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Abusos en Salta: una campaña para que no caiga el juicio contra el sacerdote Emilio Lamas
El 7 de mayo era la fecha de inicio del juicio contra el exsacerdote Emilio Raimundo Lamas por las violaciones a Carla Morales Ríos y Juan Carlos García en la parroquia de Rosario de Lerma, en Salta, cuando eran niñxs. Las audiencias se pospusieron porque la defensa de Lamas presentó un pedido de prescripción de la causa. Ahora la decisión está en la Corte de Justicia provincial, donde ya votaron dos de los nueve jueces. Carla -artista, activista trans e integrante de nuestra cooperativa- inició una campaña de visibilización para que la causa no prescriba: “La Justicia tiene que sentir la presión de que somos muchxs quienes no queremos que sigan defendiendo a sacerdotes pedófilos”.

“En 1993, alrededor de mis 13 años, fui abusada sexualmente por quien fuera sacerdote del pueblo, Emilio Raimundo Lamas. Como cualquier niñe, adolescente o adulte, no podemos ni sabemos hablar. En diciembre de 2017 la Comisión Judicial Arquidiocesana me llama a dar testimonio bajo el secreto pontificio. Ante la no respuesta, en octubre de 2018, realizo la denuncia penal. Después de más de un año, en diciembre de 2019, la justicia llama a una audiencia de debate para el 7 de mayo de este año. Una semana antes, la defensa de Lamas pide la prescripción de la causa. En estos dias son 9 los jueces que están emitiendo su voto. Por eso te pido a vos que me acompañes”.
Así sintetizó desde Salta, y a través de un video viralizado por sus redes sociales, nuestra compañera, artista y activista trans, Carla Morales Ríos, respecto a qué está en juego en la causa contra Lamas, imputado por abuso sexual con acceso carnal agravado por el hecho de ser sacerdote. Días antes del comienzo de las audiencias, la defensa de Lamas presentó una apelación por la prescriptibilidad de la acción penal, por lo que el presidente de la Corte de Justicia de Salta, Guillermo Catalano, postergó el inició del juicio hasta tanto los jueces definan sobre la constitucionalidad del proceso.
“Pensaba que el juicio no se iba a hacer por la pandemia, pero nunca me imaginé que la defensa iba a pedir la prescripción de la causa”, dice Carla a lavaca.
Según La Gaceta de Salta, la fiscalía resaltó que la Procuración General de la Provincia “trabaja en línea con la plena vigencia” del fallo -como precedente- de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la causa del clérigo Justo José Ilarraz, condenado en 2018 a 25 años de prisión por abusos contra niñes en el Seminario de Paraná (Entre Ríos). Previo a la sentecia, la Corte había desestimado un recurso de la defensa en el que solicitaba el sobreseimiento por entender que la acción penal había prescipto.
En un comunicado, la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico precisó que ya habían votado dos de los nueve jueces de la Corte de Salta.
Por eso, Carla empezó la campaña de visibilización: “La causa estaba muy encaminada, sorprende que hagan esto, como que digan que puede prescribir porque no hablamos a tiempo. Es horrible, porque en estos casos uno no puede decir que no hablaste a tiempo. La justicia tiene que escuchar. Hice mucho como para no ser escuchada”.
No callamos, no olvidamos, no perdonamos
En octubre de 2018, Carla decidió visibilizar las denuncias por los abusos sufridos por parte del sacerdote Lamas con una acción desde la Casa de Salta en Buenos Aires hasta la Catedral, en Plaza de Mayo. Fue al mismo tiempo en que en Rosario de Lerma, su pueblo natal, se desarrollaba una marcha para exigir justicia por su caso y el de Juan Carlos García, la otra persona que denunció los abusos.
En esa acción, Carla cargó una cruz negra acompañada de dos mujeres con dos carteles:
- «Iglesia Católica cómplice de violación».
- «Emilio Lamas cura violador”.
En ese trayecto, Carla hizo catorce paradas en reflejo de las catorce estaciones del Vía Crucis: en cada una de ellas, describió las reiteradas denuncias que hizo a lo largo de su vida, los silencios y su proceso hasta romper la máquina abusadora. En la Catedral, dejaron la cruz y los carteles en la puerta, bajo un grito claro:
- “No callamos. No nos olvidamos. No los perdonamos”.
La denuncia de Carla también produjo un acontecimiento histórico. En la Catedral de Salta, en noviembre de 2018, el arzobispo Mario Cargnello aceptó recibir a Carla y a Juan Carlos por las denuncias contra Lamas, quien entonces estaba detenido desde hacía un mes por las denuncias de Juan Carlos García y Carla Morales Ríos. Tuvieron que pasar casi 25 años de aquel abuso que todos silenciaron para que se concrete esta reunión histórica en muchos sentidos:
- Es la primera vez que una alta autoridad eclesiástica acepta conversar con dos víctimas y pedirles perdón.
- También es la primera vez que un arzobispo conversa con una travesti.
Los temas de la charla histórica (la Educación Sexual Integral, el Matrimonio Igualitario, la niñez trans, las leyes de la naturaleza y de las construcciones culturales que explican o no la existencia de Dios) pueden leerse en la desgrabación textual de aquel encuentro. Para estas personas sobrevivientes de abusos el objetivo era el mismo: verdad, justicia y poner un freno a los discursos que fomentan el odio.
Justicia social
«No a la prescripción de la causa contra el sacerdote Emilio Lamas», es el mensaje que compartió Carla y que está siendo replicado estas semanas por las redes sociales.
Dice Carla: “Hay muchas que se remueven en el cuerpo. Es revictimizarnos otra vez y eso es lo increíble: todo el tiempo tenemos que hablar y recordar un montón de cosas, y cuando voy recordando, aparecen más detalles, y es un ejercicio que no tiene que ser en vano. Pero sentís que el cura puede quedar libre y que, después de todo lo que hicimos, después de tanto poner el cuerpo, de exponerse, de pagar un abogado, no pasa nada”.
Carla exige el derecho a la verdad: “La Justicia tiene que sentir la presión de que somos muchxs quienes no queremos que sigan defendiendo a sacerdotes pedófilos”, expresa. Como llegó a Salta hace unas semanas, está cumpliendo la cuarentena obligatoria para poder continuar la visibilización. “Aprendí de mi propia comunidad a hacerme escuchar. Es la herramienta que tengo por ahora. Sé que la Justicia no me va a devolver nada de todos estos años, pero sí creo que es justicia social. Y así como muchos me escriben y creen en mi lucha, esperan que haya una sentencia favorable para que no se paralicen y puedan hablar. Hay mucha personas que no tienen herramientas o no se animan a hablar. Ese apoyo es lo que me hace fuerte”.
La investigación completa sobre el caso:
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: