CABA
Crónica del desastre
El notable crecimiento de casos de niños con enfermedades y malformaciones en el Chaco. La muerte de un fumigador de agrotóxicos: cáncer a los 40 años. La inoperancia o la complicidad del sistema de salud y mediático. ▶ DARÍO ARANDA
Alejandro tiene 7 años y está sentado en un changuito para bebés que le queda chico. Acceder a una silla de ruedas es uno de los tantos derechos incumplidos. Alejandro sufre parálisis cerebral y su familia y médicos también lo vinculan a la pobreza y a otras injusticias: vive a diez metros de un campo de soja, que fue rociado con agrotóxicos desde su gestación. Bajo un árbol, a pasos del cultivo transgénico, Carmen Almeida, su mamá, intenta hacerle upa. Le cuesta, pero lo logra. Habla casi con susurros. Pide, como una súplica, tres cosas: una silla de ruedas, atención médica y que su hijo pueda ir la escuela. Mientras habla, mira al horizonte, donde solo se ve soja.
Así es el corazón transgénico de Chaco.
Salud
Alejandra Gómez vive en Resistencia, capital chaqueña. Estudió abogacía “ya de grande” (treinta y pocos) para acompañar en la carrera a una amiga que padecía cáncer. Ya participaba de la Red de Salud Popular Ramón Carrillo y, casi de casualidad, en 2008 fueron convocadas por los vecinos de las localidades La Leonesa-Las Palmas: arroceras arrojaban agroquímicos sobre los barrios.
Lograron fallos inéditos: se prohibieron las fumigaciones terrestres a menos de 1000 metros de las casas (2000 si eran aéreas). La sentencia protegió a las escuelas rurales, ríos y lagunas y fue confirmada por el Superior Tribunal de Justicia.
Gómez es didáctica: hay una ley (“de Biocidas”, número 7032, que restringe las fumigaciones a 500 metros de las viviendas) que no se cumple. Los productores hacen caso omiso y los funcionarios de todos los signos políticos miran para otro lado. “Para los poderosos pareciera que primero están los negocios y después la salud. Nosotros pensamos lo contrario”, afirma.
Acompaña el viaje hasta uno de los epicentros transgénicos de Chaco. Ruta 16, 170 kilómetros hasta Roque Sáenz Peña, segunda ciudad provincial, conocida como “capital nacional del algodón”. Ya casi no existe algodón, que además es también transgénico con uso masivo de agroquímicos. Desde la ruta se ve soja, maíz, girasol y más soja.
Primera parada, casa de la doctora María del Carmen Seveso. Médica, treinta años de trayectoria, testigo privilegiada de los cambios productivos. “¿Cómo te puedo explicar?…”. Hace una pausa mientras carga el termo: “Es un desastre desde todo punto de vista. Echaron a la gente del campo, la dejaron sin trabajo y encima enfermaron a la población. Y nadie se hace cargo”, denuncia.
Napenay
Sobre la misma ruta 16, veinte kilómetros hasta Napenay. Al costado de la ruta, repleto de carteles del agronegocio: Vicentín, Bunge, Dow, Basf, Rizobacter, John Deere. Es una localidad de 5000 habitantes, de matriz agropecuaria. Catalina Cendra, 40 años, recibe en el patio de su casa materna, en la zona urbana. Sillas de plástico, mesa con galletitas y mate recién preparado. Vive a 25 kilómetros, tierra adentro, Lote 15, Paraje Pampa La Desatinada. “Me dicen Cati”, se presenta con besos en ambas mejillas. Cuatro generaciones campesinas. Animales, quinta, frutales, batatas, zapallo, mandioca y todo lo necesario para comer sin depender del mercado o la carnicería. Pero hace diez años todo comenzó a cambiar.
“Fueron los cordobeses”, precisa. Y explica que son empresarios de esa provincia que llegaron hasta Chaco, compraron (o alquilaron) a familias ancestrales del lugar y comenzaron a rodear a campesinos que no querían irse, ni alquilar ni vender.
Y se iniciaron los desmontes y luego las fumigaciones indiscriminadas. Los frutales se “quemaron”, los frutos se cayeron y las plantas se fueron secando. Intentaron dialogar con los nuevos vecinos, pero no tuvieron respuesta. O sí tuvieron: los volvieron a rociar con agroquímicos. “Ya nos fumigaban por demás”. Su esposo no quería confrontar, pero ella salió a la calle. Junto a la Unpeproch (Unión de Pequeños Productores del Chaco), denunció lo que pasaba, incluido el éxodo rural. Como un orquestado plan de vaciar el campo, nunca hubo obras para que cuenten con electricidad, y cerraron muchas escuelas rurales.
En el Paraje La Desatinada esa fue la (mala) suerte de la Escuela 289. Consecuencia: los chicos en edad escolar tuvieron que ir al pueblo (en muchos casos con las madres) para terminar la primaria.
“Nos vaciaron el campo. Acá y en todo el país. Quieren que desaparezcamos, que sea todo un campo de empresarios”, define Catalina con precisión que no se escucha en autoridades del INTA ni del Ministerio de Agroindustria.
El Foro por la Tierra del Chaco denunció en 2008, en base a censos oficiales, que a mediados de siglo pasado la población rural provincial representaba el 70 por ciento. En 1991 había descendido al 28,5 por ciento. En 2001, sólo el 17 por ciento de la población permanecía en el campo. En 2010 descendió a 12 por ciento. El éxodo tuvo un solo destino: los márgenes de las ciudades.
Una mañana de febrero comenzaron a fumigar a las 6. Catalina se sintió mal. Recogió agua de un tanque que estaba tapado y se duchó. Fue peor. Comenzó con dolor la cabeza, mareos y picazón en todo el cuerpo, como si fueran avispas. Consiguió que la lleven hasta el puebo, a 25 kilómetros. A las 12 estuvo en la posta sanitaria. La médica recién apareció a las 18. “Me trató mal. Dijo que no tenía nada, y me dio Paracetamol”, relata. Se enoja al recordar. Le avisó a la doctora que iba a denunciar al fumigador y a ella por no atenderla. “Ahí se amansó. Me comenzó a hablar bien. Me revisó mejor, pero igual negó que fueran los químicos”.
La doctora Seveso explica que hay muchos inoperantes en el sistema de salud, y quienes ocultan lo que pasa. Recuerda cómo inundaron los consultorios con información de la Gripe A o el dengue, pero nunca abordan el tema de agrotóxicos y transgénicos. “Ni se los nombra. No es casualidad”.
Otras trece familias de Napenay están en situación similar a la de Catalina Cendra. Asediadas por el modelo de agronegocios. Como en Tres Isletas, Colonias Unidas, Quitilipi, Machagay, Castelli. Pero muchos no quieren denunciar “para no tener problemas”, tienen miedo.
En 1996 había en Chaco 123.000 hectáreas son soja. En 2010 fue el pico: 700.000. El maíz transgénico pasó de 95 hectáreas en 2002, a 400.000 en 2010.
El Lote 15 son 231 hectáreas rodeadas de transgénicos. Catalina aclara que ellos cuidan el monte, saben que es su futuro y el pulmón que resiste. “Ofrecieron comprarlo, pero no, es nuestro derecho vivir en el campo, de nuestro trabajo. No vamos a dejar de luchar”, avisa.
Alejandro
De vuelta a la ruta 16. Cinco minutos de andar y un camino ancho de tierra que se abre. Cuatro kilómetros, alambrado, árboles añejos y la Escuela 256, pintada de blanco y celeste. Enfrente, un campo de algodón transgénico. Alejandra Gómez dice que la Red de Salud Popular denunció que fumigaban, estando los niños en clase. Consecuencias: intoxicaciones, vómitos, mareos, problemas respiratorios, sarpullidos.
Lapsus de unos segundos y una pregunta retórica: ¿Y si fumigaran escuelas de Palermo o Recoleta en Buenos Aires o en cualquier otro lugar acomodado del país?
Fin del lapsus. Gómez señala que lograron que las fumigaciones sean entre las 6 y las 8 de la mañana, antes de clase. Sabe que es poco pero están solos: políticos, jueces, policías, medios de comunicación son, por acción u omisión, cómplices.
Ya es el mediodía. Cinco minutos de andar. Una casa humilde, de material, dos habitaciones, techo de chapa, árboles a los costados y perros alertas. Sale Carmen Almeida, 27 años, delgada, madre de tres niños. Vuelve a la casa y busca a Alejandro, 7 años, en un cochecito para bebés que sus papás compraron con sacrificio, en doce cuotas. Sufre parálisis cerebral, con severa dificultad motriz. No camina, no se sienta solo, ni maneja su cuerpo. No puede sostener su cabecita erguida. Intenta hablar, pero se expresa mediante gritos o llanto.
El carrito es pequeño para el cuerpo de Alejandro. Da impotencia la situación. Y aún más el lugar: el patio es al mismo tiempo el campo que tuvo soja hasta hace días. Y donde volverán a arrojar todo el cóctel químico.
El campo, de 25 hectáreas, es del suegro de Carmen. Lo alquila a productores de la zona. Hace más de diez años que ella vive ahí. Y siempre fue testigo involuntaria de las fumigaciones, incluso embarazada. Les suelen avisar que van a echar “remedios” (agroquímicos) y ellos se encierran en la casa. “Los médicos dicen que no fue por eso lo de Alejandro, o que no se sabe la causa. Dicen que puede ser que al nacer le apretaron sin querer la cabecita y eso provocó la parálisis”, explica la mamá.
Nadie de los presentes se anima a contraponer hipótesis o argumentos.
Hace meses que tramita una silla de ruedas, pero siempre falta algún papel o trámite burocrático. Recorrió hospitales, municipios y despachos provinciales.
También tuvo problemas en la escuela especial Crecer con todos, de Sáenz Peña. No le daban la vacante porque le faltaba el certificado de discapacidad. No hacía falta ser Nobel para ver la situación. “Llevábamos a Alejandro, los doctores lo revisaban, pero decían que faltaban estudios. Y no nos daban el certificado de discapacidad”.
Perdió meses de clases, hasta que lo aceptaron con una limitación: concurre solo dos días, un total de cuatro horas por semana. Debiera ir veinte horas, pero hay muchos chicos con discapacidad y solo dos escuelas. Carmen celebra que ha habido mejoras. Que mastica al comer (antes sólo tragaba) y que intenta comunicarse más. Lamenta que no pueda estar más en la escuela, con una rehabilitación intensiva.
La doctora Seveso explica que no hay cifras públicas, pero en los últimos quince años aumentó el número de niños con discapacidad. Hay dos escuelas nuevas para esos chicos, pero hay lista de espera: no alcanzan. “Esto también es el modelo agropecuario. Los negadores que vengan y lo vean con sus ojos, que piensen en sus hijos”, desafía, mientras enumera parajes donde ha visto lo mismo: Avia Terai, La Tigra, La Clotila, Tres Isletas, Castelli.
Alejandro grita desde el changuito. Llama la atención de su mamá. Carmen se despide como pidiendo disculpas, agradece la visita y, con dificultad, alza a upa a su hijo.
Cuando ya estamos en la ruta, suena el teléfono de Alejandra Gómez. Un mensaje de texto de Carmen: “Que el periodista ponga que si tengo que esperar de los políticos que me consigan una silla para mi hijo me voy a jubilar porque no me dan pelota. Se enojaron esa vez que le llegaron ustedes (a reclamar). Por eso los políticos no me quieren ayudar”.
Gómez lo lee en voz alta. Unos instantes y llega otro mensaje de la mamá de Alejandro: “Hoy estuve tímida porque me quieren sacar de esta casa. Y perdón que estuve tímida pero me pongo triste cuando hablo de mi nene”.
La impotencia se hace nudo en la garganta. Todo se hace silencio.
Sin entrevista
Avia Terai significa “monte grande” en idioma originario. Es una localidad de cinco mil habitantes en el centro geográfico de Chaco, vecina de Napenay. En el ingreso al pueblo hay una semillera transgénica (Mandiyú) y una agroquímica (Ciagro), con campos experimentales. También sobresale una pista de aviones fumigadores. Y está presente la multinacional cerealera Bunge, con carga-descarga de camiones. El casco urbano está, literalmente, rodeado de cultivos de soja y girasol que son fumigados entre diez y doce veces al año.
Casas bajas, pocas calles de asfalto. La siesta se respeta. Hay muchas nubes y hacen más tolerable el sol chaqueño. El auto toma una calle de tierra que se aleja del centro, campo de un lado, viviendas humildes del otro. Unas quince cuadras, dobla a la derecha y se interna en una huella. hasta una fábrica de ladrillos artesanal, familiar, precaria. Allí está Aixa Ponce Cano, de 7 años, junto a sus padres y hermanos. Aixa tiene una extraña enfermedad: toda la piel cubierta de lunares, pequeñas manchas, verrugas y vello. En 2012 la agencia internacional de fotografía Getty recorrió la zona y retrató a Aixa. Confirmó el dicho: “Una imagen vale más que mil palabras”. La foto se viralizó en medios del exterior (y algunos de Argentina).
En los años siguientes, una decena de fotógrafos y documentalistas fueron en busca de Aixa y su padecer. Menos visibles a las lentes, Aixa también padecía unos extraños tumores (de hasta un kilo de peso) que crecían en su espalda y le impedían correr, caminar erguida y sólo podía dormir boca abajo, con dolor. Lo peor, esos tumores crecían. El sistema de salud de Chaco le respondió con una interminable burocracia que nunca daba soluciones (finalmente, la unión del fotógrafo italiano Marco Vernaschi y un grupo musical logró un tratamiento pago y operación en Buenos Aires).
Silvia Ponce, la mamá de Aixa, habla mientras trabaja al aire libre, en la fábrica de ladrillos con su esposo. No tienen muchos deseos de más prensa. Pregunta dónde están las cámaras de fotos. Se le explica que no habrá imágenes, sólo grabador, cuaderno y lapicera. Baja la guardia, pero se excusa, deben terminar una tanda de ladrillos y no puede hablar. Aixa y cuatro de sus hermanitos se acercan, quieren jugar, piden el cuaderno y lapiceras.
No habrá fotos. Y tampoco entrevista. Pero tiene premio: Aixa y sus hermanos se quedan con las hojas, dibujan, sonríen.
Semanas después, Alejandra Gómez explicará lo sucedido: la familia Ponce sufría ataques difamatorios de vecinos y productores. La acusaban de exponer a su hija y también “desprestigiar” al pueblo.
Premonitorio
Catherina Pardo fue una pionera en alertar sobre los efectos de los agroquímicos en Avia Terai. Tenía 14 años en 2005, cuando comenzó a preguntarse por “el avioncito” que sobrevolaba la escuela cuando ella estaba en clase. Junto a dos compañeros y una docente, se embarcó a investigar sobre el hangar vecino al colegio, el modelo agropecuario y las denuncias de enfermedades del Barrio Quebracho (a un kilómetro del hangar y rodeado de soja).
Escucharon a los afectados, confirmaron problemas respiratorios y vincularon avión, agroquímicos, agronegocios y enfermos. Y precisaron el incumplimiento de la Ley de Biocidas (que fija límites de entre 500 y 1500 metros para las fumigaciones). Su trabajo escolar obtuvo el primer premio en la Feria de Ciencias de la provincia.
Hubo debates en el pueblo y llegaron funcionarios del gobierno provincial. Se reunieron con fumigadores, productores, docentes y directivos, pero no dejaron participar a los estudiantes. Los invitaron a una charla abierta, pero les pidieron que no hablasen. “Sentíamos impotencia”, recuerda Catherina Pardo, diez años después, sentada en el living de su casa.
Pardo estudia psicología social. Sigue denunciando los efectos del modelo agropecuario, consciente de que vive en un pueblo donde el agro es poderoso.
Pasó una década: “Lo que alertamos en el colegio se cumplió. Hay cada vez más cáncer, más enfermos respiratorios, abortos espontáneos, chicos con malformaciones o discapacidad”.
Al Barrio Quebracho se sumó el barrio Padre Mugica, construido por la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Como un destino maldito, el nuevo barrio está lindero a campos de soja y a cien metros del hangar donde despegan los aviones fumigadores. Como plan estatal de vivienda, tuvieron prioridad (para acceder a la casa propia) las familias con algún integrante con discapacidad.
“Son cien casas. ¿Sabés en cuántas hay personas con discapacidad?”, pregunta Gómez. Silencio. “En todas las familias hay una persona con alguna discapacidad. Si eso no es una prueba de lo que vivimos…”.
Catherina Pardo recuerda que los vecinos del Barrio Quebracho daban testimonio de los árboles quemados, las huertas arruinadas por los químicos y, claro, los enfermos más diversos.
En 2005 había solo un avión fumigador. Ahora son tres. El dueño de los aviones de la fumigadora Aeroaplicaciones del Norte, Patricio Teverosky, los acusó públicamente de provocar miedo en la población. Dijo que sus hijos lo acompañan en el hangar, que lo utiliza casi como casa de campo, con asados familiares. Argumentó que nunca pondría en riesgo a sus seres queridos ni a la población.
Cinco años después Teverosky, de 40 años, estaba en silla de ruedas, con cáncer. Tanto Catherina Pardo como María del Carmen Seveso lo conocen. Lamentan lo sucedido. Y les cuesta entender que aún siga negando el efecto de los químicos.
Al momento de escribir esta nota, Alejandra Gómez envió un comunicado de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (de aplicación de agroquímicos): “Falleció el señor Patricio Teverosky, piloto aeroaplicador, oriundo de la localidad de Roque Sáenz Peña, Chaco. Expresamos nuestras humildes condolencias a la familia, colegas y amigos”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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