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Del Moro conducción

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Una charla con el hombre que sintetiza un fenómeno: la política se volvió Intratables.

Del Moro conducción

Dice Santiago del Moro en medio de una discusión agitada y frente a cámaras, entre cinco panelistas, dos diputados nacionales, un ministro y dos candidatos legislativos: “Paren: esto es un programa de televisión”. Al costado hay un panel con gente de la Villa 31 que fue al estudio de América para contestarle a otro grupo de gente de la Villa 31. Ambos responden al Gobierno Nacional, pero uno tienen fuertes críticas a otro sector del oficialismo, al que acusan de haber retirado unos planes sociales.

Podrá decirse de Intratables que es un circo descontrolado, que es un programa frívolo, que importa más el grito que una propuesta, que no se debaten ideas sino que se entrecruzan chicanas. Lo que no podrá negarse jamás es que representa como nadie el escenario político actual. No es que Intratables denigra a la política: fue la política la que se volvió Intratables. Y lo único que hizo Intratables fue entender el pulso de la política actual y llevarla a la pantalla.

“Yo siempre fui un conductor de televisión y la política me encontró a mí”, dice Santiago del Moro, conductor del programa. Santiago estaba haciendo Infama, un programa sobre farándula que sigue estando (con otro conductor) por las tardes en América, cuando lo llamaron del canal. Le ofrecieron hacer un programa “de actualidad y sólo por el verano”, y agarró viaje, a pesar de que eso significaba estar siete horas al aire, entre la radio y los dos programas de tele.

Pasó el verano, el programa siguió y pronto comenzó a cambiar. “Empezaron a venir políticos, el programa funcionaba y se abrieron puertas a otros temas más profundos -cuenta Del Moro-. Y quedaban relegados los temas frívolos del verano. El valor agregado que tuvo Intratables fue poner a un tipo que venía de otro palo. Yo le imprimí otro timing diferente del garrón del programa político. Porque toda la vida los programas políticos fueron un embole”. Fue así que el conductor se transformó en un gran conductor. Como Perón.

“Este es un programa corto –sigue Santiago-. Títulos, 140 caracteres. Es muy difícil ser preciso diciendo algo corto y contundente. Además, en Intratables hay gente muy preparada, entonces el pelotazo puede venir en cualquier momento. Y para tener esa respuesta corta que te haga ganar la pulseada tenés que tener mucha cintura política, tener verdad o haberte coacheado. Que eso es lo que hacen los políticos estos años: se preparan para un programa de televisión”.

Coachearse” es un neologismo que significa “pasar por un coach”. Sí, podría decirse “entrenador”, pero en la política todos le dicen coach. Y del sustantivo se saltó al verbo, que hoy se conjuga con naturalidad. Sí, hay gente que se entrena para ir, por ejemplo, a Intratables. Santiago cuenta el caso de Carlos Reutemann, que luego de sellar su acuerdo con el PRO en Santa Fe, preguntó: “¿Pero tengo que ir a Intratables?” Del Moro: “El tipo tenía terror. Porque claro, es gente de otra generación, acostumbrada a otro tipo de entrevistas y por ahí vienen acá y se la recibe muy bien, todo muy lindo con las dos primeras preguntas, pero enseguida viene la catarata y hay gente que no la sabe sortear. Hay algunos que se deprimen y no vienen nunca más”.

“Desde acá no estamos cambiando el mundo”, aclara Santiago, por si hiciera falta. Y agrega: “La gente después va ir a votar por lo que decida, no por lo que diga un programa de televisión. Yo no quiero bajar línea ni llevar agua al molino de nadie. Pero hay gente que simplemente sentándose en un programa de televisión transmite más verdades que otra”.

Del Moro dice que trata de tener siempre las riendas del programa. Y que cuando las discusiones se ponen muy espesas, trata de tener las riendas bien cortas. “Tengo mucha sensibilidad y me doy cuenta qué invitado está caliente, cuál está más o menos… tengo ese termómetro”, explica. Pero algunas veces siente temor de que las cosas se le vayan de las manos. Como cuando sentó al lado a los radicales Nito Artaza y Facundo Suárez Lastra y este último insinuó que el senador y ex cómico era un “radical k”. Artaza empezó a tomar del brazo a Suárez Lastra y el asunto se puso denso. “Eso en un momento de calentura y con el ego herido, en un boliche bailable termina en trompada –reconoce Santiago-. Acá no quiero que pase lo mismo, pero la presión de la cámara y tanta gente del otro lado puede hacer que se me vaya de las manos. No es lo que busco. Si buscara que la gente se pegara, podría hacerlo. Bastante calientes son los debates. Pero no es la idea, no es lo que nos sirve”.

Podría pensarse que si hay algo que une a los políticos con la gente de la tele es que ambos son capaces de hacer lo que sea: unos por un voto, otros por un punto de rating. Santiago aclara: “Soy un enfermo del rating, me encanta el rating y el que te diga lo contrario en televisión, está mintiendo. Pero es la primera vez que me toca hacer un programa de televisión que trasciende el rating. Intratables está en la calle, los políticos quieren venir porque creen que los humaniza y les permite mostrarse desde otro lugar, porque es un programa político pero no es un programa de nicho. Aunque obviamente tiene que medir”.

Así como hay puntos en común entre políticos y personajes de la farándula, también hay grandes diferencias. “A mí me impresionó de entrada que en la farándula a veces las peleas están armadas, pero cuando los famosos se pelean, se pelean en serio –afirma Santiago-. Y para que se amiguen pueden pasar años. Los políticos se chicanean al aire con cosas tremendas: pueden acusarse de narcotráfico o trata de personas. Pero se terminó el programa y se saludan”.

Santiago está en Twitter. Su cuenta tiene un millón 161 mil seguidores. Y Santiago sigue a… ¡nadie! “Soy una persona que trabaja mucho y tengo una vida –explica-. Entonces siempre lo que intenté es que el sistema no me comiera. Desde que entré en un estudio de televisión en Much Music me di cuenta que ese era mi espacio, mi vocación. Antes, en mi pueblo (Tres Algarrobos, al Oeste de la provincia de Buenos Aires, 3 mil habitantes) trabajé haciendo radio desde los 11 años”.

“En Much Music –continúa- tomé contacto con la fama, con que te abrieran las puertas de los boliches y con el reviente del rock. Me di cuenta que era un camino muy peligroso, que no tenía nada que ver con mi plan. Entonces traté siempre de mantenerme en eje: yo no soy parte del medio, yo vengo acá a trabajar. Lo hago de una manera honesta y responsable, pero termino y me vuelvo a mi casa. Si seguía enganchado en Twitter iba a tener una vida virtual, que se sumaba a las siete horas por día que estaba al aire. Tengo dos hijitas y eso me hubiera llevado puesto. Entonces dije: ‘No sería muy democrático seguir a uno y no a otro. Así que sigo a todos o a nadie’. Y no sigo a nadie”.

Quizá la clave del laburo de Santiago -eso que él llama “ser conductor de televisión”- sea tener en claro cuáles son sus virtudes y cuáles sus limitaciones: “Lo genial que tengo es que no tengo pretensión de nada. No quiero ser el mejor entrevistador del mundo, ni nada. Soy conductor de televisión. A mí me gusta preguntar fácil. Cuando en el programa se eleva un poco el nivel, yo trato de bajarlo”.

Insiste: “A mí me gusta que se hable fácil y concreto”. Sabe que así se diferencia de los políticos. “Una de las estrategias que tienen los políticos es enroscarte para no terminar hablando de nada. No hay nada que le guste más a un político que pegar las frases para que no puedas repreguntar y llevarte por cualquier lado y, cuando te querés acordar, se hizo tan largo y tan aburrido que te tenés que ir. Pero yo tengo un termómetro interno. Soy muy ansioso y necesito respuestas cortas y concretas. Mi objetivo no es hacer un programa político. Podría mañana hacer un programa que hable de ping pong en chino y sería igual. A mí me gusta hacer programas de tele, y lo hago con lo que tengo. Obviamente, acá descubrí un mundo que es nuevo para mí, y que me fascina”.

Ese mundo político, sabe, lo tiene a él como un candidatazo. “Me llamaron a fin del año pasado de un partido que no quiero decir cuál fue. Ni el Frente Renovador ni el oficialismo. Me habla un jefe de prensa y me dice: ‘Te llamo porque como vos dijiste que querías dedicarte a la política…’. Y le contesté: ‘Nunca dije eso’. Los políticos siempre tratan de enroscarte en su juego”. Y enseguida aclara: “No es lo mío. Nunca digas nunca, pero hoy me parece algo muy lejano”. Lo dice convencido, pero lo mejor es no creerle: con la política nunca se sabe. 

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