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Diseño de identidad

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Lohana Berkins, fundadora de la primera cooperativa travesti, repasa los seis años de esa experiencia textil, junto a la demanda por un futuro sin discriminación.

Diseño de identidad

Lohana Berkins es presidenta de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual y desde hace un año se desempeña como titular de la Oficina de Identidad de Género y Orientación Sexual que funciona en el Consejo de la Magistratura. Fundó la Cooperativa Textil Nadia Echazú, el primer emprendimiento laboral para travestis y transexuales que hasta el día de hoy preside, por donde ya pasaron 200 personas y actualmente cuenta con 20 socias. Seis años después del surgimiento de esa experiencia Lohana analiza las conquistas logradas, las cuentas pendientes y los desafíos que se vienen con la mirada puesta sobre el cuerpo como el principal territorio en disputa.

La cooperativa

La cooperativa es una experiencia maravillosa. Ha sido difícil pero única: todas las que pasan por ahí no vuelven a la calle. Apenas surgió, nos dimos cuenta de cuál era el primer problema: yo era la única que tenía empleo.

Entonces se empezaron a visibilizar los impactos negativos de la prostitución sobre nosotras, principalmente la pérdida del autoestima, que está ligada con cómo una se instala  en un lugar de víctima. Cada una elije donde se pone, pero es necesario salir del lugar de víctima. Porque se termina constituyendo en algo identitario: soy la víctima, a mí me van a ayudar, me van a proteger, etc.

¿Cómo se construye la víctima? El Derecho actúa desde una perspectiva absolutamente judeocristiana respecto a la víctima, “Ay, pobrecita”. Siempre es la mirada del otro la que construye la víctima en términos jurídicos, políticos, sociales, médicos. Entonces siempre estamos siendo interpretadas por otro y seguimos siendo una otredad.

Exigir derechos

Creemos que estamos en un período de transición, porque si bien son innegables los avances normativos, en términos de leyes como la de matrimonio igualitario o la ley de identidad de género, que han impactado y generan un nuevo concepto de travestismo y ciudadanía, en términos de políticas públicas no hemos avanzado lo suficiente. Concretamente, donde no se ha avanzado es en el tema laboral, en el acceso de la travesti al derecho al trabajo.

Para esto primero hay que entender la historia de nuestra lucha. Al principio pedíamos el derecho a la educación y a la vivienda, hasta que finalmente logramos que estén garantizados en la Constitución. No había un párrafo que diga “las travestis no pueden tener ese derecho”, pero se nos negaba. Superada esa instancia pasamos a la segunda etapa, que hemos calificado como el acceso y la permanencia dentro de esos sistemas. Es decir: los derechos estaban, pero no se habían generado mecanismos institucionales para poder acceder a ellos.

La tercera etapa, es la que estamos viviendo ahora, que es la exigibilidad de los derechos. Ya no se trata de un pedido, sino de una exigencia: “Yo quiero esto”. Porque si no quedan siendo derechos meramente declamativos: tenemos el documento de identidad, pero también tenemos que comer. Claro: ahora podemos ir al colegio, pero si una travesti no puede sustentar ese proceso educativo, estamos en la misma.

Otra cosa que vemos como riesgosa es el discurso ambiguo respecto a la prostitución. Las interesadas nos dividimos en dos claros sectores: quienes quieren que se convierta en un trabajo y quienes no aceptamos que la prostitución sea sancionada como un trabajo.

Si nosotras vamos a seguir atrapadas en ese relato de desigualdad y opresión donde el empleo no va a ser una realidad o el acceso a la salud va a ser denegado, entonces, otra vez, estamos en la misma.

En definitiva, notamos que este avance sobre lo normativo genera un discurso políticamente correcto en el cual subyace una discriminación mucho más sutil.

La medicina no quiere abandonar su carácter abusivo que históricamente aplicó sobre el cuerpo de las mujeres y sobre nosotras. La medicina no es una disciplina inocente: siempre ha sido medio de justificación e instrumento político e ideológico muy fuerte. Se sigue hablando de cuerpos patologizados, te dicen que no saben en qué área atenderte, sigue esa idea de “una mujer en el cuerpo de un hombre” y de esa manera continúa la discriminación.

La norma, la ley, ya está. Ahora lo que es difícil es cambiar el imaginario de la sociedad, y cambiar las leyes que rigen la costumbre. La gente tiene internalizada que nosotras no podemos estar en determinados lugares, que no se nos debe dar esto, que no servimos para tal cosa. Ese discurso hay que desmantelarlo desde las propias organizaciones, movimientos políticos y también desde el Estado.

El colegio

Si en los colegios no se cuestiona la currícula escolar, entonces va a seguir siendo expulsiva para la travesti. ¿Cuál va a ser el modelo identificativo que va a tener la compañera trava mientras se sigan haciendo filas para nenes y nenas? Porque la van a obligar a reconducirse en una binaridad que, obviamente, no va a identificar. ¿Cuál es el valor crítico de la diferencia?

Cuerpo en disputa

La imagen del cuerpo travesti sigue siendo una arena de disputa. Primero, por nosotras mismas. Porque sigue ocurriendo lo mismo: el cuerpo travesti no se puede leer por fuera del marco prostitucional. Es uno de los pocos casos donde el cuerpo responde directamente a la demanda. Todavía no sabemos cómo sería el cuerpo travesti por fuera de ese marco. Son muy pocos los casos de compañeras jóvenes que afortunadamente no se han prostituido.

Entonces el que sigue legitimando ese cuerpo es el mercado, es el cliente. Pero no lo hace en términos de una validación de igual a igual, sino en términos de deseo. Lo que está legitimando no es tu cuerpo sino su deseo, lo que él quiere para su deseo.

¿Solo esa periferia física que uno ve es el límite o el cuerpo va más allá? ¿Qué constituye al cuerpo? Siempre vemos al cuerpo de manera performativa, desde una mirada estética, y por eso se sostiene una imagen perfecta de un varón o una mujer. Pero ¿cómo es el cuerpo travesti? ¿Cómo imagina la sociedad el cuerpo travesti? Creo que la sociedad hasta el día de hoy no se anima a imaginar el cuerpo travesti. Sigue siendo un cuerpo que está vedado.

Microfascismo

Históricamente, cuando hacíamos una demanda para obtener el documento, los psicólogos y especialistas que trabajaban para la justicia decían: “Piensa como una mujer”, “en su casa predomina el color rosa”, “tiene gestos femeninos”, y entonces te daban el DNI. Este comportamiento perverso sigue operando en esos ámbitos, no está desmantelado. 

La realidad es que cuando te das cuenta de que tenemos capacidades más allá de vender nuestro cuerpo, y que podemos ser fuerzas productoras de trabajo, empezás a cambiar. Yo no necesito guiar a la cooperativa con un escote y tacos porque no me aguanto. El cuerpo se transforma, los placeres del cuerpo se convierten. Jamás me hubiese imaginado estar en la cama leyendo un libro, después de haber estado casi desnuda en las peores inclemencias durante tantos años. Ese cuerpo empieza a circular en otros relatos. Ese cuerpo empieza a tener otro recorrido. Y lo más importante es que es un recorrido que yo elijo, no es algo que se me impone.

Vos podés elucubrar la teoría más fantástica, pero la cotidianidad es lo que derriba cualquier mito. Empezás a percibirte sin perder el valor crítico de la diferencia, y cuando empieza a colisionar o interpelar a otro, no solo a otros cuerpos sino a mi propio cuerpo, esa interpelación constante y cotidiana es muy fuerte.

Lo económico

En la prostitución un día ganás mil pesos y en dos semanas ganás 10, es muy irregular. Entonces la sistematización del trabajo que se da en la cooperativa permite organizar la vida, y eso que las chicas ganarían mucho más yendo a levantar clientes a Palermo. No es un interrogante menor el que se nos ha presentado. ¿Queremos explotar nuestro cuerpo, o nuestra fuerza productora de trabajo? Creo que se está creando un marco lógico de elección. Para elegir tenés que tener la posibilidad de hacerlo, o de renunciar a ello. Por ejemplo, al matrimonio igualitario lo veo como el gusto de poder decir: “yo no me caso con nadie”.

Parafraseando a Bachelet, la presidenta de Chile, sobre las mujeres, yo digo sobre las travestis: si entra una travesti a trabajar al Estado se beneficia esa persona. Si entran muchas travas a trabajar al Estado se beneficia toda la sociedad. Hoy en día somos tres las que estamos trabajando en el Estado. Tres. No queremos ser la cuota de lo políticamente correcto, sino que nuestra obligación como activistas es exigir políticas claras, donde no se tenga miedo de nombrar y reconocer a la travesti.

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