Nota
Cómo reprimieron a trabajadores de RB: otra vez sopa
La Policía Bonaerense reprimió con entusiasmo a los obreros de la fábrica recuperada Industrias RB, que intentaban defender sus fuentes de trabajo. Fueron desalojados pese a contar con una ley de expropiación prorrogada hasta 2017. Al reclamar, se los atacó con palos, gases, balas de goma. El saldo: al menos 13 detenidos.
La Policía Bonaerense reprimió con entusiasmo a los obreros de la fábrica recuperada Industrias RB, que intentaban defender sus fuentes de trabajo. Fueron desalojados pese a contar con una ley de expropiación prorrogada hasta 2017. Al reclamar, se los atacó con palos, gases, balas de goma. El saldo: al menos 13 detenidos. Durante horas se desconoció el paradero de tres trabajadores. La policía se negaba a dar la información. Intervino el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, pero lo hicieron esperar en la puerta de la Comisaría. Qué dicen dos de los trabajadores, después de una noche de terror y hábeas corpus por teléfono.
“Estamos bien, pero un poco golpeados”, responde a lavaca Ricardo Perea, 48 años, presidente de la cooperativa Industrias RB, la fábrica recuperada de Martínez (San Isidro) que el jueves sufrió una brutal represión de la Policía Bonaerense luego de intentar defender sus fuentes de trabajo tras el desalojo que habían sufrido semanas atrás por orden del juez Orlando Abel Díaz, (Juzgado de Garantías N°2) pese a contar con una ley de expropiación votada y prorrogada hasta 2017 por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Hubo palos, gases, balas de goma y al menos 13 detenidos distribuidos en cuatro comisarías distintas del municipio. “Un compañero quedó con la cara deformada: tuvieron que hacerle radiografías y tomografías”. La violencia comenzó durante la tarde, se prolongó en la zona céntrica del distrito durante la noche y se extendió hasta horas de la madrugada, donde aún quedaban tres trabajadores desaparecidos. Con una mezcla de preocupación y horror sus compañeros los hicieron vigilia en cada comisaría para exigir su liberación.
El propio Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel se movilizó hasta la Comisaría 1°, donde tuvo que esperar “bastante tiempo” hasta que el comisario (de apellido Pérez) lo atendiera y lo dejara ver a los presos. También presentó un hábeas corpus junto a la Comisión Provincial por la Memoria: “Lo tuvieron que hacer telefónicamente para parar todo esto”.
Todos fueron liberados, pero la fábrica aún está ocupada por la Bonaerense.
Perea: “Hoy pasé por la puerta y parece que estaban de festejo: los policías estaban haciendo un asado”.
Qué pasó
Perea cuenta que la represión ocurrió a las 18:30.
“Somos 18 trabajadores. Hace 15 días fuimos desalojados. Entró la policía y nos sacó mal, pero el jueves nos pegaron mucho más. Nosotros, después de ese desalojo, decidimos arrimarnos a la fábrica para que nos escucharan el juez y el fiscal, porque se corrió el rumor de que las herramientas las iban a correr a un depósito judicial. Necesitábamos un compañero con la policía en custodio de esas herramientas para ver que no rompieran nada. La policía no lo entendió, y se produjo el desalojo con brutal represión. Muchos tuvieron lastimaduras y balas de goma. De ahí nos fuimos porque ya se habían llevado detenidos a varios compañeros. Nos fuimos a la Comisaría 1° en San Isidro, y otra vez fuimos reprimidos con violencia. Están desquiciados: la 1° está a una cuadra de Centenario, la avenida más importante. Eran las 8 de la noche. No les importó tirar gases, balas de goma. Intervinieron bonaerense, infantería y caballeriza”.
Los detenidos fueron llevados a las comisarías 1ra, 2da, 4ta y 7ma. Perea contextualiza la brutalidad del accionar policial y judicial. “Nosotros tenemos una expropiación. Obtuvimos una prórroga en 2012 votada por la Legislatura hasta 2017. El juez Orlando desconoce esa ley y nos declara que somos usurpadores. ¿Por qué? Como el Gobierno nunca efectivizó el pago, dice que la ley es abstracta, y por eso nos acusa de usurpadores, planteando que el legítimo acreedor es Eric Houser, que compra una parte del crédito hipotecario a 500 mil pesos (que contrajo el dueño anterior) y quiere quedarse con el inmueble. Ahí hay un negocio inmobiliario muy grande. Parece que hay connivencia. No puede ser que a 15 días de desalojo había 18 uniformados adentro entre caballería, infantería y policía de la zona de Martinez. Eso es lo raro. Lo que te quieren hacer es debilitarte: si la fábrica está cerrada un mes, imaginate lo dificultoso que es para nosotros”.
“Tenemos el poder”
Pablo González fue uno de los tres detenidos (junto a Martín Casasola y Juan Cruz Perego) cuyos paraderos se desconocieron hasta bien entrada la madrugada. La preocupación llegó a niveles de horror. González es integrante de Mercado Coop., un mercado recuperado en Flores, que forma parte del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). “Como toda empresa, la única manera de cuidarnos es entre nosotros”, dice a lavaca.
En su relato no hay metáforas.
“Estuvimos en la fábrica sin ningún problema. Ya estaba anocheciendo. Y ahí fue cuando la misma policía cortó la luz y empezó una represión que la verdad nunca antes había visto. Yo era uno de los que estaba en el hall. Los otros estaban haciendo una nota afuera. Nos golpearon, nos dejaron tirados. Me pegaron con el casco de infantería, me caí en el piso y me empezaron a pegar patadas. Había muchos policías de civil. Quedé tirado y esposado. Te tiraban gas en la cara. Uno por uno: pasaban y te tiraban. Prendieron las luces, y se escuchaban los tiros, gritos, chicas llorando. Con saña fue. Ya habían tomado el control. Quedamos dos en la fábrica. Vino una camioneta, nos metieron adentro”.
Sigue: “Fuimos a la comisaría. Creo que era la 2°. Nos mandaron a la 4ta porque no había lugar. Llegamos, nos bajaron violentamente y nos patearon. Nos metieron en un cuarto, una oficina. En el viaje nos venían diciendo que habíamos traído matones, que a la policía no se le pega. Como si hubiésemos hecho algo. Bueno: quedamos arrodillados mirando a la pared, cruzados de piernas. Nos decían que ahora íbamos a ver realmente cómo era la cosa, que ellos estaban con la venia, que tenían el poder, que hace doce años que estaban guardados. Nunca nos tomaron el nombre cuando llegamos a la comisaria. Los que llegaban nos seguían insultando. De ahí nos cargaron en otro auto, sin luces ni nada, y nos sacaron. Nunca registraron quiénes éramos. Ese era nuestro temor”.
El cambio de gobierno
Sigue Pablo González: “Al no conocer San Isidro, y dar vueltas y vueltas, estábamos muy preocupados. Hasta que bajamos en un dependencia que era la 7° y nos metieron en un calabozo, que estaba incendiado, camas incendiadas. Nos dejaron en un ante calabozo, un metro cuadrado. Todo quemado. Un olor terrible. Ahí por lo menos nos dijeron qué comisaria era, pero los que participaron en el hecho, ellos estaban totalmente violentos. Ni al ganado lo tratan así. Ya eran como a las 12, aunque perdés la noción de la hora. Recién ahí nos empiezan a fichar. Ahí empiezan a caer los compañeros, porque la comisaria es muy chiquita”.
González dice que recuperaron la libertad entre las 2:30 y 3 de la mañana.
Le queda aún grabada las frases de los policías: “Nos decían que el Gobierno cambió y que ellos podían hacer lo que querían. Ni en la peor pesadilla imaginas esto. Se notaba que estaban como con bronca”.
Habeas corpus por teléfono
El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel fue personalmente hasta la zona de conflicto. Dice a lavaca: “No pudimos ingresar en un primer momento a la comisaría porque el comisario estaba en una reunión. Estuvimos bastante tiempo en la puerta. Después pudimos entrar y ver a los detenidos. Entre ellos estaba Murúa (Eduardo, dirigente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas). Le estaban haciendo ´tocar el pianito´ con las impresiones digitales. Luego fueron liberados”. También fue detenido el concejal Julián Ríos, del Movimiento Evita. Pérez Esquivel se puso en contacto con la Comisión Provincial por la Memoria para la presentación de un habeas corpus. “Lo tuvieron que hacer telefónicamente para parar todo esto”.
¿Cómo entiende esta situación? “Lo que más me preocupa es que esto se puede volver a repetir en el país ya que están cerrando muchas fuentes de trabajo. Primero, por los tarifazos. Detrás de cada trabajador hay familias, niños, y ellos lógicamente quisieron hacer esta fábrica cooperativa. Me preocupa las consecuencias que puede tener esto en la vida de un pueblo que está cada vez más acorralado en la cuestión social. Y esto no se resuelve con represión. Uno tiene que hacer una lectura: los trabajadores no hacen esto porque quieren, sino porque necesitan trabajar. Acá hay una violencia que es estructural y otra que es social. Eso ocurre cuando se privilegia el capital financiero sobre la vida de un pueblo”.
Miedo y asado
Perea también ubica la represión en un contexto específico:
“Es una avanzada contra las recuperadas. No es casualidad que la Gobernadora (María Eugenia Vidal) vete la expropiación de la exPetinari (hoy Acoplados del Oeste). Quieren acabar con el tema de las recuperadas. Y si se cae RB, puede ser un efecto dominó porque se van a basar en esto para bajar a todas. Me parece que es un fuerte mensaje para decirle a la sociedad que, si se opone, le va a pasar esto. Van a meter miedo para que la gente no decida tomar las fábricas que cierren o quiebren”.
Nadie del gobierno provincial se comunicó con ellos hasta el momento. “Hoy la fábrica está ocupada por más policías. Y parece que están festejando, porque pasé y estaban haciendo un asado”. ¿Cómo están los trabajadors? “Muy dolidos. La mayoría quiere seguir peleando, pero también se suma el desgaste de estar sin trabajo. Hay un factor psicológico: además de los palos que te pagaron no sabés qué va a pasar mañana, vivís con incertidumbre. No estamos acostumbrados a esto. No somos delincuentes ni ladrones. El promedio de edad en la fábrica es de 56 años, gente grande que casi nadie quiere tomar desde cero. Sólo queremos una cosa: trabajar”.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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