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A 10 días del crimen en Monte: política, encubrimiento, rap y la Bonaerense

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¿Cómo reacciona un pueblo ante el crimen de cuatro de sus jóvenes? Lavaca estuvo en San Miguel del Monte: la dinámica de la causa, el rol de la comunidad que evitó el encubrimiento. Los alcances políticos de la investigación; la violencia policial; la corrupción. Este viernes en La Plata habrá marcha hasta la gobernación, de familiares, amigas y amigos del grupo de jóvenes asesinados, mientras Rocío sigue peleando por su vida. 

(Fotos: MAFiA)

“Hay un punto de inflexión muy grande. Hubo un montón de cosas que no se dijeron. Esta masacre fue la gota que rebalsó el vaso, porque sufrimos un montón de cosas que nunca nadie dijo. Y aprendimos dos cosas. Primero, que los medios hablan muchas estupideces: cambiaron la versión 500 veces. Y que no hay que esperar a que la policía nos cuide. Nos tenemos que cuidar entre nosotros. Porque si hicieron esto una vez, lo pueden hacer otra. Y capaz les sale mejor”.
En la Plaza Alsina, corazón de San Miguel del Monte, frente a una Municipalidad custodiada por efectivos policiales desde hace una semana y media, les jóvenes se reúnen todas las tardes a rapear, andar en skate, jugar a la pelota y hacer parkour.
Lo llaman el santuario, y ese era el ritual de todos los días de Danilo Sansone (13), Camila López (13), Gonzalo Domínguez (14) y Rocío Guagliarello (13), única sobreviviente de la masacre, en la que también murió Aníbal Suárez (22). Allí se juntaban todos los días.
“Esta es nuestra seguridad”, grafican a lavaca. Nicolás Sansone, hermano mayor de Danilo, explica que el hostigamiento policial era habitual: “Siempre fue así. Se cargaban a los pibes, los llevaban a la comisaría y los cagaban a palos. No sé qué se piensan que son. Pero esta vez les salió mal. La lástima es que tuvo que pasar esto, que se mueran todos los pibes, para que se den cuenta de una vez”.
La plaza que fue escenario de festivales de rap hoy lleva escrita en el cemento de su anfiteatro y de sus bancos, con liquid paper, tiza o fibrón, el peso de este dolor:

  • «A los pibes los mató la policía».
  • «Justicia por Danilo, Gonzalo, Camila y Aníbal».
  • «Fuerza Ro».

Otro banco tiene escrito en fibrón negro una síntesis que congela el corazón:

  • «Los policías me arrebataron un amigo».

Esa cartografía de abusos y hostigamientos policiales es la que estos jóvenes revelan que explotó de forma trágica con la brutal persecución de la Policía Bonaerense a sus amigos y amigas. Ese grito es el que este viernes llevarán hasta La Plata.
Los ojos y una tos
Las últimas noticias de San Miguel del Monte tienen que ver con la exhumación del cuerpo de Camila para una re-autopsia, ya que la autopsia original la habían hecho efectivos de la propia Bonaerense, la fuerza investigada, en La Plata.
El cuerpo fue analizado por Rayos X en la Asesoría Pericial de Lomas de Zamora, y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) confirmó que se corroboró que Camila “no tenía impactos de bala” y que su muerte se produjo por el choque tras la balacera y la persecución. Las autopsias de los otros jóvenes también fueron realizadas en Lomas de Zamora: allí encontraron un impacto de bala en el cuerpo de Gonzalo, en el glúteo.
Sobre Rocío, la única sobreviviente, las autoridades del Hospital de Alta Complejidad El Cruce de Florencio Varela comunicaron que tuvo una leve mejoría, aunque su pronóstico sigue delicado debido a las múltiples heridas con las que había llegado: un traumatismo craneoencefálico y otro de tórax, con contusión pulmonar. Uno de sus familiares se acercó el lunes a la Plaza Alsina, a una semana de la masacre, y contó a lavaca: “Por lo menos abrió los ojitos e intentó toser. Eso ya es mucho”.
El Pipi y los otros detenidos
El pueblo tuvo otra sacudida con la detención del secretario de Seguridad del municipio, Claudio Martínez, y de otros cuatro policías, entre ellos Héctor Enrique Ángel, de 51 años, conocido en la comuna como “El Pipi Ángel”, apuntado por los vecinos por hechos de corrupción. Ya son 13 los detenidos.

  • Cuatro policías fueron imputados por “cuádruple homicidio doblemente agravado (por abuso de función y por uso de arma) y tentativa de asesinato”.
  • Ocho efectivos están imputados por “encubrimiento agravado y falsedad ideológica de documento público”. Es decir, por ocultar prueba para desviar la investigación. La misma acusación pesa sobre el funcionario Martínez.
  • Otros cuatro jefes de la Bonaerense (un comisario general, un comisario mayor y dos comisarios inspectores) fueron desplazados de sus cargos, aunque aún no están involucrados en la investigación judicial.

“La causa está teniendo una dinámica muy importante”, dice a lavaca Marcelo Iafolla, abogado de la CPM, que asumió la representación de la familia de Danilo y de la Camila. “Todos los días se destapan nuevos sucesos. Al principio fue el encubrimiento, pero ahora vemos algo más: la detención del secretario de Seguridad implica el ámbito político además del policial”.
Iaffola y otros integrantes de la Comisión se acercaron el lunes a la plaza a una semana de la masacre. El abogado destaca la participación que tuvieron los vecinos de San Miguel del Monte en la reconstrucción de los hechos: “La propia gente fue clave para evitar el encubrimiento. El coraje que tuvieron hizo que dejaran a todos en off-side”.
Y enumera:

  • “El video que muestra una persecución cuando decían que no había una persecución”.
  • “La persona que encontró los casquillos de balas y se los dio a un familiar”.
  • “Los más de 38 testigos que se acercaron voluntariamente a testificar”.
  • “El camionero que no quiso firmar el acta de declaración porque los policías le habían puesto estruendos en lugar de disparos, y se fue a declarar a la fiscalía en Cañuelas”.

Los profesionales de la CPM estuvieron registrando los libros de detenidos y de guardia de la comisaría. “El hecho puntual es gravísimo, pero acá también hay antecedentes respecto a situaciones de violencia. Lo que cuentan los chicos es impresionante. Por eso vinimos: hay que relevar todos esos hechos para ver cómo era la dinámica de funcionamiento de la policía en la localidad, que termina derivando en este hecho gravísimo, y tenía en esos momentos la complicidad de muchos que veían y no decían nada. No queremos solo la foto de este momento, sino la película de cómo se gestó”.
La película, en la Plaza Alsina, la cuentan los propios chicos.

A 10 días del crimen en Monte: política, encubrimiento, rap y la Bonaerense

Foto: MAfIA


Imágenes para entender
Rodrigo (16), Tomás (17), Demian (22), Federico (14), William (19), Elena (17) son algunes de les jóvenes que se juntan en Plaza Alsina todos los días. Sus voces individuales componen un registro colectivo de la memoria de sus amigos y amigas, pero también de la violencia policial que padecen de forma sistemática por la policía.
“Los chicos eran como nuestros hermanos. Venían siempre, pasábamos momentos lindos, venían a casa. Lo único que queremos es justicia. Por ellos y por nosotros, porque hay más de uno en Monte que está amenazado”.
Los chicos ubican que esa violencia comenzó a intensificarse desde hace un año. “Siempre había un policía que te trataba mal, que te pechea, que se abusa de su poder”.
Los jóvenes organizaban festivales de rap y freestyle en la plaza. Danilo era uno de los participantes: en una de las últimas ediciones había salido cuarto entre dieciséis. “Era muy bueno: se notaba que le gustaba”. Pero, de a poco, los encuentros empezaron a ser mal vistos por los efectivos: “Decían que nuestros eventos propagaban el odio a la policía, que había alcohol y drogas, pero nunca hubo nada. Nadie borracho, ninguna pelea. Nosotros mismos cuidábamos la plaza. Todo era muy familiar”.
Todo empeoró cuando llegó al pueblo el Grupo de Apoyo Departamental (GAD) de la Bonaerense. “Innecesario, porque somos una ciudad de 20 mil habitantes. Podemos dejar la bici acá que nadie la roba. Dormíamos con la puerta abierta”.
La tranquilidad empezó a desaparecer. “A mí me paraban a identificarme dos o tres veces en el día y en la misma cuadra. Todo por portación de rostro”.
Otro: “Estar e irte de la plaza era sinónimo de hacer algo malo”.
Otro: “Uno de nuestros amigos en común es uno de los testigos. Lo intentaron matar. Lo encerraron en la cuadra de mi casa. Me golpeó la puerta desesperado, muy asustado. Me preocupa, porque lo tenemos que cuidar. Ahora todos nos estamos preguntando cómo estamos, dónde andamos, si llegamos a nuestras casas. Nos tenemos que cuidar”.
Otro: “Están pendientes de que no tengamos a nadie que nos cubra, que estemos solos, sin nadie cerca. Por eso, cada vez que alguien está solo en la plaza, nos comunicamos para que nos empecemos a acercar. Piensan que somos todos chorros, faloperos. Últimamente, cuando empezamos a rapear, se paran dos patrulleros, uno en cada punta de la plaza, y nos miran. Nada más estamos tirando free, disfrutando el tiempo”.
Otro: “En una de las fechas se juntaron 300 personas. Los policías daban vuelta la plaza. Si alguien salía a comprar algo, lo paraban. ´Te vimos consumiendo´, les decían. Todo mentira. A mí un día me encerraron en la zona de la comisaría, me querían meter para adentro. Y a veces tenés que correr. Pero te da miedo. No sabés si quedarte, y que te metan y te caguen a palos, o correr. Fijate lo que pasó”.
Otro: “Un día estaba yendo a la escuela y tenía clase de química. No tenía materiales. Mi primo, que va a la universidad, me prestó tubos de ensayo. Me pararon los policías en la zona de la laguna. Empezaron a decir que era para preparar droga. ¿Sabés qué hicieron? Me tiraron la mochila a la laguna. Perdí todo”.
Otro: “Y ahora te sacan la plata, el celu, y te lo revisan. Te revisan todos los contactos”.
Las denuncias siguen. Esa es la realidad que estos jóvenes viven todos los días. Y ese reclamo, ese pedido de justicia por Danilo, Gonzalo, Camila y Aníbal, el grito de fuerza por Rocío, y ese Nunca Más, llevarán las familias y estos chicos el viernes a La Plata.
Mientras, se preguntan: “¿Qué juventud quieren? La que queremos nosotros es una juventud que se pueda expresar, que haga lo que le guste, como hacemos hoy y hacían los chicos en esta plaza siempre. Esa es la real seguridad”.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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