Nota
Diario del aborto en el Senado (17-7-2018)
Por Pablo Marchetti
La Cámara de Senadores sigue debatiendo el proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Ayer, martes 17 de julio, durante ocho horas expusieron 18 personas sus argumentos a favor y en contra de la ley. Se suponía que cada una tenía siete minutos, pero la mayoría habló mucho más. Además, contestaron las preguntas que les hacían las senadoras y los senadores presentes. Y los tiempos se extendieron. Mucho. Hubo momentos brillantes, otros delirantes. Hubo debates políticos apasionados y argumentos científicos, económicos y filosóficos. Y algunos que seguramente, en algunos años, nos causen mucha, muchísima gracia, aunque lo que se dice sea terrible. Estos son algunos momentos que dejó esta discusión histórica en la Argentina.
Cuestión de números
Un powerpoint con cifras, gráficos de barras, tortas. Impecable. Planteo, desarrollo y la conclusión: con la legalización del aborto el sistema de salud se ahorraría dos veces y media lo que se gasta hoy en prácticas derivadas del aborto ilegal. Eso sin contar los daños psicológicos. Y ni hablar de lo que pasaría si el Estado decidiera producir el misoprostol en un laboratorio público, tal como se está experimentando en la provincia de Santa Fe.
La exposición de la economista Sonia Tarragona fue prolija, pulcra, contundente. “Este es un estudio con base científica, no deben mezclarse aquí los términos personales”, detalló la integrante de la Asociación de la Economía de la Salud, fundada en 1991. Una senadora le preguntó si eso lo ahorrarían las provincias y Tarragona contestó que sí, pero que si el Estado nacional se hiciera cargo, el ahorro de las provincias sería mayor. “En economía, lo que se quita de un lado se pone de otro, es suma cero”, explicó, porque a veces hasta en el Senado hay que explicar lo obvio.
Decime quién te banca
La pregunta parece haberse transformado en un nuevo caballito de batalla de los militantes anti derecho: “¿Y a vos quién te banca?” Sí, una pregunta que parecía potestad de la izquierda, ahora forma parte del repertorio de quienes se oponen al aborto legal. O sea, de quiénes bancan el aborto clandestino.
“A usted la financian fundaciones que están vinculadas al negocio del aborto y a la venta de órganos de niños abortados”, acusó una senadora a Paola Bergallo. Y Bergallo respondió: “Desde 2006, cuando se aprobó la Ley de Educación Sexual, este Senado nunca interpeló a un Ministro de Salud para que expliqué por qué no financió la ley”. Esta vez la respuesta fue el silencio.
La senadora Beatriz Mirkin tomó la palabra y sacudió un poco la hipocresía de algunos colegas: “Veo que hay mucho interés por parte de algunos senadores de saber cómo se financia la actividad de algunos especialistas. Pero debemos decir que muchos de estos senadores realizan viajes por el Mundo, financiados por fundaciones extranjeras. Me gustaría que nos centráramos en el debate, no en la financiación”.
Bergallo agradeció pero aclaró que, como investigadora del Conicet, estaba acostumbrada a dar cuenta de todo lo que hacía y a explicar detalladamente quién iba a financiar sus proyectos, pues a ella le paga el Estado argentino. “Así que creo que es lo que tenemos que hacer”, remató.
Se ve que Mirkin se quedó con las ganas y remató: “Sí, pero quiero seguir con la discusión. Además, yo no les pregunté a los representantes de la Iglesia Católica si están financiados por el Estado. Básicamente porque sé que están financiados por el Estado”. Amén.
Bombita Durand
La presentación de Luis Durand pareció salida de los archivos de aquello que no se anima a poner al aire Peter Capusotto. Durand es parte de una asociación que se llama Médicos Por La Vida. Para su presentación presentó un power point donde todo, pero todo, era trágicamente maravilloso.
Primero, el logo de Médicos Por La Vida: la silueta de un feto al que le sale un cordón umbilical, que es el cable de un estetoscopio. Como si la combinación feto-estetoscopio no fuera suficiente, la silueta del feto una bandera argentina, con sol y todo. El power point parecía hecho con la primera versión del paint, copiado en un diskette (de los grandes), y usando todas las tipografías existentes.
En el medio de tantos gráficos y flechas aparecían dos videos que se veían bastante borrosos, como si fueran sacados de viejos VHS con la cinta un poco estirada. En él se veían testimonios de dos supuestos abortistas arrepentidos: el estadounidense Bernard Nathanson y la ecuatoriana Amparo Medina.
Nathanson era presentado como el hombre que más abortos había hecho en la historia. Y luego se había arrepentido. Como si Rocco Sifredi se pusiera a predicar la castidad. Medina contaba en ese video que un día acompañó a abortar a una amiga suya, izquierdista y atea como ella, porque estaba a favor del aborto. Hasta que vio “caer los bracitos y las piernitas del bebé” que le sacaban a su amiga. Y allí recapacitó y se hizo anti abortista.
“La madre y el hijo en el vientre son dos seres vivos en distinta etapa de la vida”, dijo Durand, el Bombita Rodríguez antiderecho. Y explicó que las mujeres que fueron madres tienen un 50% más de atención que las que no lo fueron. “Por ejemplo, al tener cuidado de no dejar una hornalla prendida”, aseguró.
En la sala se escuchaban ya varias risas ante los comentarios de Bombita Durán, que insistía en los suyo: “El aborto es un genocidio”. Hasta que la senadora Nancy González tomó la palabra y dijo: “Doctor, usted nos dice genocidas a nosotros, pero usted es especialista en esófago”. Entonces sí, la carcajada fue general.
Organitos para todes
La doctora Paola Bergallo hizo un recorrido por la historia de la legalidad del aborto y comparó a la Argentina con distintos países centrales, donde es legal hace años. También habló del avance en los países de la región, con Uruguay como principal exponente. Enseguida vino el contraargumento de un senador: “Esos mismos países civilizados de los que usted habla son los mismos que tienen armas nucleares y de destrucción masivas”, argumentó, o algo así.
Sin embargo, el argumento preferido de los antiderecho hoy es la denuncia de un supuesto tráfico de órganos que, dicen, existe en los países donde el aborto es legal. Más que órganos, organitos. Como El último organito, el tango con letra de Homero Manzi.
Nadie supo explicar bien qué es lo que se hace con esos órganos de fetos. ¿Se trasplantan a adultos? ¿No les quedan un poco chicos? ¿O es que hacen hamburguesas? ¿O paté? Ningún antiderecho explicó muy buen cómo funcionaría este tráfico, a pesar de que muchos se dedicaron a denunciarlo de modo natural. No es una hipótesis: es una realidad. Para Obarrio, por ejemplo, es algo que existe.
¿Y por qué no iba a existir el tráfico de órganos de fetos? Si comemos chinchulín, molleja, riñón o tripa gorda, ¿por qué privarnos de tan microscópico pero accesible manjar? Hay que esperar a que salga la ley. Total, estamos en la Argentina. Un país donde la parrilla siempre está lista para tirar lo que venga.
The Obarrio Horror Show
“Por desgracia, a mí no me financia nadie”, arrancó su testimonio el periodista del diario La Nación Mariano Obarrio. Obarrio es uno de los principales referentes mediáticos de los anti derecho. Y uno de sus ideólogos, además de un provocador y un tipo al que le encanta estar en el centro de la escena. Hay que reconocerle talento en eso: Obarrio es un Chilavert de los antiabortistas.
Grandote, de traje impecable y corbata celeste, empezó provocador y así siguió: “Algo ilegal que se legaliza pasa a ser algo incentivado y esta ley lo que pretende es incentivar los abortos y penalizar y perseguir a los médicos que se oponen. Además, abre las puertas al aborto irrestricto”.
“Acá hemos escuchado a expertas en derechos humanos que se olvidan de los derechos humanos del embrión”, continuó. “Además, la ley no tiene en cuenta el derecho de los hombres, que pueden querer ser padres aunque la mujer quiera abortar. Tanto se habla de igualdad de género y acá vemos cómo el hombre queda en inferioridad de condiciones”.
Varias senadoras protestaron por los dichos del periodista de La Nación, que interrumpía a quienes preguntaban, se peleaba, protestaba y seguía adelante: “Perón estaba en contra del aborto porque quería poblar la Argentina. Detrás de esta ley lo que hay es un proyecto de control de natalidad disfrazado de cuestión de género. Hoy es cool estar a favor del aborto, pero no podemos legislar de acuerdo a las modas”.
La senadora Mirkin cuestionó varias veces a Obarrio, a quien le pidió que no la llamara “genocida”. Después de pelearse, la senadora le preguntó al periodista de La Nación si estaba a favor de la educación sexual. “Por supuesto”, respondió Obarrio. “Los niños tienen que saber a qué se exponen con el sexo. Tiene que haber educación sexual, aunque después hay que discutir desde que ideología o cuestión de género se da esa educación”.
El periodista de La Nación puso énfasis también en otro de los caballitos de batalla antiderecho: la objeción de conciencia. “Debería ser por la positiva. Así como hay médicos especialistas que son ginecólogos, traumatólogos o cardiólogos, debería haber también abortistas. O aborteros”, concluyó el rey de los antiabortistas. O antiaborteros. O antiderechos.
Derecho y humano
El abogado Alejandro Osio, de la Asociación de Pensamiento Penal, Universidad de La Pampa, fue muy claro: “Ni la Constitución Nacional ni los tratados internacionales dicen en ningún lado que la vida comienza con la gestación. El proyecto cumple con los cánones y mandatos internacionales, cosa que no pasa con la ley actual. Por eso les pido a los senadores que saquen al país de la ilegalidad”.
“Antes del nacimiento, el feto goza de derechos, pero no es sujeto de derecho”, continuó Osio. “Se puede y es válido definir cuándo comienza la vida desde el punto de vista médico, moral, filosófico o religioso. Pero vivimos en un estado de derecho, no en un estado médico, moral, filosófico o religioso”.
Un argumento hecho y derecho.
Volvieron los 90
Hubo dos expositores anti derecho que no derraparon nunca con argumentos ridículos: Gerardo Bozovich y Eduardo Menem. El primero hizo una defensa de su sector, las clínicas privadas. Sobria y con argumentos claros. El segundo hizo política a lo grande. Y nos hizo pensar realmente de qué hablamos cuando hablamos de volver a los 90.
Menem (Eduardo) hizo, básicamente, una defensa de la Constitución del 94. De la importancia del consenso y de la singularidad de la legislación argentina. O sea, todo bien con los pactos internacionales que la Constitución del 94 incorpora “en virtud de la defensa de los derechos humanos”. Pero si la Argentina tiene una legislación mejor, no debe fijarse en pactos internacionales. Y la Argentina tiene una legislación mejor porque incorpora los derechos del niño por nacer.
La ley argentina es tan buena que acompaña a las personas desde la gestación hasta después de su muerte. Eso dijo Menem (Eduardo). Por supuesto que tuvo derrapes. Como cuando dio a entender que no estaba bien eso del aborto en caso de violación porque una mujer podía ir a abortar y decir que había sido violada.
“¿Usted está diciendo que una mujer se expondría a mentir sobre una violación?”, le preguntó una senadora. “Nooooo, de ninguna manera, ¿cómo voy a pensar algo así?”, fue la respuesta de Menem (Eduardo). “Lo que digo es que eso se comentó después del caso FAL, pero yo no estoy de acuerdo”. La cintura política del senador e histórico operador político sigue intacta.
Menem (Eduardo) tiene 80 años pero parece diez menos. Está lúcido y picante en la política. Lo sabe todo y lo entiende todo. Con su intervención de rockstar (“Vuelvo a mi casa, fui senador durante 22 años”, dijo en su presentación) confirmó que sigue vigente. O que podría seguir vigente si se lo propusiera. Como para hacer realidad aquello de que vuelven los 90.
La única iglesia que ilumina
Desde la retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta no se veía en un lugar oficial una expresión tan encendido contra la Iglesia Católica como la intervención de María Eugenia Estenssoro.
La ex senadora Estenssoro arrancó tranca: “El papa Francisco dijo que quienes defendíamos el aborto legal éramos nazis de guante blanco. Pero si hablamos de nazis, creo que la Iglesia debería pedir por haber colaborado con Hitler. Una iglesia a la que le tomó 400 años pedir perdón por haber condenado a Galileo Galilei, padre de la ciencia moderna”.
“Voy a ser política porque es un momento de ser política”, aclaró, por si hiciera falta. “Veo que de un lado están las mujeres y del otro la Iglesia. Y quienes deciden en la Iglesia son hombres, por más que haya monjas o fieles mujeres. El aborto es el último candado que mantiene soldado al Estado argentino con la Iglesia Católica”.
“No entiendo la defensa del embrión que hace la Iglesia, mientras no dice nada de los casos de abuso sexual que involucran a tantos curas”, siguió Estenssoro. Y concluyó en primera persona: “No nos llamen genocidas. Yo fui madre soltera y aborté, las dos cosas. El cuerpo de la mujer sigue siendo un botín de guerra en todo el Mundo”.
Un testimonio que se escuchó en la Tierra, pero también en el Cielo.
Un aplauso para el senador
A diferencia de lo que sucede en Diputados, en el Senado no se puede aplaudir. Es parte del reglamento. Por supuesto, al comienzo, cada vez que alguna intervención generaba simpatía, se escuchaban algunos aplausos. Pero enseguida venía la reprimenda y la advertencia: si aplauden, se van.
Las chicas de pañuelo verde decidieron entonces cambiar de método. Cada vez que alguna intervención era digna de aplauso, agitaban las manos al aire. Un gesto silencioso, pero a la vista con mucho más desparpajo que un simple y convencional aplauso. Y si se lo veía en contraste con las columnas de mármol, las paredes de mármol, los muebles de madera antigua y los hornamentos, el estruendo silencioso era total.
A ciencia cierta
El doctor Alberto Kornblith es un tipo al que nadie querría tener de enemigo. El tipo es una eminencia en química y biología, un científico lleno de pergaminos, que parece saberlo absolutamente todo sobre el tema que lo ocupa. Da la sensación de ser algo soberbio, aunque quizá sólo sea producto de que el tipo es realmente un genio. Tan genio que sabe lo genial que es.
La intervención de Kornblith fue demoledora. Dijo que el concepto de vida humana era una cuestión de la ley y de la filosofía. Que la ciencia sólo podía decir qué era la vida. Pero eso sí, que el feto es algo muy distinto de un niño. Porque por su dependencia del cuerpo gestante, el feto es casi un órgano de la madre. Todo cotejado con mucha bibliografía.
Una senadora intentó cuestionar los dichos de Kornblith, acusándolo de algo que el doctor no había dicho. Terminó tan enredada que aseguró (la senadora, no el doctor) que el síndrome de down es una enfermedad, a lo que el científico le retrucó: “¿Usted se da cuenta de la barbaridad que está diciendo?” Todavía debe estar lamentando el momento en que intentó discutir con el científico.
Las muchachas antiabortistas
No tuvieron para aportar ni grandes pergaminos ni grandes discursos. Pero Paola Guía, de la Red de Familias, de Entre Ríos, y la socióloga Segolene du Closel, profesora en la UCA y la Universidad del Salvador, se destacaron por algo fundamental: fueron las dos únicas mujeres entre las personas que expusieron en contra del aborto legal.
“Hay que hacer una ley de desamparo del niño por nacer, porque es el más indefenso frente a la omnipotencia de la madre”, expresó Guía. Y luego se puso a describir un aborto, entre lágrimas, visiblemente ganada por la emoción. Una emoción generada, casi con seguridad, por estar en contra del aborto.
Du Closel es una francesa que vive en Buenos Aires desde hace un par de años. Gracias a ella nos enteramos que en Francia las cosas no estaba bien, 42 años después de la legalización del aborto. Y se confirmó que siempre es bueno tener a un orador con acento francés. Que eso es muy distinguido, más allá de que la expositora, en francés o en castellano, y frente a las preguntas de una senadora, admita que no domina mucho el tema para el cual fue convocada a hablar.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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