CABA
El hombre verde
Estudia y enseña qué ocurre en un planeta que consume más recursos que los que tiene. Propone crear Escudos Verdes Productivos alrededor de las ciudades argentinas, para frenar el agronegocio y producir alimentos sanos, de calidad, baratos y agroecológicos.
Las paredes de la oficina del ingeniero agrónomo Walter Pengue están cubiertas de mapas, bibliotecas, afiches de congresos en diferentes idiomas con palabras inesperadas como Economía Ecológica y, más arriba, carteles de propaganda de glifosato. Glifosato es el herbicida cuya fama se debe, por motivos dispares, a Monsanto, Syngenta & Afines, y a las personas y comunidades afectadas por las fumigaciones.
“Hay que saber cómo piensa el otro. No criticar por criticar, sino generar un conocimiento pleno de lo que está pasando”, dice mirando la imagen del Roundup este hombre que mide casi un metro noventa, tiene 57 años y ha perdido la cuenta de la cantidad de sus libros y trabajos publicados.
¿Y qué está pasando? “Estamos fenómeno, vamos para adelante, con esperanza y alegría”, dice con su vozarrón en modo risa, antes de describir su verdadera idea sobre el presente.
“El planeta no aguanta más, hay una fuerte presión sobre los recursos naturales de base como la tierra, el agua, la biodiversidad, los recursos energéticos. Es la expansión humana, no por crecimiento poblacional sino en términos de hábitos de consumo de la población occidental y del comunismo chino, que es tan bruto y devastador como el capitalismo norteamericano y el europeo, o más. Todo eso es lo que está amenazando al planeta. Visto en perspectiva, el escenario de los próximos 40 años nos está hablando de agotamiento de los suelos, del agua, de una brutal pérdida de la biodiversidad, y de una sociedad energívora, que demanda cada vez más energía que no tiene. Los países industriales están consumiendo 40 veces más energía per cápita que la que necesitan para vivir. Sumá el cambio climático, y estamos en la tormenta perfecta”.
Los posnormales
La oficina de Pengue está en la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde dicta clases de Economía Ecológica e integra el Instituto del Conurbano donde están empezando a trabajar una vieja idea, más nueva que nunca: los Escudos Verdes Productivos.
Pengue es Ingeniero especializado en genética vegetal, Magister en Políticas Ambientales y Territoriales (UBA), Doctor en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible (Universidad de Córdoba, España), Profesor de grado y posgrado en más de una decena de universidades nacionales argentinas y de Brasil, Uruguay, Bolivia, Guatemala, España, Noruega y Nueva Zelanda.
Saltando cuatro párrafos del currículum que él prefiere llamar “hoja de vida”, se lee que desde 2009 es uno de los 25 Miembros Científicos del Panel Internacional para el Manejo Sostenible de los Recursos, de las Naciones Unidas.
Con tal biografía, y el metro casi noventa, Walter Pengue podría hablar desde las alturas: “Pero en Economía Ecológica manejamos mucho el concepto de ciencia posnormal, que también se llama ciencia con la gente, creado por el argentino Silvio Funtowizc y Jeremy Ravertz. Para situaciones con alto nivel de riesgo, de incertidumbre, donde se mezclan las presiones políticas y económicas, donde puede haber impactos sobre lo social, sobre el entorno, sobre otras especies, la ciencia normal, convencional y de base, ya no es suficiente. Entra a tallar el juicio de experto: no sólo el estudio sino la experiencia, la sabiduría y la relación con la sociedad. Es el científico que informa para que la sociedad en conjunto decida. Ejemplo: ¿quieren los porteños abastecerse de energía nuclear en un contexto creciente de terremotos? ¿Quieren un desarrollo tecnológico que no se sabe qué costo tiene?”
El enigma es social, político, y de poder: “Hoy la ciencia, o los científicos, contestan todo como si supieran. Nunca reconocen lo que no saben, ni se bajan del caballo, lo cual es en sí mismo una negación de la ciencia. Ante la complejidad de los problemas actuales no podés quedarte en la ciencia convencional, los papers, y en ir de vez en cuando a un congreso internacional. Necesitamos una ciencia capaz de reconocer lo que no sabe, para poder buscar más datos, más información y que la gente participe en las decisiones, y sin que te estén apurando por lo económico”, dice Pengue, que me deja sembrada la idea de un periodismo posnormal, cuando con el normal ya sabemos lo que pasa.
Aquiles y los gansos
La propaganda manda cruel en el cartel, pero Walter Pengue advierte: “Ojo, el glifosato puede ser visto como contaminación, pero lo más grave es otra cosa: el sistema rural. El glifosato es apenas parte de un paquete al que se suman la siembra directa y los eventos transgénicos, que hoy están mostrando su talón de Aquiles”. Aquiles era un guerrero mitológico con un punto débil, su talón. Los troyanos, cual virus, le clavaron allí una flecha traicionera que además –en línea con la actualidad rural- estaba envenenada.
El talón que describe Pengue incluye aparición de malezas y resistencias a los venenos por un lado, y los problemas relacionados con la salud humana evidenciados en prevalencia del cáncer sobre otras enfermedades en los pueblos fumigados, tumores inusuales y devastadores que atacan a adultos, jóvenes y niños, abortos espontáneos, malformaciones infantiles, problemas de tiroides, entre otros males.
“La aparición de resistencias fue algo que planteamos durante mucho tiempo, y ocurrió. La industria lo toma con una mirada tecnocéntrica, pensando en hacer aparecer nuevos eventos transgénicos resistentes a nuevos herbicidas para que siga el mismo sistema”, sugiere Pengue.
“Lo que olvidan la agricultura industrial y el paquete tecnológico es la mirada holística, integral. Por eso viven haciendo una macana tras otra. Hablan de una agricultura innovadora, de punta, y en realidad son temerarios que realizan una agricultura de alto riesgo con la actitud del colonizador, que cree que puede conquistar y controlar todo. Pero no pueden”.
Otro aspecto del laberinto: “Las compañías necesitan un control muy fuerte que lo puede ejecutar el Estado con su ciencia. Pero si tenemos una ciencia del Estado que trabaja para las empresas, estamos en el horno, porque la sociedad queda completamente desprotegida. El problema es ése: una sociedad con científicos al plato, que hacen lo que les mandan y responden políticamente. Ahí hay mucho que revisar del modelo científico tecnológico argentino. Dicen que van a generar conocimiento de punta. Es una locura. Los países desarrollados tienen fondos, recursos y doctores para tirar para arriba en cada disciplina. Nuestra ciencia es buena, pero debe apuntar hacia nuestra gente en un contexto regional, y no trabajar como furgón de cola para las corporaciones internacionales con el discurso de la innovación”.
¿La biotecnología no es ciencia de punta?: “No es de punta, y ni siquiera es ciencia. Es una herramienta para mover material genético de un lado a otro. A chicos de cinco años, con lo despiertos que son para lo tecnológico, los ponés a jugar con eso y la realidad es que pueden cortar y pegar genes. Además, es una tecnología ya vieja, y encima peligrosa”.
Uno no debería meterse con las disciplinas que no conoce, sugiere el profesor: “Los biotecnólogos no saben del impacto ecológico y ambiental de lo que hacen, pero hablan igual. Como los economistas, que dicen cualquier gansada y siguen sobreviviendo y hablando”, dice Pengue entre divertido y asombrado, aunque quizás corresponda alguna vez desagraviar a los gansos, ajenos a las cosas que hacen y dicen criaturas como los economistas y los biotecnólogos.
Ecología productiva
El universo temático de Walter Pengue es literalmente tan grande como el mundo y sus inquilinos humanos, animales, minerales, vegetales y virtuales: funcionamiento, costumbres, temperaturas, consumos, suelos, cielos, sólidos, líquidos, producciones y deshechos, por decir algo de lo que abarca la Economía Ecológica, término que ya no le resulta suficiente: “La palabra Economía nos encierra la discusión. Yo prefiero hablar hoy de una Ecología Productiva”.
La idea implica un vuelco: en lugar de tomar a la ecología como una cuestión declamatoria o delfinesca, propia de jóvenes rubios y verdes, Pengue arraiga el tema en territorios concretos, con ideas que no necesitan ser de importación, como lo insinúa el título del próximo libro que lo entusiasma, en el que escribirá y recopilará diversos trabajos y autores: El pensamiento ambiental del sur. “No te lo cuento como propaganda, porque el libro va a ser gratuito, con trabajos de Enrique Leff, Gilberto Gallopín, Víctor Manuel Toledo, Nicolo Gligo. Hay una generación joven muy bombardeada por el cuento ambientalista, con muy poco sustento fuerte, y con mucho mesías que se cree que tiene la palabra sagrada”.
Sin palabras sagradas, ¿qué es la Ecología Productiva? “Una ecología que contiene todo el funcionamiento ambiental, a la que se incorpora además el mejor aporte de la ciencia y la tecnología pensando en aumentar no las tasas de crecimiento financiero, sino de crecimiento de la renovación de los sistemas ambientales. Porque si me preguntás cuál es la alternativa, yo te contesto: ni idea. Pero lo que es claro es que todos los indicadores muestran una advertencia fuerte del planeta como para que la civilización actual cambie. En este escenario hace falta un pensamiento que esté por encima del sistema económico porque la economía no nos va a salvar. Lo que nos va a salvar es el humanismo”.
Pengue traza una línea imaginaria con su dedo sobre el escritorio: “En el mediano plazo la única perspectiva para la humanidad, si quiere seguir existiendo, es un cambio profundo que no va a derivar de la economía sino de la sociedad, siempre que esté vinculada y comprendiendo su entorno y su ambiente. Lo contrario es que el capitalismo funcione como un monstruo de 1.000 cabezas. Cortás una y le salen otras diez. Hay un materialismo estúpido que se reproduce en pautas de consumo que benefician a las empresas pero no a la sociedad ni al planeta. Y se apoya en gente que no entiende que en realidad la llevan de las narices cuando compra un producto o le imponen qué consumir, o cree que está eligiendo”.
Ejemplos cotidianos: “Los celulares ya generan dudas por el impacto en la salud de la gente, pero además está detrás la obsolescencia programada que esconden las compañías: los aparatos están hechos para durar muy poco y hay que cambiarlos. Como pasa con las computadoras o los automóviles”.
Pengue señala la ventana. “El mundo está cubierto de autos. Fijate aquí mismo, en la universidad. Yo vivo cerca, pero muchos profesores vienen de Capital. Les dije: ¿por qué no se asocian y vienen juntos? Otra que propuse: cobremos el estacionamiento y juntemos plata para que los estudiantes vengan en micros. Porque además estamos ocupando metros cuadrados de espacio público en un lugar que podría usarse para tener más aulas, que hoy están desbordadas. Y podría favorecerse y facilitarse el transporte público. Pero la visión del éxito es que el profesor venga en auto. Me gano pocos amigos cuando digo estas cosas, pero lo real es que si estamos más preocupados por los estacionamientos que por las aulas, estamos un poquito fritos”.
¿Cuánto pierde la soja?
Asegura que la mejor decisión de su vida fue renunciar a la Facultad de Agronomía de la UBA: “Era como un exilio interno por cuestionar los trangénicos y el monocultivo, aunque nos protegía el ecólogo por excelencia de los últimos 30 años en el país, que fue Jorge Morello. Hoy veo que hacen cátedras de soberanía alimentaria, pero cuando se liberó la soja transgénica, nadie abría la boca, o se apoyaba directamente al modelo”. Se lo ve feliz en la Universidad de General Sarmiento. “Llegué en 2008. El 80% de los estudiantes son primera generación que llega a la universidad, de familias humildes. Además hay grupos de trabajo excelentes. Podés investigar, presentar ideas, y nadie sesga tu proyecto”.
Pengue define a la agricultura actual como minera y extractiva. “No se habla del agua que en la práctica perdemos al producir cada grano, ni de la huella de nutrientes, que agota nuestros suelos. Los nutrientes (fósforo, nitrógeno, potasio, entre tantos) son como billetes que están en nuestro suelo, que es la caja de ahorros. Cada cosecha se lleva esos billetes en los granos, y no vuelven”.
Pengue estudió que el valor económico de esa exportación invisible va de un 25% a un 30% de lo que deja esa cosecha. Traducción: no menos de 6.000 millones de dólares por año que se regalan. “Están vaciando la riqueza del suelo. Y cuando reponen nutrientes son sólo algunos, y usando fertilizantes químicos, con lo cual generan problemas de contaminación muy fuertes, como ya pasó en Europa y en los Estados Unidos”.
Las propuestas
¿Qué son los Escudos Verdes Productivos? “Con Damián Verzeñassi (Facultad de Ciencias Médicas de Rosario) hicimos una red para proponer áreas de producción natural y agroecológica (sin uso de agrotóxicos) que pongan una valla entre las ciudades y de la agricultura industrial. Que no avance lo rural industrial hacia las zonas pobladas, ni que lo urbano avance hacia las zonas productivas. Le doy un servicio a las ciudades y a los productores, que en esas zonas tienen prohibición de fumigar por estar cerca de poblaciones, pero siguen pagando impuestos. Entonces se puede fomentar que ese productor trabaje de modo natural y agroecológico con una exención impositiva, que envíe sus productos a los mercados locales, con lo que se cortan también los monopolios de transporte y distribución de alimentos. A la vez, se protegen esas áreas de la expansión urbana y de los barrios cerrados que se van metiendo en los campos”.
La idea implica beneficios multiplicados: “El productor se recupera, la producción es sana, la gente no se enferma, se genera más trabajo rural y menos trabajo en los hospitales. Estarías acercando a las poblaciones alimentos baratos, accesibles, nutritivos. Que la papa vuelva a tener gusto a papa. Además, se le pone una barrera a la agricultura industrial. Hace 150 años se plantea en Europa, varios pueblos y ciudades lo hacen y creo que vamos hacia eso”.
No se trata de agricultura orgánica, que requiere certificaciones que encarecen cada producto: “Puede haber certificación desde la economía social y solidaria. Que uno sepa que eso es sano, como pasa con experiencias como Naturaleza Viva (Santa Fe) o La Aurora (Buenos Aires). Esos casos muestran además que esta forma de producir es rentable: les va fenómeno. La diferencia es que trabajan. No es eso de aplicar productos y quedarse en la ciudad, sino trabajar para que el campo se reconstituya. Es otra lógica, otra relación con la tierra”.
Para Pengue la agroecología es la gran herramienta para un desarrollo local, sin dependencia de las corporaciones y de los insumos externos. “Y una posibilidad de socialización del modelo productivo que incorpora a la gente y encima le da de comer”. La idea va más allá: “La agroecología es revolucionaria por dos cosas: la pata en los movimientos sociales y la pata académica que demuestra, a través de la ciencia, cuál es el camino a seguir cuando hablamos de una agricultura sustentable. No es el pasado, sino el futuro de la agricultura. Pero no se puede hablar de agroecología si no se resuelve además el acceso de la gente a la tierra para garantizar su supervivencia y la soberanía alimentaria. Me refiero a una reforma agraria integral, basada en que la tierra no sea un bien de uso y de cambio, sino un anclaje social para desarrollar una nueva ruralidad. Lo están reconociendo muchos organismos internacionales, cuando ven que se están vaciando los territorios y llenándose las periferias de las ciudades, mientras la concentración deja todo en manos de pocos grupos. Esos son algunos de los temas que se vienen”.
Pengue no plantea hipótesis sólo teóricas, sino que recuerda siempre que su profesor Jorge Morello repetía, como él lo hace ahora con sus estudiantes, un programa filosófico y político sintetizado en dos palabras, acaso de las mejores que un maestro puede enseñar. “Chicos: hagan”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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