Nota
Crónica TV: el canal de la sangre, capítulo Riobamba
El periodista Facundo Pedrini pinta este cuadro sobre la legendaria sede de Crónica TV y todo lo que representa su cierre, por la mudanza de los estudios de este noticiero que ya es leyenda. Imágenes de una emisora y de un periodismo que proclama la noticia de su muerte.

El periodista Facundo Pedrini, editor de las legendarias placas de Crónica TV y autor del libro Argentina, una historia en placas.
14 de Febrero de 2004.
La placa roja revienta los tímpanos del Hitachi 14 pulgadas en la estación de servicio de Entre Rios y Humberto Primo:
“Reiteramos / Primicia / Así fue la detención del líder de Damas Gratis”
“Los ratis me reconocieron y cuando vinieron a casa me encontraron algunas cositas. Yo estoy bastante limpio, pero a veces los pibes de la banda están muchos días de gira, por ahí se olvidaron algo en el piso. ¿Y qué? ‘Quieren bajarme y no saben cómo hacer porque este pibito no va a correr. Por eso…”
Se corta el audio.
“8 horas, 50 minutos”.
De repente, una voz del control de transmisión interrumpe el testimonio de Pablo Lezcano:
“8 horas, 50 minutos”.
Nadie entendió el final de la frase que el dueño del pabellón de la cumbia, desde su estudio de grabación de San Fernando, le dirigía a sus fans. Cada 15 minutos, Elvira Bustos, una de sus locutoras insignias, daba la hora y la temperatura suspendiendo por segundos cualquier tipo de transmisión. Porque sí.
Al momento de presentar la segunda parte de la entrevista, Convenio (2001-2015), el perro que los trabajadores del Canal adoptaron de la calle durante un paro, cortó el copete del presentador ladrándole a una gotera en el estudio.
Todo en Riobamba 280, el primer domicilio del canal de la sangre.
Todo junto.
Todo al mismo tiempo.
Porque Crónica vive en el blooper que no se dice.

JOSÉ
Riobamba tenía un bar, una barra con una panchera quemada y un par de snacks vencidos, que supo contener las quejas de la momia blanca con la boca manchada de café por un quilombo de aportes con la hija de Karadagián; a Zulma Lobato en conchero tomando una copa de sidra mientras aguarda al productor de Anabella; al astrólogo Alejandro Holst acomodando su corbata verde mientras repasaba la dieta de la luna; a Joaquín Levinton con campera metalizada 72 horas después de la última vez que pudo dormir y hasta a Tarja Turunen, cantante de la banda de metal sinfónico Nighwish, a quien le quisieron cobrar en 2011 un pebete 50 pesos.
Abierto las 24 horas, como el canal, era atendido por José, su dueño judío; su esposa, una mujer que decidió pegar posters de Rafael Nadal a lo largo de toda la pared del local y un tucumano que no era tucumano.
En el bar, los alegres no podían opinar.
Eran recibidos como tipos a los que todavía no les había llegado la hora de lo irreversible.
Pero también el bar era un lugar ideal para recordar la edad de oro. Ese momento en donde las comisarias llamaban al canal para saber dónde dirigir los patrulleros y la competencia se arrodillaba en maíz con un cuaderno Gloria en la mano para aprender periodismo.
José solía empatar los mejores años de Crónica con sus mejores momentos, o al menos sus mejores ventas.
José no fue productor, ni director, ni sonidista, ni camarógrafo ni editor, pero conocía las internas, las penas, las fechas de las vacaciones, las acrobacias de los sectores para evitar los francos trabajados y el destino de los móviles mucho antes que el resto, en su fiambrera habitaban las historias que él no cubrió, pero sabía de memoria y se adjudicaba como propias: “AMIA fue durísimo, me quede sin mercadería a mitad de mañana”, “Cromagnon fue un infierno, tuve que llamar a mi hija para que me ayude a atender”.
La medida de la tragedia era el stock del bar.
Los ojos de José tenían pesadillas privadas, detrás de las pitadas que ocultaba con el humo de los panchos para huir de las cámaras de seguridad del pasillo, se podía distinguir como los monstruos caían de sus ojos a los pocillos de café recién lavados. A Pocho la Pantera le preparó un tostado de miga con una gaseosa light y le cobro la mitad. Algo andaba mal.
Los teléfonos internos que lo llamaban y le anexaban tartas, milanesas, puchos, infusiones, gaseosas, mapas geopolíticos y hojas de calcar a los pedidos empezaron a marcar el 9 para llamar afuera, algunos compraron su propia pava, mientras agachaban la cabeza cuando el ruido de su bandeja se percibía en las esquinas. La carpeta llena de hojas Rivadavia cuadriculada con las cuentas encolumnadas de lo que iba del mes y en donde José resolvía sus problemas con la AFIP eran cada vez más delgadas, como José.
José cada vez tenía menos.
José cada vez vendía menos.
José estaba muriendo.
Como su bar.
Y de repente se despegaron unos stickers de la pared de las papas fritas y no hizo nada, y de repente nadie cambio una de las lámparas dicroicas que se quemó dejando al mostrador en penumbra, y de repente a una de las banquetas se le rompió la pata. Y no hubo repuesto, porque ya no habia resto.
Una mañana de junio, una máquina de snacks e infusiones varias llegó al entrepiso y fue cortejada con honores de jefe de Estado. Todos admiraban su precisión, su falsa modestia, su capacidad para callar, su tacto para no devaluar, su rapidez inhumana, su fascinación por no entrometerse ni interpelar las caras de culo. Las tazas de José perdían la batalla contra los vasos de plástico y a todo el mundo le cerraba la novedad.
José murió en agosto.
Su bar cerró tres meses después.
Desde ese día, la maquina empezó a comer billetes.

TURCO
2009. El programa de Anabella Ascar termina con su perra Dominga echada en los pies de la conductora, el hombre que denuncia que tiene un chip en la cabeza preguntando por tercera vez donde está el baño y amigacho, personaje que no puede pronunciar la S por volverse vegano, pidiendo “lo suyo” en el pasillo. En la puerta del estudio aguarda Jorge Asis para hacer Poder Vacante, el programa que la señal emite después del segmento más visto y el sorteo de las loterías: hoy recibe a Carlos Menem. Pronto el vehículo del ex Presidente se estacionará en la puerta de Riobamba 280 rodeado de 2 patovicas y 4 custodios. Al cruzar el pasillo, se abrazan con firmeza.
Asis, que se se convirtió en una voz de consulta inexorable ante los alaridos intelectuales de baja intensidad de los últimos años, estaba en otro avión, ese que llega antes porque no lleva bultos, traslada conceptos. Tiene el mentón de esos tipos que abren ventanillas donde el resto ve un baño clausurado. “Para ser peronista sólo basta con decir que sos peronista. Nadie puede decirte que no lo sos”.
Asis lo mira al ex Presidente e interpreta al peronismo como aquella polea de transmisión que conduce a la suite del dominio. Menem sonríe como remate. Asis lo sigue. Tal vez esa risa cómplice involuntaría describa comodidad, tal vez gestión. Menem lo rescató del aplazo de Clarín. El pupilo no olvida ni desparrama vinagre sobre su gobierno, le extiende una toalla limpia. Ahora Asís lo resucita elevándolo a la categoría de disertante sin pasado.
Continúan. “El peronismo es la ideología del poder inevitable, el peronismo es ganar, el kirchnerismo es la prueba que desde el poder se puede llegar al delito pero también que desde el delito se puede llegar al poder, es lo que lucra para la corona, es lo que convierte a una idea en un sistema recaudatorio de acumulación, es el epílogo de la revolución imaginaria, es lo que siempre se impone y lo que ya no fluye”. Enumeran anécdotas omitiendo desastres, dividen al peronismo orgánico del kirchnerismo todopoderoso y mantienen una charla sin cortes comerciales y con niveles de culpa similares a una disertación de dos suizos sobre el calentamiento climático.
21:30. Sorteo del Quini 6.
Menem y Asis aguardan 15 minutos en la sombra a la espera de la emisión de un sorteo que duplica en rating al intercambio turco.
Sale el Quini Tradicional.
Menem pide ir al baño.
Sale la segunda, el Quini revancha.
Asis se acomoda la corbata verde esmeralda.
Sortean el Siempre Sale.
Menem vuelve del baño.
Sale el Pozo Extra.
“Venimos”, se escucha por la cucaracha.
¿Cómo continuar una charla sobre peronismo atravesada por el azar? “¿En que estábamos?, pregunta Asis. Ah, sí, en la autocrítica. Cuando no hay movilidad social, a veces la corrupción es el único método inexorable para el escalamiento. ¿Qué otra manera de ascender hay?
-Ganarse el Quini, sentencia Menem.

DIOS
Placa Negra. Solo números.
16:40
Matar lo que no se puede matar.
16:41
El pueblo espera en silencio que alguien le diga que no es cierto.
16.42.
No hay nada más arriba que esos números.
16.43
Un reloj de números blancos con fondo oscuro y sin música se extendió durante 3 minutos.
La primicia que Javier Diaz, cronista estrella que después regreso como director de Noticias, dio sobre la sobredosis de Diego Maradona en Uruguay después de que Coppola jure que era hipertensión y la propia familia, allegados y cuerpo médico lo hayan negado, era un precipicio imposible de atajar.
Nunca había sido tan terrible tener razón.
La sobredosis era cierta.
El infarto era cierto.
El vacío era cierto.
Vacío de Dios.
Y de repente, el hombre sin tiempo se quedaba sin tiempo.
Alguien pintó una tela apresurada que decía DIEGO VIVE y la colgó en la reja que separa la Plaza de Mayo de la Casa de Gobierno.
Dije alguien, pero quise decir todos.
Nunca un mediodía duró tanto.
A las horas volvimos a tener pulso de nuevo, llegaron los partes médicos, los rostros que hacían gestos a las cámaras, el testimonio de Claudia Villafañe para terminar con los rumores, los especialistas que salían por la radio para decir que el miedo de la muerte ajena espanta porque nos enfrenta al fantasma de la muerte propia, los homenajes de los canales de deportes a todas sus camisetas, los compactos de sus 589 goles y las cadenas de oración en Nápoles con el zócalo: Fuerza Diego.
Las placas de Crónica mataron a todos los actores de la obra. Desde el gobernador de San Juan José Luis Gioja hasta a Pepino el Payaso, el personaje de titanes en el ring que se enteró de su muerte mientras comía spaghetti con su mujer (Luego salió al aire para decir “estoy vivo”), pero no pueden titular la falta de Dios.
La filosofía pudo matar a Dios.
El periodismo no.

ROJO
El suicidio del empresario Alfredo Yabrán, el de Leonardo Simons y el de René Favaloro. La renuncia de Domingo Cavallo como ministro de Economía de Menem. La salida de Guillermo Coppola de la cárcel y el doping de Diego Maradona en Punta del Este. La explosión en Rio Tercero (Córdoba). La muerte de Carlos Menem (hijo). El nacimiento del tercer hijo de Marcelo Tinelli. La grave enfermedad de Sandro. El caso Carrasco, que motivó el fin del servicio militar obligatorio. El repudio a Mario Firmenich en una marcha en conmemoración de los 20 años del padre Carlos Mugica. El motín en la cárcel de Sierra Chica. El accidente de Lapa. La toma de rehenes en el Banco Nación de Ramallo. El crimen de José Luis Cabezas. La tragedia de Cromañon. Las muertes de Néstor Carlos Kirchner, Nicolás Pipo Mancera y Emilio Moyano, uno de los hijos del líder de la CGT. El atentado a la AMIA y el suicidio ante las cámaras del comisario Mario Oscar Malevo Ferreyra y La tragedia de Once fueron primicias apiladas en un edificio vacío, pero él crédito popular se mudó con la marca, como un pibe que lleva el diario íntimo de la casa de la prima, como un campesino que siembra vientos.
Las chapas que escucharon las cosas antes que cualquier hogar son un estacionamiento compartido con un conteiner en la puerta para llevarse las marquesinas y escenografías que más duelen, cuadros con picos de audiencias que murieron hace tiempo y estudios gigantes y fríos donde nadie toca ni alquila. Las anécdotas son el enemigo en casa y todos los personajes que lo hicieron más grande de lo que es son los títeres que dejamos en la última mudanza porque no teníamos lugar para la licuadora.
Ahora ya nadie quiere ponerle una bomba en Riobamba.
Ahora nadie llama a Riobamba.
Los que pasan por ahí ven un edificio sin carteles ni indicadores y no advierten qué fue, QUE FUE. Si un canal argentino un C&A de MODA.
Ya no tiene la culpa de nada. Ya no es responsable de nada. YA NO.
Solo queda una oficina con doble candado, con un genio que extraña el color rojo y mira como las paredes se empiezan a descascarar, porque la pintura también se retira.

Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

Nota
Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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