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La mano política
Amador Fernández Savater. Cómplice activo de las organizaciones sociales que surgieron estos últimos años en España, crea teoría política desde esas prácticas. Estas son sus lecciones.
El tipo fue claro. “Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos”. Y afirmó: “La cultura es una cosa muy distinta”. ¿Qué es? El tipo enumeró:
Es organización.
Es disciplina del yo interior.
Es toma de conciencia sobre el valor histórico que tenemos como sujetos políticos.
Se sabe: todo eso no puede ocurrir de forma espontánea, ni de la noche a la mañana. “El hombre es creación histórica. Eso quiere decir que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas”. El tipo, filósofo y marxista, dio un ejemplo para lo que estaba explicando: la Revolución Francesa. La toma del poder no fue un acto espontáneo. Fue un proceso el que allanó el camino para el salto decisivo.
Así lo definió Gramsci en 1916.
En 2014 es el español Amador Fernández Savater quien nos habla del movimiento 15-M, los indignados, las millones de personas que poblaron las plazas de España, que se organizaron y dieron vida a nuevas formas de construcción política. Y nos habla de Gramsci, por supuesto, a quien volvió a leer para comprender qué estaba pasando. “¿Por qué el leninismo no funcionó en Europa occidental?, se preguntó Gramsci. Su conclusión es que existe una sociedad civil muy fuerte, que es como él llama a las instituciones interrelacionadas con el Estado: la clase política es una clase expandida, que impone su visión a través de los medios de comunicación, entre otros factores. La revolución también pasa por hacer una transformación cultural que redefina la realidad, que quiebre esa hegemonía y cree una nueva”.
Amador compara esa definición con los desalojos que se están produciendo en España: sin dinero para pagar la hipoteca, los bancos ejecutan la deuda echando a las personas a la calle. En medio de estas tragedias cotidianas surgieron dos héroes modernos: un bombero y un cerrajero, que se negaron a acatar la orden de desalojar: “Nosotros no trabajamos para los bancos”. Amador traslada así a Gramsci a un barrio español: “Los desalojos primero se pararon socialmente, y después físicamente”. Ese torbellino explica la importancia de lo que España está viviendo en la actualidad.
Arenas movedizas
Escritor, editor, bloguero de eldiario.es, activista y pensador internacional, Amador Fernández Savater impulsa desde hace una década Acuarela Libros y la protección de las licencias Creative Commons (libre difusión de herramientas y contenidos), bajo las que compartió con todo el planeta las obras de destacados escritores y filósofos. A comienzos de octubre dio una charla en MU. Punto de encuentro sobre la potencialidad transformadora que tiene la experiencia política y organizativa que millones de personas están transitando en España. Y sus palabras no sonaron ajenas: el actual proceso español tiene similitudes con las diversas formas de construcción política nacidas en Argentina luego de la crisis del año 2001.
Precisamente, “crisis” no es un término que le resulte agradable a Savater. “No nos parece la mejor palabra. Remite demasiado a un momento de enfermedad tras el cual va a volver la normalidad. Y creo que no es una buena metáfora para pensar lo que está pasando en España, porque hay un cambio de las reglas de juego, de escenario, y no solamente un momento extraordinario tras el cual volveremos a lo ordinario”. Dice que a lo largo de los últimos tres años España es un vértigo de acontecimientos. “Se desintegran cosas que nos parecían eternas, aparecen otras que nos parecían imposibles, se evaporan elementos que dábamos por hecho. Parece como si el suelo se hubiera convertido en arenas movedizas”. Y ejemplifica: en España hay actualmente 6 millones de personas desocupadas y han llegado a producirse 500 desalojos diarios.Sin trabajo y endeudados, pierden sus casas, quedan sin cobertura médica y así, todo. “Es la Nada que se viene a comerse todo de manera más o menos brusca”, dice, rememorando La historia sin fin, la fantástica novela del escritor Michael Ende. “Esa Nada avanzando sobre todo deja a su paso cantidades muy fuertes de humillación, de indignación, sin las cuales no se entiende lo que está pasando España”.
El horizonte
Mayo, 2011. “Se produce el primer desafío colectivo a la Nada”, recuerda Savater. Se convocó a una huelga general, pero hubo un detalle que evidenció la principal ruptura: ninguna de las organizaciones políticas que buscaron agitar y convocar el paro tuvieron la fuerza y la legitimidad como para hacerlo. “Desde lo político ya organizado no hubo manera de convocar nada interesante y desafiante frente a la dureza de la crisis. Esa fuerza vino de aquello que se estaba organizando por fuera, desde un grupo que se convocó tras una consigna: Democracia Real Ya”. Nadie sabía quién estaba detrás, pero a diferencia del resto, no estaban desacreditados. Era algo nuevo.
Luego de aquella manifestación, un grupo de personas decidió no volver a sus casas. Comenzaron a conspirar. Había que hacer algo más. Acamparon. Los desalojaron. El efecto: se multiplicaron. Las plazas se llenaron de indignados, acampes, organizaciones. Se impresiona Amador recordando: “Es algo milagroso en la Historia. Las acampadas se repetían en varios lugares a pesar de los difeentes contextos”. Pero había rasgos comunes: el liderazgo colectivo de las experiencias, la participación de sujetos sin politización previa. “Era su primer movimiento político”, apunta. También había un claro denominador común: críticas al sistema político, críticas al sistema económico. “La consigna era: ‘Esto que llaman democracia no lo es’. Es una gestión al servicio de los poderes económicos que nadie ha elegido”. Lo que se abrió así fue “un horizonte para recuperar la posibilidad de aceptar y elegir nuestro propio destino”.
Tres apuntes
“Lo que emerge en la plaza es una política impulsada por un sujeto diferente: el Cualquiera. Ese sujeto es cualquier persona indignada con el estado de las cosas, fuera cual fuese su posición económica o ideológica. No importa si era de izquierda, derecha, monárquico o antisistema, sino que ponía de común lo que podía unir a la gente”, destaca Fernández Savater, apoyándose en una noción del filósofo francés Jacques Rancière.
Amador elige luego tres conceptos para explicar este “cambio climático” que está viviendo España:
La acción política como movimiento de interrupción de lo necesario. Desafiar lo que la clase política considera “necesario”. Por ejemplo: que los ajustes son “necesarios”. La política emergente combate esa postura. “Desafiar lo que asumimos como inevitable”.
La política de los movimientos creó otro mapa de lo posible. De lo que es posible pensar, sentir, decir, hacer. “Crea un espacio de novedad donde surgen enunciados nuevos, relaciones nuevas, visibilidades nuevas, seres humanos nuevos”.
La acción política inventa sujetos políticos. No al revés. La acción es la que produce sujetos, dice Ranciére. “¿Quiénes son los indignados? ¿Qué composición de clase tienen? ¿Qué ideología? Esas preguntas son vanas: la acción política está creando un nosotros nuevo, que se está definiendo a sí mismo”.
Ese “nosotros nuevo” mutó en organización política en 2014 de la mano de Podemos, el partido político que buscó cristalizar en un espacio concreto los sectores emergentes que han ocupado el escenario social español durante los últimos años. El desafío, indica Savater, es el salto institucional que puede ofrecer Podemos como plataforma electoral. El peligro, observa, es que la estrategia se centre en un solo punto: las elecciones de 2015. Amador: “Creo que tenemos que pensar la acción política como si fuera una mano abierta que, en determinado momento, cerramos para golpear juntos en un mismo lado. Pensarla como una construcción de multicapas. Es decir, una política que actúa en muchas capas de la realidad: lo social, cultural, económico, político. Y multicanal, porque tiene muchos sujetos y actores. El poder viene de todos los sitios y se da en una pelea cotidiana. Hay una multiplicidad de puntos, de lugares de batalla -como la subjetividad-, que hacen que un cambio social pueda llegar más o menos lejos. ¿Cómo podríamos pensar un cambio social complejo? ¿Cómo podríamos inventar otra manera de pensar el cambio social, con otras imágenes?”.
Eso: ¿cómo?
Ahí vamos.
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