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Deuda externa, deuda ecológica y sobreexplotación humana y natural: donde pierde la vida y gana el dinero

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“Los pobres son mantenidos en un estado de subdesarrollo sostenible que tanto desde las izquierdas como desde las derechas ha sido mantenido de una u otra forma a través del tiempo”, escribe Walter Pengue, entre muchas otras cosas en este artículo especialmente para lavaca.org. La deuda externa y la deuda ecológica (de la que no se habla) como caras de una misma moneda. La explotación humana y territorial, el consumismo, las claves para entender la época. Pengue es ingeniero agrónomo, doctor en Agroecología, miembro científico del Panel Internacional de los Recursos (Resource Panel) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, integra el GEPAMA (Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente de la Universidad de Buenos Aires), es profesor de Economía Ecológica en la Universidad de General Sarmiento, e integra el equipo docente del Diplomado Dr. Andrés Carrasco de Periodismo y Comunicación Ambiental de lavaca.
“No temo tanto a los de afuera que nos quieren comprar, como a los de adentro que nos quieren vender”,   Hipólito Yrigoyen
Walter A. Pengue
Deuda externa, deuda ecológica y sobreexplotación humana y natural: donde pierde la vida y gana el dineroUno de los problemas más serios que hemos venido enfrentando recurrentemente en la sociedad moderna reside en especial en la distinta y distorsionada mirada que la economía tiene sobre lo natural y la ceguera sustancial que la misma expone frente a los innumerables servicios a la vida dada por el entorno que rodea y provee a las sociedades: el sistema natural.
Basada en este nacimiento antinatural del sistema económico, subyace la enorme desproporción en la forma en que se utilizan los recursos naturales, el verdadero valor de los mismos y el fuerte impacto causado por el modelo, en especial el sistema capitalista occidental (pero también el modelo comunista actual, por ejemplo el chino), sobre la naturaleza y por supuesto también sobre muchas sociedades humanas.
Para la sociedad el dinero “vale”. Y vale también en función del tiempo. Y por su uso, se pagan tasas. No obstante, la naturaleza que tiene tasas de renovabilidad (para los recursos naturales renovables), o de reposición (para los recursos naturales no renovables), jamás puede emular a las tasas de mercado.  Generalmente estas son más altas y cuando más elevadas, más presión se ejerce sobre los recursos naturales.
En la mirada convencional, se someten a los recursos naturales a la silla eléctrica, se los transforma en dinero y estos fondos se colocan en el mercado financiero. Las tasas financieras elevadas son la cuchilla con la que cortamos la cabeza del sistema natural. Es imposible sostener la vida frente a un sistema ávido sólo de dinero.
Cuando en este dilema, además, incursionamos en un endeudamiento creciente a tasas leoninas, sabemos que estamos hipotecando la vida – todo tipo de vida – en beneficio de la circulación del papel, físico u electrónico y promovemos una enorme transferencia de recursos y la destrucción sistemática de otros.  Argentina, nuevamente se vuelve a enfrentar a este dilema y parece volver a repetir sus errores, cada vez, con un ambiente más y más degradado.

Una deuda odiosa

Las ventajas comparativas (recursos naturales) han sido para las economías emergentes, sus sociedades y en general sus administraciones gubernamentales, un salvavidas de plomo que más que permitir el verdadero desarrollo sustentable, las convirtió en polo de atracción – por sus recursos naturales disponibles (suelo, agua, energía y biodiversidad) y trabajo barato – de los países más desarrollados y en general sus grupos corporativos multinacionales.
La globalización abrió un proceso importante de acceso a estos bienes naturales, el uso de los servicios ambientales y la apropiación del espacio vital que lejos de terminar se ha intensificado en especial, en América Latina y África.
Mientras una parte del mundo -algunos pocos gobiernos se muestran realmente preocupados y otros hipócritamente se exponen como azorados, a pesar de tener mucha responsabilidad en ello-  frente a las migraciones internas y externas niega aún la consecuencia emergente del fracasado modelo global de crecimiento, ahora en la región sur volvemos a enfrentarnos a una nueva crisis financiera, económica, social y ecológica, que derivará consecuentemente en nuevas migraciones y enormes flujos transaccionales de recursos naturales estratégicos.  
Y ciertamente en la consecuente pérdida de vidas, ilusiones y sufrimiento para la parte más débil de una sociedad, recurrentemente golpeada.  Antes fueron las economías de Asia, África y América Latina. Luego les tocó las políticas de ajuste a las propias economías europeas como en Portugal o Grecia y ahora, nuevamente nos llega la cuestión a nosotros.  
Cuando en Abril del año 2002, escribía en Le Monde Diplomatique, “Lo que el Norte le debe al Sur: Comercio ecológicamente desigual y deuda ecológica” (Pengue 2002), advertíamos sobre los enormes costos históricos, ecológicos y sociales que la deuda externa estaría produciendo sobre los cuerpos y territorios de los países del tercer mundo, entre ellos por supuesto, la Argentina.  En la portada del mismo periódico se destacaba que “El establishment apuesta al caos”, en clara alusión al verdadero juego que practica el sistema financiero local e internacional.  Veinte años de diferencia, pero los mismos procesos de apropiación y posiblemente una mayor destrucción socioambiental.  Nos sigue dominando el establishment y no la producción sustentable y la mirada de mediano y largo plazo.  
Patricia Adams, una economista del Banco Mundial, renunciada luego de ver tantos atropellos y sinsabores, sumando con claridad a la forma en que se construyó una deuda ilegítima en muchas economías emergentes, lo advertía con claridad: son “deudas odiosas”.  Se preguntaba y nuevamente podemos preguntarnos ahora, porqué en este caso los argentinos, que declamamos derechos de manera incuestionable y somos capaces de movilizaciones masivas que nos enorgullecen y logran objetivos por algún tema específico, nos sometemos tan pasivamente, a los arbitrios de una ominosa deuda externa, construida tanto interna como externamente, sin cuidar ni preocuparnos, con el mismo compromiso, por nuestra gente, nuestros ancianos, nuestros niños y menos aún por nuestro ambiente. Un ambiente que venimos destruyendo sistemáticamente desde hace décadas de forma más intensiva.  Y aunque no degradamos nuestro entorno por malicia, lo aceptamos con la intrepidez de un pavo.  Si ningún agricultor sueña con dejar a sus hijos un campo destruido, con su capa fértil lavada, el agua contaminada y el terreno cubierto de cárcavas, ¿porqué permitimos tal destrucción de un modelo agotado? Si ninguna comunidad se somete voluntariamente a un desgaste azaroso, ¿por qué las sociedades toleran el cautiverio de la deuda externa, aun cuando su origen es distante de su cotidianeidad (Adams 1993) y alejadas además, de su responsabilidad?
Los investigadores y las miradas profesionales parciales también son responsables.  Objetivando el problema desde una perspectiva monocriterial, se soslaya siempre el impacto de las otras perspectivas. Recuerdo aún con tristeza una conferencia plenaria muchos años atrás, en un Congreso Regional de Ecología en Bariloche, donde un prestigioso ecólogo, pleno de lauros bien ganados,  respondía a una pregunta del público sobre su presentación acerca de las perspectivas futuras y los distintos escenarios frente a diferentes contextos económicos globales, que bueno, eso no es un tema nuestro, eso se lo dejo para los economistas”. 
Y así, académicos destacados, sea por impericia, desconocimiento o desprecio a una disciplina a veces considerada menor, dejan a veces de lado, en manos de muy pocos “expertos”,  los principales problemas que incumben a las sociedades actuales y a sus recursos: el impacto del sistema económico sobre todos los procesos, que son en primer lugar, complejos.  Una pena, pues desde allí se forman a generaciones de jóvenes que a veces escuchan con avidez, esperanza y respeto, a sus “sabios”.
Por otro lado, las recurrentes discusiones monetarias, ascensos y fracasos y de las economías y sus formas de explotación de los recursos, encuentran en la economía ortodoxa, las respuestas más impensadas, desde delirantes a premonitorias, cuando el barco siempre se está hundiendo. Y luego, sobre la destrucción de vidas y haciendas, vuelven a resurgir como el ave fénix, una y otra vez. Si un cirujano, un médico, o un ingeniero, equivocaran su pronóstico, la pena sufrida le sería grave. Cuando el economista previsiona y hasta promueve decisiones que serán desacertadas, impactando a millones de personas, y directamente las vidas de hombres, mujeres, niños y ancianos, sumado nuestro ambiente, el costo que enfrenta es prácticamente nulo. Dice cualquier cosa, o toman decisiones desastrosas, y no hay cargos por responder.  Y es claro además que existe en la sociedad, una prevaleciente mirada economicista por encima de todas las demás, como así sus impactos. Y la inequidad también, desde el vamos.
Sin embargo, es muy llamativo que las sociedades, no comprendiendo a cabalidad lo que se encuentra en juego y en especial, el cómo resolverlo, esperan con avidez la respuesta de algún nuevo gurú, que les llevará nuevamente al fracaso y aniquilará, como ya se ha experimentado el futuro de generaciones actuales y futuras, además de dilapidar recursos naturales renovables y no renovables.
El problema económico no es tal.  Es social y político. Amerita de una nueva perspectiva que incursione en el análisis de la complejidad, que no es propiedad de ninguna disciplina y se resuelve desde un cambio de paradigma, desde un cambio profundo del sistema económico, causante de la recurrencia cíclica de tales males. Y de una mirada especial de la ciencia de la complejidad, que maneja como la incertidumbre, la ciencia postnormal.
La lucha política y social por la apropiación de los recursos (naturales y humanos) y su explotación ha llevado claramente a desbalances permanentes, en los cuales para que unos pocos ganen, sean muchos los que pierdan.  Este sistema capitalista actual es una economía de rapiña y lo que enfrenta Argentina nuevamente es una transferencia brutal de bienes de un sector a otro en una nueva licuación no sólo de su moneda, sino de sus recursos tangibles, que llevan al país hasta el fondo.

Una economía marrón

La economía de rapiña, un proceso de destrucción sistemática de naturaleza, que además explota singularmente recursos naturales y humanos sin considerar el costo socioambiental, es en general promovida en nuestras sociedades, en especial para dar respuesta a la necesidad de ingreso de fondos externos que den cuenta del pago de intereses y capital de crecientes “deudas externas”. La fuerte expansión de un modelo de crecimiento de una economía marrón que por un lado fomentó y promueve el crecimiento y el consumo y por el otro lado, viene acompañado por importantes impactos ambientales y a la salud humana, encuentra en las miradas de las derechas o las izquierdas, de los de arriba y de los de abajo, un inmanente precepto que les sigue uniendo a todas: el de crecer.  Luego recién vendría la discusión de qué y cómo se acumularía y qué se distribuirá y cómo cada uno de los beneficios. De la distribución de costos sociales (externalidades), poco o nada se habla, desde prácticamente ninguna de las aristas políticas.
Ya desde la revolución industrial y actualmente con la nueva revolución consumista, la degradación no se hizo esperar y el sistema económico ha generado tremendos impactos tanto en los países periféricos como en los más desarrollados, con polos de degradación hoy en día imposibles de soslayar. En los últimos cincuenta años, la carrera por la transformación de naturaleza en producto se ha hecho aún mayor. 
El ritmo del crecimiento económico mundial es más acelerado que la propia expansión de la especie humana. Y ese proceso, además promueve una extracción sin precedentes de recursos naturales, en especial potenciado en las economías del Sur, de manera notable. Mientras entre 1950 a 2010 el PBI mundial pasaba de 10 a 80 trillones de dólares, y la población humana lo hacía desde los 3.000 a los más de 7.000 millones, lo que equivale a decir que mientras la economía global se multiplicaba casi ocho veces, la población del mundo solamente se duplicó. Los datos del Departamento de Estudios Económicos y Sociales de las Naciones Unidas informaron que la población mundial alcanzó en Junio de 2017 los 7.600 millones de personas que se proyectan a los 8.600 millones para el año 2030. Las previsiones siguen rondando llegar a 9.800 millones para 2050 y a 11.200 para 2100. Siempre que no se consideren guerras de aniquilación global o pandemias mundiales de enfermedades que incluso hasta ahora desconozcamos.  La tendencia continuaría a un ritmo de aproximadamente 83 millones de personas más cada año, pese a una disminución constante de los niveles de fertilidad. Las nuevas proyecciones (2017) indican, por ejemplo, que China e India seguirán siendo los países más poblados, pero cerca del año 2024, India superará a China, mientras que entre los diez países con más población, Nigeria es el que está creciendo a una mayor velocidad. Por ello, se estima que Nigeria superará en este aspecto a Estados Unidos antes de 2050.
La economía y el consumo (consumismo) de materiales, energía, agua y recursos naturales crecen mucho más que la propia expansión de la especie humana. Para hacer crecer estas economías globales, varios de los países en desarrollo se convierten en meros proveedores de estos materiales y cuando a este abastecimiento, se suman la necesidad por un lado de una demanda de  materiales sin valor agregado real y por el otro, la falta de ideas alternativas para el desarrollo, se potencia la extracción insostenible de los recursos y un creciente endeudamiento externo. Los países poseedores de ventajas competitivas (conocimiento, información, ciencia, tecnología, prospección estratégica) cuentan con la capacidad de apropiarse de estos recursos y pagar por ellos precios relativos cada día más bajos.  Y además, transferir sus pasivos ambientales.
La enfermedad holandesa parece erigirse por estos lares.  Poseemos recursos naturales. Pero no poseemos la capacidad y eficiencia para explotarlos de manera racional. Tenemos ventajas comparativas incuestionables y adolecemos de ventajas competitivas. Argentina, claro lo es, es la última frontera para la extracción de tierras de calidad, energía renovable y minería a gran escala. Y se la está aprovechando, no justamente en beneficio de la propia Argentina. En el país, entre 1970 y 2009 la extracción de materiales pasó de 386 millones a 660 millones de toneladas, con una tasa de crecimiento superior a la de la población misma.                 Esto significa que el aumento en la extracción de materiales no está impulsado por el consumo doméstico (interno en sí mismo) sino fundamentalmente por la exportación de commodities (agricultura, forestal, ganadería, energía y minería). En comparación con otros países exportadores de la región, Argentina tiene la mayor extracción de materiales per cápita: 16.46 ton/cap.

Recursos Naturales y Deuda Ecológica

América Latina, especialmente focalizada en los Andes y la selva amazónica, representa aproximadamente 17 % de las reservas mundiales de hierro, y cuenta con el 20 % de las de estaño, 25 % de la bauxita, zinc y níquel, además de contar con casi la mitad de las de cobre y plata y entre el 60% y el 70% de las de litio, uno de los elementos en los cuales los funcionarios políticos están poniendo muchas de sus expectativas, al verse utilizados no sólo en pilas sino en los autos eléctricos.  Brasil ocupa el segundo lugar como exportador de hierro del mundo y Chile, muy concentrado en minerales como el cobre es el primero. Respecto de nuevos elementos en el mercado mundial, el Brasil con más del 18 % del total mundial es el segundo país luego de China. También es considerado como un centro estratégico de reservas críticas, tanto por los Estados Unidos, China y la Unión Europea, al contar como informa el panel de los Recursos, el 90 % de las reservas mundiales de niobio.
América Latina es una gran reserva de energía. Según el World Energy Council, cuenta con el 22 % de las reservas recuperables de petróleo en el mundo, el 25 % del gs y más del 15 % de petróleo de esquisto y shale-gas.  Vaca Muerta es la nave insignia actual de la Argentina, y uno de los blasones con los que los sucesivos gobiernos de estos últimos tiempos la muestran como el potencial elemento dinamizador de una economía alicaída.  En los últimos 5 años, Vaca Muerta recibió u$s 50.000 millones de inversión y espera aún más para la explotación de las 19 nuevas concesiones de gas no convencionales. Evidentemente bastante alejado de la mirada real por energías renovables que recibieron a través del FODER, menos de u$s 500 millones.
En cuanto a la biomasa, América Latina nuevamente es un gran productor y exportador. La biomasa representa el 70% del flujo material, y se compone en un 71% por las pasturas y alimentos para el ganado, en un 2% por pesca y extracción maderera y en un 27% por cultivos.  Entendemos por biomasa a todos los elementos producidos tanto por la agricultura (granos, piensos), como por la ganadería (carnes, huevos, leche), la producción forestal o la horticultura o fruticultura por ejemplo.
Siendo la biomasa un producto muy importante en las cuentas de exportación de las economías latinoamericanas y en especial de Argentina, es llamativo que desde las políticas públicas, como también desde la investigación más integral que incumbe a los territorios, se haya prestado menor atención a los impactos y procesos que derivan en la cancelación de relevantes prestaciones ambientales. Entre estos impactos están los efectos sobre los ciclos biogeoquímicos y la contribución de Argentina y de la demanda mundial a estas alteraciones. Asimismo en un país que basa su desarrollo en el sector agropecuario, no hay reflexión sobre los efectos de contar con un territorio de altísima calidad productiva que es a la vez muy susceptible a las transformaciones.
La actual crisis de la deuda, que tiene a maltraer al actual gobierno, se suma a la escasa mirada que se tiene sobre los efectos invisibles de la extracción de esta agricultura minera. Si bien luego de la sequía enfrentada en la pasada campaña los principales granos sembrados (soja, maíz, girasol, sorgo, trigo, cebada y otros) pasarán de una superficie de 36,1 millones de hectáreas a 37,2 millones, los costos ambientales que les acompañan son crecientes.  En Argentina, un 37.5 % del territorio (unos 105 millones de hectáreas) está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, que movilizan a su vez, millones de toneladas de nutrientes. 
La sequía puede ser un problema climático, derivado o no de efectos antrópicos. El mal manejo de los recursos, la sobreexplotación del suelo, la monocultura minera, no lo es. Responde a la avidez privada y la promoción pública por este único modelo. La falta de ideas y la no construcción de alternativas, tiene enormes costos, que aquí ya también comenzamos a mensurar. Tener las métricas, deberían servir a los políticos, para cambiar sus miradas, y no repetir incertezas brindadas por actores interesados. A los que igualmente siguen.
Un proceso continuo de agotamiento de nutrientes del suelo ha estado en curso desde  los últimos 55 años de la dinámica de extracción de nutrientes. Los nutrientes estimados cosechados de 1961 a 2015 se mantuvieron en 113 Tg (Teragramos) de NPK (76 Tg N, 11 Tg P, 26 Tg K), igual a una extracción nacional promedio anual de 64 kg N ha-1, 9 kg P ha-1 y 22 kg K ha-1 (Pengue y otros 2018). Este agotamiento del suelo representa un “costo oculto” o intangible ambiental, ya que la exportación de nutrientes de los suelos como capital natural permanece sin contabilizarse (Pengue 2017). Esta compensación ecológica debe conciliarse para minimizar los impactos ambientales, evitar la degradación del suelo y mantener la capacidad del paisaje para producir alimentos.
En el último cuarto de siglo, fue la erosión hídrica la que más creció, pasando de 30 a 64,6 millones de hectáreas, lo que significa por otra parte, que la erosión eólica está alcanzando ya los 41 millones de hectáreas. Ambos procesos, son disparados especialmente por cuestiones antrópicas, sostenidos en el actual sistema de agricultura industrial.   A su vez, las regiones áridas y semiáridas del país, que cubren alrededor del 75%, albergan ecosistemas frágiles, vulnerables a la desertificación. Un 10% de la superficie de estas regiones, que abarcan el oeste y sur del territorio nacional, se ve afectado por una desertificación clasificada como muy grave, mientras que en un 60% ésta es de moderada a grave, a causa del pastoreo excesivo y el sobreuso de los recursos naturales.
La economía convencional ve sólo a los recursos, cuando estos ingresan en el sistema económico. Y le sostienen (Diagrama). No obstante, la economía se ha ido desprendiendo, alejando de sus tangibles físicos y la especulación financiera ha entrado con fuerza en el actual proceso económico. De una economía de la producción, sostenida en los recursos naturales, se ha pasado a una economía de la especulación, que sostiene y fundamenta la existencia de la economía financiera. “En Dios confiamos”, dice la moneda emblema, el dólar. Y sí, mientras, el mundo “crea”, la especulación se sostendrá.  Las tasas altas, “inventadas” o que responden a cuestiones sociales especulativas, matan la vida y sostienen solo al dinero. Que lamentablemente para los economistas, aún no es comestible.
Las tasas de la economía, sus tasas financieras, no son las tasas de la naturaleza. Por ello, esa “burbuja” que observamos en el diagrama es tal, puesto que lo financiero, meramente especulativo, está muy separado de los bienes físicos.

Deuda externa, deuda ecológica y sobreexplotación humana y natural: donde pierde la vida y gana el dineroLa Economía de los Recursos Naturales y la Economía Financiera (Pengue 2008)

La actual situación, enfrentada por la Argentina frente a la recurrente y creciente deuda externa, pone sobre el tapete, una desesperada presión interna, sostenida por la voracidad externa, por la extracción de recursos naturales y subvaluación y explotación de recursos humanos, que afecta a la generación actual y endeuda para siempre al menos, a tres generaciones de argentinos.  Esta destrucción del capital socioambiental del país, se enmarca entonces, en el actual concepto de deuda ecológica.
Desde la perspectiva Sur-Norte se puede definir la “Deuda Ecológica” como “aquella que ha venido siendo acumulada por el Norte, especialmente por los países más industrializados, hacia las naciones del Tercer Mundo, a través de la expoliación de los recursos naturales por su venta subvaluada, la contaminación ambiental, la utilización gratuita de sus recursos genéticos o la libre ocupación de su espacio ambiental para el depósito de los gases de efecto invernadero u otros residuos acumulados y eliminados por los países industrializados” (Donoso, 2000). La Deuda Ecológica podría entenderse también, como la obligación y responsabilidad que tienen los países industrializados del Norte con los países del Tercer Mundo, por el saqueo y usufructo de sus bienes naturales: petróleo, minerales, bosques, biodiversidad, bienes marinos; a costa de la energía humana de sus pueblos y de la destrucción, devastación, y contaminación de su patrimonio natural y las propias fuentes de sustento.
Entre la Deuda Externa y la Deuda Ecológica, existen relaciones todas, que incumben a enormes costos sociales y ambientales. Además de la convencional supeditación de la economía nacional a los designios del capital financiero internacional y las economías más poderosas, que implican un fuerte programa de ajuste estructural, que equilibre la balanza de pagos, garantice la devolución de capital y especialmente intereses, brinde acceso a recursos estratégicos del país (tierra, agua, energía, empresas), privatice la educación y los sistemas de investigación, debilite los avances en los beneficios sociales, pulverice las jubilaciones y sostenga solamente a aquellos activos que permitan mantener hacia el exterior el flujo de capitales.
Deuda externa, deuda ecológica y sobreexplotación humana y natural: donde pierde la vida y gana el dinero               

                Fuente: Modificado de Pengue (2008).

La fuerte degradación ambiental en el Sur sostiene incluso a la protección ambiental en el Norte, y esto se nota por ejemplo en los números que muestran cómo estos últimos ahorran tierras y restauran sistemas degradados y los países del sur, de manera permanente aumentan sus extensiones para la producción creciente de biomasa (Pengue 2012). El intercambio ecológicamente desigual es un hecho, que al no medir los invisibles, las externalidades, no permiten que mensuren estos impactos (Pengue 2008).

Las retenciones ambientales y los recursos naturales

Los recursos naturales, renovables y no renovables, se han convertido a la luz de la enorme presión extractiva de las últimas décadas, en recursos agotables. Así la minería, el petróleo o la agricultura, los dos primeros,  no renovables y la tercera,  renovable, se transforman en las banderas de la extracción sin resarcimiento por daños en la Argentina.  Lejos estamos del cambio de mirada y de una matriz productiva nacional, cuando la coyuntura ciega la perspectiva política y falta una importante discusión sobre escenarios de desarrollo por al menos, las próximas dos décadas.
Las externalidades generadas por estas industrias extractivas van desde la propia licuación de montañas, hasta la contaminación por productos químicos y agroquímicos varios.  Impactan sobre el ambiente, sobre la salud y sobre las propias economías locales.  Una deuda ecológica social que a la luz de los planes de endeudamiento, y la única perspectiva en pagarse, al menos en sus intereses, con productos primarios, no cambiará.
En la década pasada, la desindustrialización del país dio pie a una intensa reprimarización de todo el sistema económico, apoyada casi exclusivamente en la soja y la minería.  Nuevamente hoy, la reprimarización de la economía argentina es un ejemplo de la dependencia del país por la explotación, prácticamente sin valor agregado, de sus recursos naturales. Extraemos, transformamos poco y exportamos.  Pero nadie reconoce, la relevancia de al menos resarcir en parte los daños producidos por esta degradación. En especial, la aplicación de impuestos a la exportación a estos recursos naturales extraídos, de manera diferencial, podrían al menos contribuir por un lado a un ordenamiento prolijo de su uso y a reinvertir estos fondos en otras prácticas sostenibles, hasta ahora no implementadas. En la gestión anterior, estos impuestos a la exportación, conocidos como retenciones, no fueron utilizados para reordenar un sistema degradado y su recuperación, sino que se implementaron para dar gobernanza y el sostenimiento de planes y programas asistenciales (pero sin perspectivas de mejora social real),  en lugar de inversiones productivas de fuerte impacto social.  La gestión actual redujo los porcentajes aplicados en el sector rural y quitó directamente las retenciones a la minería, bajo la equivocada premisa de aumentar su recaudación a través del impuesto a las ganancias.  Pero ambos, con sus decisiones alejadas del desarrollo sostenible, promovieron con sus prácticas, la única industria que lamentablemente les sostiene: la fábrica de pobres.
Por ello, en primera instancia, los países basados en recursos naturales como la Argentina, en donde es aún relativa, la mirada sobre la creación de riqueza a través del conocimiento y sigue esperanzada en la exportación de un commodities, es importante considerar en casos específicos, de manera relativa, la aplicación de una retención, que permita resarcir el daño ambiental y reordenar la forma en que los recursos naturales, son utilizados.
Las retenciones ambientales no son un impuesto a la renta extraordinaria obtenida por la explotación (¡o sobreexplotación!) de algún recurso, sino que deben considerarse como un monto leído en valores crematísticos para capturar parte de la renta ambiental obtenida por un determinado operador económico, que hace uso de un recurso no reconocido o “libre” hasta hoy, pero por el que más tarde o más temprano deberá también reconocer en su pago.
En nuestros días existe una “captura” por parte de sectores parcializados del mercado que se apropian de un bien ambiental, sin reconocer el valor intrínseco que tiene ese recurso. La retención ambiental es un concepto novedoso, que viene a obligar a reconocer el uso y abuso de bienes ambientales, no reconocidos por las empresas, pero de los que dependen sus ganancias.
La sobreexplotación de los recursos del suelo, del agua, de la biodiversidad, del paisaje, de los espacios productivos en territorios templados del mundo, ameritará un reconocimiento por su uso hasta hoy pobremente valorado. Dada la globalización actual, la aplicación de retenciones ambientales, pueden ser útiles para capturar y de alguna manera “regular”, la extracción de un determinado recurso natural.
Hoy en día la sobreexplotación del recurso es la moneda de cambio con la que se paga esta intensificación direccionada.  La pérdida de biodiversidad es un fenómeno creciente que amenaza a la mayoría de las ecorregiones argentinas. La biodiversidad es una propiedad de los ecosistemas y de las sociedades que es necesario preservar y utilizar en su beneficio conjunto. Los problemas de contaminación de los acuíferos, son un tema de preocupación especialmente en un país donde la intensificación de la agricultura industrial es un hecho exitoso, justamente porque no incluye ni paga ninguno de los costos ambientales y sociales que genera.
El acceso a las fuentes de agua y su utilización es otro problemática importante en tanto y en cuanto, unos capitales las quieren apropiar para sí y para su disfrute privado (nacientes de ríos patagónicos, humedales) o bien para utilizar los cuerpos de agua como receptores de contaminación, como el caso de las pasteras. Ambos conflictos han generado una fuerte respuesta social que superó y de alguna manera enseña caminos a funcionarios y técnicos.
La sobreexplotación de los recursos forestales y la pesca, genera conflictos socioambientales en distintas regiones del país por efecto generado por la desaparición del recurso, la contaminación del ambiente, efectos a la salud y el empleo.
La contaminación agroquímica en pueblos y ciudades nuevamente es un factor que hecho que varias comunidades se organizaran incluso por encima de sus decisores políticos, que por error u omisión u otros intereses menos santos, miran para otro lado.
Peor aún es la contaminación y depredación provocada por las minas a cielo abierto que nuevamente tienen a las asambleas y actores sociales como emergentes reaccionarios de este nuevo ecologismo de los pobres y los no tan pobres.
La extracción de recursos minerales, prácticamente subsidiados por legislaciones que atentan contra el país, lo mismo que las formas de producción y explotación de otros recursos no renovables como el petróleo o el gas, ameritan una profundización de los análisis y conocimiento de los temas por parte del Estado.
Evidentemente que estas cuestiones no se resuelven con más comercio. Sino, solamente con más justicia y democracia.
Todos los casos mencionados implican una importante renta ambiental, hasta hoy día pobremente estudiada y menos aún considerada en las cuentas y los cálculos de los economistas. Estos cálculos no sólo se sostienen por balances monetarios, sino por cuentas de mejoras o pérdidas del bien ambiental y en definitiva del sustrato o la base de recursos de estos bienes que detenta el país.
Es sobre renta esta ambiental, sobre el usufructo de un recurso que trasciende a la propiedad de un privado, sobre el que deberían calcularse las retenciones, y ser vistas no como un elemento único para apropiarse de una mejora coyuntural de precios internacionales, sino como un resarcimiento al país de la extracción del bien, de la remediación de parte de sus daños y, especialmente, muy especialmente, como una medida de restitución de fondos para el sostenimiento de un modelo productivo en el tiempo.
La aplicación correcta de una retención ambiental podrá ayudar a poner orden en el desproporcionado abuso de los recursos naturales (en general ubicados en territorios de países pobres que hasta ahora no tienen presión y poder suficiente para hacerse respetar) por parte de los países ricos y de los grupos corporativos que hoy expolian el planeta (Pengue 2008).
La discusión por el reconocimiento y pago de las retenciones ambientales, tiene especial repercusión en los análisis de los flujos globales de recursos naturales, utilizados hoy mundialmente por las economías sin reconocimiento alguno. Queda claro, que el sostenimiento y el crecimiento de la economía de los países en vías de desarrollo viene de la fuerza y la apropiación con que estos defiendan el uso de sus recursos naturales.
Los actores del mundo global (países desarrollados y grupos corporativos) han detectado hace tiempo esta capacidad de países como la Argentina, de producir bienes y de obtenerlos a costos bajos.
Los decisores de políticas (ambientales, agropecuarias, energéticas) de la Argentina, poco han tenido que ver, respecto de la instalación en la agenda nacional e internacional del país, de una línea que defienda y haga valer los bienes que nuestras economías exportan y las empresas o traders “toman a costos cero”. Lo mismo hacen hoy día, los grandes grupos financieros, devenidos en inversores en bienes tangibles como los alimentos o la energía.
O acaso, se valúan en las cuentas de nuestros bienes exportables (granos, carnes, leches, maderas, petróleo, gas, minerales), los recursos básicos sobre los que estos han sido producidos o extraídos, como el paisaje, el medio natural transformado, la extracción de los ricos nutrientes de suelos aún algo ricos de la tierra pampeana y chaqueña, el agua virtual, la irradiación solar por unidad de área o el clima que permite duplicar cosechas en el mismo tiempo.
Así como se escuchan los campos de sirena sobre las bondades de muchas nuevas tecnologías, algunas serán veraces y otras tantas, solo falacias habrá que escuchar aún con más atención, las consideraciones en este siglo XXI sobre el valor de nuestros recursos naturales (no sólo de los bienes exportables en el mercado mundial ¡!!), sino la base de estos recursos que les sostienen, y hasta ahora (sólo hasta ahora no hemos considerado).
Tampoco las economías más ricas, los grandes grupos económicos y los traders de los negocios agrícolas o energéticos, pagan a las naciones pobres, cuota alguna por este “alquiler” de su espacio vital. Pero es claro, que lo utilizan.
El pago de retenciones ambientales es un derecho de la nación a hacer valer y reconocer, el resarcimiento por el daño ambiental producido. Pero su producto, no puede derivar en el uso para cualquier fin, como otrora se hiciera, sino en rigor para resarcir, al menos en parte los daños ambientales producidos. Y por otro lado, regular, la forma en que se usan los recursos.

Problemas significativos y falta de miradas

Históricamente, unas sociedades, al mejor estilo parasítico, se nutrieron y crecieron en detrimento de otras. Desde el fondo de la historia, hemos enfrentado estos procesos. En realidad fueron escasos los países que sostuvieron los designios de su desarrollo solamente a través de la explotación de los recursos naturales propios. La economía colonial se nutrió de los recursos foráneos y la sangre de millones de seres humanos explotados tanto en África como en América Latina. El crecimiento de Europa se debió y debería agradecerlo más, a esta irracional explotación. Fueron también muy pocos países cortaron el nudo gordiano de apoyar su crecimiento con la sobreexplotación de materias primas para reincidir solamente en más deuda y dependencia. La mayoría nunca alcanzó a financiar su propio desarrollo, por falta de verdaderas políticas independientes. Por la recurrente dependencia y endeudamiento externo.  En las crisis anteriores de la deuda externa, como por ejemplo, las de 1875 y 1890, Argentina pudo salir con una combinación de pago de aranceles y aumento de los precios internacionales de la lana, pero nunca, ni en sus años dorados, ha podido o querido financiar su propio desarrollo.  Si antes fue la lana, en la primera década del presente siglo lo fue la soja, que por su valor de mercado internacional, permitió por un lado un viento de cola y una acumulación de recursos económicos que dieron gobernabilidad al gobierno anterior y que por otro lado, no permitió vislumbrar una salida distinta a la mirada de la explotación convencional de los recursos naturales como la tierra, bajo una perspectiva economicista que fue similar tanto desde las miradas de izquierdas como de derechas, solo diferenciadas de alguna manera en la forma en que se tensaba la discusión por la distribución de las migajas. Promovidas las retenciones a las exportaciones, las mismas sirvieron para sostener una alicaída, improductiva e ineficiente economía de la primera década y por el otro, fomentaron una mayor aún sobreexplotación de recursos naturales, tanto en las regiones productivas convencionales como en aquellas ecorregiones alejadas de la producción sojera.
Expresados en dinero, los componentes de esta “deuda ecológica” (Pengue 2002), responden a los enormes costos generados por la sobreexplotación de recursos renovables exportados y convertidos en agotables por sobreexplotación, los daños a la vida humana por el uso indiscriminado de agrotóxicos y fertilizantes, las contaminaciones con metales pesados, el relave de minas, la licuación de montañas, la apropiación del agua superficial y subsuperficial o el uso directamente del espacio vital de los ciudadanos con fines meramente monetarios por encima de la vida misma.  A ello se agregan por ejemplo, la enorme presión sobre las especies no humanas, cuya desaparición prácticamente nos enfrenta a una segunda extinción.
Otro costo no reconocido por los países desarrollados es el de los servicios ambientales. Un ejemplo es el proceso de cambio climático, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero hacia la atmósfera, del cual son esencialmente responsables los países desarrollados. Los daños a la producción y economías de todo el mundo, la inestabilidad e incertidumbre sobre sus futuras e impredecibles consecuencias (desertización, inundaciones, daños a la biodiversidad), no son tenidos en cuenta.
Pero el más gravoso de todos, es el permanente sostenimiento y crecimiento, como he destacado,  de la fábrica de pobres. No es menor, que el único compromiso real con el capital internacional, sea el de al menos, garantizar la gobernabilidad a través del mantenimiento de planes sociales que atentan contra la dignidad y la vida plena misma. Los pobres son mantenidos en un estado de subdesarrollo sostenible que tanto desde las izquierdas como desde las derechas, ha sido mantenido de una u otra forma a través del tiempo y es lo único que se garantiza en los nuevos acuerdos condicionados a planes de ajuste estructural, se sostendría: Hay que garantizar la gobernanza de un modelo insostenible.
En Argentina, entre 1976 y el 2018 la deuda externa pasó de 7.600 a 350.000 millones de dólares, mientras que la pobreza pasó y osciló entre el 6 % en 1976, 11 % en 1985, 50 % en el 2005, 30 % en el 2013 y ahora y creciendo al 30 %. El trabajo permanente y preciso del ODSA de la UCA, nos da cifras aún más acertadas y alerta ciertamente sobre los enormes costos sociales de estos programas de crecimiento que estamos teniendo.
La cuestión que enfrentamos entonces es que cuando utilizamos las mismas recetas los resultados fueron los mismos: mayor degradación ambiental y pérdidas demostrables en la calidad de vida de los argentinos.
La deuda ecológica y la deuda externa, dos caras de una misma moneda, tienen dentro de sí al enemigo más oculto y que nadie quiere ver: la creciente e imparable deuda interna.
El problema grave que enfrentamos, no lo resolverán ni unos ni otros, con las mismas recetas. O con diatribas disonantes y bajo la construcción de una discordia premeditada.  Sufren y mucho, los pobres, la sociedad toda, el ambiente y las otras especies, siempre olvidadas, pero impactadas y desaparecidas para siempre.
El problema, como lo destacaba para su querida Colombia, el prestigioso académico Don Julio Carrizosa Umaña en su Colombia Compleja, necesita de una mirada y perspectiva de análisis desde la complejidad. Y aquí los científicos, quitados de sus ropajes disciplinares, pueden aportar desde la transdisciplina, desde la complejidad, un aporte que muchas veces es dejado de lado.
Como también ha sido dejado de lado, detrás de la coyuntura, la importancia de la educación de calidad y en todos los niveles. Amplia, diversa, plural, pero educación en calidad y profundidad. Solamente de esta forma, con una formación integral, tanto apoyada desde los sistemas formales como informales, lograremos una sociedad que pueda decidir por sus destinos y no sea llevada por las narices de la coyuntura.
La coyuntura nos ha traído a que, en este año 2018, a cien años de la Reforma Universitaria, estemos enfrentando la caída en un endeudamiento externo que prácticamente nos subsumirá en el subdesarrollo por décadas. Es llamativo cómo, a pesar de la gravedad de la situación, la discusión de la sociedad argentina, parece no ver con claridad la seriedad de lo que enfrenta: una creciente deuda ecológica, una destructiva deuda interna y una voraz deuda externa, que en un tris se llevará puestas a nuestras gentes y haciendas. José Ortega y Gasset, nos decía: “Argentinos, a las cosas…”, ojalá estemos a la altura. O si nuevamente no nos atrevemos, y no hacemos nada útil por nuestro país,  ojalá que quienes no lo hagan,  si se hagan cargo de las consecuencias. 

Referencias

  • Adams, P. (1993).  “Deudas Odiosas, Un legado de insensatez económica y saqueo ambiental”, Editorial Planeta.
  • Donoso, A. (2000), Deuda externa, mecanismo de dominación y saqueo, Acción Ecológica, Quito, 2000.
  • Pengue, W. A. (2002).  “Lo que el norte le debe al sur: Comercio ecológicamente desigual y deuda ecológica”. Le Monde Diplomatique. Edición Cono Sur. Número 34. Abril, Buenos Aires.
  • Pengue, W.A. (2008). Fundamentos de Economía Ecológica. Kaicron Editorial. Buenos Aires.
  • Pengue, W.A (2012). Los desafíos de la Economía Verde. Kaicron Editorial. Buenos Aires.
  • Pengue, W.A. (2017). El vaciamiento de las Pampas. Editorial FHB. Santiago, Chile.
  • Pengue, W., Gemmill-Herren, B., Balázs, B., Ortega, E., Viglizzo, E., Acevedo, F., Diaz, D.N., Díaz de Astarloa, D., Fernandez, R., Garibaldi, L.A., Giampetro, M., Goldberg, A., Khosla, A. and Westhoek, H. (2018). ‘Eco-agrifood systems’: today’s realities and tomorrow’s challenges. Chapter 3.  In TEEB for Agriculture & Food: Scientific and Economic Foundations. Geneva: UN Environment.

Nota

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

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Nota

Un abrazo contra la motosierra

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Sin presupuesto actualizado (“cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2” informa el rector de la UBA) las universidades y los hospitales en “modo ahorro” deben cortar la luz, los ascensores, reducen cirugías, no tienen insumos. La imagen del Clínicas, uno de los más importantes del país: “Los pacientes se están quedando sin comida”. Hoy una gran concentración frente a ese hospital escuela simbolizó un abrazo en defensa de la salud y la educación pública, mientras el gobierno nacional juega a pelearse con las prepagas, y el de la Ciudad a subvencionar a quienes mandan a sus hijxs a colegios privados. ¿Qué pasa con lo público? ¿Cuándo comenzó el desastre? Distintas voces (directores de hospitales, rectores de universidades, trabajadorxs) relatan la realidad y los datos motosierra; la organización como única salida; y el canto “la UBA no se vende”, mientras la realidad, o los números, parecen indicar otra cosa.

Por Francisco Pandolfi

Un abrazo contra la motosierra

“Se defiende, la UBA se defiende”, fue uno de los hits / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Clarisa y Caetana acaban de salir de cursar dermatología. Clarisa tiene 24 años y lleva puesto un ambo azul marino. Caetana, de 23, uno verde oscuro. Son alumnas desde hace seis años de la Facultad de Medicina y hace tres caminan por los pasillos del Hospital de Clínicas, ya en la etapa de las prácticas. “Hace un rato terminamos una clase en la que no teníamos vendas”, dice Clarisa. Su compañera agrega: “El otro día, en un práctico, nos faltaba vaselina para curar las úlceras; sí, vaselina, probablemente el producto más básico y barato que se necesita”.

Alrededor de ellas hay una multitud, con ansias de visibilizar la gravedad de la situación.

Clarisa, Caetana y la marea contra el ajuste / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“Estamos funcionando al 30%”, comparte Marta, médica desde hace 38 años en el Clínicas.

“Los pacientes se están quedando sin comida”, cuenta Susana, auditora. 

“Soy empleado de limpieza del hospital, monotributista, trabajo cinco días por semana, siete horas por día y mi sueldo no supera los 150 mil pesos”, confiesa Diego Ruiz.

“Ya debimos reducir las cirugías y no atender a algunos pacientes”, expresa Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas.

“Estamos económicamente por debajo de un 80% sobre el presupuesto que deberíamos tener. Cada 10 pesos del año pasado, hoy tenemos 2”, precisa Ricardo Gelpi, rector de la Universidad de Buenos Aires.

Un abrazo contra la motosierra

Susana Dionisio, y la esperanza que genera el juntarse / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tiempos de abrazos

“La biblioteca destinada a la educación universal es más poderosa que nuestro ejército”.

José de San Martín.

Al libertador de la patria se lo homenajea con su nombre en calles y avenidas; clubes deportivos, teatros y centros culturales; plazas y parques; hospitales y universidades.

Y también en un hospital-escuela: el Hospital de Clínicas José de San Martín, dependiente de la Universidad de Buenos Aires y dedicado a tres ejes clave para el desarrollo de cualquier sociedad: la asistencia, la docencia y la investigación.

Son tiempos de clases abiertas; de paros y movilizaciones; de una marcha nacional universitaria a realizarse el próximo martes 23 de abril. Son tiempos de contar en cuántos meses y en cuántos días las universidades se quedarían sin presupuesto hasta cerrar sus puertas.

Son tiempos de abrazos.

Uno de ellos se forma con un montón de brazos, este jueves por la mañana, en la puerta del Hospital de Clínicas. Médicos, docentes y no docentes, estudiantes, le brindan un espaldarazo simbólico al Hospital de Clínicas, ubicado en el límite de los barrios porteños de Recoleta y Balvanera. Sobre la Avenida Córdoba, miles de personas se reúnen en la puerta principal para reclamar por el recorte presupuestario en todas las universidades del país, y en particular de las universidades escuelas.

Hay equipo en el Hospital de Clínicas /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Los cuerpos aplauden. Están vestidos con guardapolvo blanco; con ambos celestes y azules; con chaquetas bordós y verdes. De fondo, un telón negro enorme sirve de súplica para estos momentos. Es un ruego a la sociedad toda; y una exigencia, también, puertas adentro: “Defendamos la UBA”. Delante de la banderota se sostienen grandes letras blancas, hechas con cartulina, a mano, a pulmón, a necesidad de que el reclamo se vea un poco más. “La salud se defiende”, se lee, mientras se canta al unísono: “No se vende, la patria no se vende”. Minutos después, se cambia sólo una palabra: “No se vende, la UBA no se vende”.

Pero la realidad no parece indicar lo mismo. 

Problemas de fondos

Luego del abrazo, se rodea al hospital y en otra de las puertas de la institución, sobre la calle Paraguay, se lleva a cabo una conferencia de prensa. Marcelo Melo, el director del Hospital de Clínicas, va al hueso: “Ya tuvimos que optimizar los recursos, que son insuficientes; no podemos comprar insumos, ni hacer transferencias porque no hay licitaciones de presupuesto que avalen las compras. Mientras, tenemos un montón de pacientes internados”. Sigue: “Es muy difícil no usar la luz en un hospital; no usar los ascensores cuando los pacientes necesitan usarlo… Lo mismo pasa con la calefacción. El año pasado estábamos orgullosos de haber comprado y cambiado la caldera, y este año no sabemos si va a funcionar, porque el modo de ahorro va a estar en el gas, en la luz, en todo”.

Le cambia la cara. Se tensa, aún más. “Poner a un hospital en modo ahorro es una agresión al médico. Es muy difícil mi lugar, el tener que decirle a mis colegas si pueden atender o no a alguien. No estamos haciendo una buena medicina con estas cosas”.

Un abrazo contra la motosierra

Marcelo Melo y Ricardo Gelpi en conferencia de prensa /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

A su lado está el rector de la UBA, Ricardo Gelpi, acompañado por el Secretario de Hacienda Matías Ruiz. Juntos, definen lo terrible: “La UBA tiene dos partes principales en las que se divide el presupuesto. Una es la salarial, que consume entre el 85% y el 90%; y después está el gasto de funcionamiento, que consume entre el 10 y el 15%”. Desmenuzan: “En lo salarial hubo un recorte en términos reales ajustado por inflación del 35%, lo que significa que si en noviembre un docente o un trabajador cobraba 100 pesos, hoy cobra 65”. 

Sobre los gastos para el funcionamiento: “Lo dividimos en salud y en educación. En educación este año las partidas arrancaron congeladas al presupuesto del año 2023; hubo una actualización parcial del 70% desde marzo; pero en términos interanuales eso significa un 58% de actualización, comparado con una inflación de casi un 300% interanual. Por el lado de la salud, empezamos el año sin presupuesto, ya que la partida devengada del año 2023 no había sido asignada hasta esta semana”.

Tomar la calle en defensa propia / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Peligro de cierre

¿La partida ya firmada –pero aún no depositada–, es un remedio? “No, para los hospitales universitarios será de la misma magnitud nominal del año pasado. O sea, no es una actualización, ni un incremento”. Subraya el rector: “Estas partidas no están ajustadas por inflación, lo que significa que sólo podrán estirar un tiempo esta situación, pero estamos lejos de estar conformes. Si se mantiene esa partida, podremos funcionar como venimos dos o tres meses más. Y después, así las cosas, la UBA cierra, porque si no hay plata, no hay plata”.

El Secretario de Hacienda suma un dato, que agudiza el cuadro: “El pago de la energía eléctrica en el último año se multiplicó por siete. Y si comparamos con febrero de este año, sólo los últimos dos meses, se multiplicó por cuatro”. Y ejemplifica con una cuenta que no cierra: “El crecimiento del gasto, sumado a las partidas congeladas, hace que crezca más rápido el gasto que tenemos la universidades y empeorando cada vez más el funcionamiento”. 

Un abrazo contra la motosierra

La educación, la salud y la ciencia, en juego; en venta / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

“El mal funcionamiento es de hace años”

La falta de recursos no empezó en la era Milei. Marta, médica desde hace 38 abriles, describe: “El mal funcionamiento viene de años, como consecuencia de malas administraciones anteriores. Y ahora, este recorte presupuestario es el tiro de gracia”. ¿En qué se venía mal? “De 12 quirófanos funcionan 5 y hay numerosas salas cerradas; cada vez se va achicando más la estructura, deteriorando y no hay presupuesto para mantenerlo”. 

Clarisa, alumna, añade: “El edificio tiene un montón de falencias, es muchísima la cantidad de arreglos que harían falta y esto viene desde hace años. Con este recorte, el único futuro que veo es que se caigan las paredes… Me da mucho miedo e impotencia”.

Florencia trabaja hace 10 años y el amor que siente por la entidad viene de familia: “Mi mamá trabajó ahí; mis dos hijos fueron a ese jardín; le salvaron la vida dos veces a mi mejor amiga; curaron a mi papá, a mi abuela”.

Admite que el hospital “siempre tuvo pocos recursos; siempre hubo carencia de insumos”. Profundiza: “La situación no viene bien hace mucho; las personas que deben hacer el presupuesto no valoran la calidad humana ni la cantidad de atenciones que se realizan por día. El hospital siempre tuvo lo básico, y en muchas oportunidades debimos conseguir insumos por fuera, siempre tardó en llegar el material que se necesitaba”.

Carteles, ruido, sonrisas: estrategias contra el recorte / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Orgullo nacional 

El Hospital de Clínicas es considerado uno de los hospitales más importantes de la Argentina y de América Latina. Se fundó en 1881 y allí se realizaron varios procedimientos por primera vez. Algunos hitos que nacieron entre sus paredes que hoy yacen descascaradas: la aplicación de la insulina, el cateterismo cardíaco, las residencias médicas, las punciones de riñón, las operaciones filmadas. Dice la médica y hoy auditora Susana Dionisio: “En este hospital se formaron la mayor parte de los médicos de renombre que hay en toda la medicina prepaga”. Suma otro caso testigo: “Hay que acordarse de acontecimientos como el de la AMIA, cuando sucedió el atentado este hospital recibió a la mayoría de los heridos, y fue gracias a este hospital que se salvó a muchísima gente. Entonces, podés hacer un comité de crisis, pero si al mismo tiempo desfinanciás a la educación, está muy mal. El presidente se merece un juicio político y la oposición tiene que pararse y ser una oposición real, sino perdemos la democracia”.

Marta Cora Eliseht es médica de obstetricia del hospital de Clínicas y docente de la Facultad de Medicina. “El Clínicas es fundamental, un orgullo nacional; no sólo cumple funciones asistenciales, sino también de docencia en áreas de pregrado y postgrado; esta es la sede de infinidad de carreras. Somos especialistas en obstetricia y atendemos muchos embarazos de alto riesgo, casos que no se atienden en otros lados”. 

Un abrazo contra la motosierra

Marta es médica en el Clínicas desde hace 38 años /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

En el hospital trabajan más de 3.200 empleados y se atienden alrededor de 365 mil personas al año. En lo educacional, cursan por año cerca de 1500 alumnos. “Hay cinco cátedras y estudiamos 300 personas promedio en cada una. Este es el hospital escuela más grande del país”, explican Clarisa y Caetana, estudiantes de medicina. 

Las palabras de Sofía, que integra la comisión interna, laten: “El hospital-escuela literalmente es el corazón de la UBA, donde se retroalimenta la ciencia, la investigación, la educación, pero sobre todas las cosas la salud pública, con todo lo que conlleva ese concepto de gratuidad e inclusión. Queremos seguir brindando la atención de calidad a los y las pacientes, pero sobre todas las cosas contar con un financiamiento que nos permita que nuestra casa, como así consideramos al hospital, siga funcionando. No queremos tener el privilegio de pisar la UBA, sino el derecho de seguir en ella”.

Un abrazo contra la motosierra

Una que pedimos (casi) todxs /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Un dolor inenarrable

El hit se vuelve a cambiar: “Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode se jode”, se vocifera con angustia y con firmeza, en un clamor popular que hiela la sangre. Las y los laburantes le dan magnitud al problema. La obstetra Marta Cora Eliseht dice: “En el sector no tenemos espéculos, vidrios para hacer papanicolaou, guantes, gasas, algodón, lo básico. Los profesionales de la salud estamos intentando conseguir donaciones de entidades privadas para suplir las faltas”. Sintetiza: “Estamos sufriendo un ataque artero a la universidad pública”.

Susana Dionisio es médica desde hace 49 años. Quince los trabajó en el Clínicas, donde ahora es auditora. “Sentimos un dolor que no se puede narrar. Los pacientes se están quedando sin comida y solidariamente se intenta ayudar entre sindicatos, médicos y administrativos, pero los insumos médicos no los podemos comprar. Ya se está cortando la luz a cierta hora, no se puede creer”. 

Un abrazo contra la motosierra

La potencia de Elsa Carrizo, la potencia de lo colectivo /Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Elsa Carrizo es delegada general de la comisión interna del Hospital de Clínicas. Tiene puesto un guardapolvo blanco, que lleva el logo de la institución. Se lee: “Fundado en 1881”. Dice: “Trabajamos con obras sociales, pero es impresionante la cantidad de gente sin obra social que viene, alcanza con ver las colas que se forman a la mañana. Ya no tenemos insumos ni para el mantenimiento, ¿con qué vamos a limpiar? Hay un combo de muchísimas necesidades en el hospital”.

“Últimamente no nos estuvieron entregando secadores”, detalla Diego Ruiz, empleado de maestranza. Cobra menos de 150 mil pesos por mes y sólo el monotributo para facturar (no está en planta permanente) le cuesta alrededor de 18 mil. “Estamos en una situación de mierda, personalmente para mí es imposible llegar a fin de mes”.

Un abrazo contra la motosierra

Diego cobra menos de $150 mil por mes. Y no es una joda / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

Tomás trabaja en el área de personal hace 5 años y es delegado de la comisión interna. “No hay paritarias y los sueldos quedan muy bajos. Tenemos poco más de 300 contratos que salen del bolsillo del hospital y son los que más corren peligro. Estamos hace un par de meses sin aumento y no hay respuesta del gobierno ni comunicación. Estamos estancados, no da para más”.

Carolina Nadal es empleada desde hace 30 años. Hoy es la jefa del departamento de Trabajo Social. “El presupuesto que se está ejecutando es el del año pasado y esto es inviable en términos de sostenimiento, de todo lo que se necesita para que funcione el hospital de manera integral. El gobierno va a tener que responder de una manera diferente a la que está respondiendo ahora. Siento mucha bronca e indignación, pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que en las calles, con la resistencia, haya otro desenlace que no sea cerrar las puertas”.

“Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.

José de San Martín.

Clases abiertas, presupuestos cerrados / Fotos: Lina Etchesuri para Lavaca

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Nota

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo: -No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

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Una muela, zapatos blancos y un charco. Un edificio llamado Máquina de escribir. Flores amarillas frente al mar, un dibujo de puño y letra. Lo narco las drogas. Su paso por Buenos Aires y la señora que venía de la verdulería. La memoria, lo real, las mujeres, el ambiente, el fin de la humanidad. El Nobel, los diluvios, las pestes, las guerras eternas. Las respuestas de la vida frente a los sordos poderes de la muerte. La cordialidad, la generosidad, el humor. Hace diez años murió Gabriel García Márquez, dicen. Lavaca publicó esta nota -estos recuerdos- aquel día, cuando se conoció la última noticia sobre ese escritor que nunca dejó de sentirse cronista, y decía que el periodismo es el mejor oficio del mundo.

Texto: Sergio Ciancaglini, lavaca.org
El señor Gabriel García Márquez había abierto mis ojos, neuronas y corazón sin proponérselo con sus libros y sus artículos, pero cuando por una carambola yo estaba por cumplir una especie de sueño despabilado, el de poder entrevistarlo ahí, en Cartagena de Indias, hace exactamente 30 años, me dijo:
-No estoy aceptando entrevistas, porque debo escribir. Pero además, me duele una muela.

Yo sabía que García Márquez había rechazado contactos con un enviado de Times, con periodistas de la televisión japonesa, y con suecos indescifrables. Un humilde cronista argentino quedaba naturalmente fuera de juego. Le respondí que lo compadecía, y que frente a un dolor de muelas no había argumento, clemencia, ni ruego que esgrimir de mi parte. Cuando me estaba despidiendo desolado, me detuvo:
-Pero a las 3 de la tarde puede ser. Voy antes al dentista, a ver si lo soluciona.
Esa historia revolotea en mi cabeza desde hoy, cuando estaba con Osvaldo Bayer grabando el programa de radio Decí Mu, y nos interrumpió el teléfono. Osvaldo atendió, dio media vuelta, anunció: “Murió García Márquez”, y me dejó alborotados los ojos, las neuronas y el corazón.
Revolotea la historia porque aquella tarde me encontré con un escritor que cambió la historia de la literatura, que había ganado el Nobel, pero que fue capaz de decirme: “Todo eso está muy bien, pero yo me siento periodista”. Quisiera contar lo que aún no he olvidado de aquel encuentro para mí inolvidable.
García Márquez volvió efectivamente a las 3 de la tarde, bajó de su Mercedes, y miró preocupado el charco oceánico que un aguacero de Cartagena de Indias, Colombia, le había instalado en la playa de estacionamiento. Llevaba zapatos blancos, pantalones blancos y guayabera blanca, como cantante de sábado televisivo. Cruzó el charco apoyándose en los tacos. Al llegar a la otra orilla nos dijo “pasen por favor” a mí y al fotógrafo, enviados por una de las autodenominadas “revistas de actualidad” a cubrir las noticias sobre un asunto entonces llamativo, letal para los colombianos e incomprensible para nosotros: el narcotráfico.
No existían los celulares ni Internet, o sea que todo esto se ubica en la prehistoria de 1984, con la carambola de estar en el charco correcto, y de que un dentista providencial había rescatado del dolor a su paciente. García Márquez nos hizo subir. El edificio tenía balcones escalonados hacia la playa: lo llamaban Máquina de escribir. El departamento tenía dos ambientes, con vista al mar, una verdadera máquina de escribir (¿Olivetti, Remington, dónde estará la revista donde publiqué la nota?). El escritorio miraba al mar. Y había flores amarillas que siempre conviene tener a mano, explicó, para ahuyentar a la mala suerte.
Me planteó que no aceptaba hablar si lo grababa o si tomaba notas. Me dijo algo más o menos así: “No me gustan los grabadores, prefiero que conversemos con libertad, y que todo dependa de tu atención. Luego tú escribirás lo que te parezca, y eso es un beneficio para mí: los periodistas me mejoran. La memoria mejora a la realidad”.

Gabo en Argentina
La publicación original de Cien años de soledad ocurrió en Argentina gracias a una editorial llamada Sudamericana, que ya no existe. Fue en mayo de 1967, plena dictadura de Juan Carlos Onganía, y el lanzamiento fue acompañado por una entrevista realizada por Ernesto Schóo, editada por Tomás Eloy Martínez y publicada en tapa por la revista Primera Plana que dirigía Jacobo Timerman.
García Márquez me contó que el éxito del libro fue inmediato. “Ahí, en Buenos Aires, empezó todo”, me dijo. Sudamericana había dispuesto editar 5.000 ejemplares, lo que para Gabo era un despropósito y el augurio de un fracaso para el libro de un desconocido escritor colombiano. Pero esa primera edición se vendió en 15 días, y la segunda fue de 10.000 ejemplares. En junio Gabo llegó a Buenos Aires. Me contó que viajó con Mercedes Barcha, su esposa: “Estábamos en un café y vimos pasar a una mujer que llevaba la bolsa de sus compras, con lechugas y tomates y Cien años de soledad”. La pareja fue al Instituto Di Tella a ver una obra de Griselda Gambaro, y el público los ovacionó de pie. Mientras él me lo contaba, todavía asombrado, yo recordaba que eran tiempos de The Beatles, revolución cubana, hippies, peronismo clandestino, rebeliones nacientes y todos los embriones de cambio, desventuras y utopías que se desplegarían en los años siguientes.
Cien años de soledad fue el libro de la época, y de varias generaciones. Tengo las dos ediciones que mis padres compraron para poder leerlo en simultáneo. Macondo era una patria. Entre la feria y la intelectualidad, miles de libros seguían vendiéndose y además se exportaban. El éxito se contagió en Europa, esto avivó el interés por otros autores (Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa) y estalló el llamado boom de la literatura latinoamericana. “Buenos Aires fue generosa conmigo. Nunca volví. No sé por qué. Tal vez por una superstición: a un lugar donde todo fue tan perfecto, quizás convenga no volver” me dijo, o creo que me dijo, mirando el Caribe.

Periodismo, droga y entusiasmo
Aquel día de 1984 García Márquez me contó una novela que estaba intentando escribir. No tenía título. Al año siguiente la reconocí ya publicada: me había anticipado El amor en los tiempos del cólera. Pero me dijo que pese a todo se seguía sintiendo fundamentalmente un periodista. “Escribo literatura como periodismo, con método. Todos los días intento tener dos páginas listas” me dijo sobre algo que hoy habría que traducir a unos 5.000 caracteres. “Tienen que estar impecables, sin tachaduras. Y tengo un truco: siempre dejo escrito el comienzo de lo que pienso escribir al día siguiente, para que me resulte más fácil comenzar”. Pero varias veces explicó esa idea de no diferenciar ambos oficios. “La crónica es como un cuento o una novela sobre algo real”. Algo más: “Tanto en la literatura como en el periodismo hay que ganarse al lector, capturarle el interés para que se quede leyendo”.
Planteó una teoría sobre las redacciones de periódicos y revistas: para él están puestas de cabeza, invertidas. El staff de las publicaciones ubica en el rol principal a directores y jefes que engordan junto a un escritorio y editorialistas que monologan desde su propia jaula.
“Pero ese esquema debería ser exactamente a la inversa. Los cronistas son quienes cumplen la labor principal porque son los que están afuera, donde las cosas ocurren”. En vista del contexto colombiano le pregunté si alguna vez se había drogado para escribir y me contestó: “No me hace falta. Yo nací drogado”.
Un detalle: fue la única vez en mi vida que pedí un autógrafo. En Cartagena sólo conseguí un ejemplar de El coronel no tiene quien le escriba. Le expliqué que no era para mí sino para mi novia. “¿Se llama la señorita?” Se lo dije. Dibujó un tallo, cinco pétalos, y escribió: “Para Claudia, con una flor. Gabo 84”.

Gabriel García Márquez: periodismo, ambiente, el nudo de la soledad, y las victorias sobre la muerte

Aquel día, además, me regaló los seis tomos de su obra periodística, publicados por la editorial Oveja Negra. Y organizó todo para que, una vez en Bogotá, un auto con su chofer fuera a buscarnos al hotel para llevarnos al aeropuerto. “Así van más tranquilos” dijo, y nunca supe si se le había cruzado alguna sombra para disponer ese viaje. Nunca pude evitar recordarlo como una persona amable, entusiasta, alegre, generosa.
Con el tiempo entendí que esa cordialidad, ese entusiasmo, ese interés por el otro, era un modo ético y hasta político de pararse frente a la vida.

Ideas
En sus obras periodísticas pude leer las primeras crónicas que publicó en El Universal, de mayo de 1948, cuando era un chiquilín de 21 años. La primera celebra que se suspendió el toque de queda militar, al que define como símbolo de una decadencia. “Con este mundo materializado donde los peces de colores tienen que abrirle agua a los submarinos, con esta civilización de pólvora y clarines, ¿cómo se nos puede pedir que seamos hombres de buena voluntad?” y plantea que quizás ahora la gente pueda ir a dormir mansamente “antes de que los relojes doblen la esquina de la medianoche”. Luego escribe sobre indios, negras, retratos de la ciudad y de la época. Escribió sobre cine, sobre deportes, sobre todo. La pasión por conocer y por contar lo que el mundo estaba desplegando ante sus ojos.
A fines de los 50 García Márquez participó en Cuba con los argentinos Jorge Massetti, Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo en los primeros pasos de Prensa Latina, idea que puso en marcha Ernesto Guevara, hasta que el lado soviético de la vida isleña desplazó a este elenco por otro más dócil.
García Márquez nunca perdió la afinidad con el propio Fidel Castro. El director argentino Eduardo Mignogna contaba que cierta vez, invitado a La Habana, estaba comiendo con García Márquez cuando el propio Fidel cayó de improviso y comenzó a hablar con sabiduría de crítico sobre la historia del cine argentino, mientras Gabo se quedaba irremediablemente dormido en un rincón. Pero más allá del sueño o de los discursos de Fidel, García Márquez se plantó en defensa de Cuba como una cuestión cultural y estratégica frente a los Estados Unidos y la densa idea de controlar vida y obra del resto del continente.

Las ventajas de la vida
Cuando me contó la noticia, le pregunté al propio Osvaldo Bayer sobre Gabo: “Tenía mi edad, pero yo aprendí de él. Es el mejor escritor que ha tenido Latinoamérica. Aprendí con él a amar la literatura, ver las cosas que se pueden hacer y crear. Para mí fue un hombre que luchó por la libertad, o sea un libertario, y cumplió la misión que tiene un intelectual: escribir para todos, para mejorar la sociedad, y para seguir soñando”.
De todas las ideas y escritos de Gabo, frecuentemente abominados por las academias, no resulta demasiado conocida su exposición al recibir el Nobel de Literatura en 1982, llamado La soledad de América Latina, que resulta un manifiesto por la descolonialidad, para usar términos actuales. “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia” dijo ante la academia sueca. Repasa los golpes de Estado, crímenes y matanzas ocurridos en el continente. “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.
Al recibir el Nobel de Literatura, García Márquez hacía periodismo sobre la realidad del continente, incluyendo la situación argentina: “Ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto, 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera donde están todos los habitantes de la cuidad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aun se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años”.
Otro concepto: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.
Y otro: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Se preguntó por qué le habrían dado a él semejante distinción, y postuló que se trató de un homenaje a la poesía: “En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.

Mujeres, aborto y ambiente
Cuando le preguntaron sobre las prioridades de la humanidad para las próximas décadas, propuso que las mujeres asuman el manejo del mundo. “Alguien dijo: ‘si los hombres pudieran embarazarse, el aborto sería casi un sacramento’. Ese aforismo genial revela toda una moral, y es esa moral lo que tenemos que invertir. Sería, por primera vez en la historia, una mutación esencial del género humano, que haga prevalecer el sentido común –que los hombres hemos menospreciado y ridiculizado con el nombre de intuición femenina- sobre la razón –que es el comodín con que los hombres hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas absurdas o abominables”.
Y luego plantea: “La humanidad está condenada a desaparecer en el siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo por su incapacidad de sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso la inversión de poderes es de vida o muerte”.
Son solo ideas sueltas para pensar, discutir, y leer, ahora que el reloj dobló no sé qué esquina, tras la malparida noticia sobre la muerte de Gabriel José de la Concordia García Márquez, hace unas cuantas horas de soledad.  

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