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Derechos humanos hoy. Una nueva lectura. Esta nota reproduce los conceptos claves de una charla que tuvimos con Miguel Benasayag -científico, filósofo, militante- a partir de una imagen: Obama y los derechos humanos en Argentina. El desafío a los lugares comunes. Las nuevas formas de entender dónde estamos parados.

Cómo está cambiando la historia de los derechos humanos y por qué

Toda sociedad tiene un mito, un centro, un sujeto, para decirlo con cierta inexactitud. Ese centro puede estar ocupado por un conjunto de divinidades o un Dios con mayúsculas, como lo fue en alguna etapa de nuestra historia social. O puede ser ocupado por el Hombre, como sucede desde que se instaló el Humanismo. Es decir, que en cada etapa social se ha respondido a la siguiente pregunta: ¿cuál es el sujeto de la cultura, de la sociedad, de la política, de la ciencia, alrededor del cual se organiza todo? El axioma antropológico es que ese organizador, ese sujeto central, debe quedar intocable. Ese sujeto es sagrado. El resto es objeto. Es tocable.

Dios, el rey, el Hombre y otros sujetos intocables de la Historia

En las sociedades teístas ese sujeto intocable es Dios. En la monarquía es el Rey. En consecuencia, mientras Dios o el Rey eran los sujetos centrales, el cuerpo humano era totalmente tocable, y por eso se torturaba abiertamente, incluso en las plazas públicas. Cuando llega el Humanismo el nuevo sujeto de la historia pasa a ser el Hombre. De repente lo sagrado, lo intocable, es el Hombre. Entonces uno podría adherir a un pensamiento estúpido y decir: “¡Qué progreso que hubo!”. En el dispositivo de la Modernidad, al llegar a la época del Hombre, ya no se podía torturar más. Pero se podía: para torturar sólo había que esconderse. La tortura tenía que pasar en un no lugar, en un no visible; en el sótano, con los ojos vendados, en el agujero más negro del campo de concentración, porque esa tortura no podía ser vista porque no tenía que poder existir.

Quién es ese Hombre intocable y por qué los médicos reemplazaron a los sacerdotes

La sociedad que estructuró la Modernidad se basa en la hipótesis antropológica de que el Hombre, el ser humano, es el hombre blanco, tal como lo describe Descartes. No es ni la mujer, ni el niño, ni el enfermo, ni el viejo, ni el loco, ni la trans. Ese Hombre es el sujeto de la historia.

Cuando aparece este Hombre en el dispositivo de la Modernidad -lo que Foucault llama la época del Hombre- aparece ese sujeto que hace la Historia. De repente lo sagrado, lo intocable va a ser el Hombre. Y vemos un cambio: la intocabilidad en el cuerpo del Hombre. Es decir: no se lo puede torturar.

Otro cambio: el desplazamiento de los sacerdotes, que eran los que podían tocar los objetos sagrados, hacia el médico, que es el único que, juramento mediante, va a tocar ese cuerpo de una manera deserotizada y desinteresada, al servicio del cuerpo del paciente. Es decir, se sacraliza la función medical en el sentido de que los médicos somos los únicos que podemos tocar lo sagrado, que es el cuerpo del Hombre, un cuerpo divinizado.

En ese sentido vemos aparecer la teoría de los derechos humanos como la teoría de la intocabilidad, la inalienabilidad. Y es por eso que la pena de muerte causa problemas porque es un límite. Entonces hay una pena de muerte humanista, la de la guillotina, inventada por un médico cirujano, para que el condenado muera, pero sin sufrir. Porque efectivamente en la época del Hombre, en la sociedad occidental, no podemos hacer cualquier cosa con su cuerpo, porque es el sujeto central.

Las series Nikita y 24 y cómo se pudo comenzar a torturar con rating

Hemos comenzado a ver hace relativamente poco tiempo -20 ó 25 años-, que esto cambió. Parece un dato menor, pero lo noté mejor cuando un compañero psicopedagogo me comentó: “En la tele hay series donde los buenos torturan”. ¿Cómo es eso?, le pregunté. “Sí: hay una que se llama Nikita, otra que se llama 24, son series norteamericanas en las que los buenos torturan. Un síntoma raro: ¿los buenos torturaban? ¿Y se los podía ver? Poco a poco hemos visto la evolución que tuvo ese dato aparentemente trivial. Todos saben que en Guantánamo se tortura, que en el Estado de Israel -el único Estado democrático de Medio Oriente, como le gusta decir al estadio sionista- la tortura es legal. Hace muy poco, por ejemplo, dos jóvenes palestinos fueron arrestados por asesinar a colonos judíos. Fueron presos, pero no confesaban. Entonces sus carceleros pidieron la autorización al Poder Judicial para poder torturarlos con el fin de obtener la confesión. Los jueces dijeron: ‘sí, tortúrenlos’. Yo, cuando luego de ser detenido tuve la suerte de llegar ante un juez, como la tortura era tan evidente en mi cuerpo, inmediatamente declaró toda la información obtenida por mis torturados como no válida. Eso sucedió hace 40 años. Hoy existe un Poder Judicial que autoriza la tortura. O, como sucede en Estados Unidos con Guantánamo, que desde el presidente Obama hasta el último de los legisladores admitan la existencia de un campo de tortura del que participan, incluso, médicos y psicólogos.

Los nuevos derechos humanos que comienzan a emerger

Por otro lado, como parte de este mismo proceso, hemos visto en ese mismo período de tiempo emerger dictámenes de Cortes Supremas de varios países de Occidente que defienden el derecho del mar, de los animales, del aire, de los vegetales, de la tierra. Es toda una jurisprudencia que se está construyendo, muy importante, porque quiere decir que son prácticas que están siendo consensuadas social e institucionalmente, y que antropológicamente ocupan un lugar, una consciencia general que reclama derechos para plantas, animales, mares, tierras, personas trans. Reclama derechos para todo lo vivo.

Paralelamente, de una manera casi tragicómica, aparecen teorías que proclaman que los robots también tendrían que tener derechos que, por ejemplo, no pueden trabajar sin parar, etc.

¿Qué quiere decir todo esto culturalmente? Esto es el cambio.

La disputa entre los candidatos a lo sagrado ya comenzó

¿Qué representa este cambio? Por un lado, representa que el cuerpo humano puede tocarse. Es decir, ya no ocupa más ese lugar sagrado, central. Ese es el primer hecho.

Segundo: vemos emerger nuevos sujetos de derecho, nuevos sujetos de intocablidad. Por ahora no hacen más que empezar a emerger. ¿Qué significa esto? Que estamos en una etapa caracterizada por una especie de competitividad darwiniana entre candidatos a lo sagrado.

Obama en la ESMA y la representación del vaciamiento de los derechos humanos

Estamos asistiendo a un cambio fundamental, profundísimo e irreversible, donde una de las consecuencias, uno de los corolarios que emerge, es el fin de la época del Hombre como intocabilidad y como sujeto. Esto  implica que se va a torturar, se va a mutilar, se van a cambiar cuerpos, porque efectivamente el zócalo cultural antropológico que impedía estas prácticas, o que las obligaba a hacerlas a escondidas, porque si no se exponía la debilidad del sistema, se ha vaciado.

Estamos asistiendo a un vaciamiento total de lo que era el fundamento central de los derechos del Hombre.

Desde ese punto de vista, cuando veamos a Obama en la ESMA o en el Parque  de la Memoria vamos a estar viendo un síntoma periférico, uno más, que nos indica que realmente estamos en un cambio de época fundamental, donde la cuestión de la centralidad del Hombre se acabó, se perdió.

Ni atrás ni adelante: las dos tendencias en pugna están en el presente. ¿Cuáll gana?

Nuestra pregunta, que es la pregunta central que nosotros realmente nos tenemos que hacer no es cómo podemos mirar el futuro con un retrovisor. Es decir, lamentándonos de la deconstrucción de la figura del Hombre. Tampoco tenemos que aceptar tontamente, ni con una especie de inocencia peligrosa esta fuga hacia adelante, donde de repente vamos a pelear por los derechos de los robotos y los artefactos.

Lo que tenemos que preguntarnos es cuál va a ser la nueva figura de “el sujeto”. Y hay que decirlo así, entre comillas. Eso hoy está en disputa. ¿Entre quiénes? Entre dos tendencias:

La dominante, que quiere que el nuevo sagrado sea la tecnociencia que captura lo vivo, la cultura y la macroeconomía;

Por el otro lado, están las experiencias comunitarias, científicas, culturales que tratan de encontrar la nueva figura, el nuevo contorno de lo que podrían ser nuevos modos de asociación que incorporan la tecnología, la naturaleza, el arte, lo social para crear nuevas figuras posibles de nuevas unidades orgánicas, que protejan lo vivo.

Son formas que luchan por  la multiplicación de derechos, porque esos derechos representan multiplicadores de límites hacia el gran capital financiero.

Las dos tendencias reaccionarias que nos pueden conducir al desastre

Hay dos tendencias reaccionarias. Una es la islámica, que proclama que abandonemos la cultura del Humanismo y que hay que volver a la tradición. Es una defensa contra el Humanismo tal cual está vaciado hoy que nos lleva al desastre.

También hay otra tendencia reaccionaria, la del Humanismo mismo, que dice: “Volvamos al Hombre”. Pero ojo: al Hombre que describió Descartes. Ni mujer, ni loco, ni niño, ni trans. Y para nosotros ese Hombre es la figura del colonialismo.

En esas dos figuras de la reacción, una es más violenta que la otra, aparentemente, pero ambas nos conducen al desastre.

El bloque de lo vivo vs. el bloque de la macroeconomía. Los derechos como límites y la lección de Los Beatles

Los límites que pueden poner el mar como sujeto, las plantas como sujeto, los lazos de la cultura, de lo vivo, como sujeto, son la manera que tenemos de conformar un bloque de vida frente al bloque de la macroeconomía que proclama “no hay ningún límite”. Y ese bloque que tenemos como adversario tiene un problema central: el proyecto macroeconómico no es viable. Es como en el Submarino Amarillo, el dibujito animado de los Beatles, que termina con el monstruo que come todo, hasta que se queda solo, en medio de la pantalla totalmente blanca. De pronto, ve su propia cola y se devora él mismo. Como Los Beatles eran buenitos, lo que nos mostraban después es que el mundo, ya sin monstruo, reemerge. Nosotros no estamos tan seguros de que eso suceda tan alegremente. El nazismo o el stalinismo tampoco eran proyectos viables y sus consecuencias fueron tremendas.

La tecnociencia y la sociedad post orgánica. Por qué no es viable, pero sí peligrosa

Hay dos tendencias. O la técnica coloniza lo vivo y la cultura, o lo vivo y la cultura colonizan la técnica.

La técnica va a ser parte de un progreso de emancipación en la medida que esté colonizada por proyectos de cultura y de vida.

Y por eso tenemos que estar atentos porque el comportamiento de la técnica depende de cómo esté articulada. Por el momento, la macroeconomía articulada con la tecnociencia tiene como tendencia comerse al Hombre y crear la sociedad post orgánica. Este proyecto es una especie de trascendencia religiosa, en el cual el Hombre abandona su cuerpo y su materialidad,  para pasar a ser otra cosa post orgánica. Ese proyecto no es viable, que quiere decir que produce muerte y destrucción, que no hay ninguna razón para que en un momento dado pare y salve a la vida. No viable no quiere decir que no se pueda aplicar, sino que su aplicación va a producir muerte.

Nos van a hacer lo que les dejemos hacer, y otras cuestiones relacionadas con los derechos humanos

No podemos mirar por un retrovisor y lamentarnos: “Ay, el Humanismo, el Humanismo, qué bueno era”, porque para nosotros el humanismo tiene la cara de Bartolomé de la Casas, de colonialismo y de explotación. No es solamente eso, pero bueno. Tampoco podemos ir para adelante a ciegas y decir: que venga lo que venga. Ni tampoco podemos caer en la tentación casi islámica de decir: volvamos a lo premoderno.

Tenemos que tener en cuenta, además, que cada vez que nosotros hagamos cosas más o menos eficaces contra el monstruo, contrariamente a lo que creen los posmodernos, nos van a querer tocar. Por eso hay que poner la cuestión de la tortura y de los asesinatos políticos en primer plano, por un lado. Pero también, en el plano de la relación de fuerzas.

Se trata de entender que nos van a hacer lo que les dejemos hacer.

Hay que asumir los conflictos y los enfrentamientos.

Desde ese punto de vista, no es ni positivo ni negativo: es realista. A nosotros nos van a hacer lo que nosotros dejemos que nos hagan, en el sentido de que sepamos desarrollar luchas de todo tipo.

Ni humanismo viejo, ni tecnología canalla. Las comunidades  y las  experiencias

Ni del Humanismo viejo ni del prehumanismo reaccionario, ni tampoco la tecnociencia canalla. ¿Qué buscamos entonces? Estamos buscando nuevos lazos entre la cultura, lo inerte, lo animal, lo vegetal y lo político, que es algo que aparece tangencialmente.

Cuando una comunidad se planta alrededor de una montaña, se organiza para hacer  respetar esa montaña, para cuidar a los pájaros de la montaña, está aceptando  que la especie humana sea autorregulada por las necesidades de la montaña. Esas son hoy experiencias importantísimas, definitorias. ¿Por qué? Porque ahí se puede ver claramente qué cara va a tener el nuevo sujeto de la Historia.

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