Nota
Daniel Azpiazu y las privatizadas: la sobornización permanente
«Las empresas fueron ladronas, el Estado fue corrupto, pero organismos como el FMI y el Banco Mundial resultaron cómplices». Así opina el economista Daniel Azpiazu al hablar de las privatizaciones, en particular la del servicio de agua. Advierte: «Lo que pasa ahora con el petróleo, va a ocurrir dentro de poco con el agua» (el acceso al agua potable es uno de los derechos humanos en riesgo actualmente). Las renegociaciones misteriosas, y el milagro de la ingeniera Alsogaray, que logró cambiar la duración de un quinquenio.
«Lo que pasa ahora con el petróleo, va a ocurrir dentro de un tiempo con el agua», sostiene en esta entrevista el economista Daniel Azpiazu, autor -junto a Andrea Catenazzi y Karina Forcinito- de Recursos públicos, negocios privados. Agua potable y saneamiento ambiental en el AMBA, un libro recientemente publicado por la Universidad Nacional de General Sarmiento. El segmento a cargo de Azpiazu y Forcinito se titula «Historia de un fracaso». El servicio de aguas, concesionado a una empresa con mayoría de capitales franceses, cuenta con el apoyo directo del gobierno de su país y su presencia se extiende a otros países latinoamericanos. De ahí que su derrotero sea clave para el rumbo que tome el proceso de privatización en estos tiempos de renegociaciones.
-¿Cómo puede sintetizarse esa «historia de un fracaso»?
-Hay una anécdota que grafica todo. La concesión del servicio de aguas y redes cloacales se realizó en mayo del 93, de modo que el primer quinquenio -lapso indicado por el contrato para el cumplimiento de ciertas obligaciones por parte del concesionario- se cumplía en mayo del 98, pero como la empresa venía muy atrasada con las obras María Julia Alsogaray, entonces a cargo de la Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable, extendió el primer quinquenio hasta diciembre del 98. Es otro mérito nacional: el primer caso del mundo en que un quinquenio tiene cinco años y ocho meses. Pero, fuera de broma, en esta anécdota aparece todo: los incumplimientos de la empresa, las renegociaciones, la falta de control estatal y los claros síntomas de los que el premio Nobel J. Stiglitz caracterizó como «sobornización» y lo utilizó prácticamente como sinónimo de «privatizaciones».
-¿Esa fue la primera renegociación?
-No, la primera revisión fue en el 94. La historia es así. Esta privatización, como casi todas, se hizo por decreto pero, a diferencia de otras, se optó porque la empresa no pagara canon por el uso de los bienes del Estado. La idea era concesionarla a quien ofreciera una mayor reducción sobre las tarifas y fue entregada a consorcio Aguas Argentinas S.A., cuyo accionista mayoritario es la operadora Suez Lyonnaise des Eaux Dumez, de capitales franceses. Otro interesado fue el Grupo Macri. Hay que tener en cuenta que las tarifas habían sido previamente aumentadas por el Estado para hacer más tentadora la privatización y que los franceses proponían un descuento del 26,9 por ciento y Macri uno del 26,1. Era evidente, ya entonces, que ni uno ni el otro iban a poder cumplir con el contrato, de allí que la propuesta de Aguas Argentinas se pueda catalogar como una oferta oportunista, similar a las que se registraron también en otras concesiones como la del correo o los aeropuertos.
-¿Con esos porcentajes las cuentas no cerraban?
– No cerraban ni por casualidad, pero el razonamiento de las empresas fue: «gano y después renegocio» y así fue. El contrato fijaba que durante los primeros diez años solamente podría haber reducción de tarifas y que se podían llegar a aumentar -revisión extraordinaria mediante- únicamente si un grupo de costos representativos aumentaba más del 7 por ciento. Esto no ocurrió, porque no era época de inflación, pero como la empresa necesitaba modificar las tarifas, a los ocho meses planteó que tenía déficit operativo. Y, aunque parezca increíble, el ETOSS -que es el órgano de control y no tiene facultades para modificar las tarifas- le concedió un aumento del 13,5 por ciento. Hay otra cosa interesante, si a los 8 meses había cambiado la razón fundamental por la que Aguas Argentinas ganó la concesión (es decir, la reducción tarifaria), Macri podría haber reclamado pero según trascendidos periodísticos, Franco Macri no reclamó porque dijo que ya le habían prometido el Correo.
-¿Con ese aumento del 13,5 por ciento los números de la empresa empezaron a cerrar?
-Luego de esa primera renegociación, la empresa pasó a facturar 350 millones de dólares y a ganar 50 millones. A partir de allí se sucedieron las renegociaciones que culminaron con un acta de acuerdo en el 2001, que se mantuvo en secreto y se publicó oficialmente un año después. En el 97 apareció, además, la posibilidad de que la empresa compensara obras. Por ejemplo: Aguas debía cumplir con una serie de obras, asociadas a la prestación del servicio en las áreas más carenciadas, pero María Julia Alsogaray autorizó a que algunas de esas obras se compensaran con la ampliación de la prestación del servicio en la zona de Puerto Madero. Un verdadero efecto «Hood Robin» (así se conoce a la estrategia de quitarle a los pobres para darle a los ricos).
A la vez, en cada ronda de negociación se le condonaban los incumplimientos anteriores. De hecho, cuando comenzó la concesión, en el 93, el grado de cobertura del agua era del 70 por ciento y la obligación de la empresa era llevarla al 100 por ciento en los 30 años siguientes mientras que a los 10 años debía estar en el 85 por ciento. Y sin embargo en la actualidad está en el 74 por ciento. Lo mismo en el caso de las cloacas: estaban en el 58 por ciento, el compromiso era llevarlo a 74% a los diez años y a 95% a los 30. Están a 63%, sólo cinco puntos porcentuales más que hace diez años.
-¿Y esas escasas inversiones dónde se hicieron?
-La inversión realizada por la empresa, muy por debajo de sus compromisos originales, se redistribuyó de manera regresiva, no sólo entre áreas, sino también en cuanto a la desatención relativa por ampliar la red de cloacas. Lo que invirtió la empresa es menos del 60 por ciento de lo que debería haber invertido y la rentabilidad que tuvo fue una de las más altas del mundo, en torno al 14 por ciento de la facturación, y más de 20 por ciento del patrimonio. El de Aguas fue, hasta el fin de la convertibilidad, un gran negocio financiero. El aporte de capital propio fue solo al momento de poner la garantía, durante los diez años siguientes la poca inversión surgió de la facturación y del endeudamiento externo. El gran negocio de la empresa fue endeudarse al 6 o 7 por ciento, con tasas de ganancias del 20 por ciento, era una bicicleta que con la devaluación derivó en una deuda de 650 millones de dólares, con el agravante de que la facturación que antes era de 500 millones de dólares quedó pesificada, hecho que por supuesto no sucedió con su deuda externa. Todo esto en el marco de un contrato que permitía un endeudamiento del 0,8 en relación al patrimonio, y Aguas Argentinas debe casi tres veces y media su patrimonio. Un contador diría que es una empresa prácticamente quebrada.
-Es decir que el gobierno firmó un acta de acuerdo, la semana pasada, con una empresa quebrada
-Claro, con una empresa que contablemente puede considerarse casi quebrada y que a lo único que se compromete es a lograr preacuerdos de renegociación de la deuda con sus acreedores. Durante el gobierno de Duhalde en la renegociación estaba planteada la posibilidad cierta de rescisión del contrato, y ahí es donde empezó la presión del gobierno francés, que es un poco la que se viene viviendo y que empieza a jugar un rol determinante en cómo va a terminar esta difícil renegociación.
-¿Pero la empresa francesa es privada, no es cierto?
-Sí, pero el gobierno francés no reconoce diferencias. La empresa es tan francesa que en todas las reuniones de Aguas Argentinas en el Ministerio de Economía y de Planificación siempre participó el embajador francés, y el vicecanciller estuvo presente en la firma del acta de acuerdo de la semana pasada. Creo que a partir de todo esto se fueron bajando los decibeles, tanto durante el gobierno de Duhalde como en el actual.
-Para Francia es una cuestión de Estado.
-Capaz que no tiene nada que ver… pero seguro que sí: cuando se empezó a hablar de firmar el acta de acuerdo, esto fue en octubre o noviembre del año pasado, Francia se abstuvo de votar por el apoyo a la Argentina en el Fondo Monetario Internacional. En la última reunión, votó a favor. En el medio hubo varios encuentros entre Aguas Argentinas y los ministerios de Economía y Planificación con la presencia del embajador e incluso, en alguna oportunidad, del propio canciller francés. Y entre el borrador inicial de dicho acta-acuerdo y el que finalmente se firmó hay diferencias, según surge de lo publicado en los medios. Incluso, el propio discurso presidencial que acompañó la firma del acta, en el que agradeció el voto de Francia en la última reunión del FMI parecería avalar esta interpretación acerca de la fuerte presión ejercida por el gobierno francés tendiente a evitar la rescisión del contrato, que era lo que planteaban, el Defensor del Pueblo de la Nación, la Comisión de Usuarios del ETOSS y el propio informe final de la Comisión de Renegociación de los Contratos de la gestión Duhalde.
-¿Cuáles son las diferencias fundamentales?
-La idea original era establecer un acuerdo por un año para que en ese lapso se revisara el contrato de concesión, incluida la posibilidad de una rescisión. En la de noviembre, por ejemplo, Aguas Argentinas debía renunciar a la presentación de sus diferencias con el Estado argentino ante los tribunales internacionales; en cambio ahora queda en suspenso la discusión de la jurisdicción. Aguas Argentinas recibió, en los últimos dos años, multas abultadas y, según el acta, éstas quedan «suspendidas». Tal «suspensión» involucra poco más de 10 millones de pesos. Además esta renegociación deja abierta la posibilidad de una nueva estructura tarifaria y no descarto que, dada la estrategia utilizada por Aguas Argentinas en los últimos diez años, ya empiece a presionar por el tema tarifario. Por otra parte, nunca más se habló de la rescisión del contrato. Lo único en el que el gobierno avanzó fue en que buena parte de las inversiones van a ser hechas a través de fideicomisos, con la activa participación del Estado y naturalmente de los usuarios, dado que parte considerable de la inversión a realizar se financiará con recursos generados por las tarifas. Es decir que de la plata que ingrese a Aguas a través de las tarifas, el gobierno va a poder retener un porcentaje para que se hagan inversiones. Mi sensación es que mucho más que eso no va a pasar, por lo menos hasta fin de año, momento en que se deberá firmar el acta definitiva de la renegociación.
-¿El de Aguas puede tomarse como un caso paradigmático respecto de lo que vaya a ocurrir con el resto de las privatizadas?
-En el caso del agua todo gira en torno a una sola empresa que tiene el monopolio, y cuyos capitales son prácticamente de un sólo país, que en la Argentina tiene participación en otras empresas privatizadas como las petroleras, y también en otras partes de Latinoamérica. Este puede ser un caso testigo también respecto al Ciadi, (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias de Controversias Relativas a Inversiones) porque éste depende del Banco Mundial, que es el principal acreedor de Aguas Argentinas, vía la Corporación Financiera Internacional, y a la vez, es accionista de la empresa (5%)
– ¿Cómo ha funcionado la empresa francesa en otros países?
-En varios casos terminaron en fracasos (al respecto recomiendo visitar la página web www.citizen.org) e, incluso, en la rescisión del contrato. La estrategia desplegada por la empresa francesa no difiere sustancialmente: minimizar el aporte de recursos propios, encarar el servicio como un negocio financiero y renegociar, renegociar, renegociar… Lo que no ocurrió, en algunos casos, de manera tan notoria como acá fueron los aumentos tarifarios. En la Argentina, en toda la época de Obras Sanitarias, la tarifa se formaba a partir de un sistema de subsidios cruzados que es una especie de impuesto inmobiliario: la tarifa se determinaba en función de la antigüedad de la vivienda, el tipo de edificación, los metros cuadros, la zona de residencia… Esto buscaba que los que vivían en Palermo ayudaran a financiar a los que viven en Lomas de Zamora. Esta forma, que ayudó mucho a la universalización de la red, se fue desfigurando, en el caso argentino, a partir del 97, cuando empezaron a tener cada vez más influencia en la conformación de las tarifas los cargos fijos, que los pagan todos, y en igual medida, los ricos y los pobres. Las tarifas de aguas residenciales aumentaron, en un 88 por ciento, desde el inicio de la concesión en mayo del 93 hasta enero del 2002, fundamentalmente a partir de los cargos fijos que son los más regresivos de todos. Este proceso no se dio en otros países. Pero, además, la experiencia argentina no es tan fácilmente comparable con la de otros países porque esta es la concesión más grande del mundo
-¿La sociedad argentina dio apoyo a la privatización del agua?
-Yo creo que la privatización del agua pasó inadvertida porque en la Argentina no hay una cultura del uso racional del agua. No somos conscientes de que es un bien escaso y no lo cuidamos. Y tampoco las empresas tienen ningún interés en que ello suceda, de allí el escaso interés privado por impulsar sistemas como el de micro medición del servicio. Pero lo alarmante es que lo que ahora pasa con el petróleo va a ocurrir dentro de unos años con el agua con el agravante, en este último caso, que el acceso al agua potable ha sido consagrado, recientemente, por las Naciones Unidas, como un derecho humano.
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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