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La pareja que faltaba

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Victoria Donda y Pablo Marchetti. Ella fue reelecta diputada nacional con una campaña provocativa. Él soporta la fama que le otorgan sus dos apariciones semanales en tevé, aunque su prestigio lo cosecha como integrante del equipo de la revista Barcelona y del Conjunto Falopa. Los dos comparten la batalla por la despenalización del consumo de marihuana, pero se conocieron en una charla sobre el gatillo fácil, un tema menos popular entre la prensa farandulera que ahora los persigue con sus etiquetas: panelista K y dipusex. Aquí revelamos el lado oculto de esta historia.

La pareja que faltabaTe agarré. Vos querés que te cuente cómo el pelado de la tele se levantó a la dipusex. Y sí: te prometo que te doy todos los detalles y te describo todos los besos con saliva que se dan en la puerta de un congreso de periodistas autogestionados, repleto de papafritas que no se detienen ante el escote infartante de la legisladora que renovó su banca al grito de “vamos a portarnos mal” y que perfora el piso con sus tacos, agarradita de la mano del pelado con alpargatas, mientras los comprometo ahí mismo a darnos esta nota después de que sea reelecta y salgan en Libre con letras de vómito. Como suceden las dos cosas, acá estamos. El problema es dónde.
Teneme paciencia, porque para darte una idea de a dónde fui a parar voy a llevarte a dar unas vueltas por el infierno y sus prósperas sucursales argentinas. El paraíso tiene su precio y en este país es muy caro, así que no voy a mentirte: con suerte, el final de esta nota te deja en el purgatorio, lugar apropiado para pensar lo que resume esta historia que no es sólo de ellos, te advierto.
Sucursal Comodoro Py
No hace falta hacer memoria porque la noticia es que hoy condenan a 18 genocidas. Eso significa que estamos en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, con la parejita en cuestión en un escenario que los protege como el Off del acoso de los de flashes que los persiguió durante semanas. La exclusiva por orsai, pienso, con patética lógica Rial.
Ella tiene una campera corta de cuero, los jeans de calce profundo, los tacos aguja y los ojos húmedos. Él, la remera arrugada y esa cara que hoy parece de cristal y no hace juego con su cuerpo macizo.
Ese día pude gritar una docena de veces “hijo de puta” para reafirmar cada condena a prisión perpetua que, en la pantalla gigante que había montado la agrupación HIJOS, era ilustrada con la cara del correspondiente ídem. Uno de ellos era el tío de ella. Adolfo Miguel Donda, acusado, entre otros asquerosos delitos, de secuestrar, torturar y hacer desaparecer a su hermano y su cuñada embarazada, robar y criar como propia a su sobrina y facilitar la apropiación de la niña nacida en cautiverio. Sí: ella.
Ese día mi personalísimo momento de justicia que necesité celebrar a los gritos me privó de ver la reacción de la pareja ante otra condena: la que obliga a cumplir 18 años de prisión a Juan Antonio Azic, el prefecto torturador que crió como propia a esa niña nacida en la Esma. Sí: ella.
Cuatro días después, cuando nos encontramos en la plaza de Avellaneda y ya es domingo y la noticia del día es una verdura vieja, me sorprenden con las mismas caras. Tendrán que pasar varias horas y una larga caminata por las orillas de otro infierno para saber por qué: venían de visitar a Azic, en la clínica psiquiátrica en la que está recluido desde que se pegó un tiro el mismo día en el que a ella se le disparó su historia.
GPS argentino: Azic está acusado de muchos otros delitos que cometió en las tinieblas de la Esma, pero el que yo recuerdo ahora, el que no puedo dejar de recordar mientras ella llora, tiene un nombre difícil: Rodolfo Lordkipanidse, el bebé de 20 días que Azic colocó arriba del cuerpo atado de su padre, Carlos, mientras le aplicaba picana. “Vos podés pensar de mí lo que quieras, pero yo a mi apropiador lo sigo queriendo”, me dice ella con una culpa que brilla en sus ojos como una cadena. Le respondo con la verdad, que es el mejor consuelo que puedo ofrecerle. Y aun así esa verdad me resuena pomposa, estúpida, insuficiente.
Ser o no ser
Sentados en el piso del living de la casa de ella –una terraza con habitaciones, que aun de trasnoche se presiente luminosa, quizá por esas paredes naranja, decoradas con fotos de Evita y El Che– me contará detalles de aquel tiro. Cada uno es en sí mismo un abismo y si los resumo es sólo para evitarte el vértigo que representa escucharlos conteniendo hasta la respiración.
Hubo un día, dice ella, en el que ya era militante de Barrios de Pie y acababa de hablar en un acto en el cual la habían presentado por el que todos y ella misma creían su nombre: Analía Azic. Fue entonces cuando un hombre, que luego se identificó como un viejo militante del PC, se acercó para confirmarlo. “¿Sos Azic, como Juan?” Ese hombre llamó luego a su responsable político para advertirle: “O la chica es un servicio o es hija de desaparecidos”. El viejo militante del PC trabajaba vendiendo seguros y le había asegurado el auto al prefecto que descubrió asesino cuando reconoció el nombre y cruzó datos con las denuncias de los organismos de derechos humanos. Los responsables políticos de la entonces Analía decidieron dos cosas: ir a Abuelas y no decirle nada. “Y se los agradezco”, dirá ella ahora. Así comenzó el trabajo de Verónica Castelli, la integrante de HIJOS que fundó la Comisión Hermanos destinada a investigar el destino de los bebés robados por la dictadura, la misma que el día de la sentencia en Comodoro Py está a su lado, abrazándola.
Todavía eran los días de impunidad consagrada por ley, que comenzó a resquebrajarse cuando un grupo de sobrevivientes decidió buscar justicia en otro lado. Así, el juez español Baltazar Garzón entró en escena y llegó, finalmente, el pedido de captura de 45 genocidas. Entre ellos, el de Azic. Fue el 26 de julio de 2003 cuando ella entró a su casa y su presunto papá la despidió con un extraño pedido: “Me voy. En dos horas llamá a este número”. Cuando llamó, le avisaron que se había pegado un tiro frente al santuario de la Virgen Stella Maris emplazado en el jardín que rodea a la clínica que tiene Prefectura en el puerto de Buenos Aires. Años antes, Esther, la mujer de Azic, a quien ella creía su madre, había dejado en ese mismo santuario una trenza que cortó de su larga cabellera rubia. “Era una mujer muy religiosa y muy enferma. Hizo esa promesa cuando estuvo al borde de la muerte por una pancreatitis”, recuerda ella.
Aquel día que le cambió la vida, cuando preguntó qué había pasado la respuesta fue demasiado larga y difícil.
Así descubrió su origen.
A orillas de la cama de la terapia intensiva le rogó a su apropiador un nombre. “No sé”, escribió Azic en un papel. Tenía el paladar perforado por el fallido tiro que lo dejó mudo. Le dio, al menos, una pista: Palomar.
Le llevó varios meses decidir hacerse el ADN (“Decidir, en realidad, que quienes creía mis padres fueran presos por eso”) hasta que pudo enfrentarse a las fotos de las dos únicas mujeres embarazadas y secuestradas en la zona oeste. Una tenía sus ojos. Esa mirada la animó a transitar lo que faltaba para saber la verdad.
Del borbotón de escenas que comparte sin orden cronológico, con el ilógico hilván de una conversación en la que él se convierte en un testigo descalzo y atento, me quedo con una pieza de ese rompe-cabezas que ella representa. “Azic no fue mi primera opción”, me dice en medio de ese embrollo de emociones que mezcla lágrimas, mocos e ironías. “Como mi hermana era rubia, creyeron que yo también. Entonces, me destinaron a una familia aeronáutica, que dentro de la casta militar representa el ala más aristocrática. Me devolvieron a las tres semanas porque no paraba de llorar. Dijeron que no me adaptaba a sus ritmos de vida”. Imagino entonces que esa fue su primera batalla ganada. Su primera Victoria.
Música, velas y cianuro
Ahora estamos en el Tasso. En el escenario hay Falopa y en las mesas, velitas que laten con alma de canela. El pelado de la tele se convierte ahí en el cantante de un grupo que cabalga géneros clásicos al ritmo de unas letras que describen todo aquello que parece imposible decirse con palabras. Hay risas porque hay en ellas sarcasmo, pero hay aplausos porque el conjunto los arranca con la calidad de sus guitarras y poesía. Pero hay algo más.
Entre canción y canción, él recita sus Odas al poder, megáfono en mano. Al Papa, a la Coca Cola, al Banco Central, a la embajada de Estados Unidos y a su pija. “La escribí cuando María Galindo, una feminista boliviana, me hizo notar que a estas odas dirigidas al poder les faltaba algo importante”, dirá a manera de presentación.
Desde el escenario del Tasso él gritará “Con la fuerza de ella”, aferrándose a la imagen estampada en su remera negra. Es un retrato de Marta Holgado, la falsa hija de Perón, que un fan le hizo especialmente y le dejó en Radio Nacional, donde conduce junto a sus cómplices de la revista Barcelona un programa diario. También murmurará que, pese a lo escuchado en estos días de euforia electoral, no es verdad que la Presidenta sea morocha. Propone cantar entonces la verdad: “Avanti, caoba”. Anunciará además que es inminente la llegada de los “wachi trotskos” y cerrará el show con una cumbia feminista y pegadiza titulada Matelasé, que nos obliga a imaginar a Santo Biasatti, Norma Aleandro, Jorge Luis Borges, Alan Faena, el Che Guevara y Jorge Bergoglio en jogging. Ella sigue el ritmo desde su mesa, con una sonrisa que ilumina más que la velita con perfume a canela.
Al día siguiente estamos ya en el estudio fotográfico cuando él llega con la guitarra, dispuesto a cantar lo que no cantó en el Tasso porque no pudo ensayar el tema con el grupo. Se titula Chica del GBA y él lo entona mientras ella se maquilla. Suena alegre y dice así:
 
Baila con tacos, te pisa
te llena de risa y te hace volar.
Jeans ajustados, escote
ligás de rebote deseo y azar.
 
Tras los besos, que nunca son menos de seis, la conversación nos lleva a otro tema compuesto por él, Compañera, un vals que transita los 70, Perón, luche y vuelve, los imberbes y el sueño del Sheraton Hotel convertido en hospital de niños. Ella le reprocha la frase final:
-Me parece egoísta que le pida que no tome la pastilla de cianuro.
-El amor es así: egoísta-, dirá él.
-No sé: yo hubiese preferido que mis padres la tomen.
-No hubieses nacido-, le recuerdo.
-Pero al menos se hubiesen ahorrado meses de tortura. Mi papá tenía una pastilla encima y cuando lo agarraron, la tiró al piso. Después lo llevaron a carearse con mi mamá, a la que ya habían secuestrado.
-¿No la tomó porque la quería ver?
-Quién sabe. Tal vez… La pisó varias veces, así…
Ella golpea el piso con sus sandalias rojas de tacos altos.
Él señala el suelo con un gesto de confirmación.
¿El amor es así? ¿Cómo esa sandalia roja que encuentra en el piso una explicación?
El dirá que detesta que lo llamen artista tanto como que lo etiqueten “panelista K”. Que se abrió esa puerta, es cierto, a partir de aquella nota que escribió a pedido de lavaca sobre la ceremonia popular que despidió a Néstor Kichner, pero que en realidad su mayor proximidad con el gobierno fue cuando lo vio más débil, en tiempos de enfrentamiento con la casta criolla de los agronegocios. Por entonces escribió también otra cosa: una canción titulada Mal menor, con la que define no sólo su elección política, sino la de toda una generación que jugó al Prode electoral con varios sapos que nunca se convirtieron en príncipes, sino en lo contrario.
Él dirá que aquel adolescente que en el Colegio Nacional Buenos Aires se asumió peronista (ubiquémonos: fin del radicalismo, al palo la teoría de los dos demonios, en plena cuna de la izquierda trotska) recién volvió a salir de clóset hace dos años cuando se atrevió a escribir en MU una nota en la que revisitaba la doctrina justicialista según su propia música y letra: anarco-peronismo, la llamó. Y desde entonces, desde ahí, se sintió cómodo, quizá porque así logró ponerle jogging al General. Su jogging.
También dirá que se siente en falta porque no está escribiendo demasiado. Apenas hace una revista semanal, un programa radial diario, un recital por semana, dos apariciones por tevé en el oficialista Duro de domar y en un papel que no lo incomoda, además de preparar otro programa que saldrá por la pantalla de Canal 7, con producción de la misma empresa que sostiene a Diego Capusotto y Pedro Saborido. Salvo por su rol de sentarse en la banqueta con traje, el resto no representa para él un trabajo. Es su forma de ganarse la vida, la misma que desde hace 10 años inventa junto a sus socios y amigos de Barcelona. Allí es donde libra su batalla cotidiana.
Su falta, sin embargo, la siente en otra trinchera que representa esa carpeta de tapas negras y hojas blancas que lleva a todos lados. La abro y hay letras que fueron canciones y otras que algún día serán poemas, escritas a mano y en los márgenes de papeles que fueron impresos para registrar otras cosas y que quedaron así convertidos en testimonio de inspiración: no hay tachaduras porque no hay dudas. La palabra le surge a borbotones y por las glándulas: las suda, las llora, las amamanta a libre demanda. Después vendrá la corrección, que reprime y comprime. Ahí es donde queda claro lo que busca y anhela. Su propia utopía. Qué Pablo es el líder teórico y (sin)táctico de este Pablo.
Sucursal Dock Sur
Villa Inflamable es una tierra inventada por los vecinos del Dock Sur. Existe porque la basura le robó al Riachuelo una porción de su a-nadie-le-importa y creció porque la necesidad es más fuerte que la corriente. Ese barrio que se construyó sobre un río tiene su destino anclado al agua. Cuando llueve, se inunda. El resto del tiempo, de todos los días de ese tiempo, no tiene agua. Un dictamen de la Corte Suprema obligó al Estado a entregar bidones que nadie usa porque el contenido es intragable. No hay cloacas y pocas casas tienen algo que pueda llamarse baño. Tampoco pueden construirlo: los vecinos tienen prohibido ingresar materiales. Vigilados por la Gendarmería, se supone que esperan ser trasladados a un lugar donde la contaminación que generan las empresas petroleras y químicas que los rodean no les enferme la vida, tal como pasa hasta ahora. Pero toda regla tiene una excepción: a unas cuadras de la villa, el intendente de Avellaneda inauguró una plaza dos días antes de la elecciones. Tres hamacas, un tobogán, seis arbolitos esqueléticos y un gran cartel que declara: “Gracias señor intendente por cumplir sus promesas”, colgado por los empleados que construyeron la plaza.
Por ahí pasamos con Victoria y Pablo, camino al comedor Arco Iris, donde nos espera Norma junto a las mujeres que todos los mediodías reparten 246 raciones entre los vecinos de ese sector del Dock. Hasta allí hay que llegar para conocer de dónde salió ella (su apropiador tenía allí una verdulería y una calesita y ella pasaba ahí todos sus fines de semana), pero también de dónde salen las consignas de la diputada Donda, las mismas que Norma enuncia como un programa de acción ineludible: aborto (“Acá hay muchas mujeres que mueren por no tener una atención médica adecuada y por eso para nosotras esto es una prioridad”), despenalización del consumo de marihuana (“Todos los días tenemos que salir corriendo porque se llevan a los chicos por fumarse un porrito. Es la forma de tenerlos agarrados”), reparto equitativo de los recursos públicos (“Los pedimos por las buenas, pero sino, los tomamos: varias veces hemos tenido que tomar la municipalidad para reclamar lo que es nuestro”), entre otras urgencias que están así de claras porque están a la vista.
Está claro, también, que estamos en una sede del Movimiento Barrios de Pie, brazo social y territorial del partido Libres del Sur, en el que Victoria se cobijó desde que salió de la escuela secundaria y hasta hoy, con fe ciega. “Soy una chica orgánica”, dirá después, cuando ya en su casa cuente cómo llegó a ser diputada, luego de trabajar como secretaria de la ministra de Acción Social de la Nación, Alicia K., en tiempos en los que su partido formó parte del oficialismo y de ese Ministerio. Cuenta que la convocó para ese cargo Oscar Parrili, quizá sin sospechar el significado que tenía para ella su partido: es su familia elegida. “Entré siendo una inexperta, ignorante y torpe legisladora”, resume. Fue, sin embargo, capaz de quedarse con la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos, lo cual habla no sólo de su habilidad sino también de la poca cintura de sus colegas. Desde allí impulsó leyes que la enorgullecen y otras que no la conforman porque quedaron desfiguradas en los tironeos partidarios.
No vengo a discutir con ella de política porque el universo “diputado” es algo que me aburre. Me interesa más cuando me habla de su gen militante del Dock, que la define mejor que cualquier línea partidaria. Me interesa más cuando debate con Pablo sobre el oficialismo, sobre el rol de los partidos, sobre la realidad social, sobre… y los dos coinciden y los dos disienten y la política se convierte así en intercambio de ideas, de miradas, de voluntades.
Ella cuenta que su responsable político le dijo que no hay nada más sectario que no reconocer las propias ideas en otro lugar que no sea el propio partido. Que ella entendió así y por primera vez, que podía estar en pareja con alguien que no comparta su espacio de militancia, pero sí su batalla. Que se fijó en Pablo cuando lo vio en un panel en la Facultad de Derecho organizado para hablar del gatillo fácil. Que la sorprendió su forma de hablar de lo mismo de otra manera, más directa, más sensible, menos de aparato. Que lo convocó para que aportara ideas a su campaña. Que no le daba ni cinco de bola y eso le gustó más. Y que se enamoró cuando lo escuchó contar que con la plata que gana en la tele financia el tercer disco de Falopa, el próximo libro de la editorial Antilibros, sus sueños. “Yo hago lo mismo”, dice y explica que la mitad de sus ingresos (12 mil pesos) lo destina a los comedores del Dock.
Así encontró lo que buscaba: al tipo interesado en jugar, en abrir el juego.
Billetera mata galán es el eslogan de los prostíbulos a cielo abierto.
En el infierno de los vivos, lo que gana por goleada es su utopía: la alegría.
Él dirá, con los brazos abiertos al cielo: “Yo no sé a qué Dios agradecerle este encuentro porque todos me parecen menores a lo que siento”.
Ella dirá: “Me gusta más elegir a que me elijan”.
Y en esas palabras, que representan un pequeño-gran espacio de libertad, encuentro la clave que resume el viaje desde Comodoro Py hasta acá, hasta este punto donde nos quedamos sin espacio para juicios ni prejuicios porque el infierno deja de ser infierno y se convierte, al fin, en otra cosa. Si no está claro en qué, incluso si nos gusta o nos decepciona el resultado, es algo que excede el propósito de esta nota. Ya lo confesó el Gran Dante frente al umbral de su poético purgatorio:
 
Conoces ahora nuestros actos
y de qué fuimos reos:
si quizá por nombre
quieres saber quiénes somos
no hay tiempo de decirlo.
Y no sabría hacerlo.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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