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Teatro recuperado

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Simón, en el Bauen Hotel. Una producción cooperativa que incluyó la organización de peñas teatrales para recaudar público y dinero.

La historia salta para atrás dos siglos y se para en la boca de Simón Rodríguez en el momento justo: “O inventamos o fracasamos”, afirma y suelta la frase en clave de fórmula mágica. Detengámonos en ese lema, aunque sea por unos segundos, porque es allí, señoras y señores, donde este hombre nacido en el siglo 19 da cuenta de algo poderoso: la política debe ser acompañada de poesía. Ese es el instante que rescata el colectivo de trabajo Simón para presentar la obra compuesta por el dramaturgo venezolano Isaac Chocrón que se estrenó el 3 de septiembre en el Bauen, hotel recuperado por sus trabajadores.
Dicen que una buena crónica tiene que contar otras historias. La obra de teatro Simón cumple a rajatabla con esta consigna. Se llama Simón, por Rodríguez, pero también Simón por Bolivar. Y viene a contar la historia que no nos enseñan en la escuela. Rodríguez, el gran educador popular venezolano, fue escogido tutor de Bolivar cuando aquel niño, que de grande se convirtió en el gran libertador de América, quedó huerfáno. La obra comienza con el reencuentro de estos dos hombres ya crecidos. Un Bolivar viudo a las 21 años, tomado por la pena de amor, pero comportándose como un bon vivant por París y un Rodriguez roussoniano que quiere influir con sus pensamientos sobre el joven. De telón de fondo, una Francia post-revolucionaria, con un Napoleón como aparente gestor de la República que termina transformándose en emperador y un Beethoven que le dedica su más exquisita composición y luego se la quita.
Detrás de la escena
La obra también cuenta otra historia, quizá más arriesgada. Es la que se encuentra detrás de escena y que tiene que ver con diferentes cabezas pensando, varios pies caminando, muchas manos entrelazadas, haciendo y creando algo propio y común. Tal vez para muchos suene a adivinanza, pero no para la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (Facta.) ni para los trabajadores del hotel Bauen; tampoco para la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (C.N.C.T.) y menos para los integrantes del colectivo de trabajo Simón. Para todos ellos tiene un sólo nombre: autogestión.
Fernando Martín, el actor que personifica a Simón Rodríguez en las tablas, me recibe en el aula de una escuela de Parque Chacabuco. Me cuenta que junto a varios compañeros utilizan el establecimiento para dar vida a un Centro Cultural y hacer frente al cierre de talleres por parte del gobierno de Mauricio Macri. Fernando sabe recuperar espacios y otorgarles otros sentidos. Martín es quien en el año 2009 interpretó a Nicola Sacco en la puesta en escena de Sacco y Vanzetti, escrita por Mauricio Kartun.
¿Qué enseñanzas les dejó la producción autogestiva de la obra Sacco y Vanzetti? Su respuesta: “Que se puede, que es viable y sustentable un proyecto si te regís por principios de excelencia, calidad y no te parás en lugares marginales sino centrales. Entonces encontrás que otros reconocen tu trabajo sin tener que explicar nada. Como por ejemplo: quedar nominados para el premio Estrella de Mar y competir con un espectáculo de inversión millonaria”.
Los recursos
Hoy, a dos años de aquel estreno, confirma que la idea es darle continuidad a la idea y creencia que desde la autogestión se puede intervenir en la producción de contenidos. Fernando aclara: “Esto no es nuevo. Hay una historia de teatro independiente que está basado por estos principios. Es probable que más de la mitad de los espectáculos sean producidos de esta manera. Pero lo nuestro es distinto. No sólo surge como necesidad, sino como decisión”.
La balanza
Desde hace siete meses vienen moldeando la obra Simon bajo una perspectiva que les permita optimizar los ingresos. Para ellos es una toma de posición y les permite acceder a elementos que están a su alcance dentro de la Federación, y el Bauen. Constituyeron una cooperativa de trabajo a partir de los derechos que desde Venezuela les concedió el autor Isaac Chocrón. “Chocrón tiene una trayectoria similar a nuestro (Carlos) Gorostiza. Incluso son amigos. Esta es la única obra política en la que que se acerca a algo histórico, porque es una obra de ficción. Escribió sobre un Bolivar relativamente desconocido”, describe.
Fernando enumera sin repetir ni titubear las ventajas de la producción en manos de los trabajadores:
Tener el privilegio de ser parte del todo desde el principio hasta el fin.
Aprender, capacitar, fortalecernos.
Si los resultados son buenos, podemos capitalizar por igual y repartir los ingresos entre todos los participantes.
Poseer la toma de posición. Y disfrutar la decisión en el hacer.
Para Fernando las desventajas son:
Es un sector que si bien tiene antecedentes en la historia de la cultura nacional, no tiene todavía una legislación preparada para acompañarlo.
Hay mas dificultades económicas porque los beneficios se les otorgan a los sectores comerciales. En cambio, las empresas que fueron fundidas, recuperadas o no poseen grandes capitales no tienen acceso a esas ventajas.
Sectores que tienen la capacidad de producir, pero no tienen dinero, son vencidos por el rojo cotidiano porque no logran circulación bancaria.
La mayoría de las personas fuimos educadas para estudiar, formarnos y conseguir un trabajo. Vivimos dentro de un sistema que no tiene formato autogestivo.
Pienso que si se ponen en la balanza las ventajas y desventajas surge una idea superpoderosa: las ventajas son todas nuestras. Las desventajas siempre están afuera, como ilusiones creadas para meter miedo. Fernando da sentido a mi pensamiento: “Uno se va agrandando mientras el grupo se hace más fuerte. Así se espanta el miedo”. En el caso de Bolívar, el grupo incluye a los espectadores que fueron recolectando en la etapa de reunir fondor para montar la obra. con el formato de ensayos abiertos, organizaron una especie de peñas teatrales en las que pusieron en venta un bono. A cambio, ofrecían una platea para el día del estreno de la obra. De esa forma lograron reunir dinero y público, que colmó la sala el día del estreno, ansioso de ver “su” obra.
“Nos pasó, un poco, lo que sucede en la obra. Porque Bolivar no creía en él. Rodríguez creyó en Bolivar. La obra se concentra en la transformación del Bolivar bon vivant, quejumbroso de sus pesares de viudez amorosa, en el hombre va a dejar los oropeles, los salones, la seda y la buena vida, para meterse en el fango de Maracaibo y terminar muriendo apestado y con su fortuna dilapidada. Convengamos, entonces, que ese encuentro le cambió la vida a él y a América Latina”.
 
 
 

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