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Bienvenida #Nieta129: «Es muy sanador saber la verdad»
Abuelas de Plaza de Mayo anunció la recuperación de la nieta 129, hija de Norma Síntora, secuestrada con un embarazo de 8 meses y aún desaparecida, y de Carlos Alberto Solsona, quien estuvo presente en la conferencia de hoy: «Mi intención es que el reencuentro sea lo que ella necesita, no lo que yo necesito. Mi vida con esto está hecha», dijo a lavaca. La historia de un matrimonio, de una búsqueda de más de 40 años y de otra muestra de que luchar sirve y se hace con verdad, memoria y justicia.
Carlos Alberto Solsona tiene 70 años y está sin dormir. “Cuando al acostarme se me empezaba a cruzar la búsqueda, ahí ya no dormía”, dijo a lavaca y aclaró que durante 42 años, desde que activó la búsqueda de su hija, tuvo noches de insomnio.
Después de exiliarse durante la dictadura cívico militar, después de que el 21 de mayo de 1977 secuestraran a su compañera Norma Síntora, embarazada de ocho meses, después de seguir desde 2012 una pista que lo llevó hasta su hija, Carlos Alberto no durmió anoche por otra razón: porque la búsqueda terminó.
Bienvenida nieta 129.
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Norma y Carlos se conocieron en la universidad en Córdoba. Ella había llegado desde Cruz del Eje, a poco más de 100 kilómetros de la capital, junto a su hermano Daniel. Él venía de estudiar Ingeniería Química en Santa Fe pero el cambio a Electrónica, carrera que estudiaba Norma, lo mudó a Córdoba.
Ambos militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo cuando, a finales de 1976, y estando Norma embarazada, decidieron dejar a su hijo Marcos al cuidado de sus abuelos maternos para empezar a pensar en un exilio que no se concretó. El 21 de mayo de 1977 Norma estaba en la casa de sus compañeros de militancia Isolina Beatriz Rocchi y Rubén Castro, en Moreno, Buenos Aires, cuando los tres fueron secuestrados.
Carlos, que se encontraba fuera del país, logró exiliarse. Se reencontró con Marcos cuando su hijo tenía 10 años. Norma continúa desaparecida.
Fue en 2012 cuando llegó la información de una joven que había sido inscripta como hija propia por un matrimonio. La partida de nacimiento apócrifa había sido firmada por un médico de la Policía Federal Argentina y el parto había ocurrido en domicilio. Un año después el equipo de aproximación de Abuelas de Plaza de Mayo la contactó para invitarla a realizarse examen de ADN. Ella vivía en el exterior. El caso fue derivado a la Unidad Fiscal especializada para casos de apropiación de niños durante el terrorismo de Estado y el juez Sergio Torres tomó la causa y, a través de la representación diplomática, intentó en dos oportunidades que se analizara. Ante las negativas, envió un exhorto a la Justicia de ese país, que rechazó realizar un allanamiento para verificar la identidad de la joven.
En junio de 2017, mediante un amigo que vive en Argentina y que fue atendido por el equipo jurídico y el de Presentación Espontánea de Abuelas, se reestablecieron los puentes para retomar la charla. Hace dos semanas ella ingresó a Argentina y el miércoles 3 de abril se presentó a la justicia. Con intervención del equipo interdisciplinario de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, aceptó realizarse voluntariamente el análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos
Así se conoció que es hija de Norma Síntora y Carlos Alberto Solsona.

Carlos Alberto Solsona muestra una foto familiar, antes del secuestro de su esposa Norma, embarazada de 8 meses.
Foto: Nacho Yuchark
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Durante siete añossostuvo con paciencia y mucha reserva el hilo de información que llevo hasta la nieta 129. Por eso Carlos elige decirles a los familiares que está buscando que «sigan haciéndolo, y que no se desesperen sobre todo, porque cuando uno se desespera te afecta la salud”. El otro mensaje que quiere compartir es «para todas aquellas personas que tengan una mínima sospecha sobre su identidad: es muy importante, y muy sanador, saber la verdad”.
Acaba de terminar la conferencia de prensa y todavía no puede imaginar el reencuentro con su hija. “Si lo hago en base a mis suposiciones puedo invadir, herir, molestar o dar lugar a mal interpretaciones para ella. Analizo como me siento yo después de 42 años donde procesé, busqué, más de una vez dije no lo vamos a conseguir, y lo que debe ser para ella que se entera en tres o cuatro días. Mi intención es que el reencuentro sea lo que ella necesita, no lo que yo necesito. Mi vida con esto está hecha. Ella tiene mucho para andar, y espero que esto no le afecte sino todo lo contrario. Yo creo que va a ser todo lo contrario si ha sacado genes de la madre, la habilidad y la inteligencia que tenía para enfrentar las cuestiones difíciles”.
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“Las Abuelas somos optimistas, alegres, porque la verdad, la memoria y la justicia serán una realidad”, dijo Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, al terminar la conferencia. Carlos, a su lado, está contento de ver las fotos que están arriba de la mesa en el primer piso de la sede. Una de esas fotos es del día de su casamiento con Norma y él las creía perdidas. Mirando, hilvana recuerdos. “La memoria es en primer lugar conciencia de donde estamos, porque donde estamos es producto de dónde venimos. Eso es la memoria. En lo individual y en lo colectivo. Hoy hablando de la memoria, una de las abuelas dice: no me gusta decir 129 porque el 129 es un número. Le digo: el 129 es un número pero también es el número de los triunfos que las Abuelas tuvieron, no es cualquier número, es el número que muestra hasta donde la búsqueda de la verdad y la justicia aportan a la memoria. La justicia es justicia para toda la sociedad. Como dicen que dijo alguna vez el ex presidente uruguayo Pepe Mujica: nadie es más que nadie. Eso es básicamente la justicia. La reparación es la verdad. No asimilo la reparación a la justicia. Cuando uno comete una injusticia la injusticia está cometida y eso va al balance de uno, del grupo, de la sociedad, de los que la cometieron y de los que la sufrieron, pero si puede haber reparación es importante para tener esperanza en el futuro”.
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Docente:
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: