Nota
Qué pasa en la Villa 31: Crónica de un desastre anunciado

Crónica de un sábado de pandemia en la Villa 31, donde no hay nada: los centros de salud, cerrados; las mujeres con fiebre, llorando; los comedores, con miedo; y la organización que sostiene como puede, mientras el barrio llora la muerte de dos referentes: hoy, Ramona; ayer, el Oso. Las denuncias sobre el crimen que significa la falta de planificación en un lugar donde factores como el hacinamiento, la alimentación o el agua son esenciales para enfrentar una pandemia. La mala o nula reacción estatal, que devela sus prioridades en la Ciudad. El problema del trabajo ante la estigmatización que genera el aumento de los contagios en el barrio. Y los casi 800 infectados que empiezan a contarse en muertes, mientras la desesperación comienza a transformarse en bronca.
Por Claudia Acuña. Fotos de Nacho Yuchark.

La postal es la siguiente: de un lado, el imponente edificio del Ministerio de Educación porteño reconvertido por la pandemia en el centro de control sanitario; del otro, el complejo de casi 800 departamentos, vacíos; en el medio, dos puestos móviles para realizar los test –uno del Ministerio de Salud porteño, otro de Nación-, cerrados. Son casi las cuatro de la tarde, es sábado y eso significa que hace una hora esta postal sirvió de marco para la visita del ministro de salud de la Ciudad, Fernán Quirós. Ahora, sólo queda un micro escolar esperando a los últimos vecinos que serán trasladados al hospital Muñiz. El personal médico se está retirando y el barrio Carlos Mugica, que hoy alcanzó la cifra de 780 infectados, queda tal cual está la mujer sentada en la puerta del imponente edificio: desolada.
Tiene 20 años.
Tiene una beba de once meses.
Tiene fiebre.
Y tiene miedo.

Llora.
Su mamá está desesperada.
Me pide un favor: “Si ven que usted me filma, a lo mejor la atienden”.
La filmo.
El celular registra la voz acongojada de la mamá que pide que ayuden a su hija.
También la de su compañero que clama: “Acá no puede haber horarios de atención ni fines de semana. Estamos en emergencia. El país está en emergencia y este barrio es en este momento el foco de la pandemia. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es que nuestras vidas no importan porque somos villeros?».
Funciona: la mamá sabe que los vidrios del imponente edificio son espejados. No se puede ver hacia adentro, pero sí desde el interior monitorear lo que pasa afuera. En pocos minutos, una médica sale, luego otra, y realizan ahí, en la calle, el cuestionario –qué síntomas tiene, si fuma, si estuvo en contacto con personas infectadas-, entran y salen con un formulario que deberá entregar cuando llegue al Muñiz, donde le harán el hisopado: ahí no pueden, informan, porque ya agotaron los insumos del día.
También sale un policía para anotar nuestros nombres, porque, explica, “tenemos que dejar registro de todos los medios que ingresan al barrio”.

La joven madre deja a su bebé en brazos en su abuela y sube al micro que la llevará a lo que ya sabe: en el hospital tendrá que esperar que la atiendan, luego tendrá que esperar el resultado, y luego, volver al barrio como pueda –el micro, apenas deja el contingente, se va- para cumplir en su casa el aislamiento obligado. Pero no: la presencia de la prensa registrando el caso le garantiza la espera del resultado en un hotel. Medida extraordinaria en un barrio en el que ya hay màs más de 600 personas en esta villa que están así, encerradas en sus casas, desoladas.
Lo que reciben durante el encierro es definido, relato tras relato escuchado en esta larga tarde de recorrida, con una misma palabra: insuficiente. “Fideos y harina. Un litro de aceite. Nada para la higiene. Ni siquiera lavandina. Ni carne, ni pollo. Y si reclamás, te dan más fideos y más harina”. La consecuencia es la lógica: muchos deben romper el aislamiento para buscar lo que necesitan y les falta.
Lo insuficiente entonces tiene una dimensión concreta: este barrio está habitado por 60 mil almas olvidadas.

El último desencuentro
Javier Martínez, de la organización social El Hormiguero, nos señala el complejo de departamentos vacíos para indicar el pedido que le hicieron en la reunión que mantuvieron este viernes con las autoridades porteñas los miembros del Comité de Crisis que formaron las organizaciones sociales: comedores, merenderos, asociaciones sociales y políticas, referentes e iglesias del barrio. “Podrían utilizarlo para armar ahí un lugar de aislamiento de los infectados, pero nos respondieron que después iba a ser muy difícil sacarlos. Les propusimos: hagan firmar ante escribano el compromiso de que una vez terminado el período de aislamiento obligatorio se tienen que ir. Pero no quisieron”. La propuesta fue, entonces, que lo monten en otro lado, cualquiera, pero que hagan algo, porque estar trasladando así a los infectados representa un peligro sanitario y hacerlos cumplir el aislamiento en sus casas, otro: la geografía de la villa es de por sí promiscua y la asistencia sanitaria y social que reciben en sus casas, ya está dicho, insuficiente. Fue entonces cuando el funcionario responsable les propuso lo siguiente:
¿Les parece muy estigmatizante hacerlo en el refugio de Retiro para gente en situación de calle?
Es el lugar donde hace dos días detectaron, entre 90 personas testeadas, 87 infectados.

Las autoridades porteñas habían propuesto hacer esa reunión en el imponente edificio, pero las organizaciones sociales se negaron: “Estuvieron ahí todo el día recibiendo posibles infectados y ni siquiera desinfectaron”. Era la tercera vez desde que se inició -en mayo- el llamado Operativo Detectar que los funcionarios porteños recibían al Comité de Crisis, conformado el 26 de marzo, apenas seis días después de la cuarentena obligada por decreto y cuando el virus no había atacado. Este viernes, con la pandemia ya instalada, la consecuencia es la lógica: la lista de reclamos es inmensa y acalorada.
El desencuentro entre las autoridades y las organizaciones sociales de la villa tiene historia y eso infecta el diálogo en momentos en los cuales la emergencia sanitaria lo torna imprescindible. El punto de inflexión tiene nombre y cotiza en millones: la urbanización. Una larga década de ignorar los reclamos del barrio que, con mucho esfuerzo, paciencia y sabiduría realizó su propio proyecto, ignorado por las autoridades. Hoy es una llaga que supura en cada detalle. Un ejemplo: donde instalaron el imponente edificio que ocupa el ministerio de Educación desde enero de este año, el barrio había soñado la construcción de un hospital. Ahora, la emergencia les confirma la necesidad que les negaron.

Julián, sentado en las gradas de la cancha de fútbol de El Campito, lo resume así: “Este virus tiene la virtud de desnudar todo. Nos muestra la realidad tal como es: se caen las caretas y queda al descubierto cómo los gobiernos actúan de distinta manera de acuerdo a la clase social de los infectados”. Los datos le dan la razón: el gobierno porteño pagó la estadía en hoteles cinco estrellas y durante catorce días de 5.414 repatriados desde Miami, Tailandia o los Emiratos Árabes -entre otros destinos- con la única finalidad de controlar que cumplan los 14 días de aislamiento, en tanto a los ciudadanos del Barrio Mugica los recluye en sus casas y durante 7 días, tras los cuales les realiza un nuevo test para comprobar si ya superaron al virus.
La pregunta lógica es por qué esta diferencia.
Responde Julián: “O son unos irresponsables que no saben manejar la situación ni escuchar al barrio o acá hay una política manifiesta de dejarnos librados a nuestra suerte. Ninguna de las medidas que están tomando son de prevención. Se lo preguntamos concretamente en la reunión del viernes y de alguna manera, la respondieron cuando asumieron que sólo se están limitando a detectar casos”.
Responde el cura Guillermo Torres: “Cuando empezó todo esto, hace dos meses, ninguna autoridad pensó un plan para los barrios populares, donde factores como el hacinamiento, la alimentación o el agua son esenciales para determinar cómo lo va a afectar una pandemia. El tema es que ahora estamos llegando a los 800 infectados, a eso sumale los contactos directos, más el desempleo generado por la cuarentena obligada y, encima, los pocos que han podido seguir trabajando, lo pierden por pertenecer a este barrio que está hoy estigmatizado como foco. A esta altura sabemos que al virus no lo vamos a parar, pero sí contener, si tuviéramos las condiciones de higiene, de alimentación y asistencia social que esta pandemia requiere en un barrio así. Si todos los comedores tuvieran lo que necesitan tener, otra sería la realidad hoy, por ejemplo. Si las obras básicas de la urbanizaciòn se hubieran hecho como es debido, también. Lo que necesitamos entonces y urgente son respuestas adecuadas y concretas. Lo que expone este virus es eso: la falta de respuesta del Estado durante décadas”.

El Estado porteño ¿no quiere o no sabe cómo dar esas respuestas?
-Creo que es una mezcla. El funcionario que está en el territorio hace lo que puede y el que está más arriba, lo que quiere. Me parece que es un problema de miradas, fundamentalmente. La reunión del viernes es una muestra: encerrarse en justificar que lo que hacés está bien, sin escuchar al barrio, es un punto de vista político claro de esta gestión. Pasó con la urbanización y pasa con todo. Y es muy difícil trabajar así, más en una emergencia como esta.
La red invisible
Es sábado y eso significa que los tres centros de salud que el gobierno porteño instaló en el Barrio Mugica están cerrados. También los comedores. La tarea de atajar la emergencia sanitaria y responder al hambre recae el fin de semana en las organizaciones sociales y en cada pasillo hay ollas hirviendo, viandas y lo más preciado: lavandina, barbijos y pañales. Ninguna de estas tres cosas está incluida en los repartos oficiales, así que la provisión depende de la solidaridad y el trabajo gratuito y solidario. Un ejemplo: la cadena que se armó con el nombre de Convidarte, impulsada por un matrimonio que vive en Recoleta, vecino de esta villa, hoy entrega en ese barrio 700 de las 1.800 viandas que cocinaron los más de 500 integrantes que hilvanaron en estos dos meses. Los 500 barbijos que sumaron las integrantes de la Asociación Civil Detrás de Todo coronan las cajas de comida y elementos de higiene que recaudaron a través de donaciones y dejan preparadas en el jardín Sueños Bajitos, que repartirán este domingo las capacitadoras sanitarias entre las familias “aisladas”.

Son estas capacitadoras -seis para 60.000 almas- las que recorren el barrio de lunes a viernes para detectar “casos” e informarlos a las autoridades sanitarias. Lo hacen de 8 a 16, sin recibir comida, a cambio de 14.000 pesos al mes disfrazados como beca de capacitación en salud, sin obra social y sin ART, por lo cual le prohíben subir escaleras “por si les pasa algo” en un barrio donde trepar precarios escalones es obligatorio para llegar a las casas apiladas unas sobre otras, en filas de tres pisos en la parte más baja y alejada, y de seis pisos en la zona que ahora azota la pandemia. No es casual sino lógico cuál es la castigada: es la que estuvo más tiempo sin agua y la más cercana al borde urbano, vecino a Retiro.
Las ollas tienen hoy, además, una cicatriz que marca un punto de inflexión: están de luto. Lo gritan con un moño negro atado en la ventana, la puerta o la mesa para recordar así que ayer murió Victor Giracoy, a quien todo conocieron como el Oso, sostén del comedor Estrella de Belén. Lo mató el coronavirus, la diabetes “y la malasangre”, completa una vecina, preocupada porque el virus está atacando la trinchera desde donde han resistido tantas pandemias durante tantas décadas: la autogestión sostenida con el sudor de sus militantes. Hoy se sumó la muerte de Ramona, referente de la organización La Poderosa, quien desde el 3 de mayo venía denunciando la falta de agua, el hacinamiento y el desastre.

Es cierto que no es idílica la red social que sostiene a esta villa en pie como también es cierto que los diferentes gobiernos han alentado las divisiones y traiciones, fraccionando los derechos en prebendas a idéntico ritmo de frazada corta, pero en esa tensión se ha refugiado durante décadas la vida, no a pesar, sino a través de ella.
La síntesis de cómo está afectando esa tradición esta pandemia es, quizá, encontrar al emblemático Jony Tapia refugiado en su barbijo, preocupado porque se niegan a hacerle un hisopado para saber si está infectado. Tapia, cuenta la leyenda del barrio, fue monaguillo de Mugica, su casa fue la única que quedó en pie tras el paso de las topadoras de la dictadura y el punto de ingreso para volver, noche tras noche, a ocupar el barrio. En su comedor transcurrieron durante largos años las asambleas que tramaron la urbanización del barrio. Hoy está cerrado.

Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Nota
La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.
Por Francisco Pandolfi
Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.
La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”.
Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».
Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.
Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.
Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”.
En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.
La causa, sin avances
Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.
Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”.
La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.
Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.
Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.
Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.
Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.
Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.
Nota
La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.
Por Franco Ciancaglini.
La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo.
En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso.
“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.
La que habla es una de sus hijas, Paula.
El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10.
Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.
El arma y la palabra
Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.
Es jubilada.
Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.
Tiene tres hijas.
Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.
Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.
Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.
La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.
Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.
El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.
Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.
Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.
Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.
“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.
Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.
Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.
Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.
Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.
La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”.
¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.
La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.
¿Necesitan algo? “Sí: paz”.
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