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Imperio
Entrevista a Richard Stallman. El creador del sistema más exitoso y principal apóstol del software libre pone en contexto geopolítico qué representa hoy la batalla que se libra en cada computadora. Usuarios vs. empresas. Quién va ganando.
Parado en la esquina de Medrano y Rivadavia, Richard Stallman está con su computadora abierta y tecleando. La imagen sintetiza lo que es: un hombre raro. Sin embargo, su particularidad no es la larga cabellera ni la espesa barba, ni siquiera su computadora desplegada en la vereda. Lo raro de Stallman es su cabeza. Cómo piensa y cómo hace funcionar lo que piensa. Stallman es un científico brillante que ilumina, con sus palabras y con su obra, a toda su época. Todo lo que dice y hace es abierto y libre. El software que creó y le dio fama mundial -el desarrollo GNULinux- y su constante prédica por el libre acceso al conocimiento son apenas dos ejemplos de la potencia de esa luz.
En claro castellano, utilizando las palabras con más precisión que los cubiertos con los que troza un churrasco de cuadril con papas a la crema, Stallman convertirá la conversación en una clase que, al concluir una hora después, deja en claro que sabe no sólo lo que quiere decir, sino cómo hacerlo: su exposición es un círculo perfecto, claro y preciso. Empieza y culmina señalando lo que quiere transmitir: cómo las corporaciones son enemigas de la democracia. Aquí y allá.
¿Cúal es su mirada sobre el panorama actual y global de lo que podríamos llamar la batalla por el libre conocimiento?
Para mí, ese término “libertad de conocimiento” es demasiado amplio porque hay muchos tipos de hechos que podrían incluirse en esa categoría. Por ejemplo, hay datos personales de la gente que otros no tienen derecho a conocer y ése sería un caso en que debería defenderse la restricción a su acceso. Pero normalmente cuando uno dice “libertad de conocimiento” habla de otra cosa. Habla, por ejemplo, de cómo la ciencia está restringida por los editores de las revistas científicas. Y de lo insoportable que es su poder. Por lo tanto, hace falta que los artículos científicos se publiquen y puedan luego compartirse sin restricción. Pero por otro lado, está el tema de los Estados. Otro asunto. Las revistas científicas no intentan esconder sus artículos, sino obstaculizar el acceso para ganar dinero, pero los Estados intentan esconder lo que hacen.
En ese sentido usted señaló que la criminalización de Wikileaks implica un tanteo, una…
…Es un ataque a los ciudadanos. No conozco la palabra tanteo pero…
… una batalla preliminar para a ver quién tiene más fuerza…
Sabemos quién tiene más fuerza: evidentemente los Estados. Hoy en día los Estados fingen ser democráticos, pero suelen obedecer a las empresas. Por ejemplo, el gobierno de los Estados Unidos es un gobierno de ocupación. El imperio de las empresas ha ocupado mi país, y el gobierno funciona para mantener el poder de la ocupación, cueste lo que cueste.
¿No han cambiado con el gobierno de Obama los sistemas de vigilancia a los ciudadanos que impuso la Ley Patriótica?
Es peor. Obama, antes de ser elegido criticaba, no muy fuerte pero criticaba, tales cosas. Hoy protege a nuestros controladores. Bush ha admitido ordenar la tortura. Y Obama no quiere hacer nada, dice: “olvídenlo, es tiempo de avanzar para mirar hacia el futuro y olvidar el pasado”. Y lo peor es que así no sólo protege a los criminales del pasado, sino que sigue con la política de castigos sin proceso. Ahora mismo hay una serie de protestas por… ¿cómo se dice un gran tubo para petróleo?
Oleoducto…
Eso… propone construir un oleoducto de Canadá a Texas para transportar petróleo de arenas subterráneas. Hay protestas cada día ante la Casa Blanca para impedirlo. Acabo de leer en el avión que alguien que jugaba un papel muy importante en la campaña de Obama se hizo arrestar en una protesta frente a la Casa Blanca. Y Obama no dice nada. Evidentemente ya se ha vendido.
Lo que llamamos “nuevas tecnologías”, ¿ayudan a enfrentar esos poderes?
Sí y no. La gente ha descubierto cómo usar varias tecnologías digitales para comunicarse y organizarse en resistencia a la tiranía. Pero los Estados siempre buscan maneras de evitarlo. Y hay que notar que muchas empresas grandes también usan esas tecnologías, pero para someter a gente.
¿Por ejemplo?
Hay protestas y condenas contra Cisco por haber desarrollado sistemas para la censura y vigilancia en China. Hay una demanda legal en los Estados Unidos, promovida por disidentes chinos, que tienen pruebas de que Cisco sabía cómo se usarían sus productos. Muchos Estados intentan censurar y vigilar el Internet. Acabo de leer que en Pakistán han prohibido el uso de redes virtuales privadas.
¿Una medida para centralizar el tráfico de Internet?
No es asunto de centralizar, sino de censurar el acceso a páginas críticas al gobierno. ¿Cómo? Un usuario con un VPN -una red virtual encriptado que funciona sobre Internet- puede navegar para tener acceso, desde un servidor alojado en otro país, a los sitios que el gobierno de Pakistán no permite. Con esta medida le cierran esa vía. Pero esas conexiones se usan para todo tipo de cosas, no sólo para visitar páginas contrarias al gobierno. Es como prohibir los coches para que los criminales no puedan usarlos. Hasta eso son capaces de llegar los gobiernos cuando se trata de Internet. Sin embargo, estoy seguro de que los bancos en Paquistán pueden usar sus servidores libremente. Entonces, los Estados pueden siempre ser más osados en su censura y vigilancia de Internet si se trata de un acto de resistencia. Y hay que notar que la censura del Internet ya no se limita a países evidentemente no libres como China o Pakistán: en España, con la ley Sinde, han impuesto una censura similar.
Que criminaliza la copia…
Exacto. Por ahora, los usuarios españoles pueden escapar a la censura impuesta por su gobierno a través de un VPN. Pero vamos a ver si, con la excusa de hacer eficaz esa ley, el gobierno español no termina adoptando una medida como la paquistaní. Lo importante es ver qué se pone en riesgo con este tipo de legislaciones y ver también cómo se expanden. La “ministra Sinde”, como llaman a la ministra de Cultura española Ángeles González desde que se sancionó esta ley, viene a Argentina el 16 de septiembre, a Mar del Plata. Hará un discurso y ya hay planes de protestas. Es muy importante entender lo que está en juego allí.
El movimiento de los indignados tuvo su origen, justamente, en las protestas contra la ley Sinde. ¿No cree que los políticos han aprendido esa lección y ya no miran con tanta simpatía ese tipo de leyes por miedo a la inestabilidad institucional que pueden sembrar?
Sí, pero me temo que es como en el caso de Obama: ya están comprados.
Usted, cuando analizó el caso de Wikileaks, señaló el peligroso rol que habían jugado los proveedores de acceso a Internet al desconectar los servidores que replicaban los contenidos de esa página…
Es un caso que demuestra claramente la ausencia de derechos de los usuarios de Internet. Es como si la empresa de teléfono pudiera cortar tu teléfono cuando no le gusta con quien hablas. Hay que establecer, entonces, una norma que deje en claro que estos proveedores de servicio no tienen derecho de cortártelo, al menos mientras sigas pagando tu cuenta.
¿Hoy el proveedor tiene mucho poder?
Sí. Y en muchos países y muchas regiones hay muy pocos proveedores posibles. Por ejemplo, en los Estados Unidos los proveedores principales hace unas semanas se pusieron de acuerdo para castigar a sus clientes si comparten música o películas. Y es castigo sin proceso, porque sólo con comprobar que lo hiciste un número de veces que ellos determinan, ya te castigan. No les hace falta demostrar nada para hacerlo
¿Están por encima de la justicia?
Sí. Y se sabe que las empresas de discos y de cine ya han comprado a los legisladores estadounidenses para tener leyes a su favor.
¿No se han desarrollado alternativas libres de acceso al Internet?
No sé si es posible. Porque si bien no es muy difícil construir una red local independiente, para poder comunicarse con todo el mundo esta alternativa tendría que tener un nodo en cada país, en cada ciudad. Y los cables de banda ancha son muy caros, interocéanicos… Entonces ¿cómo podríamos construir una alternativa? No veo la posibilidad. Lo que tendríamos que hacer, y no sólo para defender la libertad en Internet sino para toda la vida en sociedad, es reestablecer la democracia. Porque en estos momentos el imperio de las grandes empresas domina el mundo y tiene el poder. En cada campo de la vida, las empresas que tienen intereses en ese campo, mandan a los Estados. Las empresas mediáticas imponen censura a Internet, las empresas petroleras bloquean el camino para escaparnos del desastre total… Asan nuestro planeta. Los bancos grandes, está ahora claro, han provocado la crisis financiera sin tener que pagar por ello. Y así en todo.
¿Qué rol juega el software libre en este contexto?
Con el software hay dos posibilidades: o los usuarios tienen el control del programa, o el programa tiene el control de los usuarios. El primero es el software libre, el segundo es el software privativo. Entonces, un programa privativo es un yugo puesto a sus usuarios: el dueño del programa tiene el poder sobre los usuarios a través del programa. Por eso es injusto. Entonces el software libre es justo en sí. Pero ¿qué tiene que ver con todo el resto de lo que estábamos hablando? Mucho. El software privativo les ofrece a las empresas una manera de imponer su control a cualquier cosa. Suele meter funcionalidades para restringir al usuario, y funcionalidades para vigilar al usuario. El dueño de un programa privativo tiene poder sobre los usuarios, y lo sabe. Entonces, si es codicioso, como generalmente lo es cualquier corporación, siente la tentación de usar este poder para cualquier fin. Por ejemplo, para conseguir más poder aún sobre los usuarios. Hoy en día cada avance tecnológico es una oportunidad para las empresas para someter a los usuarios. La tecnología podría libertarnos, pero si las empresas son las que deciden sobre ella, va a suceder lo contrario.
En Argentina hay un proyecto para obligar a pagar un impuesto a cada computadora destinado, justifican, a recaudar el dinero que pierden los autores por las copias y bajadas libres de sus creaciones…
En primer lugar hay que dejar en claro que los autores no pierden nada: es una mentira. Y en segundo lugar, también dejar en claro que ese dinero no iría a los autores: es otra mentira. He propuesto un sistema para apoyar mejor a los autores y a los artistas. No porque crea que “pierden” dinero a costa de que se comparta libremente su producción, pero éste no es el punto. El punto es que apoyar a las artes es útil e Internet puede ser una manera de hacerlo. Pero para apoyar a las artes hay que apoyar a los artistas, no a las empresas. Las legislaciones que se promocionan como protectoras del derecho de autor son, en realidad, formas de recaudar dinero para las empresas y, en segundo lugar, para los grandes artistas. Y esa no es una manera de apoyar las artes. Lo que propongo es distribuir el dinero únicamente a los artistas, no a las empresas. Y para que sea de una manera eficiente, lo que propongo es medir el éxito de cada artista por un sistema de sondajes; luego, distribuir dinero entre las artistas según la raíz cúbica del sondaje de cada uno. ¿Por qué sacar la cuenta con la raíz cúbica? Porque de esta manera el resultado dirigiría la mayoría del dinero a muchos artistas de éxito mediano. Es un sistema donde el reparto es más equitativo y la proporción es más justa. Mi propuesta demuestra que es posible hacerlo, pero lo que no hay es voluntad de hacerlo bien porque el motivo de estas “protecciones” es otro. Entonces, hay que rechazar en estas cuestiones términos como “compensar”. Nadie tiene derecho a ser compensado cuando la gente copia porque copiar es bueno, compartir es bueno. Y no implica una deuda. Si apreciás una obra de arte no tienes una deuda con el artista. La única “deuda” que se intenta “compensar” con estas cosas es la que los Estados tienen con las corporaciones.
Con respecto al movimiento de software libre argentino, ¿cómo ve el panorama local?
No veo un panorama, nunca. Para llegar a conclusiones generales tengo que pasar años, como por ejemplo, la conclusión general acerca del imperio de las empresas que he sintetizado en esta charla. Años en los que lo he visto, en los que he recibido la ayuda de otros, gracias a sus escritos y conversaciones. Analizando, pensando, leyendo, viendo. Así fui llegando a tener una visión panorámica.
¿Cuál sería la conclusión de esa visión?
Un Estado dominado por las corporaciones no es democrático, no es legítimo. Si un Estado se vende a las empresas y sólo finge ser democrático, pierde su legitimidad.
¿A qué tendríamos que estar atentos aquí, entonces?
A los tratados de libre explotación (se refiere así a los llamados “tratados de libre comercio”) porque son tratados anti democráticos. Cada uno debilita la democracia.
¿De qué manera?
Estos tratados facilitan el desplazamiento de la producción de un país a otro. De esta manera, transfieren el poder de los Estados a las empresas. Los Estados pueden ser democráticos, pero las empresas ni siquiera se dicen democráticas. Entonces esta transferencia es injusta. Esto bastaría como motivo para romper y eliminar esos tratados. Pero siempre vuelven, y peores. Desde hace 15 años esos tratados suelen subordinar las leyes a las empresas extranjeras. Entonces los Estados ya no tienen el poder ni en la salud pública ni en el medio ambiente ni en el nivel general de la vida.
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