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Genética de la corpo

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“Monsanto va a conducir el proyecto agrícola del país”, asegura. Y advierte sobre las consecuencias políticas, sociales y económicas de este modelo que impulsa la privatización de las semillas, la concentración biotecnológica y el monocultivo como proyecto regional. Una conversación que relee en clave de futuro temas que van desde la batalla contra Clarín, el golpe a Lugo y un nuevo veneno: el glufosinato. Por Sergio Ciancaglini

Genética de la corpoEn la mesa del bar han dejado uno de los diarios que los clientes pueden leer mientras toman algo. Andrés Carrasco lo señala y dice: “El problema no es solamente desarmar el relato de Clarín, derrotarlo, cosa que ojalá se logre. Si la Ley de Medios tiende a democratizar la información, a repartir la palabra, hay que saber qué hacer y qué decir una vez repartida la palabra”.
Llega el cortado en jarrito y este científico, director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA, continúa: “Entonces la cuestión no es desarmar el relato de Clarín, sino el relato sobre cómo el país está siendo utilizado por un conjunto de corporaciones frente a las cuales el conflicto con Clarín, puede resultar hasta intrascendente, o menor, en una situación en la que esas corporaciones globales obtienen el control del uso de la riqueza, de los recursos naturales, y de la soberanía”.
Dice Carrasco que hay una pregunta que le ronda la curiosidad hace tiempo: “Si se derrota a Clarín, cosa que reitero que apoyo, ¿cuál va a ser el relato sobre estas otras corporaciones? ¿El gobierno va a enfrentar o al menos a discutirle a Barrick Gold, o a Monsanto? ¿Se va a plantear el tema del uso de la tierra y de quién toma las decisiones sobre nuestros recursos?”
Aún no ha tocado el jarrito, aleja el diario a otra mesa, y agrega: “Y ojo: estamos hablando de las corporaciones que son destituyentes desde siempre. El caso más reciente fue el golpe en el Paraguay”.

Lo último en venenos

Andrés Carrasco realizó las investigaciones que demostraron en 2009 los efectos nocivos del glifosato sobre la salud humana (malformaciones, daños neurológicos) y este mes publicó en www.lavaca.org un trabajo titulado Glufosinato, un nuevo veneno, en el que alerta sobre el uso de flamantes semillas transgénicas que convierten a los cultivos en resistentes no sólo al glifosato, sino a otras sustancias, como el glufosinato de amonio. “El glufosinato es comprobadamente peor que el glifosato. Esto demuestra la inconsistencia de la tecnología de los transgénicos, con productos que son cada vez más ineficaces y obligan a sumarles sustancias cada vez más peligrosas”, explica Carrasco. Detalla, también, que los experimentos del glufosinato en animales provocaron efectos “devastadores”: desde convulsiones hasta muerte celular en el cerebro y malformaciones en el sistema neurológico.
“Distitintos informes, uno reciente de la empresa Baxter por ejemplo, muestran que el glifosato ya fue. Por eso están probando transgénicos con resistencia al glufosinato y también al dicamba –otro que se probó tremendamente tóxico– y al 2,4-D que es pariente del Agente Naranja”.
El Agente Naranja (que incluía un 50% del 2,4-D en su fórmula) fue elaborado, entre otras firmas, por Monsanto. El suyo era el más efectivo como desfoliante. Se lo utilizó para destruir zonas de la selva vietnamita y los cultivos de los campesinos durante la guerra de los 60 y 70.
Los datos sobre muertes y nacimientos con malformaciones causadas por exposición a estos agentes son imprecisos, pero siempre masivos (se llega a hablar de 400.000 muertes y 500.000 partos de bebés con malformaciones). Los venenos aún hoy contaminan ríos y suelos de aquel país.
Reflexiona Carrasco: “La tendencia es a producir transgénicos resistentes a más y peores herbicidas, para lograr la eficacia que el glifosato ya no tiene. Y estas nuevas semillas, como la Intacta RR2 de Monsanto, son patentadas por la empresa que, con el aval del gobierno nacional, obligará a los productores a pagar regalías de por vida, y limitará el llamado Uso Propio, que permitía que cualquier productor pudiera guardar semillas de las plantas para la siguiente cosecha. En cambio ahora, al vender sus granos, se realizará un test muy sencillo para comprobar si la semilla es transgénica y si el productor está pagando por la patente. Y si no es así, pueden mandarlo a juicio”.

Para entender el rompecabezas

Noticias de las últimas semanas, según la lectura del doctor Carrasco:
“La Presidenta anunció en Nueva York que Monsanto le comunicó que hará inversiones en la Argentina, que incluyen una planta en Córdoba, y dos instalaciones experimentales en Río Cuarto y Tucumán. Dicen que son por 1.500 millones de dólares”.
“Al mismo tiempo, la Secretaría de Agricultura anunció la aprobación de la nueva semilla de Monsanto, Intacta RR2. Es el ‘evento 27’, o sea que 27 semillas transgénicas han sido aprobadas en el país, 10 de ellas en el último año, lo cual muestra una tendencia. Y 5 de esas 10 combinan resistencia al glifosato y al glufosinato de amonio”.
“El ministro de Agricultura fue a una reunión de Monsanto en Puerto Madero y, bajo los logos de la empresa, habló de esta tecnología señalando que van a cambiar la Ley de Semillas para evitar el Uso Propio por parte de los productores”.
“Todo esto ocurrió simultáneamente al juicio en Córdoba por el caso de Ituzaingó, donde por primera vez se condenó a quienes fumigaron junto a ese barrio, ocasionando cientos de muertes y enfermedades. O sea: mientras se producía la condena, el gobierno y la empresa hacían anuncios impactantes”.

Los germanos sean unidos

Carrasco no cree que esta secuencia sea casual: “Hay una decisión política de abrirle las puertas a Monsanto y facilitar su intervención en territorio argentino. Digo intervención, y no me parece exagerado. Monsanto, en realidad, va a conducir el proyecto político agrícola del país, compartido con el cartel de 4 ó 5 empresas de las cuales es la principal. Habrá un poco para Bayer, para Syngenta y Dow Chemical. La única de las globales que todavía no está en Argentina es BASF (de origen alemán), que este año se renunció a seguir desarrollando transgénicos en Europa”.
El caso resulta interesante: BASF abandonó sus desarrollos de papa transgénica debido “a la falta de aceptación de la biotecnología vegetal en muchas partes de Europa, por parte de la mayoría de los consumidores, agricultores y políticos”, según el vocero de la empresa Stefan Marcinowski.
¿Fin de la historia? No. El vocero anunció: “Nos concentraremos en los atractivos mercados para la biotecnología vegetal de América del Norte y del Sur y del creciente mercado en Asia”. Un caso similar que menciona Carrasco: Bayer retiró de Europa su herbicida Liberty a base de glufosinato “que ya fue calificado como peligroso por provocar malformaciones e incluido en la lista de 22 pesticidas que van a desaparecer del mercado en base a nuevas normas de la Unión Europea. Sin embargo Bayer inauguró en Alemania una planta de glufosinato para exportarlo a países fuera de la Unión Europea”.
Cada quien puede intentar adivinar a qué países venderán ese producto que los alemanes prohíben puertas adentro.

Chanchos o autos

Carrasco fue Subsecretario de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico del Ministerio de Defensa, en tiempos de Nilda Garré. Sus investigaciones en la UBA sobre los efectos del glifosato desataron polémicas en el propio gobierno, al cual el científico renunció.
“Me parece que hay una contraofensiva de las empresas, que durante bastante tiempo buscaron tener poca visibilidad. Uno percibe una operación mediática enorme con respecto a la bondad de los productos y las nuevas semillas. Además, abarcan cada vez más etapas del proceso como productoras de paquetes tecnológicos, patentes, insumos, y seguramente también integrando pooles de siembra, acopio y transporte. De alguna manera se puede pensar que las empresas manejarán en la práctica el Plan Alimentario Nacional, con apoyo del Ministerio de Agricultura”.
Lo nuevo, además, es la instalación de plantas para agrocombustibles: “Si la soja no se puede vender como harina o como porotos para chanchos, se venderá como biodiesel”.

Alimento y territorio

Las consecuencias son, según Andrés Carrasco:
Explotación y erosión del suelo.
Ampliación de la frontera agropecuaria.
Deforestación.
Erradicación de poblaciones.
Problemas de salud para humanos, flora y fauna.
Pero para el científico el problema mayor es el del Plan Alimentario: “Las corporaciones semilleras van a tener la conducción práctica del Plan, y un control territorial concreto. Las plantas que piensan instalar en Córdoba y Tucumán no son obras de caridad, sino que vienen a desarrollar o terminar de desarrollar tecnologías, producir semillas, en función de un proyecto regional que la propia MU de julio ha explicado”. Se refiere a la nota Patria grande y transgénica que detalla esa incidencia: sumando los territorios cultivados de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, el 44% de los suelos son dedicados a la soja. En Argentina el porcentaje es del 59% (a eso refiere la palabra monocultivo) y la tendencia es a más de lo mismo.
“Argentina, por recursos humanos, conocimiento, territorio y estructura productiva, puede ser cabeza de playa de todo este movimiento de semillas transgenizadas”.

Desestabilización

Hay quien dice que como Monsanto está en Córdoba, José De la Sota puede convertirse en presidenciable. Espero que sea una exageración –postula Carrasco– aunque nunca se sabe qué puede pasar con un candidato, según el dinero que aporten para su campaña”.
En la charla surge el caso del derrocamiento en Paraguay de Fernando Lugo, en junio de este año. “El golpe se gestó primero con el desplazamiento del ingeniero Miguel Lovera, que dirigía el Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (Senave), que se negó a aprobar semillas transgénicas de algodón de Monsanto, con el apoyo del Ministerio de Salud y el de Medio Ambiente. Pero toda la alianza de sojeros y ‘brasiguayos’ fogoneada por la propia empresa termina sacando a los ministros y derribando a Lugo con el juicio político. Aquí tal vez no puedan hacer eso, no tienen esa fuerza, pero pueden hacer muchas cosas desestabilizadoras”.
Segunda parte del razonamiento: “Creo que los procesos de desestabilización del futuro, los huevos de la serpiente, son los intereses relacionados directa o indirectamente con la explotación de los recursos naturales. Las corporaciones mediáticas a lo sumo son funcionales a estas corporaciones globales. Entonces, el gobierno pelea con Clarín en el terreno del control de medios, y es muy importante que se logre una democratización en ese sentido. Pero yo siento que es lo que decía Pierre Bordieu: medios como Clarín son la parte dominada de la clase dominante. El tema será cómo encarar la situación con las grandes corporaciones”.
Pero por lo que usted mismo dice, el gobierno no parece en conflicto con esas corporaciones globales.
Para mí es un error. Según la experiencia histórica agregada a lo que pasó en Paraguay, estas corporaciones siempre quieren más, siempre van por más. No es que el gobierno vaya a poder seguir en negociación permanente. Lo vamos a ver en los próximos 10 años. Lo que creo es que estas empresas quieren gobernar el país. No poniendo un presidente, pero sí marcando la agenda a la sociedad. Tampoco creo que el gobierno haga esta alianza “de mentirita”, y que en realidad está agazapado como un gato esperando el momento para saltarle encima a Monsanto para cortarle la yugular. No parece. Y estas empresas no se dejan cortar la yugular. Y creer que uno las tiene con uno, metidas adentro, es como lo del zorro en el gallinero: ¿cómo lo sacás? Somos todos grandes, sabemos que estas corporaciones así como derrocan presidentes, no son saciables. No te quieren. No son tus amigas.
Mientras tanto Carrasco enumera algunos de los rasgos del presente: un dominio territorial del monocultivo (con todas sus consecuencias ambientales, sociales y económicas), privatización del conocimiento, concentración cada vez mayor de tecnologías, recursos y riquezas, el uso indiscriminado de transgenes que no se sabe qué riesgos implican, y el silencio científico y mediático alrededor de toda la cuestión.

Pensar el futuro

¿Cómo se sale de esto? “La respuesta es difícil. En general, de los laberintos, las sociedades salen por arriba. Supongo que tiene que ver con la idea de ‘acontecimiento’ de Alain Badiou. Hay momentos de resistencia, donde parece que sólo se resiste hasta que en un momento algo pasa”.
Sigue pensando Carrasco: “No es malo que haya una acción de los políticos, los científicos o los escasos movimientos en defensa de los recursos, escasos en relación a la movilización social que tendría que haber en estos temas, creo yo. Escasos, pero a la vez importantísimos”.
¿Alguna pista sobre qué hacer?
Mi impresión es que hay que tener la paciencia oriental de sostener el nivel de cuestionamiento al relato vigente, con la fuerza que se pueda. Y las transformaciones vienen de lugares que no están en cada uno de nosotros, de los que resisten, sino de cuestiones que a lo mejor hoy no son visibles. Nadie hubiera imaginado el 2001, ni se puede predecir lo que va a ocurrir. Y tampoco las cuestiones son estrictamente nacionales, o internas. Muchas veces pueden confluir elementos regionales, o etapas nuevas del pensamiento planetario”.
Silencio en la mesa.
Creo que Carrasco está hablando de nuevos estilos de pensamiento que hoy pueden parecer minoritarios (como lo era hablar de derechos humanos hasta hace muy poco tiempo).
No alcanzo a preguntar nada, cuando dice: “Doy vueltas alrededor de la pregunta… lo que yo creo es que uno debería confiar en que apostando a discutir e interpelar la raíz de ese modelo, se van a ir creando las condiciones para que esa raíz se debilite, al menos en un nivel de conciencia. Y en algún momento esa nueva percepción de las cosas se va a desparramar a gran parte de la sociedad y de la cultura, por razones que uno no conoce”.

Qué carajo estamos haciendo

Considera Carrasco que el cuestionamiento no debe ser para controlar al modelo corprativo, sino para derrotarlo. “La derrota al relato de las ventajas de estas tecnologías científicas, farmacéuticas o lo que sea, es pegar en el argumento en el que la tecnología se dice necesaria, virtuosa, símbolo de progreso y desarrollo”.
El tema es entender las cosas en ese lugar que uno eligió para resistir, dice Carrasco. “No para conducir multitudes, sino para resistir. El problema sobre cómo se construye un sujeto político que lleve a la transformación, es algo que nadie puede predecir. Pensar en construirlo desde el poder siempre es una apuesta escabrosa. Es algo que surge de la sociedad. Siempre hay momentos en que esos sujetos políticos se reducen, y otros en que se expanden. No sé si estamos en una etapa de expansión. Si es así, muchas de estas discusiones se irán resolviendo en el propio accionar de estos sujetos y movimientos que lleven consigo la impronta, la señal, el impacto de estos problemas”.
¿Y qué pasará entonces?
Carrasco plantea velozmente una idea que habrá que ver si resulta un pequeño borrador del futuro. “Pasará que plantearán –de un modo que todavía no conocemos– qué carajo estamos haciendo con la riqueza y los recursos, a quién se los estamos regalando. Por qué se los están llevando, por qué no los cuidamos y por qué no los usamos de otra manera, de una manera que decidamos nosotros mismos”.

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