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Fábrica de cultura
Centro Cultural IMPA. Sus talleres suman 32 y ofrecen una variedad de disciplinas que se cruzan con obras de teatro, peñas y recitales que tienen como único escenario esta fábrica recuperada.
Un gigante de cemento ruge de día y de noche en el barrio de Almagro. En Querandíes y Pringles, la producción de la Industria Metalúrgica y Plástica Argentina (IMPA) no se toma descanso y prosigue su circuito de elaboración de artículos de aluminio, en simultáneo con la puesta en marcha de proyectos e ideas que también se dan cita entre su enorme geografía de hormigón.
IMPA cuenta con el orgullo de ser la primera fábrica recuperada del país. En 1998 los obreros tomaron las instalaciones para evitar su vaciamiento, luego de la convocatoria de acreedores y declaración de la quiebra, que amenazaba con dejar a todos en la calle. Sin materia prima ni los servicios esenciales como luz, gas y agua, pero con voluntad y entusiasmo, lograron articular la acción y vencieron los obstáculos que proponían la justicia y los acreedores.
Diez años más tarde, resurgió el conflicto y el juez de la causa declaró inconstitucional la Ley de Expropiaciones N° 21.499 que les cedía el control por dos años. Para resistir el desalojo, más de 60 trabajadores ocuparon la fábrica junto con vecinos y movimientos sociales. Reparto de volantes para explicar la situación, música y películas para amenizar las largas vigilas, fueron la manera de plantarse y anunciar a viva voz que “IMPA es de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode”.
En esas intensas jornadas de lucha germinaron algunos propósitos que se fueron concretando con el correr de los días: volver a impulsar el bachillerato y el centro cultural que, si bien ya funcionaba, había sido desmantelado cuando la intención era cerrar la fábrica y llevar adelante un emprendimiento inmobiliario. Fundar la Universidad de los Trabajadores también era una meta que soñaban cumplir. Lucha, trabajo y cultura funcionaban como ejes y subrayaban la propuesta de contemplar al artista como un trabajador.
Así fueron dando forma al centro cultural, que en este momento cuenta con 32 talleres.
A toda máquina
Fotografía, percusión, guitarra, tango, folklore, candombe, danza afro, tela y trapecio, dramaturgia, yoga, maquillaje, canto, fileteado porteño, charango, quichua, clown, serigrafía, construcción de tambores, son algunas de las actividades que propone el centro cultural de IMPA. Con aranceles accesibles, variada oferta cultural y la particularidad de que los concurrentes realicen la actividad elegida en un ámbito singular: una fábrica. Los valores mensuales son fijados por los talleristas y parte de lo recaudado ayuda a sostener el centro cultural.
La conducción está formada por cinco personas y también existe una conducción ampliada, conformada por los profesores. Participan de los talleres gente del barrio, otros que vienen atraídos por lo que representa el lugar. Los trabajadores y estudiantes del bachillerato y la universidad tienen libre acceso. Se dictan de martes a viernes de 15 a 21.30 y sábados de 10 a 17.30. Una vez al mes se reúnen la conducción, los talleristas y alumnos, para debatir cuestiones políticas y decidir tareas como realizar jornadas de limpieza o pintar las instalaciones para embellecer el lugar.
“IMPA es una necesidad social, una nueva forma de organización desde el cooperativismo, desde la toma, esta cuestión de abrir los espacios y trabajar en grupo, la distribución, el trabajo como constructor de nuevas ideas. Es una forma de abrir este modelo a la comunidad, que la gente que no trabaja en el aluminio, que no son obreros, puedan entrar a vivir una experiencia de lucha”, se refiere Quique López a lo que considera atrayente de participar en la fábrica. Él es director de Teatro Sanitario de Operaciones, una compañía de teatro no convencional que también brinda seminarios en IMPA. Surgió en 1996 y se propone destacar el proceso creativo colectivo y trabaja con diferentes lenguajes como el teatro aéreo, la poesía, video, arquitectura. En 2002 Quique fue a preguntar si podían hacer una obra allí y quedó vinculado a este espacio.
Además de la diversidad de talleres para todos los gustos, pueden apreciarse cuatro obras de teatro en cartel por cada fin de semana. Para noviembre van a ser nueve. En diciembre de 2010 con la presencia de Nora Cortiñas, inauguraron la sala teatral que lleva su nombre y el año pasado fueron sede del Festival Internacional de Teatro y del Festival Shakespeare.
Si algo caracteriza este espacio de tres pisos es la simultaneidad de situaciones artísticas que acontecen sin superponerse. En esta especie de gran escenario multifuncional que parece reproducirse como muñecas rusas de cemento, pueden convivir alegremente una peña, un recital, una fiesta y una obra de teatro.
Hacer de todo
Alejandra Addesso trabajó como actriz durante muchos años, luego pasó a desempeñarse en asistencia de dirección. De esta manera llegó a IMPA, para rendir la cantidad de entradas de la obra en la que era asistente y supo que estaban necesitando una persona para la secretaría. Desde ese momento se ocupa de las tareas administrativas del centro cultural. Cuenta Alejandra: “Todo está muy vinculado, los chicos del bachillerato pasan a tomar mate, charlamos, es muy familiar. Tomamos conciencia de que trabajar acá no es fácil, porque nosotros mismos hacemos la limpieza, los espacios son gigantes, entre todos los ponemos en condiciones, así es la cotidianeidad del IMPA”. Organizan una peña una vez por mes denominada La Peña de las Mushas, de las que suelen participar Cuti y Graciela Carabajal, Nancy Ábalos y María Eugenia Díaz. Hay clases abiertas, bandas en vivo y por supuesto, el despliegue de lo aprendido sobre la pista de baile. “Todos hacemos todo, me vas a ver vendiendo tragos en el bar, a Quique haciendo el sonido, limpiando, acondicionando el lugar”, aclara Alejandra y luego recomienda el taller de yoga, que relaja músculos tensos, como puede comprobar todos los martes.
Uno de los talleres con más convocatoria es el de candombe. Fernando, el profesor, cuenta que allí se palpita la música y la historia de esta expresión cultural y lo define como “una forma de vida, con valores y códigos muy interesantes. Es integral, colectivo, no tiene afán de lucro ni de exhibición del ego, abre puertas perceptivas, los tambores dialogan, es una concepción no occidental de la música, cuestiona y propone cosas”. Gracias a un amigo se enteró de que se estaban armando talleres en IMPA y se acercó con su propuesta. Con sus alumnos, estuvieron tocando en mayo en la cooperativa gráfica Mom para resistir el desalojo junto a los trabajadores.
Axel llegó de Trevelin, Chubut, hace unos años y dicta los talleres de tango y folklore. Mientras hace de guía turístico y me acompaña a recorrer la vastedad de la fábrica, afirma: “Estoy muy comprometido con el lugar, me resulta interesante la dinámica de las organizaciones horizontales. Intentamos mejorar la infraestructura, me gusta participar de los eventos, la gente que concurre al taller sabe que también colabora con esta iniciativa, saben que con lo que aportan va a ayudar a mejorar el espacio”.
La fábrica sigue con la luz cortada, por lo que deben recurrir en forma permanente a la asistencia de un generador eléctrico. Acostumbrados a hacerle frente a las dificultades, anuncian a través de la página web: “IMPA es de los trabajadores, IMPA es el milagro de la supervivencia, IMPA enamora”. Para aprender y regocijarse con la práctica de una disciplina artística, integrar el bachillerato o la universidad, ver una obra de teatro, escuchar un recital, bailar chacarera y milonga en la peña y tomarse unos mates con gente agradable, basta con traspasar la puerta de la calle Querandíes, donde todo puede suceder. Y al mismo tiempo.
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