo que los actores no pueden pensar ‘éste es mi papel’. Rotan porque es colectivo y por una necesidad propia, porque si no están presos todos los fines de semana”.
Bianchi lo sintetiza así: “Cambian las reglas de ‘yo artista’ a un nosotros colectivo”.
Se viene el estallido
Ese nosotros al que nos transporta Adhemar tiene su práctica cotidiana en el enorme espacio donde todos los días el Grupo Catalinas Sur pone en práctica tales cuestiones. Su director narra cómo lograron ocupar semejante lugar: “Un día vengo caminando y veo este galpón que era el depósito de tinta de Celoprint, que había cerrado. Me asomo y veo 60 x 30 metros, vacío, sin columnas y dije: ‘Ah, no’”.
Las palabras de asombro fueron el inicio. Lo que siguió fue más o menos así: “Me encuentro con un tipo en la puerta y le pregunto quién era el dueño. Me da un teléfono. Llamo. Insisto. Hablamos y se lo alquilamos con una intención de compra. La decisión era todo un tema. Nos metimos y todos los meses hacíamos una fiesta grande. Veníamos temprano y hacíamos lentejas, busecas. Venía un montón de personas. Hacíamos alguna obra de teatro y al finalizar teníamos 5.000 o 6.000 pesos que se transformaban en ladrillos”.
De las lentejas a los ladrillos, terminaron de pagarlo en 2001, unos meses antes del “estallido”.
Termina de detallar esa historia fascinante del lugar que ahora nos cobija y es imposible no dimensionar el esfuerzo, el entusiasmo, la pasión y la alegría que hicieron posible cada pizca de esos pasos. No hay manera, entonces, de no ver e imaginar los lazos sociales, los vínculos que el grupo fue creando y fortaleciendo en el barrio: un espacio de encuentro entre el verdulero, el pibe de la esquina, la maestra, el remisero, el desocupado, la estudiante. Esa red que parece invisible es la escenografía exacta donde se realiza la trama.
Lo que queda después de esa escena se parece al final de cada obra del Grupo Catalinas y emerge como un deber: ponerse de pie y aplaudir por lo que se acaba de ver, pero también por todo lo que hay detrás.

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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