CABA
El hombre verde
Estudia y enseña qué ocurre en un planeta que consume más recursos que los que tiene. Propone crear Escudos Verdes Productivos alrededor de las ciudades argentinas, para frenar el agronegocio y producir alimentos sanos, de calidad, baratos y agroecológicos.
Las paredes de la oficina del ingeniero agrónomo Walter Pengue están cubiertas de mapas, bibliotecas, afiches de congresos en diferentes idiomas con palabras inesperadas como Economía Ecológica y, más arriba, carteles de propaganda de glifosato. Glifosato es el herbicida cuya fama se debe, por motivos dispares, a Monsanto, Syngenta & Afines, y a las personas y comunidades afectadas por las fumigaciones.
“Hay que saber cómo piensa el otro. No criticar por criticar, sino generar un conocimiento pleno de lo que está pasando”, dice mirando la imagen del Roundup este hombre que mide casi un metro noventa, tiene 57 años y ha perdido la cuenta de la cantidad de sus libros y trabajos publicados.
¿Y qué está pasando? “Estamos fenómeno, vamos para adelante, con esperanza y alegría”, dice con su vozarrón en modo risa, antes de describir su verdadera idea sobre el presente.
“El planeta no aguanta más, hay una fuerte presión sobre los recursos naturales de base como la tierra, el agua, la biodiversidad, los recursos energéticos. Es la expansión humana, no por crecimiento poblacional sino en términos de hábitos de consumo de la población occidental y del comunismo chino, que es tan bruto y devastador como el capitalismo norteamericano y el europeo, o más. Todo eso es lo que está amenazando al planeta. Visto en perspectiva, el escenario de los próximos 40 años nos está hablando de agotamiento de los suelos, del agua, de una brutal pérdida de la biodiversidad, y de una sociedad energívora, que demanda cada vez más energía que no tiene. Los países industriales están consumiendo 40 veces más energía per cápita que la que necesitan para vivir. Sumá el cambio climático, y estamos en la tormenta perfecta”.
Los posnormales
La oficina de Pengue está en la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde dicta clases de Economía Ecológica e integra el Instituto del Conurbano donde están empezando a trabajar una vieja idea, más nueva que nunca: los Escudos Verdes Productivos.
Pengue es Ingeniero especializado en genética vegetal, Magister en Políticas Ambientales y Territoriales (UBA), Doctor en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible (Universidad de Córdoba, España), Profesor de grado y posgrado en más de una decena de universidades nacionales argentinas y de Brasil, Uruguay, Bolivia, Guatemala, España, Noruega y Nueva Zelanda.
Saltando cuatro párrafos del currículum que él prefiere llamar “hoja de vida”, se lee que desde 2009 es uno de los 25 Miembros Científicos del Panel Internacional para el Manejo Sostenible de los Recursos, de las Naciones Unidas.
Con tal biografía, y el metro casi noventa, Walter Pengue podría hablar desde las alturas: “Pero en Economía Ecológica manejamos mucho el concepto de ciencia posnormal, que también se llama ciencia con la gente, creado por el argentino Silvio Funtowizc y Jeremy Ravertz. Para situaciones con alto nivel de riesgo, de incertidumbre, donde se mezclan las presiones políticas y económicas, donde puede haber impactos sobre lo social, sobre el entorno, sobre otras especies, la ciencia normal, convencional y de base, ya no es suficiente. Entra a tallar el juicio de experto: no sólo el estudio sino la experiencia, la sabiduría y la relación con la sociedad. Es el científico que informa para que la sociedad en conjunto decida. Ejemplo: ¿quieren los porteños abastecerse de energía nuclear en un contexto creciente de terremotos? ¿Quieren un desarrollo tecnológico que no se sabe qué costo tiene?”
El enigma es social, político, y de poder: “Hoy la ciencia, o los científicos, contestan todo como si supieran. Nunca reconocen lo que no saben, ni se bajan del caballo, lo cual es en sí mismo una negación de la ciencia. Ante la complejidad de los problemas actuales no podés quedarte en la ciencia convencional, los papers, y en ir de vez en cuando a un congreso internacional. Necesitamos una ciencia capaz de reconocer lo que no sabe, para poder buscar más datos, más información y que la gente participe en las decisiones, y sin que te estén apurando por lo económico”, dice Pengue, que me deja sembrada la idea de un periodismo posnormal, cuando con el normal ya sabemos lo que pasa.
Aquiles y los gansos
La propaganda manda cruel en el cartel, pero Walter Pengue advierte: “Ojo, el glifosato puede ser visto como contaminación, pero lo más grave es otra cosa: el sistema rural. El glifosato es apenas parte de un paquete al que se suman la siembra directa y los eventos transgénicos, que hoy están mostrando su talón de Aquiles”. Aquiles era un guerrero mitológico con un punto débil, su talón. Los troyanos, cual virus, le clavaron allí una flecha traicionera que además –en línea con la actualidad rural- estaba envenenada.
El talón que describe Pengue incluye aparición de malezas y resistencias a los venenos por un lado, y los problemas relacionados con la salud humana evidenciados en prevalencia del cáncer sobre otras enfermedades en los pueblos fumigados, tumores inusuales y devastadores que atacan a adultos, jóvenes y niños, abortos espontáneos, malformaciones infantiles, problemas de tiroides, entre otros males.
“La aparición de resistencias fue algo que planteamos durante mucho tiempo, y ocurrió. La industria lo toma con una mirada tecnocéntrica, pensando en hacer aparecer nuevos eventos transgénicos resistentes a nuevos herbicidas para que siga el mismo sistema”, sugiere Pengue.
“Lo que olvidan la agricultura industrial y el paquete tecnológico es la mirada holística, integral. Por eso viven haciendo una macana tras otra. Hablan de una agricultura innovadora, de punta, y en realidad son temerarios que realizan una agricultura de alto riesgo con la actitud del colonizador, que cree que puede conquistar y controlar todo. Pero no pueden”.
Otro aspecto del laberinto: “Las compañías necesitan un control muy fuerte que lo puede ejecutar el Estado con su ciencia. Pero si tenemos una ciencia del Estado que trabaja para las empresas, estamos en el horno, porque la sociedad queda completamente desprotegida. El problema es ése: una sociedad con científicos al plato, que hacen lo que les mandan y responden políticamente. Ahí hay mucho que revisar del modelo científico tecnológico argentino. Dicen que van a generar conocimiento de punta. Es una locura. Los países desarrollados tienen fondos, recursos y doctores para tirar para arriba en cada disciplina. Nuestra ciencia es buena, pero debe apuntar hacia nuestra gente en un contexto regional, y no trabajar como furgón de cola para las corporaciones internacionales con el discurso de la innovación”.
¿La biotecnología no es ciencia de punta?: “No es de punta, y ni siquiera es ciencia. Es una herramienta para mover material genético de un lado a otro. A chicos de cinco años, con lo despiertos que son para lo tecnológico, los ponés a jugar con eso y la realidad es que pueden cortar y pegar genes. Además, es una tecnología ya vieja, y encima peligrosa”.
Uno no debería meterse con las disciplinas que no conoce, sugiere el profesor: “Los biotecnólogos no saben del impacto ecológico y ambiental de lo que hacen, pero hablan igual. Como los economistas, que dicen cualquier gansada y siguen sobreviviendo y hablando”, dice Pengue entre divertido y asombrado, aunque quizás corresponda alguna vez desagraviar a los gansos, ajenos a las cosas que hacen y dicen criaturas como los economistas y los biotecnólogos.
Ecología productiva
El universo temático de Walter Pengue es literalmente tan grande como el mundo y sus inquilinos humanos, animales, minerales, vegetales y virtuales: funcionamiento, costumbres, temperaturas, consumos, suelos, cielos, sólidos, líquidos, producciones y deshechos, por decir algo de lo que abarca la Economía Ecológica, término que ya no le resulta suficiente: “La palabra Economía nos encierra la discusión. Yo prefiero hablar hoy de una Ecología Productiva”.
La idea implica un vuelco: en lugar de tomar a la ecología como una cuestión declamatoria o delfinesca, propia de jóvenes rubios y verdes, Pengue arraiga el tema en territorios concretos, con ideas que no necesitan ser de importación, como lo insinúa el título del próximo libro que lo entusiasma, en el que escribirá y recopilará diversos trabajos y autores: El pensamiento ambiental del sur. “No te lo cuento como propaganda, porque el libro va a ser gratuito, con trabajos de Enrique Leff, Gilberto Gallopín, Víctor Manuel Toledo, Nicolo Gligo. Hay una generación joven muy bombardeada por el cuento ambientalista, con muy poco sustento fuerte, y con mucho mesías que se cree que tiene la palabra sagrada”.
Sin palabras sagradas, ¿qué es la Ecología Productiva? “Una ecología que contiene todo el funcionamiento ambiental, a la que se incorpora además el mejor aporte de la ciencia y la tecnología pensando en aumentar no las tasas de crecimiento financiero, sino de crecimiento de la renovación de los sistemas ambientales. Porque si me preguntás cuál es la alternativa, yo te contesto: ni idea. Pero lo que es claro es que todos los indicadores muestran una advertencia fuerte del planeta como para que la civilización actual cambie. En este escenario hace falta un pensamiento que esté por encima del sistema económico porque la economía no nos va a salvar. Lo que nos va a salvar es el humanismo”.
Pengue traza una línea imaginaria con su dedo sobre el escritorio: “En el mediano plazo la única perspectiva para la humanidad, si quiere seguir existiendo, es un cambio profundo que no va a derivar de la economía sino de la sociedad, siempre que esté vinculada y comprendiendo su entorno y su ambiente. Lo contrario es que el capitalismo funcione como un monstruo de 1.000 cabezas. Cortás una y le salen otras diez. Hay un materialismo estúpido que se reproduce en pautas de consumo que benefician a las empresas pero no a la sociedad ni al planeta. Y se apoya en gente que no entiende que en realidad la llevan de las narices cuando compra un producto o le imponen qué consumir, o cree que está eligiendo”.
Ejemplos cotidianos: “Los celulares ya generan dudas por el impacto en la salud de la gente, pero además está detrás la obsolescencia programada que esconden las compañías: los aparatos están hechos para durar muy poco y hay que cambiarlos. Como pasa con las computadoras o los automóviles”.
Pengue señala la ventana. “El mundo está cubierto de autos. Fijate aquí mismo, en la universidad. Yo vivo cerca, pero muchos profesores vienen de Capital. Les dije: ¿por qué no se asocian y vienen juntos? Otra que propuse: cobremos el estacionamiento y juntemos plata para que los estudiantes vengan en micros. Porque además estamos ocupando metros cuadrados de espacio público en un lugar que podría usarse para tener más aulas, que hoy están desbordadas. Y podría favorecerse y facilitarse el transporte público. Pero la visión del éxito es que el profesor venga en auto. Me gano pocos amigos cuando digo estas cosas, pero lo real es que si estamos más preocupados por los estacionamientos que por las aulas, estamos un poquito fritos”.
¿Cuánto pierde la soja?
Asegura que la mejor decisión de su vida fue renunciar a la Facultad de Agronomía de la UBA: “Era como un exilio interno por cuestionar los trangénicos y el monocultivo, aunque nos protegía el ecólogo por excelencia de los últimos 30 años en el país, que fue Jorge Morello. Hoy veo que hacen cátedras de soberanía alimentaria, pero cuando se liberó la soja transgénica, nadie abría la boca, o se apoyaba directamente al modelo”. Se lo ve feliz en la Universidad de General Sarmiento. “Llegué en 2008. El 80% de los estudiantes son primera generación que llega a la universidad, de familias humildes. Además hay grupos de trabajo excelentes. Podés investigar, presentar ideas, y nadie sesga tu proyecto”.
Pengue define a la agricultura actual como minera y extractiva. “No se habla del agua que en la práctica perdemos al producir cada grano, ni de la huella de nutrientes, que agota nuestros suelos. Los nutrientes (fósforo, nitrógeno, potasio, entre tantos) son como billetes que están en nuestro suelo, que es la caja de ahorros. Cada cosecha se lleva esos billetes en los granos, y no vuelven”.
Pengue estudió que el valor económico de esa exportación invisible va de un 25% a un 30% de lo que deja esa cosecha. Traducción: no menos de 6.000 millones de dólares por año que se regalan. “Están vaciando la riqueza del suelo. Y cuando reponen nutrientes son sólo algunos, y usando fertilizantes químicos, con lo cual generan problemas de contaminación muy fuertes, como ya pasó en Europa y en los Estados Unidos”.
Las propuestas
¿Qué son los Escudos Verdes Productivos? “Con Damián Verzeñassi (Facultad de Ciencias Médicas de Rosario) hicimos una red para proponer áreas de producción natural y agroecológica (sin uso de agrotóxicos) que pongan una valla entre las ciudades y de la agricultura industrial. Que no avance lo rural industrial hacia las zonas pobladas, ni que lo urbano avance hacia las zonas productivas. Le doy un servicio a las ciudades y a los productores, que en esas zonas tienen prohibición de fumigar por estar cerca de poblaciones, pero siguen pagando impuestos. Entonces se puede fomentar que ese productor trabaje de modo natural y agroecológico con una exención impositiva, que envíe sus productos a los mercados locales, con lo que se cortan también los monopolios de transporte y distribución de alimentos. A la vez, se protegen esas áreas de la expansión urbana y de los barrios cerrados que se van metiendo en los campos”.
La idea implica beneficios multiplicados: “El productor se recupera, la producción es sana, la gente no se enferma, se genera más trabajo rural y menos trabajo en los hospitales. Estarías acercando a las poblaciones alimentos baratos, accesibles, nutritivos. Que la papa vuelva a tener gusto a papa. Además, se le pone una barrera a la agricultura industrial. Hace 150 años se plantea en Europa, varios pueblos y ciudades lo hacen y creo que vamos hacia eso”.
No se trata de agricultura orgánica, que requiere certificaciones que encarecen cada producto: “Puede haber certificación desde la economía social y solidaria. Que uno sepa que eso es sano, como pasa con experiencias como Naturaleza Viva (Santa Fe) o La Aurora (Buenos Aires). Esos casos muestran además que esta forma de producir es rentable: les va fenómeno. La diferencia es que trabajan. No es eso de aplicar productos y quedarse en la ciudad, sino trabajar para que el campo se reconstituya. Es otra lógica, otra relación con la tierra”.
Para Pengue la agroecología es la gran herramienta para un desarrollo local, sin dependencia de las corporaciones y de los insumos externos. “Y una posibilidad de socialización del modelo productivo que incorpora a la gente y encima le da de comer”. La idea va más allá: “La agroecología es revolucionaria por dos cosas: la pata en los movimientos sociales y la pata académica que demuestra, a través de la ciencia, cuál es el camino a seguir cuando hablamos de una agricultura sustentable. No es el pasado, sino el futuro de la agricultura. Pero no se puede hablar de agroecología si no se resuelve además el acceso de la gente a la tierra para garantizar su supervivencia y la soberanía alimentaria. Me refiero a una reforma agraria integral, basada en que la tierra no sea un bien de uso y de cambio, sino un anclaje social para desarrollar una nueva ruralidad. Lo están reconociendo muchos organismos internacionales, cuando ven que se están vaciando los territorios y llenándose las periferias de las ciudades, mientras la concentración deja todo en manos de pocos grupos. Esos son algunos de los temas que se vienen”.
Pengue no plantea hipótesis sólo teóricas, sino que recuerda siempre que su profesor Jorge Morello repetía, como él lo hace ahora con sus estudiantes, un programa filosófico y político sintetizado en dos palabras, acaso de las mejores que un maestro puede enseñar. “Chicos: hagan”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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