Nota
¿Alguien quiere pensar en los niños?: las respuestas del Estado
Gabriela Bauer es médica pediatra y directora de Salud Perinatal y Niñez del Ministerio de Salud de la Nación. Desde su recorrido en el sistema de salud público y su actual cargo describe la situación de las infancias de nuestro país durante el aislamiento. La salud, la alimentación y el ocio. La diferencia entre pensar como abuela y como funcionaria. La probable salida paulatina de lxs niñxs. La preocupación por la “exacerbación de la violencia del patriarcado” y por qué las propuestas de cómo salimos de ésta las dará el feminismo.
Gabriela Bauer es médica pediatra y directora de Salud Perinatal y Niñez del Ministerio de Salud de la Nación. Desde su recorrido en el sistema de salud público y su actual cargo describe la situación de las infancias de nuestro país “como una importantísima inequidad de derechos y de indicadores de bienestar, de buen vivir de nuestras niñas y niños». El gobierno se encuentra con fuertes desafíos: más de la mitad de los niños vive en condiciones de pobreza, con una o más privaciones de sus derechos básicos.
En salud las inequidades son entendidas como desigualdades prevenibles.
La pandemia y el aislamiento obligatorio agravan esas inequidades.
En diálogo con el programa radial La Que Te Parió de lavaca, Bauer expuso sobre la situación de desigualdad de las infancias en Argentina y cómo se incrementan con el aislamiento. Las preguntas de les niñes y las familias que trae la cuarentena; el diálogo del Estado con las infancia y las respuestas pendientes. El cuidado y la salud y enfermedad como un proceso dinámico. Y el interrogante actual: cuándo podrán salir les niñes.
Escuchá el programa completo:
A principio de abril usted expuso en las conferencias matutinas junto a la secretaria de Acceso a la Salud con recomendaciones para quienes son cuidadores de niños, niñas y niñes. A más de un mes del inicio de la cuarentena, ¿cuáles son las principales recomendaciones que se hacen desde el Ministerio?
El primer mes había preguntas muy claras para resolver acerca de qué estaba sucediendo, había una respuesta dirigida a la ansiedad o incertidumbre de lo que está pasando y eso se tiene que compensar con información. En esta etapa pensamos que las familias tienen un nivel de contenido suficiente, de autonomía ganado en torno a la pandemia. Lo más admirable es el asumir el rol de cuidado colectivo, de sentirse parte de la respuesta a la pandemia, la unidad institución – familia. Los niños y niñas están dando respuesta a la pandemia con su rol activo como sujeto social. Nuestra mirada no es asistencialista, está a la escucha de lo que va sucediendo tratando de sortear el nivel de incertidumbre que también existe. Nosotros como sociedad, juntos, con los medios de comunicación, tenemos que trabajar los niveles de ansiedad. El pueblo cumple participativamente el aislamiento, en el pueblo se incluye a los niños y niñas que son realmente los que mejor están cumpliendo porque no pueden salir ni a pasear el perro, ni hacer una compra. Quienes comunicamos y miramos a las familias tenemos que corrernos de una mirada de subestimar sus capacidades, corrernos de ser generadores de ansiedad. Se está hablando todo el tiempo de si los chicos tienen que salir, obviamente quienes nos ocupamos de niñez vamos a preguntarnos: cuándo será el momento de que los chicos puedan tener una salida. Pero no podemos pensar que la solución a esto va a estar dada porque un niño o niña pueda salir un ratito.
Se habla de las recomendaciones del Comité de Derechos del Niño que en una declaración piden explorar soluciones alternativas y creativas para que los niños disfruten de sus derechos de descanso, ocio, recreación y actividades culturales y artísticas, y que estas soluciones deben incluir actividades supervisadas al aire libre. ¿Se está contemplando la posibilidad? ¿En qué etapa estamos?
Estamos en una etapa delicada, los resultados están siendo positivos en torno al aislamiento, donde la toma de decisiones es muy delicada porque hay múltiples aspectos: los económicos, los sociales, los individuales. Hay un cuerpo de expertos impecables contribuyendo a la toma de decisión. Y quienes nos ocupamos del cuidado de niños y niñas tenemos preguntas: cuál será el momento, cómo sería. Podemos aportar algunas ideas pero supongamos que las salidas se hicieran y comenzara con otras salidas necesarias y luego comenzamos a tener más contagios y ocurre por lo tanto mayor número de personas afectadas, de riesgo, ¿cómo salimos de eso? Es un equilibrio muy inestable. Está contemplada la pregunta, está puesta, dentro de otras preguntas que son mucho más importantes, por ejemplo: qué está sucediendo con las vacunas de los chicos, con los controles de las embarazadas, qué va a pasar cuando empiecen las bronquiolitis del invierno. ¿Estamos pensando que por ahí deberían salir los chicos a hacer una salida supervisada, controlada, progresiva, de algún ratito que lo conecte con el mundo? Si te contesto como abuela te digo obvio, si te contesto como responsable te digo: reflexionemos. Además, como responsable tengo que pensar en otras prioridades que son importantes: cómo garantizamos el acceso de la salud de aquellas prácticas que son necesarias en contexto de aislamiento, o no aflojar con alimentación, el padecimiento de muchas familias del país pasa por qué vamos y cómo vamos a comer hoy, reforzar que el alimento tiene que llegar a todas partes.
¿Se están haciendo campañas o acciones con respecto a las infancias que están en riesgo en su propia casa?
Lo que estamos haciendo es fortalecer equipo, escuchar los equipos de Salud, Desarrollo Social y Justicia que sabemos que están en los territorios y tienen recorridos para que jerarquicen a aquellas familias que conocen y puedan estar atravesando situaciones complejas de violencia o de consumo problemático, para pensar estrategias. Las campañas se pueden hacer a nivel masivo pero lo más importante es fortalecer los equipos de atención primaria. La mirada está puesta en ese refuerzo, en jerarquizar el valor humano de esa persona, del trabajador social, del agente de salud que va a ir al encuentro de esa familia porque por Decreto o enunciándolas no alcanza. Nos preocupa la exacerbación del patriarcado: sabemos que está sucediendo.
¿Se podrían realizar campañas de comunicación o conferencias de prensa que les hable directamente a les niñes?
Sabemos que a los niños hay que hablarles y hay que escucharlos. Desde mi perspectiva como pediatra lo primero que hago es mirar al niño o niña, escucharlo, y después miro al adulto. Tengo muy claro que hay que hablarles, despacito lo van entendiendo. Hay que tener paciencia porque hay una línea de discursos donde a través de los años se fue mejorando mucho poner a la niña y niño como sujetos sociales. También es una práctica; obviamente los más jóvenes, los que tienen más ejercicio, la llevan más adelante, los educadores la tienen más que clara, pero entre todos tenemos que avanzar en esa idea. Me parece que es bueno que en las próximas semanas ellos sientan que además de sus interlocutores familia, adulto, también hay actores sociales que los estamos pensando, viendo cuál es la mejor manera de cuidarlos y esa manera a veces es escuchar que necesitan.
¿Crees que hay mecanismos o herramientas para que el Estado escuche a les niñes? ¿Qué falta?
Va a ser importante la construcción desde las dos miradas: desde los territorios y desde los estamentos, desde los organismos. Las leyes acompañan, las convenciones acompañan, tenemos una representante que no teníamos: la Defensora del Niño, la Niña y los Adolescentes. Yo tengo una mirada esperanzadora: creo que esto es una de las respuestas que va a dar el feminismo. También está ahí la mirada patriarcal puesta, esto de ocultar, de controlar. El feminismo es abierto y permite voces y diversidades, trabajando estas diversidades la voz de niños y niñas van a aparecer con mayor fuerza. También, porque no quiero pensar que todo fue malo, somos una sociedad donde el niño es entendido como un sujeto productor de felicidad, se jerarquiza como lo bello, como lo que se acerca a la alegría, simbólicamente es una sociedad que pone al niño a favor.
En una conferencia hablaste del juego como generador de salud, ¿cómo se piensa la salud desde ahí?
Creo que tenemos que trabajar la línea de no pensar enfermedad – salud, sino pensar un proceso. Puede haber un momento donde pueda haber enfermedades o interferencias en la salud que tienen que ser compensadas, que requieren mayor o menos esfuerzo, pero a la larga termina ganando la salud y el buen vivir, que son como sinónimos.
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.











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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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