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Con el arte en el cuerpo
Tinta libre. Una experiencia colectiva entre mujeres privadas de su libertad y once fotógrafos de Rosario que posaron su mirada en los tatuajes de las chicas presas. ¿Qué dicen esas marcas? La pregunta inicia este libro en el que fotos y textos dialogan.
Una foto entre tantas. Un patio enrejado. ¿Un patio? Mejor dicho, una jaula. En ese minúsculo lugar al aire libre, las mujeres presas toman mate y cuelgan su ropa a secar, mientras respiran algo del aire que alivia el encierro. Cielo y sol se fragmentan en la cuadrícula del techo de rejas.
En otra foto, el negro de fondo deja entrever, en lo alto, un ínfimo rayo de luz colándose entre los barrotes de una ventanita. En un rincón asoma el cuerpo de una mujer que mira a la pared con su espalda desnuda. En el hombro izquierdo se destaca el trazo borroso de una cruz.
Estas imágenes integran un conjunto de fotografías que hacen zoom en las marcas que las mujeres llevan como banderas en su piel; tatuajes hechos en la cárcel, con biromes, con agujas, con clips, con lo que sea.
¿Qué dicen esas marcas? La pregunta dispara un proyecto: Tinta libre. Historias grabadas en la piel. Surge en el año 2010 por iniciativa del Colectivo Las Juanas, hoy conformadas en Mumalá, Mujeres de la Matria Latinoamericana, un espacio que se propone, dentro de la Unidad Penitenciaria de Mujeres N° 5 de Rosario, generar acercamientos, intercambios y “un momento donde poder soñar y apropiarse de derechos”.
Así nace Tinta libre, una experiencia colectiva, un libro de fotografías y textos que intenta echar luz sobre la oscuridad de una cárcel poblada por mujeres jóvenes y pobres, por historias de vida marcadas, en su mayoría, por la violencia sexual.
En este penal de poca luz y pasillos flacos atestados de humedad, el flash de la cámara muestra a contraluz la marca de un amor y un dolor; la piel entintada con el afecto que la cárcel aleja, lo que permanece latente en el cuerpo como trazos de la vida y lo que lo expone en el “afuera”. Sentires, que entre pena y silencio, expresan libertad.
Mumalá convocó al reportero gráfico Héctor Río quien, a su vez, invitó a participar a once fotógrafos/as rosarinos/as. Al principio, el encuentro con las chicas fue a través de las palabras y el mate. Luego de un año, el diálogo se hizo imagen: una parte del cuerpo tatuado, o un rincón de la cárcel, donde ellas posan casi siempre entre sombras.
Hacer foco
Arte y, sobre todo, sensibilidad. Cada foto y la mirada de cada fotógrafo es un testimonio de lo que dentro de la prisión se resiste a ser patrimonio del sistema penal. Los tatuajes vociferan lo que las mujeres guardan como propio en el contexto del encierro: su cuerpo, su intimidad.
“En ese contexto, las mujeres diseñan en su piel los nombres de las personas amadas, imágenes de fe, de pasión, de dolor, diciendo casi a gritos que más allá de órdenes, rejas y horarios son dueñas de sus propios cuerpos. Que nadie puede apropiarse de ellos, que allí pueden decir lo que quieran, cuando quieran. Que pueden ser visibles y únicas”, escribe, a modo de prólogo, Gabriela Sosa, coordinadora del proyecto.
“El libro también tiene un análisis teórico y cuenta el porqué de las marcas en el cuerpo. En una situación de encierro, las ausencias y la soledad marcan mucho a las mujeres. En su cuerpo, único territorio propio que les queda, ellas pueden expresarse y tener una estrecha relación con sus ausencias, manifestando el deseo de libertad”, expresa Gabriela Ahumada, integrante de Mumalá, antes de presentar el libro junto a sus protagonistas.
Cartografías de la piel
“Sergio”. “Chicho”. “Emi te amo, te amé y te amaré”. La cara de Emi. La palabra “madre” y “papá”. “Jesús”. “Nob”. Una flor escondida tras el bretel rojo del corpiño, y otra mucho más intensa que recubre el empeine de un pie. Los cinco puntos tumberos en el hueco de la mano. Dos tetas y en cada una, un nombre tatuado.
Analía Aucía, docente de la Universidad Nacional de Rosario, analiza: “Las marcas del tatuaje en prisión rompen con la estética impuestas por las actuales técnicas de belleza basadas en un modelo femenino artificial. Los cuerpos de las presas resisten, aun sin saberlo, a esa cada vez mayor sofisticación de los dispositivos de belleza femenina”. Todas o casi todas las chicas detenidas llevan un tatuaje, la tinta libre que genera “otra estética”, describe Aucía. “Quizá la estética de una pequeña libertad de elegir en prisión, la estética de la palabra dibujada en un papel de carnadura humana”.
La antropóloga Eugenia Ruiz Bri también participa de Tinta libre. Su análisis no es antropológico sino vivencial. “Vine a conocerlas y luego me quedé a formar parte del grupo. Me impactó algo tan terrible como la idea de tener que reinventar el mañana cuando el mañana va a ser igual al hoy y al día de ayer. Como si el tiempo se detuviera. Ese es el éxito de la prisión: borrar la noción del tiempo”. A su vez, remarca la “resistencia” de las mujeres presas. “Las pilas que tienen”, dice. Y escribe: “Bullangueras, abiertas, reflexivas, alegres, risueñas, graves, resignadas, tristes, desesperadas. No se malinterprete ni caigamos en lugares comunes, estos estados primero dan cuenta de que en el afuera y en el adentro pasan las mismas cosas como humanidad, ¿no? Sólo que en el adentro, para que esas cosas pasen, hay que tener una primera decisión que es haber aprendido a resistir”.
El detalle de la foto en un lugar donde se prohíben los espejos, y un plano general de lo que es la prisión en Argentina. “Hay un momento en el que uno se puede reír. No importa la pena”. Rejas y vida. Posar para la cámara, jugar con ella. El cuerpo: un lugar que les pertenece y las libera. Dice Gaby Sosa: “Tinta libre es un libro de arte que hace una crítica a las condiciones en las que viven las mujeres en el encierro. Para Mumalá el arte es una herramienta política”. El libro también intenta aportar a la inclusión de la perspectiva de género en las políticas penitenciarias.
Marcas que se ven y otras invisibles, “de sangre y dolor”, como dice Ana, privada de su libertad. “Si supieran que también tengo marcas en mi alma, pero sobre todo, muy adentro mío”, confiesa en su poema que, entre todas las fotos, es su propia voz.
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