Nota
7º Posta Sanitaria Cultural en MU: “Volvamos al barrio, volvamos a la cuadra”
La séptima Posta Sanitaria Cultural se vivió esta tarde en MU con la artista Susy Shock acompañada de las guitarristas Caro Bonillo y Andrea Bazán. «Si hay mañana es porque va a haber arte», anuncia Susy entre tangos, milongas, cumbias y zambas detrás del ventanal a vecinas y vecinos del barrio que pasan y agradecen cada canción y palabra como caricias. El arte, la cultura y el mañana. El agradecimiento de una mujer que vive en la calle. Y el llamado a habitar cada barrio y cada cuadra de belleza. El video, las fotos y la crónica de una nueva Posta que ya es un abrazo.

Como se está haciendo costumbre, cada viernes pasadas las cuatro de la tarde, se levanta el telón metálico de MU Trinchera Boutique y detrás la gran vidriera, la artista Susy Shock sonríe acompañada por las guitarras que arrancan a tocar en manos de las músicas Caro Bonillo y Andrea Bazán. Hoy Susy tuvo maquilladora de lujo – Lady Brillantina-, sus cabellos estaban adornados por una corona de flores: “Me levanté muy Frida Kahlo”, y un chal con rayas multicolores caía desde sus hombros.
Antes de comenzar con la primera canción, anunció: “Pequeño tutorial para el artista desprevenido, le artista asustade en esta época. Volvamos al barrio, volvamos a la cuadra. Acercate a la cuadra. Mirá qué hay. Acá tenemos una vidriera y siempre hay gente pero capaz que en tu barrio, en tu cuadra, hay un balcón, una ventana amplia, un pasillo como el del Tata Cedrón que canta en el pasillo de su casa. Capaz que tenés una terraza, una plaza cerca. Hay que re-crearnos. Ese es el desafío. Artista desorientado de tu pueblo que soñás con irte lejos. Capaz que hay que habitar de nuevo la cuadra el barrio, el pueblo, la ciudad. Ser el artista de tu cuadra, volver ahí. Porque el mercado nos enfermó y la salud la va a traer el arte, para dejar de tener miedo, para conocer al de la cuadra. Volvamos a esto que estás haciendo vos conmigo que me mirás a los ojitos”.

Después de este regalo de palabras, le dedicó a la primera espectadora “Angel de la madrugada” y así arrancó la seguidilla de canciones en este día de la entrega de los Premios Gardel, en los que Susy y la Bandada de Colibríes están nominades como mejor álbum conceptual.
“Hagamos un protocolo de la zamba”, propone Susy a Agos, que se acercó con su pareja a escuchar el show. Y así fue como mientras Susy cantaba la zamba, bailaron con sus barbijos y con más distancia de la que sería la habitual. Siguió una chacarera y también fue coreografiada por el dúo de bailarinxs, al que se sumó la actriz chaqueña Olave Mendoza. Olave fue la siguiente espectadora, de escucha atenta sentada en la butaca sobre la vereda.

“A vos, ¿cuánto hace que no te invitan a soñar algo nuevo?”, le preguntó Susy. “Es momento. A no olvidarnos de estas cosas”.
Luego, consultó: “¿Querés que te cante un tanguito?”. Y Susy le cantó “Tango puto” a Romina, que pasaba por la cuadra y cruzó la calle con timidez, se quedó escuchando y fue invitada a sentarse en la butaca. Para Romina, el “Quedate en casa” es un slogan para otros. Hoy la calle le ofreció unos minutos en los que una artista le cantó una canción mirándola a los ojos. “No llorés, yo te abrazo. ¿Confiás en mí? Yo confio en vos. Confiemos en nosotras y le ganamos a este mundo”, le dijo Susy emocionada y apenas terminado el tema musical, las manos de ambas se quedaron unos instantes unidas a través del vidrio.

Despues llegó Simona con sus dos madres, una bebé nacida en febrero, que escuchó atentamente “Milonga Queer” y cada tanto se distraía mirando a las personas que mantenían la higiene y rociaban alcohol con sus mamelucos blancos simil astronautas. “Cantamos a perros también”, ofreció Susy a una chica que había sacado a pasear a su mascota. Y les cantó un tema del intérprete brasileño Milton Nascimento a humana y animal. “Cantando resucito y no me canso de vivir ni de cantar”, fue la frase final de la canción.

Pero faltaban algunos temas más: “Ñangapiri”, el chamamé con el que Susy imagina: “Mirá como la calle se convierte en río. No son autos, son pececitos”. Antes de la última canción, la “Cumbia del abrazo» -con letra compuesta por niñes- Susy insistió: “A sanar, sanamos la cuadra y sanamos el mundo”, para luego despedirse de les escuchas: “Gracias por aguantar la posta, necesitamos uno y una y somos un montón. Discutamos lo que es esencial: escuchen el arte. Sin arte este mundo se hubiera destruido hace siglos. Si hay mañana es porque va a haber arte”.

Otra tarde de viernes y música, en la vereda donde un arbolito exhibe los brotes verdes que anuncian la primavera. Una pequeña muestra de poco menos de una hora en la que la virtud sanitaria del arte se sintió en la piel y en el ánimo. El telón de metal desciende lentamente, hay codazos y manos que saludan a lo lejos. Los cuerpos se despiden y agradecen este tiempo en que –tal como lo describiera Susy- la calle se convirtió en río.






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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: